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Tiempo de Oración día 9. Hno. Moisés Sarmiento

Tiempo de Oración día 9. Hno. Moisés Sarmiento

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The speaker discusses the concept of inheritance in relation to the saints in glory. They explain that inheritance is what a child receives from their father and that it is a promise that can only be accessed once the father has died. They emphasize that through Jesus' death on the cross, believers have become heirs to a glorious inheritance. They encourage the church to fully embrace and enjoy this inheritance, reminding them that nothing in the world can compare to what they have received in Christ. The speaker also emphasizes the need to let go of control and allow Christ to take the lead in their lives. They encourage believers to focus on the joy of their new life in Christ rather than dwelling on their past mistakes or shortcomings. Pero vamos a hablar un poco acerca de la herencia de los santos en gloria. ¿Por qué una herencia? Porque la herencia es lo que recibe el hijo de su padre. Algunos esperaban un punto que habíamos quedado el lunes, pero se me han encomendado en esta noche órdenes mayores y hay que acatar las órdenes. Pero sé que el Señor nos va a dar tiempo, amén, y nos va a dar la oportunidad de seguir con lo que estábamos tratando el día lunes. Pero, amados, esto es poderoso. Cuando el pastor me comentó, Moisés necesito para el jueves, hablemos un poco, sabemos que no alcanza mucho el tiempo, pero Dios está haciendo cosas extraordinarias. Y se ha estado sembrando una semilla que genera frutos al ciento por uno. Esta semilla, que quizás la veamos como un grano de mostaza, por el asunto del tiempo, sé que está produciendo en nosotros al ciento por uno. Porque nosotros somos esa tierra, buena tierra. ¿Qué es una herencia? La herencia es lo que recibe, es lo que un padre se esforzó, construyó, laboró durante toda su vida para que un día sus hijos no empiecen en el lugar donde él comenzó. La herencia es la plataforma que los padres dejan a sus hijos para que hasta donde ellos llegaron, sea la cima, el cielo de los padres, sea el piso donde los hijos se paren. Y continúen de allí en adelante. Y eso me recuerda a las palabras de Jesús que dijo, mayores cosas que las que yo he hecho, son las que ustedes van a hacer en mi nombre. A veces nos sorprendemos, nos quedamos impactados con historias bíblicas y decimos, wow, si la iglesia hiciera el diez por ciento de lo que ellos hicieron. Eso se habla bajo, vamos a decir la palabra pero no es la correcta, se dice bajo ignorancia. Porque la iglesia está disfrutando del mejor vino. Amados, lo que tenemos nosotros en este tiempo como iglesia, hay que aprovecharlo, hay que disfrutarlo, hay que deleitarse en la herencia que hemos recibido. Amados, para que el hijo reciba la herencia, el padre tiene que morir. Mientras el padre viva, el hijo está inhabilitado para acceder a lo que por derecho es de él, a lo que le corresponde, pero es una promesa del padre. Si han escuchado algunos multimillonarios que han dicho, no, mi herencia no se la dejo a mi hijo, voy a donar la fundación. ¿Por qué? Porque está en la soberanía del padre, lo que la Biblia llama el testador, el hacer uso de lo que él tiene como herencia, de su patrimonio. Entonces, mientras el padre vive, el hijo tiene en un testamento una promesa de herencia, pero hasta que el papá no muera, no puede acceder a esa herencia. ¿Y por qué le dije que somos herederos? Porque murió en la cruz del Calvario, y esto es tan poderoso porque su muerte nos habilitó a nosotros para participar de la herencia. Ya no de una promesa. Porque si él no hubiese muerto, hubiese tiempo de modificar el testamento, pero dice el libro de Hebreos que una vez muerto el testador, es imposible modificar el testamento. No hay ningún método ni forma legal de que se le pueda hacer modificaciones a la voluntad del testador. Y si hablamos de herencia, amada iglesia, de lo que hemos recibido de él, escúcheme, no lo que va a recibir, no lo que le ha sido prometido, no lo que fue prometido en esperanza, sino de lo que él, por su muerte, dijo, hecho está. Pero hablo como iglesia, nuestra mente de hijo mayor no nos ha permitido disfrutar de la herencia incorruptible que tenemos común con todos los santos. Amados todos los santos, participamos de esta herencia, todos, herederos, si ya el testador murió, se toma la participación de la herencia. Por eso dice el libro de Hebreos, cuando habla en el capítulo 11 de los héroes de la fe, de cómo se forzaron, conquistaron reino, tomaron naciones, hicieron huir ejércitos, todos ellos alcanzaron nombre, pero no alcanzaron lo prometido. Porque tenía que intervenir muerte y muriendo él en la cruz, por eso la gloria postrera que se había prometido no tiene comparación con lo sucedido en el Sinaí, ni lo sucedido en el Jordán, ni lo sucedido en el desierto, porque esta gloria amada iglesia no va a desvanecerse, porque el cielo y la tierra va a pasar, pero la gloriosa y poderosa palabra de nuestro Señor Jesucristo no va a pasar. Pero así como el Señor nos ha venido hablando acerca de el que va de noche y siembra la cizaña entre el trigo, como aquel que está entre los cardos y no puede producir fruto, como aquel que está entre los pedregales y no puede producir fruto, o aquel que los afanes y el mundo le roba la semilla, así podemos ser turbados por las cosas de este mundo, por los afanes, por los quehaceres y no disfrutar de lo que somos. Y escuchen bien esta palabra, no disfrutar de lo que somos en Cristo, nosotros no somos cualquier persona, amados, somos participantes de una herencia. Miembros de un mismo cuerpo, queriendo el Señor darnos a entender que todo lo que ellos nos alcanzaron por su fuerza, por su trabajo y por su labor, a usted y a mí se nos dio. Santo, escuchen lo que ellos pelearon y lucharon, a usted se lo dieron, así mire, así, disfrútenlo. Lo que papá nos dio, lo que papá nos entregó, ya está amada iglesia, escúcheme amado, no hay un sacrificio mayor, no hay un nivel de santidad mayor al que papá nos ha dado, no hay un nivel de vida superior a la vida que se nos ha dado en Cristo Jesús, no hay nada más glorioso que lo que se nos ha dado. Solo que las distracciones del mundo, los afanes y los estándares de la sociedad nos han dicho, te falta, estás incompleto. Te hace, nos hace, hablo como iglesia, pensar que hay que añadir algo y cantamos, no sé cómo tú me amaste tanto o cómo hacer para que me ames más. Y tantos patrones que no nos hacen disfrutar esta herencia gloriosa, y no sé qué esperamos del Señor, pero si el haber recibido de su mismo Espíritu no es suficiente para sentirnos plenos, nada nos va a satisfacer, nada de lo que hay en el mundo nos va a satisfacer. Si el haber sido perdonados por su sangre no nos es suficiente para sentirnos con libertad y en gratitud, no va a haber nada que traiga libertad y gozo a nuestras vidas. No es el esposo, no es la esposa, no es la suegra, amados, lo que hemos recibido se llama Cristo. Lo que tú has recibido se llama Cristo, y si Cristo no es suficiente, amados, si Cristo no es suficiente, ¿qué más puede dar el Padre? Por eso despojémonos de todo pensamiento, toda altivez y todo lo que se levanta en contra del conocimiento, ¿de quién? ¿De las doctrinas? ¿De las enseñanzas? ¿De lo que nos falta? ¿De lo que no tenemos? ¿De las cosas que estamos pasando? ¿De los problemas que estamos viviendo? Cuando el pueblo de Israel oyó esta palabra y entendieron este Evangelio, ¿saben? Lo más sagrado para un judío es su tierra, lo más sagrado para un judío, porque esa era su heredad, esa era su herencia. Pero la palabra dice que vendían sus propiedades y la daban a los pobres, la repartían, la ponían a los pies de los apóstoles. No era porque se estaban haciendo actos prosélitos o asuntos de recolección de dinero, no, era porque como para ellos lo mayor, lo más sagrado y lo que Dios les había dado era la tierra, lo valoraban. Era lo más alto, pero cuando recibieron a Cristo dijeron esto es mayor que todo lo que tengo, que lo que poseo. Esto no se compara con un pedacito de tierra, esto no se compara con lo que el mundo puede ofrecerme. Esto no se compara con lo que tengo, esto no se compara con las tribulaciones que estemos pasando, porque esta leve tribulación momentánea no es nada comparada con la gloria que en nosotros ha de manifestarse. Es que nos han enseñado a mirarnos al espejo, nos han enseñado a ver nuestros errores, nos han enseñado a vernos a nosotros y nos han enseñado a educarnos a nosotros. Pero eso no es lo que quiere Cristo. Cristo quiere que el viejo hombre muera con todas sus pasiones y con todos sus deseos para que Él viva por medio de nosotros, para que Él sea manifestado por medio de nosotros. Amados, lo que Cristo no pueda hacer en nosotros, por más que usted se esfuerce, jamás lo logrará. Pero nos cuesta rendirnos porque nos creemos capaces, nos cuesta rendirnos porque nos creemos autosuficientes, aunque digamos Señor ayúdame, queremos resolver nosotros el problema, queremos hacer nosotros las cosas. Por eso Él nos dejó su paz, por eso Él nos dejó su espíritu, por eso no estamos solos en lo que estemos pasando, no estamos solos. Ahí está Él esperando que nos hagamos a un lado, ahí está como el que iba de copiloto enseñando a la otra persona, no voy a decir el chiste como era correctamente, pero saben, Él no puede ir de copiloto, Él no puede ir de acompañante y le decimos Señor acompáñame, ayúdame en esto que voy a hacer, Tú estás conmigo Padre, en esto que voy a hacer. Él no quiere ser, Él no quiere ser el copiloto, Él no quiere ir a tu lado acompañándote, Él quiere llevar el timón de tu vida, conducirte, dirigirte, llevarte seguro, porque Él sabe a dónde va. Nosotros para todo, será que sí, será que no, será una buena decisión, pero Él sabe perfectamente a dónde va, pero nos cuesta soltar el timón. Se complica porque hemos aprendido muchas cosas, la religión nos ha educado y nos ha enseñado a cómo comportarnos, a cómo ver las cosas y tenemos un estándar que cumplir, pero Dios no tiene un estándar para cumplir, porque lo que Él exigía, porque lo que Él pedía, se cumplió en la cruz y su demanda fue satisfecha completamente. Entonces el llamado a Madre Iglesia en esta noche es a disfrutar la herencia y esta herencia, amados, es Cristo Jesús. No estemos como el hijo mayor, señalándonos, acusándonos y mirándonos nuestros defectos. Veamos cómo el Padre mira, que celebra que su hijo estaba muerto, ahora tiene vida. No, no, Él no estaba pensando ni por lo que hizo, ni por lo que pasó, ni por lo que dejó de hacer, sino que vive, hagamos fiesta, porque estaba muerto y ahora vive. Amados, hagamos fiesta porque tenemos vida, ¡tenemos vida! Vea conmigo, vida plena, la vida soy, la vida de Cristo. Permitamos que Él tome el timón, ¿sabe? Hay gente que dice, me siento así, asá, hay cosas, les voy a decir algo, en 30 segundos que me quedan. Jesús se cansó, Jesús lloró, Jesús tuvo hambre, pero el Cristo glorioso y poderoso no tiene necesidad de nada. No tiene necesidad de nada. Amados, lo que está en nosotros es tan poderoso que todo le resbala. El Cristo no se ofende, el Cristo no se afecta porque el amor y la misericordia que brota de Él, mana de Él, fluye, espida. Y Él está allí, la herencia la ha recibido, todos la hemos recibido. Disfrutémosla, disfrutemos esta herencia, disfrutemos esta vida, a este Cristo que nos habita, que está en nosotros, que agrada al Padre. Permitamos que eso que agrada al Padre vaya tomando, como dice la palabra, hasta que los hombres posean el resto de don. Yo levantaré el tabernáculo caído de David. ¿Sabe? El tabernáculo de David no era el templo que hizo Salomón, ni el tabernáculo de Moisés. Porque David no era levita, lo cual no lo habilitaba para el sacerdocio según el orden de Arón. Entonces él edificó un tabernáculo donde veía la gloria y donde se deleitaba con el Señor. Por eso el velo del templo se rasgó y todos podemos entrar. No es el pastor que tiene que orar por mí, que tiene que enseñarme la palabra, que tiene que instruirme, que tiene que visitarme. Es que todos somos miembros de un mismo cuerpo, es que todos hemos recibido del mismo Espíritu. Hemos bebido de esta sangre y comido de este pan. Padre, te damos gracias, Señor, bueno, fiel y maravilloso. Como coherederos, juntamente con Cristo, hoy oramos, Señor. Reconociendo, Padre, que durante muchos años hemos llevado el timón, durante muchos años hemos tenido el control en nuestras manos. Durante muchos años hemos tomado las decisiones, pero hoy, mi Dios, aceptamos y reconocemos el Señorío de Cristo en nuestras vidas. Hoy, Señor, comenzamos a disfrutar de esta participación maravillosa que Tú nos has dado en esta herencia gloriosa, en luz de Cristo. Esta participación maravillosa que Tú nos has dado en esta herencia gloriosa, en luz, en poder y en verdad. Oramos, Señor amado, que podamos dejar una plataforma mucho más sólida a nuestros hijos, a nuestras generaciones futuras, mi Dios. Que podamos establecer, mi Dios, en nosotros el Señorío de Cristo y que Él verdaderamente sea nuestro Señor. Que gobierne nuestro ser, que camine por nosotros, que piense por nosotros, que actúe por nosotros, que edifique por nosotros. Y que este cuerpo, Señor, esté al completo servicio, sometido a la voluntad de Aquel que nos llamó, de Aquel que nos amó y que nos lavó con Su sangre. Te damos gracias, Padre. Tú eres bueno y fiel. Gracias por estos días gloriosos, este tiempo maravilloso. Gracias por la libertad, Señor, que nos has dado. Oramos, Dios, renueva nuestras fuerzas, mi Dios amado. Que este cuerpo, mi Dios amado, también sea renovado y fortalecido, mi Dios. Por tu gracia, por tu bondad. Gracias te damos, Papito Dios, en el nombre de tu amado Hijo Jesús. Amén y Amén. Dele un aplauso al Rey.

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