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The importance of writing about our teaching practices is highlighted in this transcription. Writing allows us to reflect on our decisions, resolve classroom situations, and rediscover ourselves as teachers. It helps us distance ourselves from our thoughts and emotions, enabling us to objectively analyze and recreate our practices. Writing also plays a crucial role in professional development, as it allows us to share experiences, debate, and make informed teaching decisions. Overall, writing our practices is like writing the world, as it reflects our perspectives and interventions in education. Cuando pensaba en las preguntas por qué es importante escribir nuestras prácticas, qué importancia asume dentro de nuestro rol docente el ejercicio de escribir sobre lo que hacemos en las aulas, recordé unas palabras que había leído alguna vez de Diana Vélez, la poeta santafésica. Busqué entonces la cita donde dice, me gustaría volver a escribir, sentir esa emoción de terminar la primera versión del poema que se parece a la última. Ya no es la emoción por tu escritura sino por la escritura del mundo, porque cuando sale bien el poema lo escribe el mundo. Hay algo dentro de esas palabras que responde a mis preguntas. Como docente tuve dos experiencias que validan fuertemente este sentido encontrado en la escritura del poema que menciona Diana. La primera que puedo compartirle es como docente de práctica docente 4, recrear las prácticas docentes, se titula esa práctica. En este espacio de tanto crecimiento y revisión sobre lo que hacemos, la escritura se convierte en una aliada clave, es la endija por la cual podemos mirar quiénes somos, qué decisiones tomamos, cómo resolvemos las situaciones que se presentan en las primeras aulas, los primeros grupos de estudiantes que nos reciben. La escritura es la puerta a la posibilidad de redescubrirnos, en una nueva mirada sobre nuestro propio ejercicio, nuestra propia práctica. ¿Qué es de la escritura que hay? Posiblemente compartan que hay la vivencia de ser docente, y con ello un atravesamiento de todo lo que hay en uno bajo la forma de emociones, ideas, comentarios, voces varias que hablan aprobando o desaprobando la acción pedagógica, preguntas, sensaciones, vacíos, etc. La escritura permite dejar todo ese atravesamiento plasmado en una hoja, poder leerlo luego habilita por un lado tomar distancia, ya no está todo en mi mente, está allí escrito, puedo leerlo, objetivarlo, leer mi práctica de una manera más fresca, libre de tanto condicionamiento. Podría decirse que entonces ya no leo mi práctica docente, sino que leo una práctica docente, y en ese ejercicio de objetivación puedo recrearlo. Puedo aún sabiendo que estoy leyéndome allí, trabajar con el material como insumo de una nueva planificación, de una nueva búsqueda desde la cual posicionarme en la próxima clase con los estudiantes. ¿Cómo recrear la práctica sin escribirla? ¿Cómo desarmar la clase completa para reflexionar sobre cada acción docente sin la escritura de la vivencia? ¿Podría el poeta ser sin la escritura de la poesía, aún cuando viva en estado de poesía cotidianamente? La otra experiencia que quería compartirles está ligada a la participación en un proyecto que marco un antes y un después en mi formación profesional como docente. Hace ya casi diez años integro un proyecto llamado Reflexión sobre la Práctica Docente, que es un proyecto institucional gestado en su momento por los mismos docentes de nivel inicial y primario del Instituto San José S.R.L. del Barrio Álvaro. Mi trabajo consistía en observar las clases de las y los maestros de la escuela y registrarlas, escribir el guión de la clase que se estaba dando. A principios de año se definía un eje transversal de reflexión sobre la práctica docente, por ejemplo, tipo de conversaciones en el aula o los actos escolares, y a partir de allí comenzaba el trabajo junto a cada docente en su aula. Esto llevaba idas y vueltas, leídas conjuntas a los registros, a análisis de cada clase, de un conjunto de clases del mismo docente y hasta transversales para una mirada de las distintas aulas. Nos permitía poner en común, debatir, pensar juntos, reflexionar, tomar decisiones en las propuestas de enseñanza, redefinir acciones, diseñar nuevas estrategias, advertir problemáticas, etc. Estos registros eran el insumo central de los talleres docentes que ese proyecto llevaba a cabo. La escritura de las prácticas nos permitía formarnos, mirar el terreno juntos, y en mi formación fue la abono que me sostuvo por años, y que me sostiene, en una actitud investigativa de la práctica. Podemos aprender mucho en nuestras lecturas, discusiones, enfoques y paradigmas, sí, mas el nutriente básico está mucho más cerca de lo que solemos mirar, está dentro de cada uno. Allí todo conocimiento y experiencia acumulado se bate sin parar mientras estoy dando la clase. La escritura es la pausa. La escritura de las prácticas es la escritura del mundo, de cómo lo vemos, cómo lo queremos intervenir, de lo que proponemos y accionamos, de las palabras con las que nombramos, del mundo que somos mientras hacemos lo que somos. Entonces, como dice Vélezi, si la escritura sale bien, escribe el mundo. Porque en una práctica estamos todos siendo reflejados, porque hay factores comunes más allá de las singularidades, y en esos puntos del tejido nos encontramos escribiendo el mundo. Gracias.