A person is transported back in time to a place of their choosing for only two days. They must rely on their memory to capture the surroundings and find their way back. The person arrives in a distant place with no technology, seeing a walled city and crucified men. They hide and hear people speaking a strange language. They experience fear and witness a thunderstorm. The next day, they observe that the main cross is gone and wonder what to do. Eventually, it is revealed that the person chose to stay in that time period and left a message expressing gratitude for the experience. It is suggested that they became a witness to the resurrection of Jesus. The story ends with the mention of a Roman named Claudius who also testified to the resurrection.
Un salto en el tiempo. SĂ, es un salto en el tiempo. Usted va a ir de esta Ă©poca a ese lugar que usted desea. Por eso el aviso es muy claro. Por eso necesitamos a viajeros, para que sepan, conozcan la historia, vean en quĂ© momento histĂłrico estĂĄn y de ahĂ sale el lugar preciso, porque van a tener que estar solamente dos dĂas, veinticuatro horas y luego regresar. Y listo. Usted va a una Ă©poca en donde no hay tecnologĂa.
Su memoria va a tener que ser crucial. Va a tener que fotografiar en tĂ©rminos de memoria todo el entorno natural al cual llega, para despuĂ©s buscar ese lugar y regresar. Le aconsejo que al menos haga una marca, ponga algunas piedras. Va a un lugar muy lejano, tal vez muy difĂcil de que seamos muy precisos, pero de que va a llegar a esa Ă©poca es probable que asĂ sea. Hasta pronto. ÂĄEy, ey, pero espĂ©renos! Y se cerrĂł la compuerta y vino un zumbido enorme y todo su entorno desapareciĂł y se vio sentado ahĂ entre unos matorrales, con las piedras, se levanta y de pronto ve allĂĄ al fondo, como hacia abajo, una ciudad amurallada y aves de rapiña que revolotean sobre su cabeza.
Y mira hacia atrĂĄs, porque hay bullicio y hay tres cruces y tres hombres estĂĄn crucificados. Y rĂĄpidamente se esconde, se mete entre las hierbas, entre los matorrales, y de pronto escucha a personas que van pasando hablando una lengua extraña. Como Ă©l pidiĂł a esa Ă©poca, dedujo que podrĂa ser alameo o las lenguas vernĂĄculas del lugar, esos dialectos. SintiĂł temor. Se vio con su propia ropa de un siglo, de una Ă©poca que no correspondĂa a aquella. Su deseo imperioso era ir y ver, y ver a quienes estaban ahĂ crucificados.
ÂżHabrĂĄn sido ellos? ÂżHabrĂĄ sido ese señor, ese predicador? PensĂł Ă©l, como amante de la historia. ÂĄQuĂ© fantĂĄstico serĂa poder verlo! Pero agazapado entre los matorrales y entre las rocas que habĂan ahĂ, sintiĂł temor. Y de pronto, una ventanera, el sol cĂĄlido que lo habĂa recibido, de pronto se fue desmaneciendo y el cielo se cubriĂł con nubes tormentosas. Y de pronto un remesĂłn se sintiĂł por lo que era un temblor. Y un relĂĄmpago y unos truenos espantosos rompieron el silencio y era como que el cielo se rompĂan mil pedazos.
Y la gente temerosa comenzĂł a huir del lugar. De pronto, entre las hojas de aquella pequeña arboleda que lo protegĂa, en cierto modo, ve a unos señores vestidos a la osanza de los antiguos legionarios romanos, que pasan a unos treinta metros del lugar de donde Ă©l se encontraba. ÂĄQuĂ© ganas de poder salir! ÂĄQuĂ© ganas de poder ir a ver! ÂĄQuĂ© magnĂfica experiencia estaba en ese momento viviendo! TenĂa veinticuatro horas, veinticuatro horas para poder ver ese momento crucial.
Su temor era su vestuario. ÂżCĂłmo podrĂa Ă©l justificar ese vestuario? No conocĂa, ademĂĄs. El idioma, el dialecto. Y ahĂ se quedĂł agazapado, escondido. Y fueron pasando las horas hasta que anocheciĂł. Y ahĂ saliĂł. SaliĂł de ese escondite, de entre esas grandes zarzamoras o arbustos que habĂa ahĂ. La cruz principal ya no estaba. Las otras dos estaban ahĂ, pero los cuerpos de aquellos habĂan sido removidos. LlorĂł en silencio. No supo quĂ© hacer, quĂ© decir. Estuvo observando. TratĂł de hacer memoria.
TratĂł de hacer memoria. Recordaba pasajes de aquella historia. Recordaba a dĂłnde habĂan ido luego aquellas mujeres. Y recordaba tambiĂ©n aquello que le habĂan dicho que Ă©l habĂa de oĂdas escuchado cuando era niño. Un ĂĄngel que decĂa, «¥Ey! ÂżPor quĂ© buscas a los vivos entre los muertos?» Y Ă©l se preguntĂł, «¿PodrĂ© ser yo testigo de esa resurrecciĂłn? ÂżPodrĂ© estar ahĂ? ÂżPodrĂ© verlo? Pronto voy a cumplir las primeras veinticuatro horas». Supuestamente hoy es el primer dĂa. Y mañana se produce ese gran evento.
«¿QuĂ© hago? ÂżQuĂ© hago?» se dijo Ă©l. Y el detalle no lo sabemos. Pues cuando los operadores de este sistema de viajeros activĂł el regreso, solamente encontraron un pergamino. Un pergamino con mĂĄs de dos mil años de historia. Y ahĂ escrito, en nuestro idioma local actual, que decĂa, «Gracias por esta experiencia. He conocido la verdad y la vida. He decidido quedarme aquĂ. Pertenezco a este mundo. Gracias». Vio entender claramente que se habĂa quedado allĂĄ, a vivir aquella historia apasionante relacionada con lo que es la resurrecciĂłn de JesĂșs.
Y Ă©l resucitĂł, supuestamente, porque ya estaba hartado de este mundo. Y se quedĂł allĂĄ. No se supo mĂĄs ver, al alemĂĄn le interesĂł tampoco ir en su bĂșsqueda. Solamente algo cambiĂł la historia. Pues en algunos textos apĂłcrifos aparece un tal Claudius. Un tal Claudius que da testimonio de la resurrecciĂłn de nuestro Señor Jesucristo. Un romano. Extraña historia, Âżverdad? Hasta pronto.