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The speaker reflects on their 76 weeks of studying the Book of Romans and shares four important lessons they have learned. The first lesson is that salvation is obtained through the grace of the Lord and not through one's heritage or works. The second lesson is that those who have understood the magnitude of Christ's sacrifice should live a life worthy of repentance. The third lesson is that good works are a result of salvation, but they do not earn salvation. The speaker emphasizes the importance of understanding the concept of justification. La siguiente es una producción de la comunidad Olivo Verde, Costa Rica. Después de 76 semanas de indagar en el Libro de Romanos, de estudiar el Libro de Romanos, yo me hice una pregunta a mí misma hace unos días. ¿Qué me ha quedado a mí de todo esto? ¿Qué he aprendido a lo largo de estas 76 semanas? Yo me hice esa pregunta y empecé a analizar cosas, a meditar en algunas cosas, y empecé a hacer algunas anotaciones. Cuando el pastor me dijo, ¿puedes compartir algo con la iglesia? Yo le dije, amén, sí, qué bendición, qué privilegio es hablar de la Palabra. Y yo le decía al pastor, yo he aprendido cuatro cosas, he aprendido más, y en 76 semanas se han dicho muchas cosas, y hemos podido aprender muchísimas cosas. Pero yo, dentro de todo eso, dentro de tanta información y tantas cosas que se han dicho, yo extraigo cuatro. No son las únicas, repito, pero para mí son cuatro lecciones, cuatro verdades que son trascendentales, que son básicas, elementales, en la vida del pueblo de Dios. Hace unos años atrás tuve la oportunidad de leer un libro, hace muchos años, hace más de 15 años que leí el libro. No retengo toda la información del libro porque ha pasado ya mucho tiempo, pero hay algo que a mí me quedó grabado desde el primer momento en que yo leí esa parte en el libro, y fue la dedicatoria del libro. El autor del libro dedicó su obra y dijo, a mis amigos, los que me enseñaron lo que no sabía y me despertaron a lo que ya sabía. Hay veces, hermanos, que no sabemos cosas, pero hay veces que estamos dormidos ante el conocimiento que está frente a nosotros. Y para efectos prácticos y funcionales es lo mismo estar dormido ante algo y no saberlo. Hay una parálisis, hay un no actuar. Entonces, hoy quiera a Dios en su misericordia y en su gracia nos enseñe lo que no sabemos y nos despierte a lo que ya sabemos. La primera verdad maravillosa, la primera lección gloriosa del libro, de la carta de Pablo a la iglesia de Roma, es dejarles en claro, clarísimo a esta gente que la salvación se obtiene a través del favor y de la gracia del Señor. Pablo deja clarísimo esa enseñanza a lo largo de los primeros capítulos del libro de Romanos. El una y otra vez y otra vez le repite a los hermanos, no se crean que ustedes por ser judíos son mejor que el pueblo gentil. No se engañen. No crean que el ser descendientes de Abraham, que el ser poseedores de la promesa de Dios, que de tener como muestra de escogencia de Dios la circuncisión en el cuerpo de los varones, ustedes son mejor. Van a optar por la salvación más rápido que el pueblo gentil. No se la crean. No se equivoquen. Delante de Dios todos estamos en la misma condición de condenación. Usted y yo y cada ser humano que obtiene una realidad en su vida está condenado y va camino a la condenación, salvo que logre volver su mirada a la cruz, pueda confiar en el sacrificio que Cristo hizo en la cruz del Calvario y a partir de ahí pase lo que la Biblia dice que estamos muertos, pasamos a vida. Si yo puedo ver el sacrificio de Cristo y puedo creer que eso es suficiente para salvarme, mi confianza la deposito en eso. Dice la Biblia que Él me salva, que es suficiente y que yo no tengo que hacer absolutamente nada, nada. No puedo agregar, no puedo quitarle a eso. Es por gracia, es gratuito. Lo único que se requiere es mi confianza en ese sacrificio, creer que es suficiente, que es suficiente y que yo no tengo que hacer absolutamente nada. Es absolutamente por gracia, es absolutamente por gracia. Y gracia quiere decir favor inmerecido. Usted no lo merecía, yo no lo merecía. No hay un ser humano que merezca la gracia de Dios. No existe. No ha nacido ni va a nacer. Y Dios envió a su Hijo, a su único Hijo, a morir por usted y a morir por mí. Él pagó el precio de nuestra salvación. Y si usted y yo podemos confiar en eso, si cualquier ser humano puede confiar en eso, dice la Biblia, que ha pasado de muerte a vida y que ahora ya no es condenado, que ahora vive a través de la gracia del Señor. Esa es la primera gran lección que nos enseña el Libro de Romanos. El Libro de Romanos está escrito, dicen los especialistas, que es el libro que habla y propone y establece la salvación de Dios para el ser humano, su manera en cómo Dios la presenta en el propósito de Dios para el ser humano. Segunda lección que yo aprendí a través del estudio del Libro de Romanos. Se espera de usted y de mí, si hemos sido capaces de ver, de apreciar y de entender la magnitud del sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario y el impacto que eso tiene en mi vida actual y en mi vida eterna, entonces de usted y de mí se esperan los frutos, dice el apóstol, dignos de alguien que se ha arrepentido y que ha entendido el calibre de lo que se hizo en la cruz del Calvario. En Efesios, y aquí vamos a empezar, si usted tiene Biblia, muy bien, sino yo voy a leer para usted, son varios pasajes pero no los vamos a leer todos. Porque no solo el apóstol Pablo, Pedro, Santiago, Juan, varios autores hablan de esto, de lo que se espera de usted y de mí. Son instrucciones de cómo debemos vivir. Vamos a ir a Efesios 4, en el versículo 17, voy a leer una parte porque es extenso, no vamos a leerlo todo, pero voy a leer una parte para que usted y yo veamos lo que se espera de usted y de mí como hijos redimidos de Dios. Dice el apóstol Pablo en el capítulo 4 a la altura del verso 17, ahora les pido de parte del Señor Jesús que ya no vivan como los que no conocen a Dios, pues ellos viven de acuerdo con sus tontas ideas, son gente ignorante y terca, que no entienden nada y por eso no disfruta de la vida que Dios da. Han perdido la vergüenza, se han entregado totalmente a los vicios y se hacen toda clase de indecencias. Pero no es esto lo que ustedes aprendieron acerca de Cristo, porque ustedes oyeron el mensaje acerca de Él y saben vivir como Él manda, siguiendo la verdad que Él enseñó. Por eso ya no vivan ni se conduzcan como antes, cuando los malos deseos dirigían su manera de vivir. Ustedes deben cambiar completamente su manera de pensar y ser honestos y santos de verdad, como corresponde a las personas que Dios ha vuelto a crear para ser como Él. Después en el capítulo 25 dijo, por esto, o sea, por esa realidad, por ese resultado que es el que yo he entendido, que a mí me trajeron de muerte a vida, dice, por eso, dice el apóstol, ya no deben mentirse los unos a los otros, todos somos cuerpos, todos somos miembros de un mismo cuerpo. Y ahí sigue dando instrucciones. A la altura del capítulo 5, iniciando el 5, dice, ustedes son hijos de Dios y Él los ama. Por eso deben tratar de ser como Él es, deben amar a los demás, así como Cristo nos amó y murió por nosotros. Para Dios la muerte de Cristo es como el delicado aroma de una ofrenda. Ustedes son parte del pueblo de Dios, por eso ni siquiera se deben hablar de pecados sexuales, ni de decencias, ni de ambiciones exageradas. Y vuelve a dar una lista, un listado de conductas que son propias de la gente que ha sido lavada por la sangre del Señor. El capítulo 12 y 13 del Libro de Romanos son capítulos enteramente conductuales, hablan de conducta humana, habla, el apóstol Pablo dice, ahora sí, esa es la manera en la que ustedes deben de vivir. Se espera, hermano, hermana, se espera de usted y de mí frutos dignos, que sean, que los identifiquen. Usted y yo hoy tenemos una identidad diferente, ya nosotros no somos los mismos de antes. Hoy la identidad suya y mía está en función de lo que Dios hizo por nosotros. Hoy es la persona de Jesús y Su Espíritu Santo que vive en usted y en mí, el que nos da identidad. Y a partir de esa verdad maravillosa, usted y yo damos frutos. Que revelen esa identidad en usted y en mí, que sean dignos de personas que han sido lavadas por la sangre del Cordero, que han creído en el sacrificio de Jesús y a partir de eso viven. Y uno lee, por ejemplo, si termina de leer y lee con detalle, los capítulos 4 y 5 de Efesios, Pablo le está hablando, no le está hablando incoerentes, él les habla, no se emborrachen, no sean mentirosos, no sean inmorales sexualmente, no roben, no mientan. Y uno dice, ¿a quién le está hablando Pablo? Pablo le está hablando al pueblo de Dios, a la iglesia de Éfeso, no le está hablando a gente que no conoce. Pablo le está hablando a gente que conoce a la iglesia de Éfeso, le está hablando, porque él sabe que usted y yo tenemos una naturaleza caída, él lo sabía. A sabiendas de eso, claro y consciente de su naturaleza y de la mía, Pablo le habla a la gente y le dice, así es como deben vivir. Porque yo sé que todos renqueamos, aquí todos renqueamos, no del mismo pie pero todos renqueamos. Y empiezan a hablar, y repito, habla de borracheras, habla de inmoralidad, habla de robo, habla de mentira, habla de deshonestidad, habla de un montón de cosas. Y no le está hablando a gente que no conoce, le está hablando a gente que conforma al pueblo de Dios, pero que debe ir siendo transformada porque de usted y de mí, del pueblo de Dios, se espera la conducta coherente a lo que decimos creer. ¿Sí está de acuerdo conmigo? ¿Verdad que sí? Eso es lo que Dios espera, lo espera menos. Entendiendo hermano, quedando clarísimo algo, esas buenas obras, porque así lo proponen algunos otros apóstoles, esas buenas obras, esos frutos que usted y yo damos, son el resultado de la salvación, pero jamás, jamás serán un camino para obtener salvación, nunca. Tiene que quedarnos muy claro eso hermanos, son el fruto de la salvación, pero jamás serán lo que usted y yo hagamos para obtener el favor de Dios. La salvación es gratuita, como vimos antes, es gratuita, es por gracia y no por obras. No importa qué tan bueno sea usted, ni qué tan bonito se porte usted y yo, ni qué tan malo pueda ser y qué tan malo se pueda portar. Ni uno ni lo otro va a inclinar la balanza para que Dios lo salve a usted o me salve a mí. Lo único que va a hacer que él nos salve es su sacrificio. Y esto nos lleva al tercer punto. Necesitamos hermano, entender de manera correcta el concepto de justificación. Hace unos días atrás, hace un tiempo atrás, tuve la oportunidad de hablar de este tema acá. Y hablamos de lo que era la justificación, porque cuando usted y yo pensamos en justicia de Dios, muchas veces lo hacemos de una manera muy básica, muy elemental, muy humana. Pero Dios quiere que usted y yo entendamos la justificación como Él la diseñó, como Él la piensa, como Él quiera que sea entendido. De esto va a depender, en buena medida, nuestro avance o nuestro estancamiento en las cosas de Dios. Entender conceptos como los que estamos viendo. Y la justificación es un concepto que debe ser muy bien entendido. Y entenderlo como Dios quiere que sea entendido. Y entonces ¿tengo que tener el concepto claro en justificación? ¿Qué necesito tener claro? ¿Dónde necesito? ¿Qué cosas necesito entender y saber? Número uno, necesito hacerme la pregunta, ¿para qué Dios me hace justo? ¿Cuál es el propósito de Dios de hacerme justo, justa, justo? ¿Con qué propósito lo hace? ¿Será que Dios me hace justo o justa para hacerme más bueno, mejor persona? ¿Será que cuando Dios me justifica, Él quiere que yo sea más equitativo en mis apreciaciones, menos prejuicioso a la hora de emitir un juicio en la medida y con respecto a cualquier situación? ¿Será que Dios me hace justo para que yo me conduzca mejor y ya no haga tantas chanchadas como dice Fede? ¿Para qué? Para ninguna de esas cosas Él me hace justo, hermano. Dios no vino a hacerme justa y justo para ninguna de esas cosas que mencioné ahora. Cristo viene, Dios lo envía a este mundo y viene con un propósito, morir en la cruz, pagar sus pecados y mis pecados, pagar la deuda suya y mía, derramar su sangre para limpiar sus pecados y mis pecados y ponernos en paz con Dios. Esa es la misión de Cristo. A eso vino el Hijo de Dios, a morir en la cruz y a presentarnos justos ante Dios. Dice la palabra que es la propiciación, que Cristo es la propiciación y la propiciación es un sacrificio. Dice que Él es el sacrificio, que es la propiciación a sus pecados y a mis pecados. Hoy Dios nos ve a través de ese sacrificio. Hoy nos ve a través de la persona de Jesús en la cruz del Calvario. Para eso vino el Hijo de Dios, para poder que Dios me vea a través de ese sacrificio y entonces poder salvarme. De lo contrario no podría. De lo contrario no podría usted ni yo ser salvos. Solamente a través de la justificación que el Señor nos da al morir en la cruz. Él pagó sus pecados, pagó mis pecados y hoy nos presenta justos delante de Dios. Lo grande de la gracia de Dios, lo maravillosa que es su justicia en el ser humano. Que estas personas o cualquier otra persona, hermano, se vuelve a la cruz, acepte y confía en el sacrificio que Cristo hizo y es declarado justo y justa delante de Dios. Es así de magnífico, es así de glorioso, es así incomprensible por el ser humano. Esa es la justicia. Y la justicia de Dios no está en entredicho, no está en entredicho, no es ni ética ni moralmente cuestionable porque no se aplica en función de la maldad o de la bondad de un ser humano, se aplica a través del sacrificio de Cristo en su cruz. Es una maravilla, hermano, que aquí no importa, en esencia, la gracia de Dios cubre eso y cubre todo. Así de grande es, así de magnífica es la gracia. Por eso, repito, el carácter de Dios, ético-moral, no está en entredicho porque su justicia no se aplica a partir de lo bueno o de lo malo que hagamos. Es aplicada al ser humano a través del sacrificio de Cristo. No vino el Señor cuando hablamos de justicia y de que Dios va a hacer justicia para nosotros. Tendemos a pensar, ah, ok, Dios va a pelear mi causa, a vengar mi dolor, todas las maldades que me han hecho, Él va a hacer justicia para mí. No, hermano, no. Es que no le importa, no es que no tiene que ver con que a Dios le importe o no, todos sus traumas, todos sus sufrimientos, todos sus padecimientos, a Él le importan y le importan mucho. Pero Él no vino a vengar causas. Él no vino a, de una manera directa, a sanar su pasado. No vino a eso, hermano. Él vino a aplicar la justicia de Dios en el ser humano, poniéndolo en paz con Dios. Vaya conmigo a Lucas, por favor, para que veamos la realidad de esto. Lucas 12. La justicia de Dios no se aplica en la vida del ser humano. Nosotros pensamos que se hace justicia de Dios cuando al que nosotros concebimos malvado, le va muy mal, y al que nosotros concebimos bueno, le va muy bien. Y entonces decimos, Dios hizo justicia. No es así como aplica la justicia de Dios. Porque Dios, repito, no vino a pelear causas de nadie. Él vino a poner al ser humano en paz con Dios. En el capítulo 12, en el verso 13, vea lo que dice el Señor. Vea cómo tenemos la aclaración de esto. Dice, uno de los que están, el Señor viene enseñando ahí a la multitud, a la altura del verso 13, dice, uno de los que estaban allí le dijo a Jesús, Maestro, ordénale a mi hermano que me dé la parte de la herencia que me dejó nuestro padre. Jesús le respondió, a mí nada más que responde resolver el pleito entre tu hermano y tú. Fue claro. El Señor le dice, no se equivoquen. Yo no le vine a arreglar las broncas a nadie. Yo vine a ponerlo en paz con Dios. Abrir un camino libre y gratuito, dice la palabra, hasta el trono de gracia, hasta el lugar santísimo. Ahí somos limpios, somos depositores. Se nos deposita el Espíritu Santo y empieza a regenerar nuestras vidas a través de la palabra. No a través de pensamientos ni ideologías. No. Viene a regenerar nuestra vida a partir de la palabra. Y conforme vamos creciendo y madurando, y conforme la palabra va teniendo efecto en usted y en mí, vamos sanando, vamos madurando, vamos creciendo en el conocimiento de Dios. Y entendemos que nuestro paso por aquí es rápido, es fugaz. Que por aquí vamos como peregrinos y extranjeros. Que no deberíamos arraigarnos a nada, menos a rencores, a resentimientos, a dolores y etcétera. Que su meta y mi meta es eterna. Que su visión y la mía es lo eterno, no es lo de acá. Pero eso se logra cuando logramos madurar a partir del conocimiento de la palabra del Señor. Y empezamos entonces a darle valor, como dice el Señor, atesoren cosas allá. No aquí, dice, porque aquí el ladrón roba. La policía carcome. No atesoren aquí, dice, atesoren allá. Cambiamos la mentalidad, por eso el apóstol dice, cambien la mente. Transformen, renueven, eso es lo que conviene. Y a eso vino el Hijo de Dios, a ponernos en paz con Dios, a abrir un lugar, una entrada, un camino donde usted y yo podamos empezar a ser transformados por su Espíritu Santo a través de su palabra. Llegamos al último punto, y esto es maravilloso, la trascendencia de la iglesia y el servicio. Esa fue una lección maravillosa, gloriosa, maravillosa aprendida a lo largo del Libro de Romanos. Los primeros libros nos hablan de salvación, nos hablan de condición de ser humano. Los últimos capítulos de la Carta a los Romanos no es menos fascinante, no es menos de instrucción, no es menos... no nos da menos enseñanza. Cualquiera podría decir, ay, pero ahí Pablo habla, saluda a mucha gente y da muchas instrucciones. Hermanos, del capítulo 11 hasta el 16, si usted lo lee detenidamente, Pablo va paso a paso guiándonos, enseñándonos, instruyéndonos en dos verdades maravillosas, en dos lecciones maravillosas. Una, la trascendencia y la importancia de la iglesia. Crucial, es el grupo de personas, hijos e hijas de Dios que conforman su pueblo, sobre las cuales se deposita la responsabilidad de proclamar su reino, de reflejar su gloria y de ver sus bendiciones. Son fascinantes estos capítulos. Nos hablan de la importancia, del amor, de la compañía, del respaldo que se da en el pueblo de Dios. Cuando repetidamente el pastor nos ha dicho y nos ha enseñado, logramos establecer vínculos de peso, vínculos reales en la iglesia del Señor. Entonces la iglesia se vuelve ese soporte vital para usted y para mí. Somos acompañados, somos sostenidos, somos acuerpados en medio del pueblo de Dios. Se nos apoya en oración, se nos apoyan las necesidades económicas, se nos da cariño, nos soportamos y crecemos. Es increíble, si usted ve los capítulos a partir del 11, vemos cómo Dios tiene un propósito específico con Pablo y el propósito por el cual Pablo es traído y es renovado por el Espíritu. Él tiene un propósito, Dios tiene un propósito con Pablo y es usar la vida de Pablo para llevar el Evangelio y el mensaje de vida al pueblo gentil. Es el apóstol de los gentiles. Esa es la misión de Pablo y por eso, primero por la gracia de Dios y segundo por ese trabajo que Pablo hizo tantísimos cientos de años atrás. Hoy usted y yo estamos aquí hablando de la palabra, instruyéndonos en la palabra, aprendiendo del Señor. Porque el que no era pueblo vino a ser pueblo. El que no tenía ninguna conexión con Dios a partir de la prédica de la enseñanza que Pablo lleva al pueblo gentil, hoy somos, dice, ramas insertadas y venimos a ser parte del pueblo de Dios. Pablo es escogido, repito, por el Señor para llevar el mensaje. Y el Señor se valió de todo lo que tenía que valerse. Cuando Pablo es confrontado por Dios en su camino, cuando iba de camino, en una caravana, él cae al suelo. Y el Señor le habla ahí, todos, bueno, la mayoría conocemos la historia, y luego el Señor le dice a Ananías, le dice Ananías, le dice al Señor, ve a visitarlo, ora por él. Le dice, Señor, pero él persigue a tu iglesia, él mata a tus hijos. Y el Señor le dice, sate tranquilo, porque yo le voy a enseñar a Pablo lo que va a tener que padecer a causa de mi nombre. Yo lo voy a llevar por un proceso. Y vemos un proceso glorioso, maravilloso de Dios con Pablo. Lo llevó por un camino glorioso, pero de peripecias. Lo sostuvo y lo guardó en medio de tribulaciones impresionantes. Lo protegió, lo respaldó de una manera impresionante también, con milagros, con una enseñanza profunda y gloriosa del Evangelio. Hizo todo lo que tenía, Dios se valió de todo lo que tenía que ser con tal de que el propósito en la vida de Pablo y en el pueblo gentil se llevara a cabo. Hizo todo lo que tenía que ser para que eso se lograra. Y vemos a un hombre que se dispuso a vivir un proceso formativo de Dios en él y a obedecer sin cuestionar. Eso es impresionante. Vemos a un hombre también que amó a la iglesia del Señor por encima de sus necesidades y de su vida. Hay un momento dado en el libro de Romanos, cuando él dice que tiene un profundo dolor por su pueblo, por el pueblo judío. Dice, los cuales son hermanos en la carne. Dice, y por ello sufre profundamente. Yo estoy dispuesto. Nada más vea el nivel de vinculación que tenía Pablo y de claridad en lo que para él había sido llamado. Y él dice, es mi amor y mi dolor tan profundo por el pueblo de Dios, por mi pueblo, que yo estoy dispuesto a perder esto, a ser declarado maldito por amor a mi pueblo con tal de que ellos sean salvos. ¿Usted se imagina un nivel de vinculación así? Pablo era un hombre que sabía el valor, reconocía el valor de la iglesia de Dios, el valor del pueblo de Dios, el valor de cada hombre y cada mujer, joven y niño, anciano, al cual se le predicaba el evangelio para salvación. Él sabía que cada alma valía, que cada alma valía, su esfuerzo, sus tribulaciones, su dolor, su desgaste. Él sabía cuánto valía cada persona. Y por eso, él estuvo dispuesto a enfrentar cualquier cosa. Inclusive, repito, pasó por altos sus necesidades y aún estuvo dispuesto a dar su vida. Amó la iglesia de Roma, y eso es fascinante. Amó la iglesia de Roma de una manera tan impresionante, tan increíble, aún sin conocerla. Él escribió una carta gloriosa, todas unas instrucciones y unas cosas bellísimas, preciosas, que representaban el caminar, el poder caminar en libertad para todas aquellas personas. Y ya no arrastrar la condenación de la ley. Enseña a la iglesia de Roma cosas gloriosas, maravillosas. Y no la conocía. Y había grandes posibilidades de que él no llegara a conocerla. Sin embargo, con una pasión impresionante se entrega y enseña. Aprendemos eso de Pablo también, y del Libro de los Romanos. Recapitulando, cuatro lecciones aprendidas del Libro de Romanos. La salvación es por gracia. No hay un ser humano que sea digno de ella. Todos estamos en estado de condenación. Cristo viene, muere y salva. Paga el precio por mis pecados y me salva. Número dos, producto del entendimiento, de algo tan magnífico y tan glorioso, de saberme salvo por gracia, de manera gratuita. Hoy mi vida está dedicada a Él, a Su servicio, a Su alabanza, y a indagar cómo puedo agradarle y vivir para Él. Tercero, la justificación es la obra gloriosa de Cristo, donde me hace justo no para ser más bueno, no para ser mejor, no para ser más equitativo. Me presenta justo a través de Su sacrificio ante Dios para poder salvarme. Cuarto, entiendo el valor trascendental de la Iglesia de Dios y del servicio al pueblo de Dios a través de los dones que Él deposita en su vida y en mi vida. Alguien puede pensar a manera de conclusión ya. Dice la Biblia que los homicidios, las inmoralidades, las guerras y todo eso proviene, ¿sabe de dónde, hermano? Del corazón, dice. Ahí dice, esa es la raíz. Ahí dice, ese es el hervido, ese es el caldo de cultivo, dijo Jesucristo enseñándole a la gente. No se equivoquen. Nunca menciona al diablo, dice, no se equivoquen. Todas esas cosas perversas nacen del corazón del hombre. Pero allá en uno de los libros, en Juan, en Primera de Juan, el apóstol dice, porque para esto apareció el Hijo de Dios para deshacer las obras del diablo. Entonces, ¿de cuáles obras del diablo está hablando? En el Edén, el diablo engañó al hombre y a la mujer. Los hizo pensar y creer que ellos podían ser igual a Dios, que ellos podían estar a la altura de Dios. Los sedujo, los engañó y hoy sigue engañando a la gente. Y si usted y yo nos ponemos, nos va a engañar también. ¿Cómo nos engaña el diablo? Hermano, el diablo nos seduce. El diablo está ahí, se anda como león rugiente viendo a quién devorar, con sus argumentos. Nos hace pensar, como hizo pensar al hombre en el Edén y a la mujer, que ellos podían ser igual a Dios, que ellos no necesitaban a Dios. Nos pone la misma trampa hoy a usted y a mí. Nos pone a pensar muchas veces que usted y yo somos suficientes en nosotros mismos, que no ocupamos nada, que nos la jugamos bonito nosotros. Nos hace creer que lo más importante que usted y yo podamos obtener es el éxito, que eso es lo mejor, lo más importante. Nos hace centrarnos en nosotros mismos, nos hace postergar las cosas importantes, nos seduce y nos hace pensar que Dios puede esperar. Estoy siendo bueno, yo me estoy portando bonito y eso es suficiente, entonces Dios no tiene que reclamarme porque yo soy bueno. Nos seduce con ese tipo de pensamientos, nos hace pensar que Dios puede esperar porque yo estoy portándome muy bien, que la familia puede esperar, que las relaciones pueden esperar porque ahora yo soy el centro del universo, porque ahora yo soy lo más importante, porque mi éxito es lo que voy a perseguir. Y así sigue, haciéndonos, llevándonos a pensar que podemos hacer mezclas, fusiones de ideologías humanistas, orientales, superación personal, Biblia, que podemos hacer una fusión, una amalgama rarísima, que suena lindo y que podría funcionar en momentos dados, en episodios específicos y nos hace creer y nos hace centrarnos en eso. Esa es la obra del diablo. A eso vino Jesús, a deshacer esos argumentos, dice, a derribar todo argumento que se opone a la verdad y al conocimiento de Dios. A eso vino el Señor. Esas son las obras del diablo que vino a deshacer, hermano. Ayudarnos a entender que no hay nada por sobre la palabra de Dios, que no hay nada por sobre ella. Que su vida y mi vida tiene valor y sentido en el momento que Cristo es el centro, el fin y el medio de todo. Por Él, para Él y en Él son todas las cosas. Ahí cobra sentido. Cuando yo me doy cuenta de mi pobreza espiritual, de mi necesidad absoluta, de mi condenación y de la que la verdad única, absoluta y perfecta es que eso sólo se va a revertir a través del sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario. Quiera Dios enseñarnos estas y otras lecciones que son cruciales y trascendentes en la vida, para poder crecer y madurar y avanzar en el conocimiento Suyo. Para poder honrarlo a Él, vivir de tal manera que Él sea honrado, que sea glorificado, que sea bendecido a través de mis frutos y a servirle con pasión y con entrega. Y que podamos aprender, repito, lo que no sabíamos y despertar a lo que sabemos. Amén. Inclina su cabeza y vamos a orar. Agradecemos su atención. Si este material ha sido útil para usted, le rogamos que lo pueda compartir. Somos Olivo Verde Costa Rica.