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MARTES IV  CUARESMA

MARTES IV CUARESMA

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The transcription is a message about the importance of water in the Bible and its connection to the body of Jesus. It refers to biblical passages from the books of John and Ezekiel, highlighting the significance of water in healing and salvation. It also emphasizes the need to seek and embrace the water of Christ in order to find spiritual nourishment and transformation. The message concludes with a reminder to live in Christ and embrace the new life He offers. Palabra de vida hoy, cuarto martes de cuaresma, al pan por la Palabra. Del Evangelio de Juan, uno de los soldados con la lanza le traspasó el costado y al punto salió sangre y agua. Mientras leemos hoy el oráculo de Ezequiel, tengamos en mente este versículo del relato de San Juan sobre la crucifixión del Señor, la lanzada, que él relata que Jesús recibió en su costado derecho, herida en el lado derecho, de la que salió agua junto con la sangre. Del profeta Ezequiel En aquellos días el ángel me hizo volver a la entrada del templo del Señor. De debajo del umbral del templo corría agua por el lado derecho del templo. El agua corría por el lado derecho. El hombre que llevaba el cordel en la mano salió hacia el este, midió quinientos metros y me hizo atravesar el agua que me llegaba hasta los tobillos. Midió otros quinientos metros y me hizo atravesar. Era ya un torrente que no se podía badear. Entonces me dijo, ¿has visto, hijo de hombre? Estas aguas desembocan en el mar de la sal. Cuando hayan entrado en él, sus aguas serán saneadas. Todo ser viviente que se agita allí donde desemboque la corriente tendrá vida, y habrá peces en abundancia. En ambas riberas del torrente crecerá toda clase de árboles frutales. No se marchitarán sus hojas ni se acabarán sus frutos. Darán nuevos frutos cada mes, porque las aguas del torrente fluyen del santuario. Su fruto será comestible y sus hojas medicinales. El cuerpo humano es frágil en su fascinante complejidad. Ante agresiones feroces como las que sabemos que padecen en las guerras y por doquier tantos seres humanos ahora mismo, quizá podamos percibir nuestro propio cuerpo como vulnerable, insoportablemente débil. Por ello, recordemos hoy como nunca de qué cuerpo somos miembros, cuál es nuestro más potente alimento y a quién ve el Padre cuando nos mira. Son frágiles y pequeños como un condenado crucificado que amenaza resurrección. Del Evangelio, según San Juan, destruiré este templo y en tres días lo levantaré. Pero ellos no comprendieron que hablaba del templo de su cuerpo. El evangelista San Juan bien supo comprender la profunda resonancia de las palabras de Jesús y cómo el Señor crucificado cumplía en sí mismo perfectísimamente el oráculo de Ezequiel de la primera lectura de hoy. Toda la antigua alianza y cada intervención de Dios en la historia de la humanidad tiene valor salvífico y fuerza sanadora para la vida del hombre, pero sólo en Jesucristo encuentra en plenitud, sólo en el cuerpo de Jesucristo se nos ofrece la salud eterna, la sanación del único mal que destruye al hombre y al único que hemos de temer, el pecado como negación de Dios. La piscina de Betesda, entrando en la escena evangélica de hoy, tenía cinco soportales, nos dice San Juan, en alusión a los cinco libros de la ley judía, el Pentateuco. Ante esos cinco soportales se amontonaban los enfermos sedientos de sanación. Sólo Jesús, no Moisés ni ningún otro, ofrece el agua viva que anida en nosotros como un torrente que salta hasta la vida eterna, porque es un agua que emana junto con Su sangre, una agua transformada en el vino nuevo de las bodas, de Caná o de cualquier otro lugar, para quien acepta vivir en el torrente de Cristo que es la espiritualidad del bautismo, la vida del Evangelio. ¿Quieres quedar sano? Pregunta Jesús al paralítico hoy. Busca el agua de Cristo donde se encuentra, báñate, bebe, transfórmate en cisterna que la recoge y después en surtidor que la comparte. Busca esas fuentes de donde el agua de Cristo emana y convierte tu hogar, tu vida, tu quehacer cotidiano en un manantial, porque tú eres cuerpo de Cristo, pues a Él perteneces, y en ti el templo de Su cuerpo se hace presente para dar vida nueva hoy como lo hizo ayer. Vive de Cristo. Un abrazo de paz y bien con alegría cuaresmal de parte de vuestros hermanos franciscanos desde Toledo.

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