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Romanos 5 - Pr. Albert Pabon

Romanos 5 - Pr. Albert Pabon

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The speaker is explaining that the Gospel is like training and preparation for living in the kingdom of God. They use the example of being incorporated into the royal family to illustrate the need to learn the ways and codes of the kingdom. The Gospel is seen as a continuous formation by the Holy Spirit to equip believers for their assignments and missions. The speaker emphasizes that perfection comes from the work of the Spirit in us, not from our own efforts. They also highlight the importance of being teachable and relying on the Spirit for guidance and transformation. The passage being studied is Romans 5, which speaks about justification by faith and the peace and hope that come through Jesus Christ. The speaker encourages the audience to embrace their new identity in Christ and the ongoing work of the Spirit in their lives. Ok, se pueden ubicar en Romanos, capítulo cinco. Los días viernes, para las personas que se suman, los días viernes operamos como un aula, un aula de capacitación, ok? Un centro de entrenamiento. Ahí hay un joven que se suma hoy, ¿cómo se llama? Natanael. Natanael, imagínate que tú fueses, imagínate, Natanael, que tú fueses incorporado a la familia real aquí en España, ok? Que de un día a otro tú seas incluido en la familia real. Tendrías que aprender a vivir conforme ellos viven. Ellos no comen como nosotros, ¿no? Ellos se sientan en banquetes, hay un protocolo, saludan de otra forma, se comportan de una forma, se visten de otra forma, tienen una responsabilidad. O sea, tendrías que aprender, Natanael, a vivir en palacio, bajo los códigos del reino de España. El Evangelio, diga conmigo, el Evangelio es el entrenamiento y la capacitación que el Espíritu nos da para aprender a vivir en el reino. Ahora dígale usted y se gana un pollo asado, a ver. Dios les habrá entendido, yo no. Otra vez, diga, el Evangelio es el entrenamiento, la capacitación que el Espíritu nos da para que aprendamos a vivir en el reino. Es decir, es toda una formación. O sea, seguimos con Natanael, se va a asustar el muchacho, dice, ¿de dónde me metí yo? Natanael, sí, Natanael, mira, una vez que tú eres llevado al reino, te empiezan a enseñar a hablar. No es que, pastor, ya yo sé hablar, soy mayor, no, no, no. Hablar de una forma determinada, ¿ok?, a relacionarte, a saludar, te enseñan los protocolos, o sea, vas a estar frente a tutores, a gente que te va a preparar, te va a equipar para que sepas conducirte. Amados, eso es lo que hace el Evangelio, eso lo hace el Espíritu Santo en nosotros. Si Natanael no se somete bajo la instrucción de esos tutores, de esos maestros diplomáticos, gente que te va a capacitar, amados, no vas a saber vivir, porque los códigos de reino no es por instinto, sino que necesitamos ser afirmados y entrenados. Mucha gente, mucha gente vive en el reino, pero no tienen un corazón enseñable a la hora de ser instruidos, y quieren vivir por instinto, por estados de ánimo, por emociones, y por eso es que a veces sufren en el sentido de que no disfrutan esta plenitud. Pero levante la mano, diga, Padre, con un corazón enseñable, con un corazón humilde, quiero ser entrenado, que tu Espíritu Santo me enseñe a vivir bajo tu realidad de gobierno, porque yo sé que fui trasladado al reino, que tengo una vida de palacio real, no de estos palacios terrenales, sino celestial. Amén. ¿Para qué somos capacitados? ¿Para qué el Espíritu nos enseña, y nos capacita, y nos entrena, y nos afirma, y nos establece? Para que un día podamos recibir asignaciones, misiones, tareas, y que podamos llevar a cabo estas misiones. Y Dios necesita luz, Dios necesita entrenarte. Para que seas una mujer confiable, para que seas un hombre confiable, necesitamos ser enseñados. Amén. Y la obra la hace el Espíritu en nuestros corazones. Amén. ¿Alguien dice amén? ¿Alguien dice amén? Ok. Estamos estudiando Romanos, y hoy nos toca el capítulo 5. Romanos 5. Ahora, antes de leer, yo quiero poner algunas ideas en sus mentes. La Biblia, creo que son más de siete veces que nos llama a nosotros, vosotros que habéis sido perfeccionados, quiero que andéis como perfectos. Y perfecto, cuando la Biblia nos llama a que fuimos perfeccionados por la sangre de Cristo, perfecto no es el que no comete errores. Pero perfecto no es el que no comete errores. Diga conmigo, Dios, a la obra que el Espíritu hace en nosotros, le llama perfecto. Por lo tanto, nadie es perfecto porque alcanza él ser perfecto, sino que Dios llama a la obra del Espíritu, eso es una obra perfecta. Y el Espíritu trabaja en nosotros perfeccionándonos. Y Pablo también dice que la obra del ministerio, ¿verdad? Para que presentemos a los hombres, ¿qué? Perfectos delante de Dios. O sea, para que el Espíritu, trabajemos por la palabra, y que el Espíritu trabaje en nuestros corazones. Por lo tanto, Dios, yo quiero que estamos estudiando, ¿vale? Cualquier duda usted puede levantar la mano. Amados, Dios, la obra que el Espíritu hace en nosotros, nos hace hombres y mujeres perfectos delante de Dios. Es decir, Dios no nos llama perfectos cuando alcanzamos un nivel de perfección. Dios nos llama perfectos desde un punto de vista termo, que el Espíritu está haciendo la obra en nosotros. Nosotros no tenemos que esperar que en nuestra mente nos consideremos perfectos, porque si esperamos que nuestra mente nos diga, ya te puedes empezar a llamar perfecta, Nelia. Te estás acercando. Porque si esperamos que nuestra mente nos llame perfectos, ahí entra el orgullo, a contaminar lo que Dios ha hecho. No sé si me estoy explicando. Bueno, pastor, yo no soy perfecto porque usted no me conoce. Yo tengo tantos errores. Y le digo, Dios no está esperando que usted no cometa errores. Dios está esperando que la formación de Cristo en ti avance día a día. Que el caminar de los justos es como la luz de la aurora que va, ¿qué? En aumento. Y va en aumento. Entonces, diga conmigo, hay una formación permanente que el Espíritu está haciendo en mí. Amén. Pero usted no tiene que terminar la obra para levantar las manos y decir gracias. Sino que desde ahora, levante su mano y diga, desde ahora, Padre, yo te doy gracias. Padre, yo te doy gracias. Porque el que comenzó la buena obra en mí, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. Aplauda esa verdad. Pastor, ¿y cuál es la intención? ¿Por qué Dios está trabajando en mí? Porque Dios quiere equiparte, Dios quiere prepararte para que seas útil en su propósito. El Evangelio no es otra cosa que la formación permanente que el Espíritu va dando en nuestro interior, equipándonos, preparándonos para que seamos útiles al propósito de Dios. Ya vamos a leer Romanos 5, lo que pasa es que quiero dejar algunas ideas en mente. Si el Espíritu Santo no es quien nos prepara, nunca estaremos aptos, nunca estaremos aprobados delante de Dios. Yo puedo hacer muchas cosas, consagrarme, leer, estudiar, orar, ¿verdad? Pero si la obra del Espíritu no es la que está produciendo todo eso en mí, nunca voy a ser apto, confiable para Dios. Diga conmigo, todo lo que nace del Espíritu glorifica a Dios. Todo lo que nace del Espíritu honra a Dios. Por eso es necesario, no que nosotros… hermanos, aquí hay sillas, miren, aquí hay sillas desocupadas, pasen adelante. Entonces, Dios quiere formarnos para que estemos y seamos útiles para Él. De eso trata el Evangelio, por eso nos reunimos aquí, ¿ok? Romanos capítulo 5, dice, justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes y nos gloriamos en la esperanza de la gloria. Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, y la paciencia prueba y la prueba esperanza. Diga conmigo, la esperanza no avergüenza, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, ¿quién es el que trabaja en nosotros? Por el Espíritu Santo que nos fue dado. Dígame al que está a su lado, ¿te fue dado el Espíritu Santo? Por medio de la obra de Cristo. Ahora, cuando Pablo dice, justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios, le está hablando a un hombre que fue recuperado. Le voy a hacer una ilustración, un campo de esclavos, ¿verdad? Y ahí llegaron y dijeron, oye, aquella esclava que está allá, ¿cómo se llama? Miriam. Ok, la quiero comprar. Y aquella, la que está allá, Iliana, también la compro. También la compro. Y aquel, ese es Pedro, un esclavo famoso que está aquí, lo compro. Ok, fuimos recuperados, levante su mano, levante su mano, diga, fuimos recuperados de un campo de esclavitud. Éramos esclavos, luz, éramos esclavos del pecado. Y el Señor nos recupera, nos compró, nos recuperó y dice, y ahora los voy a llevar a vivir en un reino. Claro, necesito que aprendas a vivir bajo códigos de reino. El esclavo dice, bueno, pero yo no sé nada de reino. Yo no sé nada de este campo de esclavitud. Mi papá también. Yo también, yo no conozco nada. Le digo, no pasa nada, te vamos a dar a un maestro interior, que es el Espíritu Santo. Él te va a formar, Él te va a guiar a toda verdad y Él te va a ayudar en tus debilidades. No va a ser como un maestro que vas a tener los martes y los lunes ocho horas. No, no, no, Él va a vivir contigo, va a dormir contigo, te va a administrar, te va a enseñar, te va a instruir, te va a equipar, te va a firmar, te va a consolar, te va a asistir, va a estar contigo veinticuatro siete para formarte. Ahora, cuando dice justificados, es absueltos. Justificado es declarado un nuevo hombre. Justificado es alguien que era culpable y se absuelve, pero ahora es necesario que se le trate con la dignidad de cualquier ciudadano que nunca ha cometido un delito. Esa es la obra que Dios hace en usted. Ahora, ¿qué ocurre? Que el que sale de un campo de esclavitud le quedan los recuerdos, le queda la idea, ¿verdad? Porque le queda la cultura de donde creció, pero el Señor dice, no te preocupes, que para eso te he dado al Espíritu Santo que Él te va a enseñar. Él te va a dar un nuevo lenguaje, una nueva forma de vida. ¡Wow! Yo celebro al Señor por esta nueva realidad que en Cristo se nos hace. ¡Wow! Y tenemos paz para con Dios. Dígale al que está a su lado, el que nació en Cristo no tiene pasado. Porque es un nuevo hombre. Porque nació de nuevo y nadie nace con un pasado. Entonces, justificado por la fe, tenemos paz para con Dios. Por medio, es importante que entendamos que es una paz, diga conmigo, es una paz por medio de Jesucristo. ¿Ok? Es una paz por medio de Jesucristo, es una paz a la que no se puede acceder solo, sino que es por medio. Es como decir un puente que une dos partes que estaban separados. Cristo es ese puente que unió dos partes que estaban separados. Y por medio de Él tenemos acceso a esa gracia gloriosa. ¡Aleluya! Diga conmigo, es por medio de Él. Por eso la gloria es de Él. Diga, es por medio de Él. Por eso la gloria, la honra y la alabanza es para Él. Por eso la gloria, la honra y la alabanza es para Él. Diga, lo que soy es por medio de Él. ¡Aleluya! Amados, ¿por qué es importante que sepamos que es por medio de Él? La religión y el reino son dos cosas muy distintas. La religión es el esfuerzo de los hombres, es el esfuerzo que los hombres hacen para domar a ese viejo hombre. Es el esfuerzo que el hombre hace para agradar a Dios. Por eso reprime al viejo hombre, por eso dice, ¡Ey, cálmate! Dice, ¡Ey, cálmate! O sea, él reprime porque estamos en la iglesia. O sea, prepárate porque Cristo viene. Hermano, una pregunta. Si alguien se tiene que preparar porque Cristo viene, es porque no está preparado, ¿no? No está andando como Él. No está andando como Él. Si alguien se tiene que preparar, ¿pero qué es el reino? Diga conmigo, el reino nos traslada y nos equipa para ser útil a Dios, para servirle a Dios. Es la obra que el Espíritu hace en nosotros. Es la obra que la Palabra hace en nosotros. Es la obra que el Hijo hace en nosotros. Es la obra que Él hace y esa obra empieza dentro de nosotros. No empieza con una imagen de nosotros de rectitud. Es una obra interna que luego empieza a reflejarse en nuestro caminar, en nuestro hablar, en nuestro proceder. Por eso, en el reino, el que se gloria, se gloria en el Señor. Porque Él es el que lo hace. Amén. Gloria al Señor. Entonces, justificados pues por la fe, tenemos paz por medio de Jesucristo. Por quien también tenemos entrada. O sea, porque también por medio de Cristo, diga conmigo, también por medio de Jesucristo, por medio de Jesucristo, dígalo de nuevo, también por medio de Jesucristo, tenemos entrada por la fe a este regalo en el cual estamos firmes. Aleluya. Y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Amén. Anterior. El dos, el dos. Cada vez que usted escuche gloria de Dios, yo se lo explico. La gloria de Dios no es, está cayendo aquí, está cayendo, está cayendo la gloria. No, no, no se trata de la gloria de Dios, es la realidad. Todo el peso de la realidad de Dios. Todo el peso de su amor. Todo el peso de su gracia. Todo el peso de su bondad. Todo el peso de su justicia. Todo el peso de su obrar. Todo el peso de su propósito. Todo el peso de su amor, de su bondad. Esta es la gloria de Dios. Por eso cuando un hombre conoce todo el peso del amor, todo el peso del amor. Amados, ¿usted se ha puesto a pensar la magnitud del amor con que Dios le amó a usted? Entonces el apóstol está diciendo, también por medio de Jesucristo, tenemos las chaves, el acceso a este regalo. La gracia es un regalo de Dios, en la cual estamos firmes. Dígalo conmigo, estamos firmes. Firmes es inamovible. Diga, nadie me mueve de esta realidad. Diga, nada me mueve de esta realidad. Ni tribulación, ni hambre, ni pestilencia, ni muerte, ni principado, ni potestad, ni ninguna cosa creada, ni lo alto, ni lo profundo. Nada me puede mover de esta gracia, porque estamos firmes. Sin fluctuar en Cristo Jesús. Esas fueron las palabras que Jesús dijo, que el que edificaba una casa sobre la roca. Levante su mano y diga, mi vida es frágil. Por eso necesita ser edificada sobre la roca que es Cristo. Cuando vienen los vientos, cuando soplan, cuando vienen los ríos, cuando viene la lluvia, no cae. No cae, pero no por mi fuerza, sino por la roca que garantiza que permanece para siempre. Aleluya, gloria al Señor. Amén. Y no sólo esto, sino que esta realidad es tan grande que aún ni en las tribulaciones nos gloriamos. Hermano Pablo está diciendo que cuando nosotros estamos en Cristo, la tribulación produce. O sea, escuche esto, él está diciendo, toda tribulación, los que apuntan, apunten esto, toda tribulación tiene la semilla de una nueva temporada. Por favor, escríbalo. Toda tribulación, todo aprieto, todo momento difícil tiene la semilla de una nueva etapa, de una nueva temporada. Amados, en el reino nadie pasa por una tribulación sin que le deje algo. En el reino nadie pasa por un momento desafiante sin que te deje algo que valga la pena. A veces, a veces hermano, a través de la tribulación es que conocemos esa otra parte de nosotros. Hermano, quiero hacerte un ejemplo. Miren, cuando yo viví en Caracas e iba a trabajar, en la entrada del metro había una señora que no veía. Se había quedado cieguita. Hermano, y esa señora vendía café, cigarros, café y tal, y contaba con una habilidad pasmosa el dinero sin ver. Tocaba y daba cambio y servía café. Pero con una habilidad impresionante. El café, ta, ta, cobraba, te falta, pum, pum. O sea, era impresionante. ¿Sabes qué pasa? Que cuando la mente humana se ve limitada por algo, empieza a desarrollar otras habilidades. Por eso la persona que se queda ciega, limitada de la vista, desarrolla más oído o desarrolla más tacto, desarrolla más instinto, más habilidades. ¿Ha conocido usted personas que no tienen manos y tocan la guitarra con los pies? Esa persona, cuando tenía los pies, ya tenía la capacidad de tocar la guitarra con las manos. Pero no la desarrolla hasta que no está en esa situación. ¿Qué quiero decirte con esto? Hay capacidades dormidas dentro de nosotros que en las limitaciones, en los aprietos, es que uno las descubre. Cuando yo llegué aquí, yo se lo he contado casi 900 veces, está la de 901, cuando yo llegué aquí, en España, hace 16 años, yo me quedé sin dinero, no conocía a nadie y me puse a vender bolígrafos, hermano. Tenía 5 euros y me metí en unos chinos, compré unos paquetes de bolígrafos, los abrí, se los vendí, dos por un euro al que venía, dos por allá, volví a vender, me fui para el chino, compré más, volví, me fui, me fui, volví, me fui, volví. Y en la noche yo tenía mercado, hermano. Tenía más de 100 euros en el bolsillo y una señora me había regalado un montón de bolígrafos. O sea, ¿qué quiero decir con esto? Hay capacidades en nosotros que si no es en medio de un aprieto no las desarrollamos. Diga conmigo, ¿es sabio no esperar el aprieto para desarrollarlo? Levante su mano y diga, Padre, no quiero estar en el aprieto, pero sí quiero desarrollar las capacidades que Tú me has dado. Amén. ¡Aleluya! Diga conmigo, la tribulación en Cristo produce, y no produce heridas, no produce desánimo, ¿qué produce? ¿Sabes qué es la paciencia? La capacidad de esperar en Dios con la actitud correcta. Porque uno puede esperar maldiciendo, renegando, Dios mío, esto nada más me pasa a mí. Esto es impresionante, yo no salgo de una para entrar en otra. Y maldiciendo, ¿no?, y renegando, pero la paciencia, ¿qué es la paciencia? Con la actitud correcta. Otra vez, ¿qué es la paciencia? La capacidad de esperar en Dios con la actitud correcta. ¿Entendieron ustedes algo? La capacidad… Amén, un pollo asado se ha ganado Liliana ya. Diga conmigo, la tribulación produce la capacidad de esperar en Dios con la actitud correcta. Aleluya, gloria al Señor. Pasamos. Y la actitud, la capacidad de esperar en Dios con la actitud correcta produce, ¿qué? ¿Sabes qué es la prueba? ¿Alguien me puede decir qué es la prueba? Ajá, muy buena, esa está buena. La prueba es la capacidad de esperar en Dios con la actitud correcta. Ajá, usted sabe… Ajá, muy bien, excelente. La prueba, la prueba, diga conmigo, revela de qué estamos hechos. Diga conmigo, la prueba revela de qué estamos hechos. Escúcheme, la adversidad, diga conmigo, la adversidad revela la dirección en la que yo me muevo. O sea, hermano, mira, allá hay cinco jugadores de fútbol y aquí cinco. ¿Ok? Aquellos se llaman adversarios. ¿Ok? Y esto es el equipo. ¿Ok? Nosotros somos cinco, nos vamos pasando la pelota, tenemos que burlar al adversario para llegar al propósito, a la meta, que es poner la pelota bajo los tres palos, ¿no? Y se llama gol. Cuando uno tiene adversidades, las adversidades son las acciones del adversario que impiden que uno llegue a la meta. ¿Ok? Entonces, ¿qué estoy diciendo? El adversario se opone, pero revela que tú estás yendo en la dirección correcta. Porque si usted está trayendo la pelota para el lugar donde el adversario quiere que esté, él no se te va a oponer. ¿Por qué hay adversidades en nuestra familia? ¿Por qué hay adversidades en nuestros ministerios, en nuestras familias? ¿Por qué hay adversidades en nuestros ministerios, en la obra? ¿Por qué hay adversidades en la fe? Porque vamos en la dirección del propósito. Entonces, aquí el apóstol está diciendo la capacidad de esperar en Dios con la actitud correcta revelará de qué estamos hechos. Y nos equipa. ¿Con qué? Con esperanza. Y la esperanza no avergüenza. Bendito sea el Señor. Avanzamos. Dice, ¿y la esperanza qué? No avergüenza. Levante su mano. Y diga, los que esperaron en Dios no fueron avergonzados. Hay una canción que yo no sé si ustedes la han escuchado. Creo que es de Jesús, Adrián Romero, que dice así. Esperar en ti, difícil sé que es. Mi mente dice no, no es posible. Pero mi corazón confiado está. Tú siempre has sido fiel, me has sostenido. Y esperaré, paciénteme con la actitud correcta. Aunque la duda me atormente, yo no confío con la mente, lo hago con. Y esperaré en la tormenta. Aunque tardaré tu respuesta, yo confiaré en tu providencia. Tú siempre tienes el control. ¡Aleluya! Baby y José están preparando el CD a la venta por 10 euros. Termina el servicio. Solo 10 euritos el CD. Aleluya. Entonces la esperanza no da vergüenza, diga, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones. ¿Por quién? ¿Quién derramó el amor de Dios en tu corazón? ¿Quién derramó el amor de Dios en tu corazón? ¿Sabes qué es derramar el amor de Dios? Es como quebrar el frasco del perfume para que todo tu corazón se llene del amor de Dios. Aleluya. Diga conmigo, soy un hijo amado. Dios es un padre amoroso. Bendito sea el Señor. Bendito sea el Señor. Bendito sea el Señor. Ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Hermanos, yo me acuerdo que yo fui a un retiro, un ayuno, para que nos iban a bautizar el Espíritu Santo. Y teníamos que ir en ayunos, y uno empezaba a orar, y gloria a Dios, y a orar, y Señor, y habla en lengua, y diga gloria a Dios rápido, gloria a Dios, gloria a Dios, hasta que arrancaba, ¿no? Como un camión que usted lo empuja, me empuje y hasta que arranca, ¿no? Pero hermano, era porque yo no conocía que ya me había sido dado. Diga que el Espíritu Santo nos fue dado. O sea, hermanos, ¿sabéis qué pasa? Que a veces nos dicen que si no hablamos lengua, no tenemos el Espíritu. Pero el Espíritu nos ha sido dado. Diga, ya lo tengo. Levante su mano, diga, lo tengo, me fue dado. Este es el sello. Diga, el Espíritu Santo en mí es la manera como Dios me selló para Él. ¡Aleluya! Aprenda a honrar aquel que camina con usted. Amén. El Espíritu Santo siempre está contigo. Es tu maestro interno. Siempre te enseña. Siempre te guiará a toda verdad. Él es tu maestro interno. Siempre te enseña. Siempre te guiará a toda verdad. Él trae luz a nosotros. ¡Aleluya! Avanzamos, por favor. Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, diga conmigo, Él no esperó que yo fuera fuerte. Dígalo, dígalo. Él no esperó que yo valiera la pena. Diga, cuando Él murió por mí, yo era esclavo, débil. En eso mostró su amor para con nosotros. ¿Sabes por qué? Porque si hay que morir por una persona brillante, tiene sentido. Pero morir por un pecador, ¿cuál es la virtud? Por eso su amor no se parece a nosotros. Nosotros amamos al que es recto, al que es correcto, al que tiene virtudes. Pero es difícil que nosotros amemos a un vagabundo. En esto mostró su amor para con nosotros. ¡Aleluya! Avanzamos, por favor. Porque Cristo, ¿Acaso ignoráis hermanos, pues hablos con los que conocen? El 6, el 6. Porque Cristo aún éramos débiles a su tiempo y murió por los impidos. Ok, el 7. Ciertamente, apenas moriría alguno por un justo, con todo pudiera ser que alguno se atreva a morir por el bueno. ¿Ok? Mas Dios, vamos a leer todos juntos, dos, tres. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Otra vez. Otra vez. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Ese aún es un eterno presente. No es que ya pasó. Es que aún. Es que aún. Diga conmigo, es que aún. Él murió por nosotros. Aún siendo pecadores. ¿Sabe por qué? Porque Dios quiere que no confundas. Mira. Te voy a poner el ejemplo de Abraham. Abraham era un viejito de 75 años. Y su mujer se llamaba Sara. Tenía por ahí 60, vamos a ponerle. Y Dios le dijo, escúchame, vete de tu familia, vete de esta nación. Yo voy a hacer de ti una nación. Yo voy a hacer de ti un pueblo. Y le dice, Señor, gracias por la oportunidad, pero te informo, como si Dios no supiera, te informo que mi esposa es estéril. Y yo tengo 75 años ya. ¿Ok? Y el Señor dice, bueno, yo voy a hacer una nación de ti. Y él va y le cuenta eso a Sara, y Sara dice, bueno, llégate a Agar, que queda un cartucho, aún, llégate a Agar, tienes un hijo, y que cuando vaya a dar a luz, lo dé sobre mis piernas. Y así Dios nos da el hijo. Todo está calculado, fríamente calculado. Y Abraham, bueno, todo por la patria, le obedece. Y cuando lo tiene, gloria a Dios. Y Dios se le aparece después y le dice, ¿qué pasó? Ya estaba, Ismael ya estaba grande. Y Dios le dijo, no, no, yo te voy a dar el hijo, todavía, del que yo te hablé. ¡Ahí este! Eso nació de tus, de tus fórmulas, de tus especulaciones. Pero Isaac no nació hasta que Abraham tenía 100 años. De 25, de 75 hasta 100, ¿cuántos años hay? Hermano, una cosa es que un joven de 20 espere 25 años, hasta 45 todavía puede, ¿no? Pero 75, 85, 95, vamos que oímos mal. Y, ¿sabes qué? Dios esperó a que Abraham llegara a 100 años para que él no se confundiera. Dice la Biblia que cuando ya estaba casi muerto, ese muerto es al cuadrado, en todos los sentidos. Muerto, muerto es. Cuando estaba ahí, en ese punto dice, ahora va a salir embarazada Sara, porque tú no vas a confundir a sacar pecho de Isaac. Cuando venga la viejita que se marea, no te vas a confundir. Porque Dios no quiere, diga, Dios no quiere que su obra se confunda con nuestro obrado. O sea, lo que está diciendo es que Dios muestra su amor con nosotros, que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros, porque él dice aún, para que no nos confundamos. Porque Dios quiere vacunarnos de la confusión para que nunca confundamos el obrar de él con nuestra rectitud. Cuando Isaac nació, Dios le dijo, ok, ahora dame a tu único, a quien amas. ¿Cuántos hijos tenía? Dos. ¿Qué le dijo Dios? Dame tu único. ¿Sabes por qué? Porque lo que no es nacido de Dios, Dios no lo reconoce como suyo. Levante su mano, diga, Dios solo reconoce como suyo lo que nace del Espíritu en nosotros. Otra vez, diga, Dios solo reconoce como suyo lo que del Espíritu nace en nosotros. A Dios solo le glorifica lo que nace del Espíritu. Por eso es que dice, aún, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Avanzamos, por favor. Pues mucho más, estando absueltos en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Aleluya. Diga, yo seré salvo de la ira por su sangre, por su obra, porque me compró, porque me justificó, porque me absolvió, por gracia. Apláudale a él, amén. Apláudale a él. Ahora Pablo sigue diciendo para que no se mezclen nuestras virtudes, dice, porque si siendo enemigos, primero dice, éramos pecadores, dice, porque si siendo enemigos fuimos reconciliados por Dios por la muerte de su hijo, mucho más, diga mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Siguiente texto, por favor. Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor, nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación. ¿Sabe qué es la reconciliación? Cuando una relación está rota y alguien vuelve a unir. Le voy a decir algo para que usted lo googlee. En Japón hay una cultura que una vez yo leí y me pareció espectacular. Hay jarrones japoneses que tienen muchísimos años que se hicieron, se rompen, y entonces los vuelven, cogen todos los pedazos y los vuelven a unir. Y en las grietas van haciendo un diseño, le ponen oro, le ponen cosas, le ponen para decirles que aquella reconciliación, que aquella vida nueva tiene más peso que antes. O sea, la intención es que el jarrón, antes de romperse, no tenía oro. Pero ahora se llenan de oro esas grietas para que tenga un mayor valor. En el reino al que fuimos trasladados, nosotros creemos que los que no se equivocan tienen más conciencia de rectos que nosotros. Pero no es así. Cuando una persona piensa que él no se equivoca o que él no ha cometido errores o que él no, él está confiando en sí mismo. Autojusticia, justicia propia, meritocracia. Y eso es un estorbo a la gracia y al favor de Dios. Cuando una persona sabe y tiene conciencia de que sus errores fueron reparados no con oro, sino con la sangre del cordero, esa persona eleva sus criterios y sabe que tiene un mayor valor porque fue comprado a precio de sangre. ¿Qué estoy diciendo con esto? ¿Qué estoy diciendo con esto? Que en la parábola del hijo pródigo, aquel muchacho que pidió su herencia por adelantado cuando volvió, ¿se acuerdan que volvió a casa? El padre vio que venía y salió corriendo el papá a buscarlo. Y el hijo dijo, este nunca ha corrido por mí. Y viene el vagabundo y corre por él. Por mí ni una gallina ha matado. Y ahora da la orden a que cojan un becerro gordo, grande y lo maten y hagan fiesta. A mí no me ha dado nada. Y se quita el anillo, hermano. Y se lo pone. Le da el calzado, un vestido nuevo. Y dice, vamos a celebrar. Porque este, mi hijo, muerto era y ha revivido, ha resucitado. Cuando uno no tiene conciencia de hijo, uno para toda la fiesta. No, no, papá, no es para tanto. Realmente yo, papá, yo no quiero el anillo. Yo quiero porque uno no acepta la honra porque uno no se lo merece. Dios dice, espérate, el anillo no es porque tú eres recto. El anillo no es porque tú eres recto. El anillo es porque mi amor cubre tu falta. El vestido no es porque tú eres perfecto. El vestido lo que quiere decir es que te he dado una nueva vida. La fiesta es para celebrar. Porque cuando un hijo se pierde, y yo quiero por favor dejarte esto en tu corazón. ¿Cuántos hemos estado perdidos alguna vez? Hay algunos que no, pero la mayoría, ¿no? ¿Sabes algo? ¿Sabes algo? Cuando tú estuviste perdido, el padre es el que sufre la pérdida. Porque el hijo que se va de casa, él está en su mundo. Pero cuando se pierde un hijo, el padre es el que sufre la pérdida. La oveja perdida, la moneda perdida. Si la moneda está perdida, ¿quién sufre? ¿La moneda o al que se le perdió la moneda? La moneda no llora por sí misma. Cuando nosotros estábamos perdidos, la pérdida la asumía el Señor. Por eso vemos al padre en la parábola celebrar. Porque él es mayor que nosotros. Porque cuando nosotros estamos perdidos, él es el que sufre la pérdida. Dios nos salvó a nosotros porque él asumiría la pérdida si no nos salvaba. Porque el esclavo nunca va a extrañar el palacio. Porque nadie extraña lo que nunca ha tenido. Nadie extraña lo que nunca ha tenido. El que es esclavo nació en medio de la esclavitud y él nunca va a extrañar la libertad porque él no sabe. Mira cuál es el amor tan grande de Dios que te salva, te introduce a palacio, renueva tu mente, te da un corazón nuevo, te hace nacer de cimiento incorruptible para que conozcas el sentido y el valor de la libertad y entonces puedas ser un hijo con una nueva vida. Aleluya. Pero si tu mente permaneciera nublada por el pecado, nunca tú extrañarías la justicia. Nunca tú extrañarías la casa del Padre. Nunca tú extrañarías la casa del Padre. ¿A cuántos de nosotros a veces dejamos de formarnos en Cristo y el Espíritu Santo nos inquieta? Albert, Miriam, Eli, Moisés, no deberías estar allá. ¿Y sabes por qué Él te habla así? Porque Él espera que usted alcance una madurez donde Él pueda usarte, donde Él pueda confiarte recursos, una asignación, una misión, donde Él pueda usar y hablar a través de ti. Vamos a cruzar la línea, hermanos, de ser creyentes nominales. Vamos a cruzar la línea de ser creyentes que consumen una palabra para ser hijos entendidos, para ser hijos con madurez. Fuimos amados, fuimos comprados, fuimos equipados, fuimos trasladados a Palacio. Vamos a aprender esta gloriosa vida y vamos a vivir esta vida que Dios ha apartado para nosotros para que este glorioso Evangelio no sea una religión, sino que sea una realidad, una experiencia en nosotros. ¡Aplausos! ¡Aleluya! No sigamos nosotros pensando como el muchacho, yo aquí comiendo o me dan ganas de comer esta algarroba y en la casa de mi padre tantos jornaleros. Esta era la motivación de Él, pero realmente el que estaba perdiendo era el Padre. Cuando el Padre pierde a un hijo, el corazón del Padre es el que asume el costo. Por eso el Padre celebró de esa forma, porque ya no iba a perder a un hijo. Un hijo inmaduro o un hijo lleno de temores, de condenación, es lo mismo que un hijo perdido, porque no es útil, porque no puedo hacerle participar. Pero Dios quiere, hermanos, que usted sea entrenado, que usted goce de la vida, que usted sea entrenado, que usted goce de la fidelidad que el Espíritu produce en ti, que usted goce y que usted cuide la obra que el Espíritu está haciendo en usted. Amados, cuando uno en verano va para la playa, hay gente que hace castillos de arena. Imagínate, la persona pasa todo el día y en la noche a las dos de la mañana viene alguien y lo tumba. Eso es lo que Dios quiere evitar, Luz, que alguien tumbe lo que Él está construyendo en ti. Álvaro, lo que Él está construyendo en ti. Que desarrollemos conciencia de que Dios está, por su Espíritu, trabajando en nuestros corazones. ¿Cuántos celebran eso? ¿Cuántos celebran eso? Denle un aplauso al Señor y póngase de pie, por favor. Póngase de pie, denle un aplauso al Señor por la obra que Él ha hecho en nosotros. Aleluya. Vamos a levantar nuestras manos al Señor y vamos a decirle, Padre, gracias, porque tu Espíritu ha sido derramado en mi corazón como un instructor interior. Diga, Padre, gracias, porque Él me guía a toda verdad. He aprendido hoy que cuando yo estaba perdido, tú me compraste y me trasladaste al reino y me estás enseñando a vivir en este reino glorioso, donde no hay condenación, donde nada me puede separar de ti. Hoy he aprendido que en cada tribulación tiene la semilla de una nueva etapa. Gracias, Señor, porque estoy aprendiendo día a día a vivir en este glorioso reino. Te agradezco, Padre, porque soy una generación bendita, porque mis ojos han sido alumbrados con este glorioso Evangelio, porque he sido separado, apartado desde que estaba en el vientre de mi madre y mucho antes fui separado para esta gloriosa realidad. Te bendigo, Padre. Estoy agradecido. Digale, Señor, ayúdame a ser constante, a no fluctuar, a no ser inconstante en mis caminos en el nombre de Cristo Jesús. Renuncio a ser un hombre o una mujer de doble ánimo. Yo soy determinante. Estamos afirmados, fortalecidos, entrenados y perfeccionados por la obra que tu Espíritu hace en nosotros. Gracias, Señor, por darnos a tu Hijo. Gracias por darnos tu Espíritu. Bendecimos tu nombre. Dele un aplauso al Señor. Amén.

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