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Hola queridos amigos y oyentes de esta radio nuestra, la radio del Trini, estamos tan cerca de la Navidad que ya la vida es bella ¿verdad? Como veis yo es este cuento que vamos a contar de Navidad y que nos van a leer Elsa, Selah y Claudia de 1º de Bachillerato de Humanidades, es un cuento que nos lleva a Corea y que se titula El árbol de Gwang-Ji, Gwang-Jeong perdón. Gwang-Jeong vive cerca del mercado de Buje, en la ciudad de Busan, en Corea del Sur, Gwang-Jeong es una niña de 6 años, Gwang-Jeong cree en la Navidad, en todo aquello que le contaron de pequeño, en el dios niño, en las luces que los mayores colocan para recordarlo y cree en sus promesas, en la de su padre cuando dijo que aquel año tendría el árbol más precioso de todo el vecindario, porque Busan se convierte en esas fechas en el imán de toda belleza, sus calles se iluminan, sus portales resplandecen y desde hace 8 años el hecho aparece en todas las guías turísticas, pero ella no sabe tanto, no había nacido cuando su padre celebraba la Navidad hacia adentro, cuando su abuelo cantaba villancicos a la luz de una vela, solo conoce las navidades con festival, el festival de los árboles, se nota nada más llegar, en la estación de Busan, después de cruzar los túneles de luz y sorprenderse con el árbol de los deseos, de 18 metros en la zona de Gwang-Wak-Rok-Ro, centro de Jung-Gu, o en las cercanías del mercado donde vive Hwa-Yon, allí la gente se esmera de manera especial. Así que Jin-Mai, el papá de Hwa-Yon, hizo una promesa, y la hizo con idea de cumplirla, el único modo en que los niños comprenden el mundo, porque como afirmaba Jin, el abuelo de Hwa, ¿cómo explicarles el resto si no se fían de nuestras palabras?, y Jin no estaba dispuesto a defraudar a su hija, ni siquiera esa mañana, lo llamaron a la planta 13, la que nunca visitaba, de allí se esperan dos opciones, o el ascenso o fusión, ajustes, vendimiento, despido, gracias, las palabras suenan distinto, el lenguaje no cambia, y desde hacía meses aquel era el idioma más utilizado, el de la escasez, el de los beneficios, el de los mercados, aquí, o en Corea, en Francia, o en Australia, las palabras pierden su valor, alguien las pervierte, alguien las adultera, pero él no, él no haría lo mismo, Hwa-Yon no tenía la culpa, decidió comprar su árbol, costase lo que costase, otro asunto eran las luces, los adornos, aquí tienes hija mía, tal y como papá te prometió, plántalo en la terraza, le iremos decorando, ganar tiempo, retrasarlo inevitable, transcurrió una semana, Hwa-Yon se empacentaba, casi todas las casas han comenzado a adornar sus árboles, ¿cuándo empezamos nosotros?, el padre había hecho cuentas, podría aguantar un tiempo en el paro, pero sin gastos superfluos, se me olvidó decirte que este árbol es especial, que está vivo, ¿y eso qué significa?, que es mágico, que no hace falta ponerle bolas ni guirnaldas, si lo cuidas y lo deseas, hacen por sí solas, la niña quedó asombrada, en verdad ningún árbol era como el suyo, desde el día siguiente empezó a regalarlo, a mimarlo, y siempre que podía se sentaba a su lado y lo miraba fijamente, durante largo rato, lo trataba como un amigo, sin embargo sus reglas seguían igual, faltaba una semana para el 25 y seguían igual, Hwa comenzó a sentir la frustración, papá, ¿qué hago mal?, dijiste que era mágico, que lo vería bello si así lo deseaba, y Chin, que si algo odiaba era decepcionar a su hija, sumirla tan rápido en el desencanto propio de los adultos, respondió, debes tener paciencia, tal vez me equivoqué, y no gaste con cuidarlo y contemplarlo, Hwa observó a su padre inquieta, aguardando una explicación, al fin él añadió, ¿sabes ese puesto de mercado donde se venden luces, esmovillón, bolas?, la pequeña sintió con entusiasmo, la tienda del viejo Zoom, a su lado siempre hay dos niños como tú, un nene y una nena, ella es mayor, pide unas monedas para su hermanito, quizás el árbol se alegre de que hables con ellos, ganar tiempo, retrasarle el vestido inevitable, y Hwa obedeció al instante, no le costó llegar al cercano mercado Woodhead, tampoco encontrar a San y a John, regresó al cabo de unos minutos con ellos, papá, les he dicho que podían venir a ver mi árbol, también a cenar, Chin contempló a su hija con inmensa ternura, claro que sí, respondió, y colocó dos platos más sobre la mesa, al día siguiente la niña se levantó como un rayo, sólo deseaba comprobar qué efecto había tenido su buena acción del día anterior, no obstante su hábito permanecía igual, nada indicaba que de sus ramas fuesen a brotar guirnaldas o bolas de cristal, ojeó los otros árboles de su calle, llamativos, esplendorosos, cargados de figuras y luces, volvió a dirigirse a su padre con tristeza, te dije Hwa que debes tener paciencia, se me ocurre para que el tiempo pase más rápido que después de comer vuelvas a visitar a San y Yon, así lo prometió y luego marchó al colegio, pero a mediodía cuando retornó no era la misma, Hwa parecía más desanimada, escéptica ante las razones de su padre, nadie del colegio tiene un árbol como el mío, todos los niños lo han decorado ya y ninguno ha invitado a nadie a su casa, Chin la miró durante largo rato mientras acariciaba su pelo, finalmente habló, tienes razón hija mía, nadie posee un árbol como el tuyo, sin embargo eso no debe entristecerte, no, dudó ella, el padre negó, tu abeto está vivo, eso le hace especial, ya te revelé que es mágico, estoy seguro de que los adornos aparecerán, precisan paciencia, la pequeña rugó el hocico, solo quedan cinco días para navidad, eso parece, anda ve al mercado y llama a tus nuevos amigos, estoy convencido de que tu árbol se alegrará de volver a recibirlos, ganar tiempo, retrasar lo inevitable, Hwa regresó al mercado un día y otro, todos los días hasta el 24, cada vez traía más niños nuevos, tantos como veía apostados bajo la fría sombra de las luces, el padre entendió que su historia había calado en la pequeña, que realmente creía en ella, la belleza de aquel árbol brotaría más fuerte cuantos más amigos invitar a su casa, y comenzó a sentir vértigo, a temer por su mengua de economía, claro que deseaba que su niña no perdiese la inocencia, hasta cierto punto, para Nochebuena eran diez en la mesa, demasiadas bocas para un desempleado, además, hasta qué punto beneficiaba a su hija aquella burbuja de ilusión, él sabía que de aquel abeto no surgirían adornos, por lo menos como los que sustentaban sus vecinos, no en Navidad, esa noche, la noche del 24 al 25, no pudo dormir, todo su temor era que Hwa se levantase temprano e inspeccionase su árbol, que lo encontrara vacío, que descubriese que en su hogar, definitivamente, la Navidad había pasado de largo, entonces tendría que explicarle que el sueño llegaba hasta ahí, que desde hacía un mes estaba en el paro y que no podía seguir invitando a criaturas como Sang y Jong, ni a ningún otro desafortunado, sin embargo Hwa se despertó como cualquier otro día, en efecto, fue a inspeccionar su abeto, pero al regresar no parecía penada, lo mismo el 26 y el 27 y el 28, Chin se sentía confuso, como si leyera el pensamiento de su padre, la niña se limitó a visitar a sus amigos del mercado, aunque sin traerlos a casa, excepto la noche del 31, ese día era especial, mientras tanto, la gente que pasaba por la calle se detenía ante el árbol desnudo, su sencillez contrastaba con el resto, pasaron las vacaciones, todas las luces se apagaron, los árboles se retiraron, no obstante, Hwa pidió a su padre que el suyo permanecese, dijo que era como su bandera, que gracias a él, había conocido a gente maravillosa, las otras casas son iguales, si los retiramos, Sang y Jong no sabrán donde vivo, Chin respiró hondo, accedió, la fama de aquel árbol se extendió, la fama de una niña que hablaba con los pillos del mercado, y los invitaba a su casa, un día de marzo, se acercó un hombre, llamó a la puerta, pidió charlar un rato con Chin, y al final se dieron la mano, el padre convoca a su hija, me han ofrecido trabajo, después explicó que aquel tipo pertenecía a una asociación benéfica, que la generosidad de ella no había pasado desapercibida, que deseaba apoyar su iniciativa, y pagar los gastos de la casa, siempre que siguiera acogiendo a aquellos pequeños, ofreciéndoles leche y comida, Hwa se creó mucho, decidió que todo se debía a la magia de su abeto, salió a la terraza y se sentó a su lado, gracias árbol, empezó yo, y entonces las vio, descubrió unas minúsculas bolas de color morado, emergían de las hojas de aguja, y desprendían un olor magnífico, papá, papá, gritó, arrastró a Chin de la mano, el padre se dejó llevar, y a la vista del hallazgo compartió la emoción de su hija, abrazó a Hwa con todas sus fuerzas, por qué lloras, los árboles florecen en primavera, señaló ella con simplicidad, él acarició sus mejillas, una lágrima inundó sus pupilas, no mi pequeña, eres tú quien ha traído la primavera.