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viajeros 2

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A person is transported back in time to a place of their choosing for only two days. They must rely on their memory to capture the surroundings and find their way back. The person arrives in a distant place with no technology, seeing a walled city and crucified men. They hide and hear people speaking a strange language. They experience fear and witness a thunderstorm. The next day, they observe that the main cross is gone and wonder what to do. Eventually, it is revealed that the person chose to stay in that time period and left a message expressing gratitude for the experience. It is suggested that they became a witness to the resurrection of Jesus. The story ends with the mention of a Roman named Claudius who also testified to the resurrection. Un salto en el tiempo. Sí, es un salto en el tiempo. Usted va a ir de esta época a ese lugar que usted desea. Por eso el aviso es muy claro. Por eso necesitamos a viajeros, para que sepan, conozcan la historia, vean en qué momento histórico están y de ahí sale el lugar preciso, porque van a tener que estar solamente dos días, veinticuatro horas y luego regresar. Y listo. Usted va a una época en donde no hay tecnología. Su memoria va a tener que ser crucial. Va a tener que fotografiar en términos de memoria todo el entorno natural al cual llega, para después buscar ese lugar y regresar. Le aconsejo que al menos haga una marca, ponga algunas piedras. Va a un lugar muy lejano, tal vez muy difícil de que seamos muy precisos, pero de que va a llegar a esa época es probable que así sea. Hasta pronto. ¡Ey, ey, pero espérenos! Y se cerró la compuerta y vino un zumbido enorme y todo su entorno desapareció y se vio sentado ahí entre unos matorrales, con las piedras, se levanta y de pronto ve allá al fondo, como hacia abajo, una ciudad amurallada y aves de rapiña que revolotean sobre su cabeza. Y mira hacia atrás, porque hay bullicio y hay tres cruces y tres hombres están crucificados. Y rápidamente se esconde, se mete entre las hierbas, entre los matorrales, y de pronto escucha a personas que van pasando hablando una lengua extraña. Como él pidió a esa época, dedujo que podría ser alameo o las lenguas vernáculas del lugar, esos dialectos. Sintió temor. Se vio con su propia ropa de un siglo, de una época que no correspondía a aquella. Su deseo imperioso era ir y ver, y ver a quienes estaban ahí crucificados. ¿Habrán sido ellos? ¿Habrá sido ese señor, ese predicador? Pensó él, como amante de la historia. ¡Qué fantástico sería poder verlo! Pero agazapado entre los matorrales y entre las rocas que habían ahí, sintió temor. Y de pronto, una ventanera, el sol cálido que lo había recibido, de pronto se fue desmaneciendo y el cielo se cubrió con nubes tormentosas. Y de pronto un remesón se sintió por lo que era un temblor. Y un relámpago y unos truenos espantosos rompieron el silencio y era como que el cielo se rompían mil pedazos. Y la gente temerosa comenzó a huir del lugar. De pronto, entre las hojas de aquella pequeña arboleda que lo protegía, en cierto modo, ve a unos señores vestidos a la osanza de los antiguos legionarios romanos, que pasan a unos treinta metros del lugar de donde él se encontraba. ¡Qué ganas de poder salir! ¡Qué ganas de poder ir a ver! ¡Qué magnífica experiencia estaba en ese momento viviendo! Tenía veinticuatro horas, veinticuatro horas para poder ver ese momento crucial. Su temor era su vestuario. ¿Cómo podría él justificar ese vestuario? No conocía, además. El idioma, el dialecto. Y ahí se quedó agazapado, escondido. Y fueron pasando las horas hasta que anocheció. Y ahí salió. Salió de ese escondite, de entre esas grandes zarzamoras o arbustos que había ahí. La cruz principal ya no estaba. Las otras dos estaban ahí, pero los cuerpos de aquellos habían sido removidos. Lloró en silencio. No supo qué hacer, qué decir. Estuvo observando. Trató de hacer memoria. Trató de hacer memoria. Recordaba pasajes de aquella historia. Recordaba a dónde habían ido luego aquellas mujeres. Y recordaba también aquello que le habían dicho que él había de oídas escuchado cuando era niño. Un ángel que decía, «¡Ey! ¿Por qué buscas a los vivos entre los muertos?» Y él se preguntó, «¿Podré ser yo testigo de esa resurrección? ¿Podré estar ahí? ¿Podré verlo? Pronto voy a cumplir las primeras veinticuatro horas». Supuestamente hoy es el primer día. Y mañana se produce ese gran evento. «¿Qué hago? ¿Qué hago?» se dijo él. Y el detalle no lo sabemos. Pues cuando los operadores de este sistema de viajeros activó el regreso, solamente encontraron un pergamino. Un pergamino con más de dos mil años de historia. Y ahí escrito, en nuestro idioma local actual, que decía, «Gracias por esta experiencia. He conocido la verdad y la vida. He decidido quedarme aquí. Pertenezco a este mundo. Gracias». Vio entender claramente que se había quedado allá, a vivir aquella historia apasionante relacionada con lo que es la resurrección de Jesús. Y él resucitó, supuestamente, porque ya estaba hartado de este mundo. Y se quedó allá. No se supo más ver, al alemán le interesó tampoco ir en su búsqueda. Solamente algo cambió la historia. Pues en algunos textos apócrifos aparece un tal Claudius. Un tal Claudius que da testimonio de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Un romano. Extraña historia, ¿verdad? Hasta pronto.

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