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JUEVES Y VIERNES SANTO

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VICTOR MANUELVICTOR MANUEL

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During Holy Thursday, believers celebrate with fervor and empathy towards the suffering and injustice experienced by Jesus. We should learn from this and strive for reconciliation and justice. The progress of technology and consumerism distracts us from the true face of godlessness, which manifests when we see others suffer. Let us have compassion and solidarity towards others' pain and reflect on our own injustices and sins. Unfortunately, each year we have more opportunities to experience the emptiness and abandonment of Calvary. The injustices in Ukraine and the Holy Land, as well as genocidal wars, cause immense suffering. We should embrace this human suffering with empathy and honesty, realizing our interconnectedness and need for God. On Holy Thursday, let us face the bitterness and desperation of the world, not allowing distractions to overshadow our own and others' pain. This is not just a time for distractions, but a prelude to humanity's hopeful future. Let us approach this d Palabra de vida hoy, jueves y viernes santo, al pan por la palabra. Desde siempre la sensibilidad popular creyente celebra con mayor fervor y en mayor número los días de hoy y de mañana, si bien el Viernes Santo es siempre particularmente vivo y concelebrado, porque todos tenemos sobrada experiencia de sufrimiento e injusticia y empatizamos fácilmente con el Crucificado, con quien hoy es más rechazado por los poderosos y por la sociedad que ellos rigen, y no por su sacrificio por amor, sino por el compromiso de reconciliación y de justicia que engendra apostarse ante Jesús. El hombre siempre muestra su rostro más primario y feroz cuando se aleja de Dios, y el progreso tecnológico o la economía de consumo sólo nos distraen del verdadero rostro rapaz del sin Dios, que siempre ha estado ahí, de mil formas, aunque sólo nos resulte manifiesto cuando sentimos nuestras barbas en remojo tras ver cómo han rasurado ya a otros. Hagamos un ejercicio de sabiduría y saquemos algo bueno de todo este sinsentido actual. A los que aman a Dios todo les sirve para el bien, porque apoyada el alma en la gracia del Señor somos capaces de aprender a padecer sufriendo menos, y sobre todo, no haciendo sufrir a otros por nuestra causa, sino todo lo contrario. Por la fe y la identificación con el Crucificado, la propia experiencia de dolor nos debe hacer capaces de albergar una mayor compasión y una más eficaz solidaridad ante el dolor ajeno. Es un acto de fe compungida y penitente por las propias injusticias y pecados. Hagamos, pues, profesión de humanidad, de la calidad humana que la fe en Cristo Crucificado puede engendrar en nosotros. Por desgracia, cada año tenemos más que el anterior los medios para entrar como nunca en la experiencia de vacío y de abandono del Calvario. La atroz y tan prolongada injusticia en Ucrania y en Tierra Santa, el poder de los que teniéndolo, quieren tener más para seguir encaramados a la espalda de quienes les sostienen mientras ellos les agarran del cuello para decirles dónde mirar, mientras los someten a una progresiva asfixia asistencial. El dolor de tantas víctimas, también, en esas otras guerras genocidas legales que atacan y exterminan selectivamente a los más débiles e indefensos. Acojamos cuanto de ese dolor humano podamos abarcar y hagámoslo desde nuestra propia experiencia de dolor, empatizando, solidarios, para abrazar el dolor de las víctimas con verdad, con ternura y compasión, con honestidad y solidaridad fraterna, pues el dolor nos muestra cuánto somos iguales todos y cuánto nos necesitamos unos a otros y todos del Dios que nos humaniza. Con nuestra humanidad más desnuda y veraz que nunca, permitámonos probar el sabor de la amargura desesperanzada de tantísimos en el mundo entero, y afrontemos el Jueves Santo desde ese sabor ferraginoso, cruento, que tanto supo asumir en el Señor mientras se entregaba, para vencer todo ese pecado, salvando a las víctimas y ofreciendo salvación incluso a los verdugos. Afrontemos el Jueves Santo desde la necesidad de llevarnos algo a la boca que cancele ese sabor amargo a desesperanza mortal con que las noticias nos llenan el alma. Afrontemos el Jueves Santo sin distraernos del dolor propio ni del ajeno, porque la Semana Santa no es un tráiler o un spot que nos distraiga, sino la precuela de todo episodio de humanidad que pueda llegar a pintar el mañana del color luminoso de la santa esperanza. Afrontemos el Jueves Santo con un clamor, con una súplica lanzada a lo alto, con un propósito sincero y una encendida intención. Ser humanos con la humanidad de Jesucristo, comer y beber con Él y de Él, para agacharnos y lavar los pies a quien podamos, para no tratar de medrar, para no dejar en nosotros lugar alguno a la codicia, sino para gozar de la vida por la simplicidad con que la entiende quien comprende su misterio. En este Jueves Santo, por esa Eucaristía vivísima compartida en la alegría emocionada del lavatorio de los pies que nos lleva a la quizá más emocionante comunión del año, vivamos el misterio del día del amor fraterno desde la compasión comprometida con nuestra propia regeneración humana, como individuos, como comunidad, como iglesia. Vivamos con radicalidad este Jueves Santo para asumir mañana en nuestra carne cristiana el dolor de la humanidad, como hizo Jesucristo, como quiere que hagamos con Él los que de Él nos alimentamos y vivimos. Haced esto en memoria mía.

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