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COMENTARIO DIARIO A LA PALABRA DE DIOS
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COMENTARIO DIARIO A LA PALABRA DE DIOS
Palabra de vida hoy, sábado decimosexto del tiempo ordinario, celebración de Santa Marta. Al pan por la palabra. Del profeta Jeremías. Cuando terminó de decir Jeremías cuanto el Señor le había mandado decir al pueblo, lo agarraron los sacerdotes y los profetas y el pueblo diciendo, eres reo de muerte. Al conocer la suerte de los verdaderos profetas del Antiguo Testamento, al recordar el final del raíz de la profecía, Jesucristo, o al considerar el trato que recibe quien conegoza la palabra desde entonces, la Iglesia, hay que analizar la importancia del mensaje para comprender la insistencia de los mensajeros. Como momento fuerte en la historia de la revelación, Dios entregó a Moisés las tablas de la ley, ultimando la alianza hecha con los israelitas. Además de los siete mandamientos que dan inicio a una forma de relación del creyente con el resto de seres humanos, los tres primeros mandamientos que sostienen y dan firmeza a los demás, mueven a Israel a dejar atrás el habitual politeísmo de los pueblos vecinos, para pasar a la monolatería primero, dar culto a un solo Dios, el Dios de Israel, como preparación para alcanzar el monoteísmo después, dar culto al único Dios, el Dios de toda la tierra. Este paso supone que el pueblo elegido por Dios y Israel, no es más que el atrio de entrada del único Dios para hacerse progresivamente presente a su verdadero pueblo elegido, los pueblos de toda la tierra. La ley natural que se revela en los diez mandamientos es el inicio del manual de instrucciones del ser humano, para que lo llegue a ser con plenitud, y tiene por destinatarios a todos los miembros de la humanidad para que el mensaje de las bienaventuranzas y Jesucristo todo entero, se haga presente en medio de todos ellos y transforme progresivamente su forma de comprender lo propio y lo ajeno, o categorías como semejante y extranjero, responsabilidad y solidaridad, bien común y fraternidad. El antiguo y el nuevo Israel, la Iglesia, no se sirven a sí mismos ni han recibido la revelación y los bienes de la salvación para sí, sino para ser portavoces y portadores del don de Dios. Ese ministerio profético se ejerce a través del anuncio y la invitación a una nueva forma de comprender la humanidad, con la autoridad de una vida gastada, como un servicio que lleve a los demás los frutos de la vida de Cristo, en forma de paz, justicia, reconciliación, viviendo y llevando por doquier la paz y el bien que Jesucristo trajo para todos. Cuando no se acepta la responsabilidad y el compromiso que nos vienen por ser de Cristo, es cuando volvemos al becerro de oro, al rechazo de sus profetas y a las treinta monedas de Judas. No rechacemos la palabra o su anuncio en esa su casa que Él ha hecho nuestra. Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta. Con anhelos de perseverar en el anuncio y en el testimonio, vuestros hermanos rapiscanos a vuestro lado os desean la paz y el bien.