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II JUEVES DE ADVIENTO

II JUEVES DE ADVIENTO

VICTOR MANUELVICTOR MANUEL

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COMENTARIO DIARIO A LA PALABRA DE DIOS

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Today's Word of Life is about celebrating Saint John of the Cross and the importance of the Church in our lives. The readings from Isaiah and the Gospel of Matthew remind us of the authority of the Church and the works of Jesus. It is essential to listen to the Church's teachings and obey them because they are chosen and supported by Christ. The Church is the conduit through which we receive the Word of God. Without the Church, Christmas loses its true meaning. In these uncertain times, it is crucial to live as children of God within the embrace of the Church. Rejecting the Church means losing the gift of God's grace. As brothers and sisters in Christ, the Franciscans in Toledo send warm greetings of peace and goodwill. Palabra de vida hoy, segundo jueves de Adviento, celebrando a San Juan de la Cruz, al pan por la palabra. Del libro de Isaías, cielos destilad el rocío, nubes derramad la victoria, ábrase la tierra y brote la salvación, y con ella germine la justicia. Del Salmo responsorial, Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos, la salvación está ya cerca de sus fieles y la gloria habitará en nuestra tierra. La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan, la fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo. Del Evangelio según San Mateo. Eres tú el que ha devenido, tenemos que esperar a otro. Jesús contestó a los enviados. Id a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído. Los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Y dichoso el que no se escandalice de mí. Muchos cristianos de esta posmodernidad discuten la enseñanza de la Iglesia, poniendo su propia opinión en paridad con la palabra de esa madre y maestra, otorgándose a sí mismos el carisma de la verdad que niegan a la enseñanza más solemne de una Iglesia, a quien siguen recurriendo recibir los sacramentos que se administran con la eficacia de esa misma palabra a la que niegan toda autoridad cuando enseñan. Sí, todo un sinsentido y un ejercicio de exquisito finismo. Desde la escena evangélica de hoy podemos mirar las obras de la Iglesia en bien de la humanidad para dar o no escucha a sus palabras, recordando la relación entre las obras de Jesús, que dan autoridad a sus palabras, y unas palabras que explicitan el sentido y la finalidad de sus obras. Como decía Yves Congar, para entrar en la Iglesia nos quitamos el sombrero, no la cabeza. No hay que ser sumiso a la palabra de la Iglesia de Cristo por falta de sentido crítico de suficiente modernidad. Hay que obedecer libremente a esa palabra porque es mediación elegida y sostenida por Aquel que la fundó. La obediencia no garantiza modernidad, sino comunión con Cristo y luz para aplicar y vivir en todo tiempo la revelación sumaria que se nos dio en la plenitud de los tiempos. ¿Desde cuándo ser moderno es el sentido de la vida? ¿Es el mundo mejor desde la edad moderna o desde la posmodernidad? Como los esfuerzos más furibundos de la parte más laicista de nuestra sociedad ponen de manifiesto, celebrar y acoger el evento de la Navidad no es posible sin la Iglesia, y no es accesible para nadie que no sea parte de la Iglesia. Sin la Iglesia, la Navidad no es la de Jesús. Con el Niño Dios que nos nace sólo se alcanza la comunión y se permanece dentro de la salvación que Él logró como hijos de esa Iglesia, a quien le debemos todo lo que sabemos de Jesucristo y esa experiencia vital de fe que nos hace vivir con una identidad fuerte y con una esperanza firme. En estos tiempos de tan gran incertidumbre nacional e internacional, una cosa podemos tener bien clara. La vida es mucho más frágil y cada uno está mucho más solo cuando no vivimos como hijos de Dios desde el seno de madre de esa Maestra de Vida que es nuestra Iglesia. El Bautista era la voz que preparaba para escuchar la Palabra. La Iglesia es el cauce por el que recibimos esa Palabra. Cuando alguien la rechaza a ella, pierde el don que por ella Dios nos da, y eso es mucho, eso lo es todo, porque implica perderle a Él. Como dijo San Cimpriano de Cartago allá por el siglo III, nadie puede tener a Dios por padre si no tiene a la Iglesia por madre. Como hermanos vuestros, por ser hijos de Dios e hijos de la Iglesia, los franciscanos desde Toledo os abrazamos cálidamente con la paz y el bien.

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