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Buenas tardes amigos de Poetas del Pueblo, una vez más con ustedes para recitarles un poema de don Antonio Machado, para mí que es uno de los mejores de todos los tiempos, aparte de tener una bibliografía enorme, poemario, etcétera. Esta vez les traigo a recitar El Viajero. Está en la sala familiar, sombría, y entre nosotros el querido hermano que en el sueño infantil de un claro día vimos partir hacia un país lejano. Hoy tiene ya las sienes plateadas, un gris mechón sobre la angosta frente, y a la fría inquietud de sus miradas revela un alma casi ausente. Deshojándose las copas otoñales del parque muschio y viejo, la tarde, tras los húmedos cristales, se pinta, y en el fondo del espejo el rostro del hermano ilumina suavemente. Floridos y desengañados dorados por la tarde que declina, ansias de vida nueva en nuevos años, lamentará la juventud perdida. Lejos quedó la pobre loba muerta, la blanca juventud nunca vivida. Teme que ha de cantar ante su puerta. Sonríe el sol de oro de la tierra de un sueño no encontrada, y ve su nave hender el mar sonoro, de viento y luz la blanca vela hinchada. Él ha visto las hojas otoñales, amarillas, rodar las olorosas ramas del eucalipto, los rosales que enseñan otra vez sus blancas rosas. Y este dolor que añora o desconfía, el temblor de una lágrima reprime, y su resto de viril hipocresía en el semblante pálido se imprime. Serio retrato en la pared clarea todavía. Nosotros divagamos. En la tristeza del hogar golpea el tic-tac del reloj. Todos callamos.