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The speaker describes recurring dreams of flying and exploring rooftops. They find objects from their past, like a captain's hat, and feel like an astronaut exploring a different world. As they learn to control their dreams, they gain the ability to fly and explore higher. Eventually, they fly over their neighborhood and find their new house. They learn important lessons about fear and decision-making through their dream experiences. Now, they wonder if they are dead and struggle with nostalgia and the desire to let go. Siempre mi sueño fue muy reiterativo, volar a la cornisa más alta de un edificio, por ejemplo. Desde ahí, contemplar el vacío y caminar por el borde de esa cornisa y de pronto resfalarme y quedar colgado. Estar atento a que los ladrillos o ese borde de cemento no colapse por mi peso y caerme al vacío. Y cuando eso sucede, siento la caída y despierto. Siempre ha sido así. En otras oportunidades, subía por una escalera, llegaba a la parte superior del techo de la casa de mis padres y desde ahí observaba el techo, el tejado, lleno de objetos diversos, un neumático, unos ladrillos, unas piedras, en fin, más allá, trozos de muebles para sujetar las planchas, en caso de ventoleras, en caso de lluvias, torrenciales. A veces me subía al tejado a explorar, era un lugar misterioso y me sentía como los astronautas que subían a lo alto, allá lejos a la luna, a explorar un mundo totalmente diferente, distinto, inexplorado. Y ahí encontraba cosas que antaño yo mismo había lanzado, por ejemplo, un cono de metal, que no recuerdo de qué lo que era, pero lo lancé en un momento ofuscado y lo tiré al tejado y ahí estaba, completamente oxidado. Un poco más allá, caminando entre estos neumáticos y cosas extrañas como un tambor de plástico, un trozo de fierro bastante grande, los restos de un vehículo a pedales que utilizaba mi hermano, y ahí estaba, totalmente oxidado, impertérrito por el paso del tiempo, era increíble. Y ahí encontré muchas cosas de mucho valor, valor emocional, para mí, una gorra de capitán, que en su momento realmente la encontré muy hermosa, era de cartón creo, con ribetes plásticos de color dorado, solamente quedaban los ribetes, todo el plástico ya estaba desintegrado por el calor, por el paso del tiempo, ya habían pasado más de treinta, cuarenta años, posiblemente, no lo sé. Me alejé mucho más allá de la escalera, para observar qué es lo que encontraba, desde abajo mi madre decía, ten cuidado, ten cuidado, no te vayas a caer, pero yo continuaba explorando, como si fuera un astronauta, allá lejos en la luna, y la voz de mi madre, como Houston, que me daba indicaciones, que es lo que recuerdo, y así de pronto, como una combinación entre lo real y lo imaginario, de pronto, yo mismo me daba cuenta y decía, ¿qué es esto?, un sueño o es realidad, y de pronto regresaba, retomaba mis pasos, hasta llegar nuevamente al borde del tejado, para buscar la escalera y descender, y ahí venía el drama, es como que perdía el equilibrio, trastrabillaba en ese momento y caía, nunca me he caído del techo por supuesto, pero en sueños sentía eso, la caída, y ahí saltaba y despertaba. Pasó el tiempo, ya mayor, ansioso por adquirir una propiedad, una casa, de pronto me veía volando, volaba, y era solamente de abrir los brazos, como si de éstos se desprendieran una especie de capa o de plumas, y me elevaba suavemente, y aprendía a elevarme en los cielos, era una cosa fabulosa, increíble para mí, ese sueño fue muy reiterativo, muy reiterativo, hasta que aprendía a volar en sueños, levantaba mis brazos, y lentamente comenzaba a elevarme, y aprendí que en pensamientos se manejaba todo esto, en pensamientos decía ir hacia adelante, o ponerse estático en el aire, al principio comencé a elevarme a no más de un metro de altura, y avanzaba, avanzaba por los pasillos misteriosos de construcciones que tal vez antaño conocí, no sé, desde mi niñez, o tal vez en vidas pasadas, puede ser, porque no, y avanzaba y avanzaba, y subía por escaleras caracol, y llegaba hasta la parte superior de construcciones misteriosas, y encontraba puertas, y quería ingresar, pero mi prudencia me decía que hasta ahí debía llegar, y retrocedía, pero sin querer comenzaba a elevarme, a más de 2, 3, 10 metros, y ahí venía el temor, y trataba en pensamiento controlarme, para poder bajar lo importante en el sueño, en el volar, en el levitar de los sueños, es no perder el control, no sentir miedo, pues en la medida que sientes miedo pierdes el control, y siempre me sucedía lo mismo, perdía el control y caía, y al caer daba ese salto fabuloso, y despertaba, siempre era así, hasta que un día me elevé por los cielos, y empecé con soberbia, con mucha confianza en mí mismo, y en mi sabiduría del vuelo, a emprender por sobre el techo de mi propia casa, y subí, y empecé a volar por todo el barrio, tranquilamente, y descendía por entre calles y plazas, a ver si me veían, a lo mejor alguien me veía, pero no escuché comentario alguno, pero me daba gusto, me daba placer saber que podía elevarme, y subir, y pasar por sobre las cabezas, de las personas que transitaban, vendiendo bicicletas en el mercado por ejemplo, o caminando por algún pasadizo, o caminando por la calle, de pronto entre gente de dudosa reputación, pero aprendí mucho de mis sueños, fue fabuloso, aprendí a volar, a descender y luego a ascender, hasta que llegué al lugar donde iba a vivir, a donde estaba mi nueva casa, la vislumbré desde lo alto, y avancé lentamente, lentamente, y en pensamiento elevé mis brazos, fui quitando como la velocidad, y descendí lentamente, y caminé hasta mi casa, ese fue el aprendizaje más fabuloso, y desde aquel entonces ya no he vuelto a soñar, pero mi aprendizaje en el vuelo ya está asumido, de volar no debo tener miedo, fue un aprendizaje importante, el miedo realmente te descoordina, el miedo te hace dudar, el miedo te hace caer, el miedo te hace realmente tomar malas decisiones, fue realmente fabuloso, fue increíble, volar en sueños, pero ahora ya no es un sueño, eso es real, ya he dejado mi cuerpo y ahora puedo volar a donde yo quiera, pero esta parte no la soñé, no soñé esto, de a donde ir pues ya sé que no puedo despertar, pues ya no es un sueño, es algo más que un sueño, tal vez ya es mi vida real, pero la nostalgia ahora, al igual que como el miedo de antaño, no me permite elevarme, y en eso estoy, como poder desprenderme tal vez de aquello que me ata, de los recuerdos, de la nostalgia, es lo que no sé, ¿estaré muerto? Este fue un relato de Balmus Razar.