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Palabra de vida hoy, cuarto domingo de cuaresma, domingo letare o de la alegría, al pan por la palabra. La cuaresma es el tiempo litúrgico de penitencia y el cesis preparatorio de la Pascua de Resurrección. Por ello, la gravedad sobria del morado cuaresmal se abre en la alegría de la luz a mitad de su camino, en este domingo cuarto o letare, de la alegría. El color rosa de las vestiduras litúrgicas del domingo letare proviene de una antigua tradición de la iglesia bizantina en la que se adornaba el leño de la cruz con rosas como símbolo del florecimiento pascual ya inminente. Esta alegría prepascual responde a un proceso al que nos quiere exponer la liturgia de la palabra de hoy. Acabamos de oír en el Evangelio que Nicodemo, al escuchar a Jesús hablando de su Padre Dios y viendo cómo se relacionaba con la gente, percibió la diferencia respecto de lo que siempre había oído en el templo. Por la escucha entró en él la novedad, y por el testimonio de la vida de aquel profeta y maestro de Nazaret, se despertó en Nicodemo su hambre. La atención a la novedad de Jesús y el contraste con lo demás engendran la necesidad de encontrar la verdad, y todo comienza con la escucha de Su Palabra que capacita no sólo para mirar, sino para ver y creer. Nicodemo era una persona honesta, no podía permanecer mucho tiempo en la contradicción suscitada por percibir el resplandor de la verdad en Cristo en medio de esas medias verdades de la corrupción o de la ideología religiosa. Por esa honestidad Nicodemo se atrevió y dio el primer paso en su conversión. Arriesgó su posición social ante sus vecinos para buscar a Jesús, primero de incógnito y a solas, pero con deseos de dar nuevos pasos. Su conversión había comenzado. Alcanzará su madurez ante todos, desclavando a Jesús de la cruz y sepultándolo con amor. Como Nicodemo o José de Arimatea, nosotros queremos entender con profundidad el misterio y el sentido de esa muerte tan injusta y dolorosa, haciendo nuestro propio proceso de conversión, saliendo de entre las deformaciones espirituales y morales de quienes rechazan esa novedad y ese encuentro salvador con quien vive para nosotros, con Aquel que morirá por nuestra causa para que nosotros podamos vivir para la Suya. La causa de la reconciliación en la justicia y la fraternidad, en la igualdad de quienes reconocen tener muchos más motivos para quererse que para enfrentarse. Hagamos camino con alegría. Avancemos nuestra conversión por la escucha de la palabra de la vida y por el género de vida que hace posible dicha escucha. La tensión de siempre se va por la vecindad entre la luz y las tinieblas, entre los intereses del mundo malo y los de la verdad y el bien. En este cuarto domingo cuaresmal esclarecido del morado al rosa por la proximidad de la pascua, abrámonos al amor de Dios por la fe, que puede aupar y sostener una esperanza valiente por creyente, que nos vestirá moralmente de alegría cristiana. Así, disfrutaremos de la vida, del ayuno o del banquete, de la austeridad o de la fiesta por estar unidos al que nos ha amado primero para hacernos capaces de amar, como Él, y en cuyo abrazo permaneceremos, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte no sólo no nos separe de Él, sino que nos una del todo y para siempre con Él y con todos los que amamos en Él. Con esta esperanza viva, vuestros hermanos franciscanos os saludan con la paz y el bien. Subtítulos realizados por la comunidad de Amara.org