Details
Nothing to say, yet
Big christmas sale
Premium Access 35% OFF
Details
Nothing to say, yet
Comment
Nothing to say, yet
In today's scripture readings, the theme of the value and dignity of human life and the importance of justice is highlighted. The story of the woman with the issue of blood shows how illness and societal attitudes can isolate and dehumanize individuals. The readings emphasize the need to prioritize compassion and assistance to those in need, above religious laws and rituals. The focus is on living with solidarity and making choices that promote justice and alleviate human suffering. Palabra de vida hoy, domingo decimotercero del tiempo ordinario, al pan por la Palabra del Libro de la Sabiduría. Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo a los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera. Las criaturas del mundo son saludables. No hay en ellas veneno de muerte, ni el abismo impera en la tierra, porque la justicia es inmortal. Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo imagen de su propio ser, pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo, y los de su partido pasarán por ella. De la segunda carta a los corintios. Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo, siendo rico se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza. Pues no se trata de aliviar a otros pasando vosotros estrecheces, se trata de igualar. Del Evangelio según San Marcos. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y acercándose por detrás entre la gente, le tocó el manto pensando, con sólo tocarle el manto curaré. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Teniendo en cuenta que para comprender el Evangelio de cada domingo, el resto de la Palabra de Dios elegida por la Iglesia, nos ofrece clave de interpretación de necesaria consideración, hoy encontramos que el valor y la dignidad de la vida humana, y la justicia como forma de vivir dignamente, son claves para obtener, no un mensaje alambicado de este tan rico Evangelio, sino el mensaje que en la liturgia de la Palabra entera, el Espíritu Santo quiere hacer llegar a nuestra conciencia cristiana. En las dos mujeres que junto a Jesús protagonizan el Evangelio de hoy, encontramos cómo las causas por las que la enfermedad y la muerte pueden cegar nuestra vida, son de muy diversa índole. En el caso de la niña hija de Jairo, poco hay que decir, más allá de la tragedia de una muerte tan temprana, contra la que la ciencia humana nunca es tan fuerte como el poder de la muerte. Poco más se podía hacer, no como en el caso de la otra protagonista, la hemorroisa. La enfermedad de esta segunda mujer también parece que estaba más allá de lo que la ciencia médica del momento podía afrontar, pero la tragedia personal de la mujer era mucho mayor que su enfermedad. Por la consideración socioreligiosa de ese tipo de enfermedades, la persona entonces era declarada impura, por si pudiera resultar contagiosa. Eso sometió a la mujer a un aislamiento absoluto y a la más amarga soledad, la de la persona que está rodeada de otros que deberían quererla y ayudarle, y en lugar de eso le dan la espalda. Sin contacto humano, sin poder trabajar, sin socorro material para poder vivir, sin poder frecuentar el templo para sostener su esperanza, esos son los rasgos de la tragedia de esta mujer de ayer y de muchos hombres y mujeres de hoy, por tantas circunstancias que los hacen diferentes a los ojos de los demás. Retomemos en este punto las claves de interpretación que nos ofrecen las otras lecturas, a saber, el valor de la dignidad de la vida humana y la justicia como el único modo de vivir esta vida dignamente. Comprendiendo que las categorías y circunstancias de cada momento son las que son y no deben ser juzgadas por una generación posterior, lo que es absolutamente innegable es que ninguna ley civil ni ningún mandato, rito o norma religiosa pueden anteponerse el deber sacrosanto y absoluto de acoger y auxiliar a un semejante envuelto en grave necesidad, el deber y el derecho de relativizar cualquier mandato, con tal de seguir siendo humano, a través de esa justicia que se encarna como solidaridad y toma de opciones ante cualquier tragedia humana. Si alguien nos enseñó que el día más sagrado de la semana no debe ser observado a costa de socorrer al necesitado, que se note. El hombre no se hizo para el sábado, sino el sábado para el hombre, porque misericordia quiero y no sacrificios.