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Estudio biblico - La Fe que permanece y da fruto - Hrno

Estudio biblico - La Fe que permanece y da fruto - Hrno

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In this transcription, the speaker begins by praying for understanding and wisdom to learn from the Word of God. They express gratitude for being able to learn from God and ask for the Holy Spirit's guidance. The speaker then introduces the topic of their teaching, titled "The Faith That Remains and Bears Fruit," and begins reading from Romans chapter 10. They discuss the difference between God's righteousness and our own righteousness based on the law. The speaker explains that Israel sought to establish their own righteousness by following the law, but they ignored God's righteousness. They highlight the conditional nature of our worldly systems and how it influences our understanding of salvation. The speaker emphasizes that salvation comes through confessing with our mouth that Jesus is Lord and believing in our heart that God raised Him from the dead. They conclude by stating that our faith must be solely in Christ for Him to remain our Savior. Vamos a estar orando para poder aprender de la Palabra en esta noche. Señor Dios, te damos gracias por este tiempo, gracias Padre porque Tú nos hablas a través de Tu Palabra. Tú nos edificas Señor, nos transformas cada día la imagen de Tu Hijo. Te damos gracias porque podemos aprender de Ti. Gracias Espíritu Santo porque nos das el entendimiento, la sabiduría para poder comprender Tu Palabra, para poder entender el corazón del Padre, para poder entender cada vez más el Evangelio de Cristo, para poder estar firmes en esta realidad de la cruz, la realidad del nuevo pacto en el cual nos has introducido por medio de la sangre de Tu Hijo Jesucristo. Gracias Padre por esta noche, por todo lo que vas a hablar a nuestras vidas. Disponemos nuestro corazón para escucharte, para entenderte. En el nombre de nuestro amado Jesús. Amén. Me gustaría que comenzásemos leyendo en Romanos capítulo 10. Romanos capítulo 10 desde el versículo 1. Romanos 10 desde el 1 en adelante. El título de la enseñanza de hoy le he colocado la fe que permanece y da fruto. Amén. La fe que permanece y da fruto. Entonces en Romanos 10 nos encontramos aquí, el apóstol Pablo está hablando, les está hablando a los romanos, a los que estaban en la iglesia en Roma, y él les dice, hermanos, ciertamente el anhelo de Dios es un deseo, y él les dice, hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón y mi oración a Dios por Israel es para salvación, porque yo les doy testimonio de que ellos, Israel, tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia, porque ignorando la justicia de Dios y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios, porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree. Amén. Vamos a dejarlo por ahora hasta allí. El apóstol Pablo les dice, Israel, ellos tienen celo de Dios, son un pueblo que es celoso de Dios, ellos buscan a Dios y ciertamente quieren agradarle, pero el problema es que lo hacen no con entendimiento, no con conocimiento. ¿Por qué? Porque ellos ignoran la justicia de Dios e intentan establecer la suya propia. Entonces hay dos tipos de justicia, una es la justicia de Dios y la otra es nuestra propia justicia. Israel quería ser justo delante de Dios, pero el problema es que ellos estaban desechando la justicia de Dios y estaban buscando su propia justicia. Vamos a ver cuál es la diferencia entre las dos justicias, la justicia de Dios y la nuestra. Entonces Pablo empieza a desarrollar esto y les dice, porque de la justicia que es por la ley, Moisés escribe así, el hombre que haga estas cosas vivirá por ellas. Entonces esta primera justicia que está hablando el apóstol Pablo es la justicia propia y está asociada con la ley. La justicia propia que buscaba el pueblo de Israel estaba asociada con el cumplir la ley y por eso les dice, Moisés escribe con respecto a la justicia que es por la ley, que el hombre que haga estas cosas vivirá por ellas. En otras palabras, la justicia de Dios es la justicia propia. En otras palabras, la justicia propia se basa en lo que nosotros hacemos y esto ya lo hemos desarrollado en otras clases, pero siempre es bueno profundizar en esto porque vamos descubriendo más riqueza. Entonces, ¿en qué se basa la justicia propia o la justicia de la ley? Que la persona que haga o cumpla con ciertos requisitos vivirá por ellas. Fíjense que utiliza el verbo vivirá, es decir, la persona tendrá vida siempre que cumpla con lo que diga la ley. Esa es la justicia de la ley, la justicia propia. Y cuando Dios dice esto, que lo dice en Deuteronomio, Él les da una lista de todas las cosas, de todos los mandamientos en los que ellos deben permanecer para poder vivir. ¿Qué pasa? Israel recibió la ley y empezó desde Moisés en adelante a intentar obtener la vida mediante el cumplir los mandamientos. Y estuvieron así cientos de años haciendo para poder extraer vida de eso. Si yo logro guardar todos estos mandamientos, extraigo vida. Si yo honro a mi padre y a mi madre, extraigo vida de allí. Si yo hablo verdad frente a mi prójimo, extraigo vida de allí. Si yo me guardo de cumplirlo todo, extraigo vida. Por el lado contrario, si yo hablo mentira en lugar de vida, ¿qué obtengo? Muerte. Si yo tengo celos, envidias, desilusiones, si yo tengo celos, envidias, fallo en cualquiera de las cosas que Dios dice, extraigo muerte. Entonces, esa era la justicia de la ley. Israel, cuando Dios envía a Cristo y entonces establece una nueva forma en la que podemos ser justos ante Él, que ya hablaremos de eso, Israel se resiste a cambiar su forma de ser justificado. Porque una vez que Dios envía a Cristo, Dios dice, la justicia ya no será por vuestra cumplir, ahora será por medio de la fe en la sangre de mi Hijo, derramada en la cruz, por medio de la fe en su sangre, amén. ¿Pero qué pasa? Israel tenía cientos de años buscando ser justo por lo que Moisés decía, el hombre que haga estas cosas vivirá por ellas. Y a ver, no le echemos toda la culpa a Israel porque tenían cientos de años haciendo esto, y claro, al momento en que Dios cambia todo el sistema, ellos, pues les ocurre un choque, ellos dicen, no, no, no, pero ¿qué me estás diciendo? Dios dijo que sería de esta manera, el hombre que haga estas cosas vivirá por ellas. Y ahora tú me dices que Dios cambia y dice que no, que ahora es por la fe. Entonces ellos tienen este choque y les cuesta dejar de buscar su propia justicia y transicionar a la justicia de Cristo que es por la fe. Ahora, a más de uno de nosotros nos ha pasado lo mismo, yo me incluyo. ¿Por qué? Porque todo lo que nosotros conocemos en este mundo, cómo funciona el sistema en el que vivimos, todo es condicional. Desde que nosotros nacemos hasta que morimos, siempre nos están diciendo, bueno, si tú te portas bien, yo, nuestros padres nos dicen, te compro el juguete de Navidad o te doy lo que me pediste. Luego vamos al colegio y nos dicen los maestros, si te portas bien, te pongo una A o te pongo un 10, te pongo una carita feliz. Pero si te portas mal, te pongo una carita triste, te pongo un 0, llamo a tus padres, te mando al rincón, no vas al recreo a jugar con tus amigos, te suspendo, etc. Un montón de normas. Luego salimos del colegio y vamos a la universidad y ya no tenemos un profesor que nos diga, si haces esto... No, porque en la universidad los profesores son más relajados. ¿Qué pasa si no estudio? No apruebo. Y si no apruebo, no me gradúo. Si no me gradúo, no me dan trabajo, porque a la hora de buscar un trabajo, ¿qué me piden? El currículum. ¿Dónde está tu carta de presentación? ¿Qué me ofreces? ¿Qué sabes hacer? ¿Qué eres tú? No, bueno, yo soy David, soy un joven responsable, soy un joven alegre. No, a mí no me importa eso, a mí me importan tus estudios. ¿Qué tienes? ¿Qué me ofreces? Entonces todo es condicional. ¿Qué me das a cambio? Y luego ven el currículum, te aprueban, te llaman, estás en el trabajo y ahora tienes que desempeñar tu trabajo adecuadamente. ¿Para qué? Para poder mantener tu puesto en el trabajo. Porque el día en que dejes de dar la talla y no cumplas con lo que se te pide, pues te echan y te sustituyen. Entonces todo nuestro sistema se mueve así. Entonces digamos que tú dices, bueno, no, me olvido del trabajo, me olvido de todo eso, yo quiero andar en un sistema libre. Entonces vas por la calle en tu libertad y sin darte cuenta fallaste un semáforo. ¿Y qué pasa? Puedes te poner una multa. O vas en el coche viviendo tu vida relax y superaste la velocidad. Multa. En todos lados hay reglas, en todos lados hay condiciones. Si no cumples, castigo. Y si cumples, estás tranquilo, ¿verdad? Pues todo ese sistema se nos mete en la mente y lo llevamos nosotros al Evangelio. Nosotros decimos, es que, a ver, Dios tiene que funcionar igual porque todo funciona igual. Entonces, claro, si yo quiero mantener mi salvación, si yo quiero mantener mi justicia ante Dios, yo tengo que desempeñar correctamente. Y entonces lo mismo hacía el pueblo de Israel, ellos decían, sí, la justicia tiene que ser así. Pero vamos a ver qué dice Pablo, vamos a seguir leyendo. Estábamos en Romanos 10, versículo 5. Entonces Moisés decía, el hombre que haga estas cosas vivirá por ellas. Vamos a seguir. Pero, hay un pero, el pero denota contraste. Pablo dice, pero, la justicia, ¿qué es por qué? Por la fe. Dice así, no digas en tu corazón, ¿quién subirá al cielo? Esto es para traer abajo a Cristo. O ¿quién descenderá al abismo? Esto es para hacer subir a Cristo entre los muertos. Siguiente. Más, ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Es decir, Dios está diciendo, lo que yo te voy a pedir para que seas justo ante mí, no es algo que esté muy lejos, muy arriba en el cielo, que tú digas, ¿a quién enviaremos al cielo para que lo traiga? Porque eso está en deuteronomio escrito. Ni tampoco es algo que tú digas, es muy lejano. Dios dice, no, cerca de ti está, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos. Y presta atención, ¿cuál es esa palabra? Siguiente versículo. Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Siguiente versículo. Porque con el corazón se cree, ¿para qué? Para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. ¿Y el siguiente qué dice? Pues la escritura dice, todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. Mis hermanos, estos tres últimos versículos son gloriosos. Porque Dios lo que está diciendo es, mi justicia, tu justicia por la ley depende de ti, pero mi justicia, vamos a ir al nueve otra vez, porfa, amada. Mi justicia tiene solamente dos requisitos. Uno, que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y segundo, si crees en tu corazón que Dios lo resucitó. ¿Amén? Es lo único que Dios pide para ser justo. ¿Por qué? Porque, mis hermanos, tiene que ser así, no hay otra manera. ¿Por qué no puede ser de otra manera? ¿Por qué no puede ser de otra manera? Porque Cristo es el Salvador. Si nuestra fe no está 100% en Él, Él deja de ser el Salvador. Y entonces se convierte en un trabajo en equipo, bueno, Cristo más yo, ¿sí? Y eso no puede ser así, porque Dios no estableció que las cosas fuesen hechas así. Dios estableció que toda la gloria fuese dada al Hijo. Toda gloria es para Él. Por eso Pablo dice, ¿dónde pues está la jactancia? Ya no hay lugar para la jactancia, no hay. ¿Por qué? ¿Por las obras? No, por la ley de la fe. No hay jactancia. Mis hermanos, cuando nosotros pensamos que nuestra justicia ante Dios es un trabajo en equipo, Cristo más yo, imagínense ustedes, han visto esos maratones, que se llaman triatlones, que trabajan dos o tres personas en equipo, entonces una persona va corriendo, ¿sí? Corre, por ejemplo, cinco kilómetros. Luego llega y toca a su compañero, y el compañero entonces le toca la parte de nado, y se mete a nadar. El que nada llega al otro lado, toca al compañero que ahora va en bicicleta. Y al final ganan, pero es un trabajo en equipo. Fueron tres que participaron, ¿sí? El que corre, el que nada y el que va en la bicicleta. Entonces al final, ¿el premio quién se lo lleva? ¿El que corrió solamente? ¿El que nadó? No, porque es que el que nada hace el más difícil trabajo, no. ¿Quién se lleva el premio? Los tres. ¿Quiénes suben al podio y se colocan en primer lugar? Las tres personas. Es un trabajo en equipo, porque si el que corre, corre muy bien, y el que nada, nada muy bien, pero el de la bici a última hora le da un calambre y no puede llegar, los tres perdieron. Entonces imagínense que nosotros decimos, sí, la salvación y la justicia de Dios es un trabajo en equipo, Jesús más yo. Obviamente Jesús hace el 99.9%, y yo hago el 0.1%, entonces es como que Jesús baja del cielo, toma forma de hombre, se humilla a sí mismo, se niega a sí mismo, va a la cruz, da su vida, hace todo lo que hizo, corona de espinas, es azotado, es maltratado, escupido, sufre, resucita el tercer día, asciende al cielo, Él hizo su parte, toda su parte, entonces llega y te pasa la antorcha. Bueno, ahora David, te toca a ti. Entonces yo corro esto, ¿verdad?, un poquito nada más, porque Jesús hizo todo, y al final de quién es la gloria, bueno, de los dos, porque si yo no hubiese hecho esto, si yo me hubiese quedado aquí, por mucho que Jesús hizo todo, si yo no hubiese hecho mi parte, no ganábamos, entonces la gloria sería de los dos. Pero Dios no funciona así, porque dice que Jesús es el autor y consumador de nuestra fe, de principio a fin. ¿Qué es lo único que Dios me pide que haga? Lo único que yo debo hacer es creer en Él, es decirle, Jesús, confío en ti, confío en tu obra en la cruz, o sea, me rindo a ti como mi Salvador. Hermanos, ¿qué nos cuesta aceptar que Él es el Salvador? Hay muchas religiones falsas, obviamente, y todas se basan en el hombre, todas se basan en qué tan buenos soy los musulmanes, qué tan buenos somos las mujeres que se tapen, los hombres que hagan esto, que cumplan aquello, el ayuno de Mahoma, el comer carne de animal sagrado, qué sé yo, los hindúes no comemos vacas porque son sagradas, los egipcios hacen tal cosa, hacen aquella cosa para que lleguen a su cielo y su Dios Anubis los reciba y en la balanza pese sus corazones diga, fuiste más bueno que malo, entonces eres bienvenido. Esas son todas las religiones de los hombres. Pero nosotros somos los únicos que tenemos una verdad que se basa no en nuestra propia justicia, sino en la justicia de Aquel que murió por nosotros, Aquel que es nuestro Salvador. Así que, mis hermanos, no nos avergoncemos del Evangelio, no nos avergoncemos de esta realidad porque dice el versículo 11, Romanos 10, 11, el que creyera en Él no será avergonzado. Y mis hermanos, muchas veces hemos menospreciado la fe porque pensamos que la fe no es suficiente, tiene que haber otro ingrediente. Y Dios dice, no, no, porque no se trata de ti, se trata de mi Hijo. Yo no acepto otra obra como perfecta, porque cualquier obra que tú me puedas ofrecer, no va a ser tan perfecta como la de mi Hijo. Por eso yo lo que necesito es que tú te rindas a la obra de mi Hijo, confíes y creas en la obra de mi Hijo, Jesucristo, te humilles a Él y lo reconozcas como tu Salvador. Ya no busques más salvadores, no eres tú, tu propio Salvador. No eres tú, tu propio Salvador. Y mis hermanos, yo les digo todo esto porque yo, el primero, tenía este problema. Yo siempre buscaba cómo salvarme. Y Dios, hasta que un día Dios me dijo, tú no te puedes salvar. Tú no te puedes salvar. Tú no te puedes salvar. Tú no te puedes salvar. Tú no te puedes salvar. Tú no te puedes salvar. Y Dios, hasta que un día Dios me dijo, tú no te puedes salvar. No importa lo que hagas. ¿Por qué no te rindes al Salvador? Jesús es el Salvador. Y cuando yo reconocí, claro, tiene sentido, Él es el Salvador. Claro, por eso Él es el Salvador. Imagínate que estás en medio del mar y tú no sabes nadar. No sabes nadar. Pero aunque supieras nadar, aunque fueras el mejor nadador, estás en mar abierto. No hay ni una isla ni tierra firme a 500 kilómetros a la redonda. Estás en mar abierto, un mar profundo de más de 2.000 metros de profundidad. Hay tiburones, etc. Pero los tiburones serían el menor de tus problemas. Ya te digo yo, con las olas, con la tempestad, todo. Dime cómo te puedes salvar de ahí. ¿Puedes salvarte, te pregunto? No hay manera. ¿Cuál es la única forma de que una persona en esa situación se pueda salvar? Que alguien lo rescate. Esa es la condición de cada pecador, de cada persona. Porque cuando nosotros creemos que nuestro pecado no es tan malo, nosotros creemos que estamos en el medio del mar, pero que cerca hay una tierra firme, y entonces si yo puedo nadar con mis esfuerzos y llegar, me salvé. Pero cuando nosotros entendemos que nuestro pecado es tan grave que no hay manera alguna de que yo humanamente pueda alcanzar tierra firme, ahí entonces es cuando yo digo, Señor, dependo de Ti. Eres mi Salvador. Y entonces viene el Señor por Su gracia y nos rescata. Pero allí no hay ningún trabajo en equipo, solamente confiar en Él. Es lo que Dios nos pide, confiar en Él. Eso es obedecer al Evangelio, rendirme a Su gracia. Ahora vamos a leer, porque estoy hablando mucho. Él dice, el que creyera en Él no será avergonzado. El que creyera en Él no será avergonzado. Ahora, vamos a leer el capítulo anterior. Seguimos con Israel. Israel se resistía a rendirse a la justicia por la fe. Ellos seguían por sus esfuerzos. Juan 6... Buenísimo. Juan 6, 29, por favor, si lo pueden proyectar. Juan 6, 28. Vale, ahí lo tenemos. Esta es la obra de Dios que creáis en el que Él ha enviado. Amén. Buenísimo, buenísimo. Amén, amén. Amén. Amén, amén. Así es. Amén, amén. Así es. Amén, amén. Exacto. Claro. Amén, amén. Amén, amén. Así es. Sí. Guau. Amén, amén. Sí, sí, sí. Sí. Amén, amén. Guau, amén. Guau. Amén, amén, amén. Gracias, Pastor Elí. Muy buena aportación. Buenísimo este versículo. Fíjense, esta es la obra de Dios que creáis en el que Él ha enviado. Que creáis en Él. De eso se trata. Y, a ver, estoy dando una introducción de la salvación y la justicia por fe, pero ahora en unos minutos hablaremos de las obras, porque las obras son importantes, ¿vale? No estamos diciendo que no hay que obrar. Solamente estamos dejando claro que nuestra salvación y nuestra justicia vienen es por la fe. Romanos 9.30. Romanos 9.30. Dios le dijo, en lo que la Pastora Elí nos comentaba, Dios les decía, esta es la obra de Dios que creáis en el que Él ha enviado. Pero Israel se resistió a creer. De hecho, lo crucificaron porque no le creyeron. Ahora, fíjense lo que dice acá, que interesante. ¿Qué diremos entonces? Dice el Apóstol Pablo. Que los gentiles, o sea, nosotros, que no teníamos nada que ver con la ley que Dios le había dado a Israel, los gentiles que no iban tras la justicia, perdón, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia. Es decir, la justicia que es por fe, ¿vale? Mas Israel, que iba tras una ley de justicia, vamos a cumplir con todo lo que dice la ley de Moisés, no la alcanzó. Y tú dices, ¿pero cómo? Si ellos tenían todos los mandamientos. Los gentiles tenían. Los gentiles eran unos bárbaros. Los romanos, los turcos, ellos ni sabían quién era Moisés. No tenían la Torá, el Génesis. ¿Quién creó el mundo? No sabían. Decían Saturno, Júpiter, Plutón, qué sé yo. Pero, los que creyeron en Cristo, sin saber ninguno de los mandamientos que estaban en la ley de Moisés, creyeron en Cristo. ¿Y qué dice? Que alcanzaron la justicia. Pero Israel que tenía todo, tenía el arca, el tabernáculo, el propiciatorio, las túnicas, los querubines de oro, los levitas que cantaban con los instrumentos, todo, no alcanzó la justicia. ¿Por qué? ¿Por qué Pablo? ¿Por qué dices esto? Siguiente versículo. Porque iban tras ella, no por fe. No por fe, sino como, ¿por qué? Por obras de la ley. Pues tropezaron en la piedra de tropiezo. Como está escrito, he aquí pongo en Sion, piedra de tropiezo y roca de caída. Y el que creyera en él, no será avergonzado. Entonces los judíos creer que fuera tan simple como creer. Ellos decían, no, no, no, no. Es que es todo esto, todos los mandamientos, todo. Y los apóstoles predicaban y decían, es por la fe en el que murió y resucitó. Y ellos, no, no, no, no. Descartaron la roca viva, descartaron la piedra angular, la desecharon, tropezaron en ella y no alcanzaron la justicia. Hasta el día de hoy, buscan, esperan todavía un Mesías. Mis hermanos, esto es tremendo. Israel iba tras la justicia, no por fe, sino por obras. Para terminar de concretar esto, vamos a ir a Romanos 4. Hoy estamos muy en Romanos. Romanos 4. Y ahora quiero que vean esto. La justicia de Dios siempre ha sido por la fe. No es que desde antes de Moisés ya Dios había predeterminado que así fuera. Romanos capítulo 4, versículo 1. Y Pablo, para dejar claro esto, él usa otro personaje, Abraham. Porque Abraham existió 430 años antes que Moisés, antes que la ley. No había ley de Moisés, ¿vale? Dios no había dado los mandamientos, no matarás, eso todavía no lo había dado Dios. Dios llama a este hombre, Abraham, y Dios le dice, Abraham, yo te daré por herencia, te daré una descendencia que será más numerosa que las estrellas de los cielos. Sal de tu campaña, mira las estrellas y dime si las puedes contar. No, Señor, no puedo. Pues tu descendencia será más numerosa. ¿Y qué hizo Abraham? Creyó. Dice, creyó Abraham. Y por haberle creído, Dios contó su fe como justicia. Entonces Pablo usa ese ejemplo. Pablo dice, ¿qué pues diremos que halló Abraham, nuestro padre, según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse. Pero no para con Dios. Ese no fue el caso. ¿Por qué? ¿Qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia. Ahora, mis hermanos, Abraham hizo obras buenas. ¿Por qué? Porque Dios le dijo, deja tu tierra y tu parentela y dirígete a la tierra que yo te mostraré. Y Abraham fue obediente. Abraham dejó su tierra, dejó su parentela, él salió y fue a donde Dios le dijo. Dios le dijo, Abraham, entrégame a tu hijo Isaac, tu único hijo, que lo esperaste tantos años. Entrégamelo. Ve al monte y ofrécelo en sacrificio para mí. ¿Y qué hizo Abraham? ¿Desobedeció? No, ¿verdad? Abraham obedeció lo que Dios le dijo. Y llevó a Isaac y estuvo a punto de sacrificarlo, pero Dios le dijo, no lo hagas. Entonces vemos cómo Abraham obedeció a Dios en todo. O sea, él pudo haberse gloriado de su obediencia. Él pudo haber dicho, sí, yo soy justo porque yo obedecí en todo. Desde el momento que Dios me dijo, deja tu tierra, hasta ahora, en mis últimos días de vida, yo obedecía a Dios. ¿Pero qué dice Pablo? Que Abraham no fue justo por ninguna de esas obras. Eran buenas, pero no fueron la causa de su justicia. Vamos allí. Pero al que obra, fíjense, al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, no como deuda. Porque claro, si Dios dice, bueno, como tú obraste bien, yo te doy justicia, es como un pago. Un pago, un salario, por tus obras. Entonces Dios te dice, bueno, es como, por ejemplo, tu suscripción de Netflix, ¿verdad? Tú pagas todos los meses para poder tenerla. El mes que no pagues, te la quitan. Entonces, a veces nosotros creemos que Dios es como una suscripción. Que yo me suscribo a la justicia de Dios. Entonces, bueno, me voy a suscribir. ¿Pago? ¿Cómo pago? ¿Con dinero? No, porque Dios es Espíritu. Vale, paguémosle con obras, con obras justas. Entonces nosotros pagamos nuestra suscripción con obras. Y cada mes vamos haciendo nuestras obras. Sí, soy justo, justo. El día que no hago obras, pues yo perdí la suscripción. Tengo que recuperarla. Pero Dios no funciona así, porque Dios no nos da su justicia a cambio de nuestras obras. Porque si lo hiciera de esa manera, sería como una deuda que Dios tiene con nosotros. No sería gracia, sería deuda. Pero vamos al 5, y miren que fuerte este versículo. Mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica limpio, su fe le es contada por justicia. Lo mismo que pasó con Abraham. Ahora, como les había prometido, hablaremos de la importancia de las obras. Pero aquí vemos claramente que Dios está diciendo que las obras no son la razón de nuestra justificación. Es la fe. ¿La fe en quién? En Jesucristo. Porque eso es un detalle muy importante. No todo el mundo será justificado de los seres humanos en el planeta, porque muchos rechazarán el Evangelio. Y claro, si rechazan a Cristo, no hay salvación. Pero los que lo hemos recibido, los que creemos en Él, Dios nos ha justificado por su gracia. Entonces, ¿qué dice Dios? Las obras no son importantes, vivan como quieran. No, Dios no dice eso. Una vez que nosotros entendemos que somos justos ante Él por la fe, luego entonces Dios nos muestra el porqué, el motivo correcto del porqué nosotros debemos vivir una vida que manifieste estas obras del Espíritu. ¿Vale? Porque toda obra que se haya hecho con motivación incorrecta tampoco es buena. Los fariseos hacían buenas obras, pero con motivaciones incorrectas. Decían que oraban en público para que los escucharan. Entonces, orar es bueno, pero ellos lo hacían con la motivación incorrecta, porque queremos que nos escuchen. Ayunaban, pero por los motivos incorrectos, para sentirnos más espirituales. Entonces, no se trata de las obras, se trata del motivo por el cual lo hacemos. Ahora, lo que quiero transmitirles para ir concluyendo es, sabemos que Dios nos justifica por la fe, pero esta fe verdadera que tenemos en Su Hijo es una fe que inevitablemente va a tener dos características. Es una fe que, número uno, permanece, y número dos, da fruto. Y vamos a leer la parábola de Sembrador. Es una parábola muy conocida, pero que nos va a ayudar a desglosar esto. Dos características que tienen una fe verdadera en Cristo. Es una fe que permanece en Él, es una fe que da fruto. Parábola de Sembrador, Lucas 8, versículo 4. Y con esto iremos concluyendo. Lucas, capítulo 8, versículo 4. Allí está. En los Evangelios, se menciona que Jesús habló muchas cosas por parábolas, muchas. No todas están escritas. Y la parábola de Sembrador está escrita por una razón, es muy importante. Porque por medio de ella, Dios nos muestra las características de un corazón que ha creído verdaderamente. Esa es la parábola de Sembrador. Está escrita por una razón, es muy importante. Porque por medio de ella, Dios nos muestra las características de un corazón que ha creído verdaderamente. Y vamos a verlo. En esta parábola, Jesús habla de cuatro tipos de personas que tienen cuatro tipos de fe diferentes. Vamos a decirlo de esa manera, cuatro características diferentes en su fe. Eso, formas de creer, exacto. Exactamente, exactamente. Exactamente. Amén, amén, perfecto, gracias pastora. Sí, cuatro formas de creer. Entonces tenemos, juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo, este es Jesús que está hablando, les dijo por parábola. El Sembrador salió a sembrar su semilla, y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, o sea, la pisaron, y las aves del cielo la comieron. Otra parte cayó sobre la piedra, y nacida, o sea, nació, se secó porque no tenía humedad. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron. Y otra parte cayó en buena tierra, y nació, y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas, decía gran voz, el que tiene oídos para oír, oiga. Y sus discípulos le preguntaron diciendo, ¿qué significa esta parábola? Y él dijo, a vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios, pero a los otros por parábola, para que viéndonos vean, y oyéndonos no entiendan. Esta es pues la parábola, la semilla, esta es pues la parábola, y Jesús empieza a explicarla. Primero dice, la semilla es la palabra de Dios, ¿vale? Cuando el Sembrador sale a sembrar la semilla, representa aquel que va llevando la palabra, el Evangelio. Siguiente. Ajá, entonces el Sembrador va y lleva la palabra, el Evangelio. La tierra o el campo, son las personas que oyen la palabra. Pero hay cuatro formas diferentes de creer, ¿sí? Entonces tenemos, primero, están los de junto al camino. La semilla cayó junto al camino, las aves se la comieron. Entonces Jesús dice, los de junto al camino son los que oyen, ellos oyen. Pero luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra para que no crean y se salven. Entonces ese es el primer tipo de persona, escucha, pero le entra por un oído y le sale por el otro. No llega al corazón. Exactamente, no hay fe, directamente no hay fe. Es más, ni siquiera empieza a creer, no crece la palabra, no nace. ¿Vale? Siguiente. Vamos con la segunda. Los que fueron sembrados sobre piedra, son los que habiendo oído, estos también oyen, pero tienen una característica diferente a los primeros, si es que reciben la palabra con gozo. Tremendo, ¿eh? ¿Pero qué pasa? No tienen raíces, creen por algún tiempo. Es una fe temporal y en el tiempo de la prueba se aparta. Ahora, fíjate, fíjate, ¿cuál es la primera característica que mencioné que tiene una fe verdadera? Que permanece. Exactamente. Esta forma de creer de estas personas, perdón, poné el anterior, porfa, el trece. Los de la piedra creen por un tiempo. Creen por un tiempo. Es una fe superficial porque, ¿qué pasa? El suelo de tierra, de piedra, perdón, no tiene profundidad. Por tanto, la semilla cuando echa raíces no puede profundizar y no puede extraer nutrientes suficientes para crecer. Entonces viene el sol y se seca porque no tiene suficiente humedad, no puede profundizar. Es un suelo superficial. Lo que está describiendo es el tipo de persona que escucha la palabra y de repente dicen que creen. La reciben y se gozan y dicen, wow, hermanos, yo he visto caso. Personas que dicen, sí, entiende el Evangelio, quiero ir a la congregación. Van a la congregación, pero tienen una fe superficial. Una fe que no ha echado realmente raíces. No es una fe verdadera, sino es temporal. Es una forma de creer temporal, que nunca llega a profundizar al corazón. Simpatizan con la palabra del Evangelio, pero apenas llega un problema, no, yo me voy. Yo pensé que si yo iba a la iglesia no iba a tener problemas, pero ya veo que esto no me sirvió de nada y se van. La cosa es, ¿creyeron realmente en el Hijo de Dios? ¿Le fue revelado realmente Cristo? No, porque fue una fe superficial, pasajera. No permaneció esa fe, esa forma de creer. Vamos, tercera tierra. El siguiente versículo, gracias. Dice, la que cayó entre espinos, estos son los que oyen, también oyen, pero yéndose son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida y no llevan fruto. Vale, les explico qué pasa aquí. Es una tierra que está llena de espinos, ¿vale? Cuando cae una semilla, cae entre los espinos. Entonces la semilla intenta extraer nutrientes para crecer, pero los espinos absorben todos los nutrientes y la semilla no puede alimentarse. Y entonces no crece, no se desarrolla, no da fruto. Ese es el títona que está tan llena de cosas en su vida que no hay lugar para el Evangelio. Me hablan del Evangelio e intento, pero los afanes de mi vida, el mundo, las fiestas, no tengo tiempo para el Evangelio. Cuando tenga 90 años, que esté en una cama, ¿han escuchado eso? Ahí sí voy a creer en el Cristo, perdóname y espegádosame. Es un sueño que no puede ser cumplido. Es un suelo espinoso que no tiene espacio para el Evangelio. Tengo muchas cosas en mi vida que hacer ahora, no tengo tiempo para Cristo. Tampoco es una fe genuina que salva. Pero hay una cuarta tierra que Jesús menciona. Fíjense que ninguna de las tres anteriores da fruto. Vamos con la última, versículo 15, porfa, y ya vamos a ir concluyendo. Mas la que cayó en buena tierra, estos son los que con corazón bueno y recto, retienen la palabra oída y dan fruto con perseverancia. Una fe que permanece y da fruto. Amén. Ahora, mis hermanos, Santiago dice, la fe sin obras es muerta. Y eso está muy asociado con esto. Porque una fe genuina inevitablemente va a tener obras. ¿Por qué? Porque cuando tú crees algo de verdad, tú vives ese algo. Amén. Si a ti te dijeran, mira, no sé, si a ti te dijeran, no pases por esta línea porque están haciendo un trabajo de allí y toda persona que esté ahí parada en cinco minutos va a caer, no sé, algo y puede morir. Entonces no pasen esta línea. Te pregunto, si tú crees que eso es verdad, ¿tú vas a pasar esa línea? No, ¿verdad? Si tú dices, es mentira, ¿tú la pasas y estás ahí? Tú sabes que es mentira, ¿verdad? Crees que es mentira. Entonces, toda fe producirá obras alineado a lo que crees. Cuando tu fe en Cristo es verdadera, tú vas a reproducir la vida de Cristo. Porque si tienes la fe de Cristo, vas a vivir conforme a Él. Es lo que dice Juan, todo el que es nacido de Dios no vive una vida de pecado porque la simiente de Dios está en él y no puede pecar porque es nacido de Dios. Eso es lo que dice, la semilla verdadera que nace, que crece, da fruto. El fruto del Espíritu. Si tu fe no produce nunca fruto, si hay una persona que dice tener fe pero nunca muestra fruto en ningún momento de su vida, es lo que dice Santiago, es una fe muerta. Es una fe que dice, sí, yo creo en el Señor Jesús, pero no le importa absolutamente nada la vida de Cristo. Yo tengo amigos conocidos que dicen, sí, yo creo en Dios. Les ha pasado que quieran predicar a alguien en la calle, por ejemplo, te encuentras con alguien, le empiezas a hablar de Cristo y te dicen, sí, yo creo en Dios, yo creo en Dios, sí, yo soy creyente. Y de repente nunca producen fruto en su vida porque las personas dicen, sí, yo creo en Dios. Pero no necesariamente es una fe genuina. En cambio, la persona que atentamente oye que ha entendido Cristo, la obra de Cristo, la obra de la cruz, Él es mi Salvador, y nos rendimos a Él y simplemente vivimos la vida del Espíritu. Simplemente se produce el fruto del Espíritu. ¿Amén? Esa es una fe genuina y verdadera. Entonces la conclusión, mis hermanos, es, si creemos verdaderamente en Él, nuestra vida va a producir fruto. Por eso es que no tenemos que pensar que si nosotros nos rendimos a su gracia vamos a vivir una vida infructuosa, porque no vamos a querer hacer obras, porque pensamos que el Evangelio es pura gracia, y no es cierto. Porque la fe verdadera produce obras, pero es un producto. ¿No es así, mi hermana? Así es, tal cual, mis hermanos. Y también en Gálatas hay un versículo que dice que en Cristo lo que cuenta son las obras de Cristo. Y también hay un versículo que dice que en Cristo lo que cuenta es una fe que obra por amor. Dice así, tal cual, lo que obra es nuestra fe. Y de hecho Hebreos 11 es la evidencia. Porque cuando usted lee Hebreos 11, te habla de la fe, te menciona todo lo que hicieron Abraham, David, Gedeón, y que es lo primero que dice en cada frase, por la fe Abraham, tal cosa, por la fe David. Entonces ahí vemos que todas las buenas obras parten de una fe genuina. Porque, claramente lo dice Pablo, Abraham ofreció a Isaac porque sabía y creía que Dios era poderoso para resucitarlo. Si Abraham no hubiese creído eso, tal vez no lo habría hecho, pero lo hizo por la fe. Entonces eso, mis hermanos, es lo que quería hablar hoy.

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