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Comunión de los Santos

Comunión de los Santos

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The speaker discusses the themes of holiness, death, and the afterlife. They emphasize the importance of reflecting on the purpose and direction of one's life and the opportunity to accept or reject divine grace. They also mention the idea of a personal judgment after death and the concept of sanctity as living in union with Christ. The speaker encourages living each day as a child of God and being prepared for one's individual judgment. They mention that saints are those who reach eternal happiness with God. The speaker reflects on the beauty and richness of life and the potential for growth in holiness. They mention a quote from a non-Catholic musician about the idea of heaven and the presence of "saints next door." They also mention a humble woman who lived a heroic life and may have achieved sanctity through her ordinary actions. The speaker concludes by discussing the importance of a heavenly perspective and finding meaning in life beyond the idea of reward. Hola, hola. Bueno, no ando en el dispositivo, no sé qué pasa. Yo puedo abrirla. ¿Así está mejor? Sí. Estamos, este... Recién decía que... No sé si será así, pero el... El imágenes de ayer hablaba de la santidad. El día habla de la resurrección de Lázaro. Y el del sábado, este... Habla sobre una piedra de cerros que se tira al precipicio. Esto es lo que nos tiene que ver con la realidad que se va a vivir esa semana. Pero bueno... Esta fecha que estamos viviendo... Que entramos a ver el tema de... Ayer, primero de noviembre, Día de Todos los Santos. Y hoy Día de los Fieles Difuntos. Nos... Ayudan a ponernos, este... En un... Una vez al año. En un momento de... Recordar... Que... Nuestra vida... En algún momento... Se va a terminar. Y entonces... Está bueno que lo pensemos, que nos lo planteemos. Y tenemos que pensar... No como... El final y que todo se termina. Sino como el momento de replantearnos... Como... El sentido y el horizonte de nuestra vida. El empezar a pensar... ¿Qué estoy haciendo? Y hacia dónde voy. La muerte pone fin a la vida del hombre como... Tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina... Manifestada en Cristo. Que lindo... O que bonito, ¿no? Empezar a pensar esto, ¿no? Que mi vida... El transcurrir de mi espacio temporal aquí en esto que estamos movidas... Es esa oportunidad que tengo para aceptar o rechazar... La gracia divina. Para aceptar el amor de un Dios... Que me ama a pesar de mis errores, a pesar de mis faltas. Y empezar a analizar entonces... Cómo correspondo diariamente a ese amor. Entonces, más que pensar en un simple hecho de morir... Y pensar, bueno, que voy a dejar a la gente cuando me vaya... No hablando de cosas materiales... Como se preocupa mi familia por el terreno que nos va a dejar la tía Aida... Pero bueno, no viene el caso. Que creo que no nos va a dejar nada, no importa. Pero bueno, no importa. No viene el caso, pero... ¿Qué pensamos nosotros que vamos a dejar a los demás? No es el sentido de la vida. El sentido de la vida es pensar... ¿Qué es lo que nos vamos a encontrar después? El sentido de este tiempo. Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna... En un juicio particular que refiere su vida a Cristo. Bien a través de la purificación... Bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo... Bien para condenarse inmediatamente. En este sentido, San Juan de la Cruz habla del juicio particular de cada persona... Señalando... A la tarde del amor... A la tarde de la vida te examinarán en el amor. Considerando esto, considerando que la vida tiene finitud... Considerando que vamos a... Si Dios quiere, ojalá llegárselo en algún momento... Podríamos ir por la vida pensando que Dios es un cazador, ¿no? Que está esperando que saquemos la cabeza... Como los conejos, ¿no? Que sacan la cabeza de la madriguera y le pegan un tiro. El otro día había un short de cómo mataban a ratas en un campo de noche. Estaba buenísimo. Con aire comprimido, ¿no? Y el tipo tiene una puntería increíble. Con una night vision. Y entonces estaba esperando, agazapado, esperando que... Que saque la cabeza de la rata y le pegue justo en el ojo. Y a veces pensamos, ¿no? Eso de que Dios es el cazador que está esperando... Que como alimañas saquemos la cabeza y... ¡Fua! El tiro, ¿no? Y no nos damos cuenta... Que Dios es ese jardinero... Que está esperando que la flor o la... O la planta esté en su mejor momento. Que dé un fruto espectacular. Para ahí cosecharlo, ¿no? Y como fruto maduro de la vida presentarlo en la casa celestial. A veces nos lo pensamos. Somos jóvenes. Algunos más jóvenes que otros. No tenemos la edad de Emma todos. Pero... A veces es bueno ponernos a pensar... ¿Qué me espera en mi vida eterna? Si hoy pasara, pasase a rendir cuentas a Dios... ¿Qué sería de mi vida? ¿Qué sería de ese juicio particular que Dios me tomaría a mí? Hablamos la semana pasada y vamos a hablarlo más concretamente. Hablamos la semana pasada y vamos a hablarlo más concretamente. En las semanas que vienen. De la fiesta de Cristo Rey que es ahora el 26 de noviembre. Bueno, pensar, empezar a pensar. ¿Dejo que diariamente Cristo reine en mi corazón? Tengo que ser consciente de que no tengo la vida comprada. Dice el Evangelio... A nadie se le garantizó el día de mañana. Y a veces nos choca este de... A nadie se le garantizó el día de mañana con la idea de... A cada día le basta su propio afán. Que dice el Evangelio. Y parecen dos ideas que son contradictorias. Nadie se le garantiza el día de mañana pero a cada día le basta su propio afán. Pero son ideas complementarias. Que nos ayuden a centrarnos en ese vivir cotidiano que tenemos. Tenemos que empezar a vivir sin arrepentirnos. No significa vivir pecando, ¿no? Significa tener conciencia de que vivimos, de que somos, en nuestro existir cotidiano, hijos de Dios. Y por lo tanto, tener una sola actitud ante las cuestiones cotidianas. Obviamente, si las vino, si meto la pata, le pido perdón y vuelvo a empezar. Y le pido más fuerza para hacer las cosas. El verdadero cristiano está siempre dispuesto a comparecer ante Dios. Porque en cada instante, si lucha para vivir como hombre de Cristo, se encuentra preparado para cumplir su deber. Me hizo gracia que hable usted de cuenta. Que hable usted de cuenta que le pedirá nuestro Señor. No, para usted no será juez en el sentido austero de la palabra, sino simplemente Jesús. Esta frase escrita por un obispo santo, que ha consolado más de un corazón atribulado, bien puede consolar el tuyo. Son palabras de Jesucristo. Que nos ayudan a centrarnos, quizás más en ese juicio particular. En esa idea que tenemos del primero de noviembre, que es el día de los santos. Bueno, quienes llegarán al cielo, quienes verán a Dios, aparte de las viraventuranzas que tenemos, los que llegarán al encuentro definitivo con Dios, son los santos. ¿Y qué es ser santo? Benedicto XVI decía, La santidad, la plenitud de la vida cristiana consiste en unirse a Cristo, en vivir sus misterios, en hacer nuestras sus actitudes, sus pensamientos, sus comportamientos. La santidad se mide por la estatura que Cristo alcanza en nosotros. Por el grado como con la fuerza del Espíritu Santo, modelamos toda nuestra vida según la suya. Es ser semejantes a Jesús como afirma San Pablo, porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo. La santidad es un crecer en caridad sin limitarnos. Es dejar, como dice el Papa, como dice Benedicto XVI, el Papa Emerito, que la estatura de Cristo crezca en nosotros. Y Cristo no tiene límites, porque amó sin límites. ¿Cuántas cosas nuevas has descubierto? Sin embargo, a veces eres un ingenuo y piensas que has visto todo, que estás ya enterado de todo. Luego, tocas con tus manos la riqueza única e insondable del tesoro de Jesucristo nuestro Señor, que siempre te mostrará cosas nuevas. Si tú respondes con amor y delicadeza, y entonces comprendes que estás al principio del camino, porque la santidad consiste en la identificación con Dios, con ese Dios nuestro que es infinito e inagotable. Si tú respondes con amor y delicadeza, es infinito e inagotable. Por lo tanto, la pregunta, ¿quiénes van al cielo? Cielo inferno y purgatorio, que son los que vamos a hablar un poquito, a la hora de la santidad nos toca hablar de ese tema, y a la hora de los difuntos nos toca hablar de ese tema. Yo sé que muchos, los de la edad de mi época, han visto esa película que dice, todos los perros van al cielo, bueno, sí, todos los perros van al cielo, pero también los que son santos. Facundo Cabral, un cantautor argentino, hablando de la muerte, decía, no hay muerte, hay mudanza. Y del otro lado te espera gente maravillosa, Gandhi, Miguel Ángel, Whitman, San Agustín, la madre Teresa, tu abuelo y mi madre, que creía que la pobreza está más cerca del amor, porque el dinero no distrae con demasiadas cosas y nos aleja porque nos hace desconfiados. Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la tierra es tan corto que sufrir es una pérdida de tiempo. Tenemos para gozar las niñas del invierno y las flores de la primavera, el chocolate de la perulla, la baguette francesa, los tacos mexicanos, el vino chileno, los mares y los ríos, el fútbol de los brasileños, las mil y una noches, la dina comedia, el Quijote, el Pedro Páramo, los boleros de Manzanero y las poesías de Whitman, la música de Mahler, Mozart, Chopin, Beethoven, las pinturas de Caravaggio, Jempland, Velázquez, Picasso y Tamayo, entre tantas maravillas. Este tipo que no era católico, que vivía una felicidad a su forma, decía eso, ¿no? Creía en un cielo efectivamente donde estaban tanta gente buena, donde estaban, como dice el Papa, esos santos de la puerta de al lado. Todas esas personas que nos cruzamos y que nosotros no sabemos cómo viven, pero se nota que hay lucha. Hace un par de años el Papa Francisco se encontró con unas personas de la obra y les dijo, bueno, a ver cuándo empieza la causa de canonización para María Clinton. María Clinton era una mujer, lo vimos en un video la vez pasada, muy humilde, que trabajaba de costurera, vivía en un conventillo en Buenos Aires, vivió toda su vida ahí y se sacrificaba. Y entonces ella cuando san José María vino a Argentina le dijo, padre, nunca en mi vida tuve la necesidad de tener dinero y siempre viví la pobreza y nunca me molestó. Y ahora siento de verdad el ser pobre porque no tengo nada para regalarle. Bueno, esa mujer que vivió la vida ordinaria de forma fantástica seguramente llegó a la santidad porque vivió en cada momento una vida heroica, la santidad de la vida cotidiana. Cuando no vemos más, pensar en ese cielo, como ese lugar maravilloso nos puede impulsar a seguir adelante y quizás es la razón que le da sentido a nuestra vida, pero no tenemos que vivir como si fuera una recompensa, como si el cielo fuera una recompensa, aunque es útil y funcional pensarlo. Y es justo, interesante, es justo que mezclamos el cielo después de una vida de sacrificio. Pero quizás lo que más alegría nos pueda dar es que en ese momento nos encontraríamos con el ser que más nos ama en el universo. Y entonces será la felicidad, la felicidad que se da en el cielo a quien ha sabido ser feliz en la tierra. Porque esta vida que estamos viviendo nosotros, vamos a hablar de esta iglesia militante, que somos nosotros los que estamos aquí, estamos llamados a mejorar el lugar donde vivimos, pero también a encontrar felicidad en el camino cotidiano. Quien no sabe ser feliz en la tierra no va a ser feliz en el cielo, y esto es un anticipo del cielo. Hablamos recién del juicio particular, bueno, la pregunta también es cómo o en qué consiste el juicio final. ¿Cuándo va a ser? La verdad que el único que ha visto el cielo es San Pablo y dijo en su momento, ni ojo vio ni oído yo, lo que Dios tiene preparado para los que le aman. Pero hay un prefacio de la misa que a mí me gusta mucho y que no nos ayuda a entender lo que es el juicio final, lo que va a ser el cielo, pero nos da de la forma muy poética, muy bonita, quizás una aproximación a lo que podamos entender cómo será ese juicio. Es nuestro deber cantar en honor, himno de bendición y de alabanza al Padre Todopoderoso principio y fin de todo lo creado. Tú has querido ocultarnos el día y la hora en que Cristo, tu Hijo, Señor, Hijo de la Historia, aparecerá sobre las nubes del cielo revestido de poder y gloria. En aquel día tremendo y glorioso al mismo tiempo pasará la figura de este mundo y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva. El Señor se manifestará entonces lleno de gloria, el mismo que viene ahora a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento para que recibamos en la fe y para que le demos testimonio por el amor de la espera dichosa de sus reinos. Es interesante, esto a mí siempre me sorprendió, el hecho de esa combinación de lo que es por un lado tremendo, pero por otro lado glorioso. Cuando ves que alguien dice una barbaridad, me pasa muy seguido con algunos presentes, dicen no, no puede decir esta cosa tan tremenda. Bueno, el juicio final va a ser una cosa tremenda, pero al mismo tiempo glorioso, no nos imaginamos y no hay palabras para que lo describan. Todos estamos llamados a la santidad, la santidad es una vocación universal, porque Jesucristo mismo ha dicho, sed santo como mi Padre Celestial es santo. Y sed perfectos porque yo soy santo. Por lo tanto debemos confiar en Jesucristo que vamos a llegar a la santidad, porque Él nos da la fuerza y nos da la posibilidad de ser santos. Todos los fieles de cualquier estado o condición están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad y esta santidad suscita un nivel de vida más humano incluso en la sociedad terrena. Todos estamos llamados a ser santos, viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio de las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra. ¿Eres consagrado o consagrada? Dice esto el Papa Francisco en el Gaudete Exsultante. Sed santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado o por pedirle casamiento a tu novia? Sed santo amando, ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sed santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sed santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sed santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales. Fijate que esto que dice el Papa en el Gaudete Exsultante nos incumbe a todos porque todos tenemos un trabajo, todos tenemos autoridad. Por lo tanto, esa santidad está en lo cotidiano para nosotros. Dentro de la Iglesia encontramos ordinariamente todos los medios para la salvación, para llegar a la santidad, para entrar al cielo. Obviamente que los que no son bautizados viviendo una vida recta pueden llegar también a la salvación. Eso es lo que le pasó a San Agustín. Tengo un amigo que me decía una vez, no sé si sabrás, pero San Agustín se bautizó a los 30 años, pero antes fue un tipo súper pecador. Entonces mi amigo me decía, yo voy a ser como San Agustín, voy a vivir pecando y después me voy a arrepentir y voy a vivir la santidad. Pero claro, hay un detalle importante que no nos damos cuenta, que San Agustín se convirtió y cambió para siempre. O sea, no volvió a caer en un pecado grave, seguramente cayó en varios pecados, pero trató de no caer en un pecado grave y vivió luchando toda su vida. Si nosotros vivimos como paganos un montón de tiempo y decimos así, voy a ser como San Agustín, hay que tener en cuenta que San Agustín cambió para siempre. Pero habitualmente la santidad la podemos encontrar con los medios que nos da la Iglesia. Porque ordinariamente la salvación está dentro de la Iglesia, a través de los sacramentos, de la misa, de confesarnos. ¿Cómo llegamos a la santidad? Para ser santo es necesario acoger libre y humildemente la gracia de Dios y cooperar con nuestros esfuerzos para dejarnos transformar por él. No se trata de hacer todo bien, de ser perfecto, alcanzar una meta o unos valores determinados. Sino de luchar por vivir cada día más unidos a Dios. De que toda nuestra actividad, nuestros pensamientos, nuestros deseos se ordenen a la caridad que Jesús nos enseñó. Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Tenemos que poner por obra lo que Dios nos enseñó. Lo que Dios nos pide. Y digo, dentro de la Iglesia están los medios para llegar a la salvación. Bueno, los sacramentos, la Eucaristía, la oración, la mortificación. Dejando de lado algunos gustos y ofreciendo eso. El preocuparme por los demás, el ejercitarme las virtudes. Porque lo que nos hace llegar a Dios es la caridad. Es difícil el objetivo de la santidad, pero para eso tenemos la gracia de Dios. Pidiéndole a la Virgen, Madre mía, con tu ayuda, Señor, con tu gracia. Obviamente que vuelvo a lo mismo, ¿cómo voy a obtener gracia? Bueno, habitualmente dentro de la Iglesia con los sacramentos. Lo del autismo, la Eucaristía, la confirmación, la confesión. Y después vivir en el mandamiento del amor, que se materializa, como te digo, en el trato con Dios, que es la oración. En vivir sirviendo a los demás a través de los actos de caridad. Y eso me hace ser un tipo virtuoso. El signo distintivo de los primeros cristianos era justamente que todos lo veían y decían miren cómo se aman. Tenemos ejemplos de cómo vivir la santidad en los santos y en las personas que nos han precedido. Los santos conocidos y los santos de la puerta al lado. Por lo tanto, hay que empezar a hablar de los tipos de Iglesia que hay, que son la Iglesia purgante, la Iglesia militante y la Iglesia triunfante. La Iglesia purgante es los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados. Aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo. Es decir, los que están en la Iglesia purgante son los que han creído en Dios, han muerto en gracia, pero les falta purificar su alma para entrar al cielo. Y aquí surge una pregunta que se hace mucho. Bueno, muchos dicen, no, pero Dios es misericordioso y todas las personas van al cielo, no hay nadie que no se salve. Bueno, genial. Dios es misericordioso es verdad, pero también es justo. Y si vos decidís vivir una vida de picado, si decidís vivir un infierno en la tierra, ¿para qué vas a ir al cielo? ¿Para qué vas a pasar a compartir con Dios? Si vos elegiste libremente vivir dándole la espalda a Dios. En definitiva, la condenación no es de Dios, sino la condenación es tuya, es personal. Porque, vos elegiste ese camino de perdida. Ahora, hay gente que la lucha, como somos todos, pero nos falta, porque somos pecadores, entonces lo que hacemos es pasar purgando. No tengo aquí la nota, la iba a buscar, pero estaba viendo un tomo de meditaciones que decía algo así, como que cuando uno llega a la presencia de Dios entrando al camino al cielo, después del juicio particular, y uno ve la magnificencia de Dios, la grandeza, dice que el cielo no tiene puertas, que uno puede decidir entrar, pero se da cuenta de que está tan impuro para estar cerca de Dios que decide purificarse automáticamente, pasar por el purgatorio. Después del purgatorio, se pasa a lo que es la iglesia triunfante, que es el cielo, el compartir eternamente con Dios. Y después está la iglesia militante que somos nosotros los que estamos en esta vida y la tenemos que pegar todos los días. Esto, estas tres clasificaciones de iglesia hacen lo que se llama la comunión de los santos, la comunión de los santos que se divide en dos partes. Una parte es la comunión que tenemos entre las personas santas que nos sentimos ayudados unos por otros, porque nos vemos y, che, vas a mi casa, y me vas a la iglesia, y me vas a la iglesia, y me vas a la iglesia, y me vas a la iglesia, y me vas a la iglesia, porque nos vemos y, che, vas a misa, o, che, vienes a la charla, y hacemos cosas buenas, y que se yo, y hacemos un ambiente como más o menos queriendo pelear todos en el mismo sentido. Pero también está la parte espiritual de la comunidad de los santos. Nosotros participamos por la comunidad de los santos y los bienes espirituales. Acuérdate, no sé si te acuerdas la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro, que Lázaro va al cielo y Epulón va a la condenación. Y entonces, en un momento, Epulón lo mira a Lázaro con Abraham, y le dice, te ruego, pues, Padre, que envíes a casa a mi padre a Lázaro, pues tengo cinco hermanos, de modo que los prevengas, de que Lázaro los prevenga, para que ellos no vengan también al tormento. Pero Abraham le dijo, ellos tienen a Moisés y a los profetas, que los oigan. Epulón contestó, no, Padre Abraham, sino que si alguno va de entre los muertos, ellos se arrepentirán. Pero Abraham le contestó, si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán si alguno se levanta de entre los muertos. Nosotros tenemos la posibilidad ahora de, esto lo cuenta el Evangelio, lo cuenta Jesucristo, y ha pasado la doctrina del infierno y del cielo después, pero hoy en día nosotros tenemos la posibilidad de rezar por esas almas del purgatorio, por esas personas que están sufriendo un tormento, pero que pueden salir y encontrarse con Dios. Y esas son oraciones de ida y vuelta. No lo hacemos por una cuestión de que nos convenga, sino porque también dentro de eso encontramos el cariño y el amor. José María decía, de la forma muy bonita, que el purgatorio era como una fila larga, y entonces iban entrando los que tenían que pasar, y bueno, se iba abriendo la puerta y pasaba cada uno cuando rezaba por el alma del purgatorio. Entonces, cuando rezamos por el alma del purgatorio, no importa si queremos rezar por algún pariente en particular, lo hacemos, pero podemos rezar también por almas del purgatorio que no conozcamos. Y entonces, Señor, que pase el que tenga que pasar. Y así concedemos la gracia de que haya un santo más en el cielo. Obviamente, sabemos cuáles son las condiciones para conseguir las indulgencias, confesarse dentro de la semana, recibir la Sagrada Comunión, llorar por el Santo Padre, y en el caso de las indulgencias penarias en la época de noviembre, es hacer una visita a un cementerio o a un lugar donde haya un difunto. Por ejemplo, si uno va a la catedral acá en Santiago, está la tumba de los obispos y uno puede rezar por un alma del purgatorio, no necesariamente por esa, y salen liberados. ¿Por qué rezar por los difuntos? Bueno, primero por esto que te digo, que no lo esperamos, no tenemos con esa visión de bueno, yo te rezo para que vos me des, pero los santos son muy agradecidos, son muy agradecidos. Son muy agradecidos. Entonces, eso es una cuestión interesante para pensarlo. Después también porque quizás a nosotros el día de mañana nos gustaría que la gente reze por nosotros. Tenemos la capacidad de interceder por lo demás, ¿no? Si pedimos la intercesión del santo por nosotros, también podemos interceder por esas personas que están en el purgatorio. Después, porque es un acto de fe. Yo creo, como decíamos en el credo, en la resurrección de la carne, en la vida eterna. Bueno, ¿crees eso? Bueno, manifestalo con obras. Yo rezo específicamente por las almas del purgatorio. Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha ahorrado la memoria a los difuntos y ha ofrecido sufragio en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, para que una vez purificados puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda la limosna, la indulgencia y las obras de penitencia en favor de los difuntos. Ya he metido el tema de la santidad y de los difuntos, y una cosa que me queda para decir es que podemos aprovechar este considerar también los fieles difuntos, el pensar en los difuntos, para pensar en nuestros seres queridos y utilizarlos como despertadores de la presencia de Dios. Cuando quiera hacer oración y no me salgan las cosas, bueno, puede servirme el hecho de pensar que estoy hablando con mi abuela o con mi abuelo o con mi bisabuelo y contarle cosas, ¿no? Me va a ayudar eso, a tener presencia de Dios durante el día, a poder pedirle a esos parientes que tengo en el cielo que me lleven cada día un poco más a Dios, que me hagan olvidarme de mí mismo y que sean mis intercesores ante Dios. Imagínate qué mejor que tu abuela, tu abuelo, tus tíos, tus parientes sean los que intercedan por vos ante Dios, ¿no? Obviamente siempre tenemos el camino seguro y segurísimo que es la Virgen y a quien le podemos pedir lo que queramos. Justo en misa había un chiquito que ahora ha tenido ocho años, ¿no? Y menos también. Y se lo veía como rezaba, había acordado de cómo hacía la acción de gracias y rezaba de rodillas y no tenía a ningún grande lado, ¿no? Y yo por lo menos pensaba, qué lindo, ¿no? Porque la donación de los niños es muy bien recibida por Cristo, por Dios. Y si nosotros aprendiésemos a usar, a rezar como ese niño, sería fantástico. Con esa sencillez, con ese cariño, con esa fe. ¿Y de dónde aprenden los niños a rezar? ¿De su mamá? Habitualmente de la mamá, de la abuela, pero habitualmente de la mamá. Y Jesús aprendió a rezar de su madre. Pidámosle a la Virgen que nos enseñe eso, que nos enseñe a rezar como le enseñó a Jesús, para que nuestro trato con Dios sea de verdad y para siempre un trato de padre con hijo. Santa María, lleno de gracia, santificativo, bendito seas ante todas las mujeres, y hazte el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, regámonos nosotros pecadores, amado y amado en nuestra muerte. Santa María, Esperanza Nuestra, y Santo Andrés, regámonos nosotros.

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