Palabra de vida hoy, jueves dĂ©cimo tercero del tiempo ordinario, al pan por la palabra. Del profeta Amos. En aquellos dĂas AmasĂas, sacerdote de Betel, enviĂł un mensaje a Jeroboán, rey de Israel. Amos está conspirando contra ti en medio de Israel. El paĂs no puede ya soportar sus palabras. Esto es lo que dice Amos. Jeroboán morirá espada. Israel será deportado de su tierra. Y AmasĂas dijo a Amos, vivente, vete, huye al territorio de Judá. AllĂ podrás ganarte el pan y allĂ profetizarás.
Pero en Betel no vuelvas a profetizar porque es el santuario del rey y la casa del reino. Del Evangelio segĂşn San Mateo. ÂżQuĂ© es más fácil decir, tus pecados te son perdonados o decir, levántate y echa a andar? Pues para que veáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados, dice al paralĂtico, ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa. Se puso en pie y se fue a su casa.
Al ver esto la gente quedĂł sobrecogida y alababa a Dios que da a los hombres tal potestad. Amos era pastor de cabras y recolector de higos a quien el Dios de Israel llamĂł a profetizar en su nombre en un momento en que los jefes de Israel, incluidos los sacerdotes, se habĂan prostituido por intereses espĂşreos que buscaban una estabilidad material semejante a la de los reinos vecinos. Con tal de restaurar el esplendor y la fortaleza de otro tiempo, eran capaces de desfigurar el culto y las tradiciones sagradas heredadas de sus padres.
El Señor llama a su pueblo a travĂ©s de quien Él ha elegido, a recuperar la fortaleza a travĂ©s de la unidad en torno a los signos de identidad que los identificaban como pueblo de Dios. Pero ellos se resistĂan por sus intereses personales y la absolutizaciĂłn de sus propios pareceres, arrastrando al resto del pueblo a una fragmentaciĂłn progresiva que les ponĂa a todos a los pies de los caballos. Lo dicho hasta ahora, habla del Israel de los tiempos del profeta Amos y tambiĂ©n de los tiempos actuales del pueblo cristiano.
La grandeza de la renovaciĂłn que introdujo el EspĂritu Santo a travĂ©s del concilio Vaticano II sigue intercalándonos. En la Iglesia CatĂłlica seguimos hoy haciendo la transiciĂłn desde las formas, la conciencia de la misiĂłn y la estructura preconciliares y las que el concilio nos llama a encarnar hoy, más de cincuenta años despuĂ©s de su celebraciĂłn. Frente a la deriva cuesta bajo y sin frenos en que está sumergida nuestra sociedad occidental, algunos cristianos creen que hemos de poner la marcha atrás en la nave de Cristo que es la Iglesia para alejarnos de dicha sociedad decadente y secularizante.
Cierto es que no resulta sencillo encontrar el modo acertado de responder a una sociedad tan sumamente cambiante y carente de alma como la nuestra. Pero si recordamos que la Iglesia existe para evangelizar y que nunca podemos desentendernos de los destinatarios de nuestra obra y anuncio, poner la marcha atrás y alejarnos de la sociedad quizás sea contrario a la misión que la Iglesia ha sabido llevar adelante entre pueblos paganos, bárbaros o creyentes de otras religiones a lo largo de dos mil años.
El que tiene poder para curar a un paralĂtico con la misma facilidad con la que puede perdonar sus pecados da a los hombres que Ă©l elige en su Iglesia esa misma potestad, como entrega a uno de entre ellos el tĂtulo de capitán de su barca, a Pedro. Nos puede gustar más o menos la personalidad y el estilo de un papa italiano, o polaco, o alemán, o argentino, pero cada uno de ellos, cuando se sienta sobre la sede de Pedro, es Pedro, el capitán de la barca de Cristo, el Ăşnico que tiene por sĂ mismo la asistencia del EspĂritu Santo para ejercer una misiĂłn pontificia que consiste en mantenernos unidos en la fe y en la caridad, tambiĂ©n en estos tiempos tan cambiantes, belicistas y convulsos.
Nos guste más o menos y comprendamos con mayor o menor facilidad lo que hace Pedro, no olvidemos que sĂłlo Él es Pedro. No lo olvidemos porque alguien de nombre JesĂşs lo ha puesto en ese lugar, al frente de todos nosotros, para que nos mantengamos unidos y sigamos adelante como signo del reino de la fraternidad y la justicia, en un mundo en el que abundan los mensajes sectarios y las divisiones interesadas, promovidas por tantos falsos mesĂas que miran atrás y buscan ser fuertes como lo fueron algunos de sus antepasados en otro tiempo.
Nuestro tiempo es este, no el ayer, y sólo se camina hacia el futuro encarando la novedad del presente que siempre está en manos de Dios. Pongamos la directa y no la marcha atrás para caminar hacia adelante. Un abrazo lleno de afecto de parte de vuestros hermanos franciscanos desde Toledo.