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The speaker discusses the importance of understanding and knowledge of God, emphasizing that what we understand is eternal. They mention studying the book of Romans and explain the context of the chapters leading up to chapter 6, highlighting the theme of justification by faith and the grace of God. They caution against using our own works as a means of salvation and emphasize that it is through faith in Jesus Christ that we are justified. The speaker addresses the question of whether we should continue sinning so that grace may abound, emphasizing that preaching the gospel of grace can provoke such reactions, but it is important to understand that salvation is not based on our works. El conocimiento y el entendimiento de Dios es lo que nos fortalece dÃa tras dÃa. A mà me gusta mucho algo que el pastor Albert siempre dice, lo que sientes es temporal, pero lo que entiendes es eterno. Y en estos dÃas hablaba con un hermano y concluÃamos que todo lo que nosotros entendemos, lo que Dios por su gracia nos da a entender, son herramientas que nos servirán para el resto de nuestras vidas. Todo lo que tú puedas entender hoy es como una edificación sólida que estás construyendo, que te va a sostener en el dÃa de mañana. Por eso no menospreciamos estos espacios, sino que damos gracias a Dios por estos tiempos y los disfrutamos. ¿Alguien me puede decir qué estamos estudiando los viernes? Estamos en el libro de Romanos, y hoy vamos a estar estudiando el capÃtulo 6. Asà que vamos a ubicarnos, por favor, en el capÃtulo 6. Ya se habló un poco la introducción, el hermano Moisés también lo mencionó el viernes pasado, pero para ponernos en contexto, vamos a hacer un resumen rápido para explicar un poco el contexto donde estamos ahora, en el capÃtulo 6. El libro de Romanos es una carta del apóstol Pablo, obviamente inspirado por el EspÃritu Santo, y en lo personal es una de mis cartas favoritas de la Biblia, y muchos estudiosos de la Biblia coinciden de que es una de las obras maestras del apóstol Pablo, de las cartas más concisas donde él expresa y transmite lo que es el Evangelio de Cristo de una forma magistral. Cuando nosotros leemos el libro de Romanos y entendemos toda la riqueza que está allÃ, ¡guau! Eso es tremendo, mi hermano. La carta empieza, Pablo empieza en el primer capÃtulo, en los primeros capÃtulos, hablando del pecado del hombre, y es interesante cómo el apóstol Pablo lleva a todos los lectores o a los oyentes al entendimiento de que nadie es justo por sà mismo ante Dios, ¿ven? En los primeros capÃtulos, él empieza hablando de la culpabilidad del hombre, Él se dirige en ese momento a los gentiles, indicando que ellos nacieron sin la ley de Dios, y por tanto están perdidos, van haciendo pecado y no sienten ningún remordimiento. Dice, sus pies son presurosos a correr al mal, su lengua habla engaño, sepulcro abierto en su garganta. Dicen, no hay justo en uno, todos se han apartado de Dios, nadie busca a Dios, todos hacen lo malo, no hay ni siquiera uno. Entonces, en ese momento los judÃos dicen, guau, menos mal que nosotros tenemos la ley, nosotros no somos parte de ese grupo que está hablando Pablo. Pero a Pablo le interesa que todos estén incluidos en ese pensamiento de que nadie es justo por sà mismo. Entonces él dice, bueno tú judÃo, que dices, yo tengo la ley de Dios, y condenas al otro que no la tiene, tú haces lo mismo, pecas de la misma manera. En lo que condenas al otro, te condenas a ti mismo. Entonces Pablo también le dice a los judÃos, ¿ustedes creÃan que estaban bien? Porque tenemos las leyes que Dios dejó a través de Moisés, pero no, porque tú no las cumples. Y ellos tienen que recapacitar y darse cuenta que de todas las leyes que Dios habÃa dejado, nadie podÃa realmente cumplirlas. Entonces Pablo dice, no es el que está fuera de la ley, ni el que tiene la ley, todos, absolutamente todos, están destituidos de la gloria de Dios. Y esa es la conclusión que él llega en el capÃtulo 3. Todo esto es un resumen para ubicarnos en el 6. Entonces, cuando él dice esta frase, por cuanto todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios, ahà llega un punto en el que la gente dice, bueno, no hay esperanza. Pero ahà es el momento perfecto para manifestarles la gracia de Dios. Porque justo cuando el hombre llega al punto más bajo, donde ya no tiene fuerzas en sà mismo, donde ya no encuentra ninguna solución humana para poder escapar del pecado y la condenación, ahà es cuando Dios interviene y es cuando el hombre está preparado para recibir la gracia. Mientras creamos que podemos por nosotros mismos, jamás tendremos el corazón perfecto para aceptar su gracia. Mientras yo sienta que yo puedo hacer algo, no voy a buscar ayuda. Mientras yo sienta que puedo valerme por mà mismo, nunca voy a aceptar la salvación que Dios ha provisto. Siempre voy a intentar alcanzarlo por mis medios. Por eso Dios inspira a Pablo a llegar a este escenario. Nadie puede, nadie lo ha logrado ni lo logrará jamás por sà mismo. Y entonces en el versÃculo siguiente, que es Romanos 3.24, dice Pero somos justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que tenemos en Cristo Jesús, a quien Dios ha puesto como propiciación por medio de la fe en su sangre. Y en ese momento entonces, él nos deja claro, no hay mérito alguno en nosotros. Nosotros no tenemos nada que podamos agregar a esa ecuación. ¿Qué es lo que dice allÃ? Que fue Jesucristo el que nos dio la redención. Dios lo puso a él como el sacrificio, la propiciación. Y se recibe únicamente por la fe en su sangre. Pero yo sé que todos aquà somos expertos en esta palabra. Estamos ya entrenados en este mensaje. Más adelante él va diciendo, ¿dónde pues está la jactancia? Queda excluida. O sea, el propósito de Dios de hacerlo mediante la fe, es que toda jactancia humana quede por fuera. Y que toda la gloria sea para Él. Que en ningún momento podamos nosotros decir, vale, he alcanzado la salvación porque yo hice tal cosa. No. Dice Pablo en el versÃculo 27, ahà está. ¿Dónde pues está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No. Sino por la ley de la fe. Y finalmente concluye con el versÃculo 28. Concluimos pues que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley. Entonces luego en el capÃtulo 4, cuando nosotros leemos esto, nosotros decimos, vale, tremendo Pablo. Pero él no se queda ahÃ. Él sigue profundizando aún más. De una forma muy tremenda. Y en el capÃtulo 4, a mà en lo personal me impactan los versÃculos. Por favor, el capÃtulo 4, versÃculo 4. Y él dice, pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracias, sino como deuda. El 5, más al que no obra, sino cree en aquel que justifica el impÃo, su fe le es contada por justicia. Lo que está diciendo Pablo es, cuando nosotros trabajamos por algo, lo que nos pagan no es un regalo. Es algo que nos hemos ganado. Es como el sueldo. Cuando tú vas a una empresa y trabajas, tú, claro, tienes derecho a cobrar porque trabajaste lo que cobraste. No es un regalo. No es que el jefe dice, bueno, como tú me cajas muy bien, yo te voy a dar esta paga a fin de mes. No. Es algo que tú te ganaste. Te lo mereces. Y si él no te paga, pues lo denuncias. A ver, entiendo que esos son los medios, los medios humanos. Pero es tremendo porque Pablo dice, claro, ustedes me entienden. Pero fÃjense lo que dice él, más al que no obra, el que no hace nada para ganarlo, sino cree en aquel que justifica al impÃo, su fe le es contada por justicia. Ahà Pablo reafirma aún más la idea. No es por tus obras, no es nuestras obras. Es por la fe. Simplemente creer. Entonces, claro, imagÃnense los lectores recibiendo ese mensaje. Y ellos dicen, wow, solo tengo que creer. Asà tan fácil. Y luego él sigue y sigue hablando. Y luego en el versÃculo 5, capÃtulo 1, vemos que dice, Justificados pues por la fe, vuelve a acotar, por la fe. Tenemos paz, para con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por medio de Él. No es por ti. Te das cuenta cómo Pablo va constantemente quitándonos a nosotros de la ecuación como hacedores y siempre nos deja como simplemente receptores de su gracia y su misericordia y su favor. Todo es por medio de Cristo. Y él sigue hablando, sigue hablando, y en los versÃculos más adelante, el 18, capÃtulo 5, versÃculo 18, por favor, dice, Asà como por la transgresión de uno, que era Adán, vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera, por la justicia de uno, que es Cristo, vino a todos los hombres la justificación de vida. O sea, no es a través de tu obediencia, mi hermano, es a través de la obediencia de Cristo. Y yo sé que cuando una persona no está entrenada en esta palabra puede resultar chocante escuchar eso. ¿Qué? O sea, no es porque yo he guardado la palabra, no es porque yo me mantengo, no es porque yo oro, porque yo hago esto. Me estás diciendo que eso no tiene nada que ver. No te lo digo yo, te lo dice Pablo. ¿Dónde pues están las actancias? Entonces todo aquello que nos lleva a pensar en nosotros como los reactivos, los que somos capaces de hacer reaccionar el favor y la salvación de Dios, es un pensamiento completamente equivocado al Evangelio. ¿Por qué vemos todo este resumen? Porque si no lo hacemos, no vamos a entender el impacto que tiene la pregunta con la que empieza el capÃtulo 6, que es al que vamos a estudiar ahora. Ahora sà podemos leerlo, capÃtulo 6, versÃculo 1. Después de haber dicho todo esto, ¿qué pasa? Claro, la gente dice, oye, si es tan fácil creer solamente, y me dice que no es por mis obras, que no es por mis pecados, porque Él ya los quitó. Dice, bienaventurado el varón, a quien Él no toman en cuenta su pecado. Entonces Pablo, si tú me dices todo eso, entonces yo puedo vivir como quiero. Y entonces Dios inspira a Pablo a escribir esto. Pablo se adelanta, por la guÃa del EspÃritu Santo, a lo que puede pensar la gente cuando Él presenta el Evangelio de esa manera tan gloriosa. Y entonces les dice, ¿qué pues diremos? Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde. Y es tremenda esta pregunta, mi hermano, porque esto nos hace pensar. Si Pablo está diciendo esto, es porque lo que él enseñaba generaba ese tipo de reacción en algunas personas. Algunos podÃan llegar a pensar, bueno, entonces puedo hacer lo que quiero. ¿Qué quiere decir esto? Que si tú presentas el Evangelio de la gracia a alguien, y generas este tipo de reacciones en la gente, es porque lo estás haciendo bien, porque lo estás haciendo igual que Pablo. ¿SÃ? ¿Por qué? ¿Qué quiero decir con esto? Si nosotros predicamos un Evangelio centrado en nuestras obras, nadie se le ocurrirÃa pensar, vale, entonces perseveraré en el pecado. ¿Verdad que no? Porque claro, si tú le dices a la gente, no, porque hermano, a la primera que hagas, por eso tienes que mantenerte allÃ, porque sabes, puedes, hoy estás, mañana no sabes. Claro, la gente no te va a decir, vale, entonces voy a perseverar en el pecado. Al contrario, la gente, vamos, vamos todos a hacer lo que podemos para llegar. Entonces, este tipo de pensamiento, que obviamente es un pensamiento equivocado, pero este tipo de reacción solamente viene cuando tú le dices a la gente la verdad de la gracia. Y tú les dices, es por fe, en el sacrificio de aquel que murió por ti. Y ahÃ, en esa pregunta, es donde está el problema en muchas personas que se resisten a entender el Evangelio de la gracia. Porque muchas personas, muchos creyentes que no han entendido todavÃa esto, cuando se les viene ese pensamiento, ellos dicen, no, no, no, es que, lo que me están diciendo es que yo puedo pecar, me voy de aquÃ. Y no han entendido nada, no han entendido nada. Pero Dios, por su gracia, siempre insiste en nosotros para llevarnos al entendimiento. Entonces, Pablo, trata esta pregunta, que es importante, y el siguiente versÃculo, el 2, por favor, dice, en ninguna manera, nosotros no perseveraremos en el petado, no es lo que estamos predicando, nunca es lo que hemos predicado. De hecho, esa negación, en ninguna manera, en el griego original, es como la negación más fuerte que puedes hacer, es como el doble, no dice solamente no, es como un no, no. Es como afirmando la negación, dice no. Pero él nos da un porqué, ¿vale? Y este porqué es importante, y se va a tratar en el resto del capÃtulo 6, hablaremos de eso hoy. La razón es porque los que hemos, ¿qué cosa? Muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? Y aquà Pablo hace una aclaración tremenda, una declaración tremenda, hemos muerto al pecado, ¿ven? FÃjense cómo él lo dice, en qué tiempo verbal está eso, hemos muerto al pecado. No es tan presente, no dice, morimos, estamos muriendo al pecado, no. No dice, moriremos al pecado, dice, hemos muerto al pecado, ¿ven? Y eso es algo muy importante, vamos a seguir leyendo. ¿No sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, asà también nosotros andemos en vida nueva. FÃjense mis hermanos, él dice, vamos a volver al 3 un momento por favor. ¿No sabéis que todos los que hemos sido bautizados, hemos sido bautizados en su muerte? Los que hemos sido bautizados en Cristo. En ese versÃculo el término bautizado no se refiere al bautismo en agua, ¿vale? Mucha gente suele confundirlo y piensa que Pablo está hablando de cuando somos en ese momento puntual en el que somos bautizados en agua, pero realmente lo que está hablando, la palabra bautizado significa ser sumergido, sumergido en Cristo, es lo que está diciendo Pablo. Los que hemos sido bautizados en Cristo, o sea, los que hemos sido sumergidos en él, los que hemos sido unidos a él. Primera de Corintios 12.13, vamos a leerlo un momento por favor. Primera de Corintios 12.13, podemos ver esto. Dice, porque por un solo espÃritu fuimos todos bautizados, ¿en dónde? En un cuerpo, sean judÃos o griegos, sean esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber de un mismo espÃritu. Ese es el bautismo que se refiere, Pablo, que hemos sido introducidos en él, en Cristo, y ahora somos parte de su cuerpo. Entonces, volviendo a Romano 6.3, por favor. Todos hemos sido bautizados en Cristo, hemos sido introducidos en él, por tanto, como él murió, nosotros morimos con él. Por eso dice que fuimos bautizados en su muerte. Y el 4, también lo dice, porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, asà también nosotros andemos en vida nueva. Todo lo que Cristo ha vivido, nosotros como estamos en él, como el EspÃritu Santo nos ha introducido en él, lo hemos vivido con él. Y eso es una verdad que nosotros debemos entender, que el apóstol está afirmando. Él dice, hemos sido sepultados con él, juntamente con él, para muerte, para que también vivamos una vida nueva, como aquellos que han resucitado también con él. Porque claro, él fue sepultado, pero no se quedó allÃ, resucitó. Y nosotros con él. Lo que está diciendo Pablo es que nosotros, que estamos en Cristo, hemos muerto al pecado. Ya hablaremos un poco más de esto. Hemos muerto al pecado, fuimos sepultados a esa vieja forma de vida, a esa vida corruptible, y hemos sido resucitados en Cristo en una nueva creación, para que nosotros podamos vivir una vida nueva. Ahora, vamos a leer el 5, que sigue hablando de la misma idea. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, asà también lo seremos en la de su resurrección. Básicamente lo que dice es, si tú has muerto con Cristo, entonces has resucitado con él y puedes vivir una vida nueva. Ahora, eso es lo que el EspÃritu Santo nos habla a través de estos versÃculos. Y nosotros lo leemos y lo estudiamos aquÃ, pero ¿cómo esto puede hacerse práctico en nuestra vida? Porque yo entiendo, ajá, sà Señor, he muerto al pecado, pero ¿cómo puedo caminar en esa realidad de manera que yo pueda vivir efectivamente esa vida nueva en Ti? Para poder entender esto, ¿cómo podemos hacerlo? El apóstol Pablo empieza el versÃculo siguiente, y antes de poner el versÃculo siguiente, bueno, quiero que le prestes atención a la primera palabra que va a salir en el versÃculo 6, ¿vale? Por favor, mi hermano, sabiendo esto, ¿vale? Entonces, él está diciendo, ¿cómo nosotros podemos vivir una vida nueva, como resucitados en Cristo, luego de haber muerto con él al pecado? Y lo primero que dice es, sabiendo esto, ¿sÃ? Entonces, él está a punto de decir algo que nosotros debemos saber, debemos considerar. Y esto es tremendo, mi hermano, porque Jesucristo dijo, conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Y esto es esa verdad que Él nos ha dejado. Dice, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Amén. Nosotros tenemos que, mi hermano, es difÃcil vivir siendo algo que no creemos que somos, ¿sÃ? Por ejemplo, siempre está el cuento del águila que nació en la granja de gallinas. Yo siempre lo cuento cuando puedo, para hacer como la analogÃa. Pues era un huevo de águila que quedó en una granja de gallinas, por cualquier cuestión, y nació allÃ. Rodeada de gallinas, el águila pensaba que era una gallina más. Y ella caminaba por el granero, y miraba los cielos, y a veces veÃa pasar un pájaro volando majestuoso, era un águila, y ella decÃa, wow, yo quisiera ser como esa águila, quisiera ser como ese pájaro que vuela en los cielos y no estar aquÃ, en el granero. Pero bueno, yo soy de aquÃ, asà que aquà me quedaré. Serán solamente sueños, ideas. Pues ella no sabÃa lo que era, y por tanto no vivÃa como tal. Qué difÃcil es que le digamos a ese águila que se cree gallina, que despliegue sus alas y vuele. Si ella no cree que lo es, muy difÃcilmente lo podrá hacer. Y puede que un dÃa se arme de valor y diga, vale, lo voy a hacer, voy a intentarlo. Pero si sigue creyendo que es gallina, por mucho que lo intente, llegará un momento en que no. Pues el apóstol Pablo está diciendo, nosotros debemos saber lo que Él ha hecho en nosotros. Debemos saber que nuestro viejo hombre fue crucificado, pasado, con Él. Porque si nosotros creemos que ese viejo hombre sigue estando aquà con la misma fuerza que antes de que Él nos rescatara, y que yo tengo todos los dÃas que crucificarlo con mi fuerza para mantenerlo a raya, intentar vivir la vida que Dios me dice que viva, pues no voy a poder hacerlo. Porque yo voy a terminar expresando lo que creo que soy. Entonces, eso, claro, al final, si en mi mente yo creo que Él no ha hecho un cambio en mÃ, y sigo siendo el mismo de antes, solo que ahora tengo que vivir de la manera que Él me pide, estoy haciendo religión. Al final, la religión es eso, es intentar pedirle a las zarzas que den uvas, cuando son otra cosa. Nosotros hemos sido rescatados en Él, hemos muerto y hemos resucitado por Su gracia. Él nos ha hecho resucitar en Él. Por lo tanto, nosotros podemos creer y saber que ese viejo hombre fue crucificado. No por nuestras fuerzas, mi hermano, no. Sino porque Él lo hizo. Es Su obra, Su obra en nosotros. Muchas veces no es perceptible a simple vista, pero es como una semilla que tú plantas bajo la tierra y tú no la ves como crece, pero está allà creciendo, está germinando hasta que empieza a salir afuera y ahà tú dices, guau, está creciendo. Pero eso no es que empezó a crecer ahà cuando tú la ves, ya venÃa creciendo desde abajo, pero no lo veÃamos. O también como cuando un bebé empieza a formarse, puede que la mujer, la madre, no se dé cuenta sino hasta los dos meses. ¿Qué? Guau, estoy embarazada. Y el médico, sÃ, ya tienes dos meses, ya tienes tres meses. Guau, no lo sabÃa. Pero ya se estaba formando esa vida. Ella no lo sabÃa, pero ya estaba ahÃ. Lo mismo pasa en nosotros. De repente nos miramos a nosotros mismos y vemos que todavÃa no expresamos la vida de Cristo como quisiéramos, porque nos pasa a todos. A veces algún mal carácter, alguna situación, y no a veces, a veces casi siempre. Y decimos, oye, no, yo como que sigo siendo el mismo de antes, ese viejo hombre como que está ahà y lo tengo que crucificar. Y ellos te dicen, no, eso, lo que pasa es que a ti te ha sido dada una vida, una vida que está en ti, y ahora lo que necesitamos es, por medio de la fe en su palabra, nutrirla cada dÃa, crecer en esta realidad, crecer en estas verdades. Y a medida que esa vida se va desarrollando, poco a poco se va siendo visible. Cuando ya la mujer tiene tres meses, cuatro meses, ya se nota. Amén. Lo mismo nosotros. Esa vida ya está, mi hermano. Y nosotros debemos creerlo porque es su obra. No es la nuestra. Nosotros decimos ya, pero es que yo me siento igual. SÃ, pero es la obra de Él. Tenemos que creer que Él lo ha hecho en nosotros. FÃjense, mis hermanos, vamos a hablar un poquito más acerca de lo que es estar muerto del pecado. El pecado tiene tres aspectos, que vamos a analizar hoy. Uno es la culpa, el otro es el poder, el poder del pecado, y el otro es las consecuencias del pecado. Culpa, poder y consecuencias. Tres aspectos del pecado. Y hoy vamos a hablar cómo Cristo, por medio de su obra, nos ha hecho morir a esas tres cosas. Amén. Tres aspectos de la obra de Cristo. Empezamos con la culpa, el primer aspecto del pecado. Lo primero es que cuando una persona peca delante de Dios, legalmente es culpable. Desde que el hombre y la mujer pecaron en el Edén, legalmente pasaron a ser culpables ante Dios. Toda la posición que tenÃan legalmente ante Dios en ese momento, se perdió. Y Dios dijo, el hombre no puede estar más aquÃ, no puede comer del árbol de la vida, hay que sacarlo. Porque legalmente ante Dios ya éramos culpables. No solamente Adán, todos nosotros los que estábamos en él. Por eso, todo ser humano desde que nace y tiene como representante a Adán, ya es culpable, ya está bajo la culpa del pecado. Entonces, muertos al pecado, implica que nosotros hemos muerto a todos los aspectos del pecado. Empezamos con la culpa. Él, por medio de su sacrificio, legalmente, nos ha quitado la culpa del pecado. ¿Por qué? Porque él tenÃa que hacer una transacción legal para volvernos a restablecer en justicia ante Dios. Y eso fue su sacrificio. El derramamiento de su sangre, como leÃamos en Romanos 3, 24, fue lo que nos hizo justos ante él. Entonces, quitando asà ese estatus de culpable, él lo quitó. Y ahora él nos ha establecido como justos. FÃjense, mi hermano. IsaÃas 53, 5. Vamos a leer, por favor. IsaÃas 53, versÃculo 5. Dice más, Él, Cristo, herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. El castigo de nuestra paz fue sobre Él y por su llaga fuimos nosotros curados. El 6, por favor. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino, mas Jehová cargó en Él el pecado de todos nosotros. Jesús no tenÃa pecado. Él dice que en Él no se halló pecado nunca. Sin embargo, Él fue herido, fue molido, fue castigado, porque estaba llevando nuestros pecados. Eso implica todos nuestros pecados, mi hermano. Todos nuestros pecados fueron castigados en Él. Él sufrió nuestro castigo. Y yo sé que esto lo hemos oÃdo muchas veces, pero es bueno afirmarnos siempre en esta realidad. Quiero decirte una cosa. Yo no sé si tú lo sabÃas, pero incluso en la justicia humana, ser castigado dos veces por una misma cosa, no es posible, no es legal. Exactamente esa es la palabra, no es legal. No es justo. De hecho, en la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, dice el artÃculo 50, nadie podrá ser juzgado o condenado penalmente por una infracción respecto de la cual ya haya sido absuelto o condenado en la unión mediante sentencia penal firme conforme a la ley. FÃjese, la justicia humana lo dice. ¿Verdad? Y si nosotros los seres humanos, que el hombre por naturaleza es injusto, por naturaleza corruptible, nada, es injusto, imagÃnese cuánto más Dios. Dios es justo. Él nos va a castigar a alguien dos veces por algo que ya lo haya castigado. Y si Él castigó tus pecados en Cristo, porque lo acabamos de leer, ¿cómo Él te va a castigar ahora? ¿Te das cuenta? Esa culpa fue completamente quitada, porque recayó sobre Él. El castigo de nuestra paz fue sobre Él. Asà que la próxima vez que venga algún pensamiento acusatorio diciendo, queriendo acusarte y haciéndote sentir culpable ante Dios, mi hermano, la sangre de Cristo habla mejor que la de Abel. Y esa sangre fue derramada a nuestro favor. Y ya no hay culpa ante Dios. A ver, una cosa es reconocer el pecado y otra cosa es creer que seguimos siendo culpables cuando Cristo llevó nuestra culpa, ¿sÃ? Entonces, primer aspecto del pecado, la culpa, hemos muerto a eso. Ya no hay condenación en Cristo, ¿amén? El segundo aspecto es el poder del pecado. Jesucristo nos libró del poder del pecado también, ¿amén? Sin embargo, nosotros, como estamos en este cuerpo todavÃa, podemos voluntariamente ofrecer nuestros miembros al pecado, que es lo que va a decir Pablo más adelante. Por eso Él dice, no dejen que el pecado los domine, ¿sÃ? El pecado no tiene poder, mi hermano, no tiene poder. Pero nosotros sà podemos descuidarnos y cederle poder que ya no tiene, ¿sÃ? Es como durante la esclavitud, llegó un momento en que hubo la emancipación y los esclavos fueron libres. Pero muchos de ellos decidÃan quedarse con sus amos, ¿sÃ? Entonces, si Él ya te ha hecho libre del poder del pecado, la única forma de que el pecado nos gobierne, nos domine, es que nosotros cedamos ante su poder, pero Él ya no nos puede gobernar, ¿amén? Y ese proceso mediante el cual el EspÃritu Santo nos va enseñando a caminar para no cederle más espacio al pecado, poco a poco vamos creciendo en su verdad y cada vez vamos cediendo menos, ¿sÃ? Antes explotábamos con cualquier cosa que nos hacÃan, ahora tenemos más control. Pues ese proceso en el que Dios va obrando en nosotros es la santificación, ¿amén? Por medio de su EspÃritu. Entonces, el primer aspecto del pecado, la culpa, murimos a eso mediante la justificación, Él nos justificó. El segundo aspecto, el poder del pecado, también hemos muerto a eso porque Él nos ha hecho libres y cómo nos enseña a caminar, mediante la santificación en el EspÃritu. Y el tercer aspecto del pecado es la consecuencia. FÃjense, nosotros vivimos en un mundo donde sufrimos las consecuencias por el pecado. Aunque estamos en Cristo, muchas veces sufrimos las consecuencias no sólo de nuestros errores, sino de los de otros, ¿sÃ? Porque puede ser que alguna persona creció sin su padre porque su padre lo abandonó, lo que fuera, pues ese niño ha sufrido las consecuencias del pecado de su padre. Y asÃ. Entonces, ¿cómo Él nos libra de eso? Pues eso solamente podremos ser libres definitivamente cuando estemos con Él. En otro aspecto de la obra de Cristo, que es la glorificación. Él nos va a glorificar con Él, nos hará un nuevo cuerpo y ahà sà seremos ya lejos de la presencia del pecado. Porque ahora mismo estamos en este mundo y vemos las guerras, todas esas cosas, que en Cristo somos más que vencedores. Sin embargo, algún dÃa ya estaremos sin ningún tipo de contacto con eso y es cuando seamos glorificados. Pero eso ya está hecho en la eternidad. Porque como dice Romanos 8, que lo veremos en otro momento, a los que antes conoció, también los predestinó, también los llamó, los justificó y los glorificó. O sea, ya todo está hecho en Él. Todo ha sido hecho en la eternidad. Entonces, mi hermano, todo esto quise desenredarlo un poco para que entendiésemos qué significa estar muerto al pecado. Hemos muerto al pecado. Ya no hay culpa, no hay condenación, no hay dominio del pecado sobre nosotros. Y algún dÃa ya no estaremos ni en contacto ni siquiera con esto. Vamos a seguir leyendo Romanos porque se nos va el tiempo. FÃjense lo que dice Pablo. Porque el que ha muerto ha sido justificado del pecado. ¿Siguiente? Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con Él. Primero morimos con Él y luego vivimos. Otra vez dice, sabiendo. FÃjense la importancia de saber, de conocer, de entender estas verdades. Sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere, la muerte no se enseñorea más de Él. ¿Siguiente? Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas, mas en cuanto vive, para Dios vive. Siguiente, y fÃjense esto, mis hermanos, el 11, por favor. Asà también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios, en Cristo Jesús, Señor nuestro. Otra vez Pablo nos recalca la importancia de considerarnos lo que Él ha hecho en nosotros. Considerarnos ser lo que Él ha dicho que somos. ¿SÃ? Muchas veces vamos por ahà y consideramos tantas cosas incorrectas de nosotros. Bueno, yo sé tal cosa. Y Dios dice, considerate lo que yo digo que eres. ¿SÃ? Considera tu identidad en Cristo. Considera que eres un hijo, redimido, justificado, santificado, libre del poder del pecado. Es que yo me siento gobernado por esto. Y Dios dice, yo te he hecho libre de eso. Eso no tiene poder sobre ti, has muerto al pecado. ¿Y entonces por qué siento que el pecado me gobierna? Porque no has considerado todavÃa. ¿Pero sà yo lo considero? No. Muy dentro de ti piensas que todavÃa eres esclavo. Y esto que vivo no lo digo para ustedes, lo digo también para mÃ. Porque todos estamos en este proceso que vamos creciendo poco a poco. Y Dios nos enseña, considérense, consideremos muertos al pecado. No es sólo un conocimiento mental, sino un conocimiento experiencial, experiencia. ¿SÃ? Yo he muerto con Cristo, he sido sepultado con Él y he sido resucitado en una nueva creación. Las cosas que antes me gustaban ya no tienen sentido en la vida que tengo ahora. ¿SÃ? Ya no es un tema de, bueno, porque es una lista de cosas que hacer y que no. Ya no es eso. Ahora es, ¿qué cosas que antes hacÃas ya no son compatibles con lo que eres ahora? ¿Ves? Cuando te pones a ver, tú dices, oye, a veces hacemos cosas y decimos, es que yo siento que esto no es mi lugar, esto ya no es compatible conmigo. ¿Por qué? Porque hemos muerto a eso. Y ahora es que nos estamos dando cuenta, oye, esto ya no forma parte de lo que soy ahora, de esta programación que tengo ahora. ¿SÃ? Ustedes han intentado instalar alguna aplicación y les dice, esta aplicación no se puede instalar porque tu sistema operativo es viejo, o necesitas una versión. Ajá. Pues es lo mismo, hay cosas que tú antes soportabas o en tu estilo de vida, que ahora las intentarás hacer y te darás cuenta de que ya no hay compatibilidad de software con lo que eres internamente. Y a veces las hacemos, sÃ, fallamos, pero inmediatamente nos damos cuenta, esto ya no es compatible conmigo. Y poco a poco asÃ, con la ayuda del EspÃritu Santo, nos damos cuenta que debemos considerarnos muertos al pecado. Seguimos un poquito más, ya vamos concluyendo. Entonces Él dice, vale, considerando todo esto, no reine pues el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis a su concupiscencia. No tiene por qué reinar el pecado. ¿Siguiente? Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentados vosotros mismos a Dios como vivos entre los muertos y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Amén. Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. Amén. Amén. Al final Él concluye, el pecado no tiene señorÃo, porque ustedes ya no están bajo un sistema de ley. Porque dice la palabra, el poder del pecado es la ley. Al final, dice Pablo, en el siguiente capÃtulo lo veremos otro dÃa, Yo no conocÃa lo que era la codicia hasta que la ley me dijo, no codiciarás. Entonces la ley que era buena, porque la ley no es mala, la ley es buena, pero se aprovechó de mi debilidad para producir en mà toda clase de codicia. Entonces tú dices, guau, te das cuenta, en ese sistema de ley sin gracia no hay manera de vivir fuera del pecado. Pero en la gracia que Dios nos ha dado por medio de Cristo, ya nos ha hecho libres de ese poder que tenÃa el pecado, y ahora ya no se enseñorea. Y vuelve otra vez a hacer la pregunta, Pablo, ¿qué pues, pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte o sea de la obediencia para justicia? O sea, le está diciendo que podemos ofrecernos. Pero él dice, Pero gracias a Dios que aunque eres esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón aquella forma de doctrina a la cual fuiste entregados. Y libertados del pecado, libertados del poder del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. Hablo como humano por vuestra humana debilidad, que asà como para iniquidad, en el pasado, presentaste a vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, asà ahora, para santificación, presenta a vuestros miembros para servir a la justicia. Ahora tenemos elección. Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres de la justicia. Y fÃjense lo que dice ahora, en el 21. Pero ¿qué fruto tenÃais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Se dan cuenta que hubo un cambio de software. Antes no nos avergonzábamos, pero ahora sÃ, porque hemos cambiado. Ahora, aunque a veces fluctuamos y hacemos alguna cosa, ya no es como antes que la hacÃamos y nos daba igual. Ahora nos avergonzamos y decimos, oye, es que no, esto no es mi lugar. Porque el fin de ellas es muerte. Al final el pecado que produce es muerte, dolor, miseria, tristeza. Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación y como fin la vida eternamente. Porque Él nos ha hecho, nos ha libertado del pecado. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro. Amén. Creo que es el último, ¿no? SÃ. Bueno, hemos logrado culminarlo. Los últimos 10 versÃculos, asà rápido, ¿verdad? Amén. Ya hemos culminado el estudio de hoy, mis hermanos. Si hay alguna duda o alguna cosa la podemos hablar ahora. Y si no, me gustarÃa que orásemos. Amén. Señor Dios, te damos gracias por este tiempo. Gracias, Padre, porque tu palabra es vida. Como tú dijiste, Señor Jesús, las palabras que yo les hablo son espÃritu y son vida. Y cada vez que leemos tu palabra, Señor, recibimos vida. Y somos afirmados en esta realidad de lo que tú has hecho en nosotros, Padre. Hoy te pido, EspÃritu Santo, que sigas dando entendimiento, conocimiento en esta realidad, Señor, de que estamos muertos al pecado, que hemos sido justificados en ti. Ya no hay condenación y el pecado ya no tiene poder sobre nosotros, Padre, porque tú nos has libertado. Yo te pido, EspÃritu Santo, que nos ayudes a vivir en esa realidad, que nos ayudes a caminar en la práctica diariamente en esta verdad, considerándonos a nosotros mismos como muertos al pecado y vivos para ti, Señor. Que cuando venga alguna cosa que quiera hacernos creer que estamos vivos para el pecado, inmediatamente, EspÃritu Santo, ayúdanos a comprender que no, que es una mentira, que tu verdad es la que dice que estamos muertos a eso, Señor, y que podemos caminar en libertad, podemos caminar en esa nueva vida que tú nos has dado en Cristo, Jesús. Señor, te pido que esta verdad gobierne por encima de todas las mentiras, Señor, que muchas veces vienen a nuestra mente, que sea tu verdad, Señor, gobernando, que todo pensamiento se alinee a esa verdad, que toda idea en nuestra mente, nuestro corazón se sujete a tu gobierno, Señor, a tu entendimiento, Padre, que tu mente, Cristo, que está en nosotros, nos gobierne cada dÃa, Señor. Gracias te damos por esta obra perfecta, Cristo, que has hecho por nosotros, gracias por la cruz, gracias por tu sangre derramada, gracias por la justicia que nos has dado, gracias por sufrir el castigo que yo merecÃa, gracias, Señor, por cargar con mis pecados en la cruz, gracias porque no hay condenación, Señor, porque hoy sé que soy amado, hoy sé que tengo vida en ti, Señor, y puedo disfrutar de esa plenitud, puedo caminar en esa plenitud, Señor. Gracias te damos, Padre, en esta obra, y te ruego que este conocimiento que tú nos das, Señor, pueda firmarse cada dÃa, Padre, como esa semilla que da fruto, Padre, fruto de vida en nosotros. En el nombre de nuestro Amado Señor Jesús, Amén. Amén. Amén.