Details
Nothing to say, yet
Nothing to say, yet
Barack Obama's family was complex and spanned 12 years. His mother, Ann Dunham, married a Kenyan man named Barack Obama, but it ended quickly as he had another wife. Ann then married Lolo Sotoro and they moved to Jakarta with Barack. However, Ann sent him back to Hawaii for a better education. Despite the instability, Barack received love from his grandparents and mother. He grew up independent and optimistic. He later returned to Chicago to help a friend in a community organizing session. Si mi familia era un cuadrado, la de Barack era una figura geométrica más complicada que atravesaba doce años enteros. Barack habÃa pasado años intentando entender cuál era su trabajo. En 1969, su madre, Ann Dunham, era una estudiante universitaria de 17 años que vivÃa en Hawai'i cuando se enamoró de un alumno keniano llamado Barack Obama. El matrimonio fue breve y desconcertante, especialmente porque resultó que el flamente marido ya tenÃa otra mujer en Nairobi. Tras su divorcio, Ann se casó con un geólogo jóvenes llamado Lolo Sotoro y se trasladó a Jakarta, llevándose consigo a Barack Obama hijo. Mi Barack Obama, que tenÃa entonces seis años. Tal como Barack me lo contó, él era feliz en Indonesia y se llevaba bien con su padrastro, pero su madre tenÃa dudas sobre la calidad de su educación allÃ. Asà que en 1971 envió a su hijo de vuelta a Oahu para que asistiese a un colegio privado y viviese con sus abuelos. Ann era un espÃritu libre que pasarÃa años yendo y viendo entre Hawai'i e Indonesia. Aparte de un viaje largo que hizo Barack tenÃa diez años, su padre, un hombre que, según todos los testimonios, tenÃa una mente vigorosa y un vigoroso problema con la bebida, se mantuvo ausente y se desentiende. Pero Barack recibió mucho amor. Sus abuelos de Oahu los mimaban tanto a él como a su hermanastra menor, Maya. Su madre, aunque seguÃa viviendo en Jakarta, era afectuosa y comprensiva desde la distancia. Barack también hablaba con cariño de otra hermanastra suya que vivÃa en Nairobi llamada Ahuma. Él se habÃa criado con muchÃsima menos estabilidad que yo, pero no se lamentaba por ello. Su historia era su historia. Su vida familiar habÃa hecho de él alguien independiente y notablemente predispuesto a optimismo. El hecho de que hubiese sabido sotear con éxito su inusual infancia no hacÃa más que reforzar la idea de que estaba en condiciones de afrontar algo más. Una noche húmeda lo acompañé a hacer un favor a un viejo amigo. Uno de sus colegas de su época como organizador comunitario le habÃa pedido si podÃa dirigir una sesión de formación en una parroquia negra en Roseland en el Far South Side, una zona que habÃa sido diezmada por el cierre de las fundiciones de acero a de 1980. Para Barack, supuso volver durante unas horas a su antiguo trabajo y a la parte de Chicago donde lo ejercicio, cosa que hizo con gusto. Mientras entrábamos a la iglesia, ambos aún vestidos con nuestra ropa de trabajo, caà en la cuenta de que nunca me habÃa parado a pensar en qué consistÃa realmente el trabajo de un organizador comunitario. Bajamos por una escalera hasta un sótano de hecho bajo iluminado con fluorescentes, donde unos quince parroquianos, mujeres en su mayorÃa, si no recuerdo mal, nos esperaban sentados en sillas plegables y abanicándose al colorados. ParecÃa ser una sala que hacÃa también las veces de centro de dÃa. Me senté al fondo. Barack avanzó hacia la zona delantera y saludó a los allà congregados.