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The flamencos wanted to impress the víboras at a dance, so they decided to wear colorful stockings. However, they couldn't find any in the stores, so they asked a wise owl for help. The owl gave them snake skins instead, which the flamencos wore as stockings. The víboras noticed the deception and attacked the flamencos, biting their legs. The flamencos survived but their legs turned red and they now spend their days in the water to soothe the pain. They seek revenge by eating any fish that mocks them. Las medias de los flaménicos de Horacio Quiroga. Cierta vez, las víboras dieron un gran baile. Invitaron a las ranas y a los zapos, a los flamencos y a los yacarés y a los pescados. Los pescados, como no caminan, no pudieron bailar, pero haciendo el baile a la orilla del río, los pescados estaban asomados a la arena y aplaudían con la cola. Los yacarés, para adornarse bien, se habían puesto en el pescueso un collar de bananas y fumaban cigarros paraguayos. Los zapos se habían pegado escamas de pescado en todo el cuerpo y caminaban meneándose, como si nadaran. Y cada vez que pasaban muy serios por la orilla del río, los pescados les gritaban haciéndole burlas. Las ranas se habían perfumado todo el cuerpo y caminaban en dos pies. Además, cada una llevaba colgada, como un farolito, una luciérnaga que se balanceaba. Pero las que estaban hermosísimas eran las víboras. Todas, sin excepción, estaban vestidas con traje de bailarina del mismo color de cada víbora. Las víboras coloradas llevaban una pollerita de tul colorada, las verdes, una de tul verde, las amarillas, otra de tul amarillo y las yararas, una pollerita de tul gris pintada con rayas de polvo de ladrillo y cenizas, porque así es el color de las yararas. Las más espléndidas de todas eran las víboras de coral, que estaban vestidas con larguísimas gazas rojas, blancas y negras, y bailaban como serpentinas. Cuando las víboras danzaban y daban vueltas apoyadas en la punta de la cola, todos los invitados aplaudían como locos. Solo los flamencos, que entonces tenían las patas blancas y tienen ahora, como antes, la nariz muy gruesa y torcida, solo los flamencos estaban tristes, porque, como tienen muy poca inteligencia, no habían sabido cómo adornarse. Envidiaban el traje de todos, y sobre todo el de las víboras de coral. Cada vez que una víbora pasaba por delante de ellos, coqueteando y haciendo ondular las gazas de serpentina, los flamencos se morían de envidia. Un flamenco dijo entonces, yo sé lo que vamos a hacer, vamos a ponernos medias coloradas, blancas y negras, y las víboras de coral se van a enamorar de nosotros. Y levantando todos juntos el vuelo, cruzaron el río y fueron a golpear en un almacén del pueblo. Pegaron con las patas. ¿Quién es? respondió el almacenero. Somos flamencos, ¿tienes medias coloradas blancas y negras? No, no hay, contestó el almacenero. ¿Están locos? En ninguna parte van a encontrar medias así. Los flamencos fueron entonces a otro almacén. ¿Tienes medias coloradas blancas y negras? ¿Tienes medias coloradas blancas y negras? El almacenero contestó. ¿Cómo dices? ¿Coloradas blancas y negras? No hay medias así en ninguna parte. Ustedes están locos. ¿Quiénes son? Somos los flamencos, respondieron ellos. Y el hombre dijo, entonces son con seguridad flamencos locos. Fueron a otro almacén. Fueron a otro almacén. ¿Tienes medias coloradas blancas y negras? El almacenero gritó. ¿De qué color? ¿Coloradas blancas y negras? Solamente a pájaros, narigudos como ustedes se les ocurre pedir medias así. Váyanse enseguida. Y el hombre los echó con la escoba. Los flamencos recorrieron así todos los almacenes y de todas partes los echaron por locos. Entonces, un tatú que había ido a tomar agua al río se quiso burlar de los flamencos y les dijo, haciéndoles un gran saludo. Buenas noches, señores flamencos. Yo sé lo que ustedes buscan. No van a encontrar medias así en ningún almacén. Tal vez haya en Buenos Aires, pero tendrán que pedirlas por encomienda postal. Mi cuñada, la lechuza, tiene medias así. Tíranselas. Y ella les va a dar las medias coloradas blancas y negras. Los flamencos le dieron las gracias y se fueron volando a la cueva de la lechuza. Y le dijeron, buenas noches, lechuza. Venimos a pedirte las medias coloradas blancas y negras. Hoy es el gran baile de las víboras y si nos ponemos esas medias, las víboras de coral se van a enamorar de nosotros. Con mucho gusto, respondió la lechuza. Esperen un segundo y vuelvo enseguida. Y echando a volar, dejó solos a los flamencos y al rato volvió con las medias. Pero no eran medias, sino cueros de víboras de coral, lindísimos cueros recién sacados de las víboras que la lechuza había cazado. Aquí están las medias, les dijo la lechuza. No se preocupen de nada, sino de una sola cosa. Bailen toda la noche. Bailen sin parar un momento. Bailen de costado, de pico, de cabeza, como ustedes quieran, pero no paren un momento, porque en vez de bailar, van entonces a llorar. Pero los flamencos, como son tan tontos y no comprendían bien qué gran peligro había para ellos, en eso, y locos de alegría, se pusieron los cueros de las víboras de coral como medias, metiendo las patas dentro de los cueros que estaban como tubos y muy contentos, se fueron volando al baile. Cuando dieron a los flamencos con sus hermosísimas medias, todos les tuvieron envidia. Las víboras querían bailar con ellos únicamente, y como los flamencos no dejaban un instante de mover las patas, las víboras no podían ver bien de qué estaban hechas aquellas preciosas medias. Pero poco a poco, sin embargo, las víboras comenzaron a desconfiar. Cuando los flamencos pasaban bailando al lado de ellas, se bajaban hasta el suelo para ver bien. Las víboras de coral, sobre todo, estaban muy inquietas, no apartaban la vista de las medias y se agachaban tan bien tratando de tocar con la lengua las patas de los flamencos, porque la lengua de las víboras es como la mano de las personas. Pero los flamencos bailaban y bailaban sin cesar, aunque estaban cansadísimos y ya no podían más. Las víboras de coral que conocieron esto pidieron enseguida a las ranas sus farolitos, que eran bichitos de luz y esperaron todas juntas a que los flamencos se cayeran de cansados. Efectivamente, un minuto después, un flamenco que ya no podía más tropezó con el cigarro de un yacaré, se tambaleó y cayó de costado. Enseguida, los flamencos se agacharon y alumbraron bien las patas de los flamencos y vieron qué eran aquellas medias y lanzaron un silbido que se dio desde la otra orilla del Paraná. No son medias, gritaron las víboras. Sabemos lo que es, nos han engañado. Los flamencos han matado nuestras hermanas y nos han engañado. Las medias que tienen son de víboras de coral. Al oír esto, los flamencos llenó este miedo porque estaban descubiertos que hicieron volar pero estaban tan cansados que no pudieron levantar una sola pata. Entonces, las víboras de coral se lanzaron sobre ellos y tirándose en sus patas les deshicieron a morbiscones las medias. Les arrancaban las medias a pedazos enfurecidas y les mordían también las patas para que murieran. Los flamencos, locos de dolor, saltaban de un lado para otro sin que las víboras de coral se desenroscaran de sus patas hasta que al fin, viendo que ya no quedaba un solo pedazo de media, y arreglándose las casas de sus plagios del aire. Además, las víboras de coral estaban seguras de que los flamencos iban a morir porque la mitad, por lo menos, de las víboras de coral que los habían mordido eran venenosas. Pero los flamencos no murieron. Corrieron a echarse al agua sintiendo un grandísimo dolor. Y sus patas, que eran blancas, estaban entonces coloradas por el veneno de las víboras. Pasaron días y días y siempre sentían terribles dolores y ardor en las patas y las temían siempre de color de sangre porque estaban envenenadas. Hace de esto muchísimo tiempo y ahora todavía están los flamencos casi todo el día con sus patas coloradas metidas en el agua tratando de calmar el ardor que sienten en ellas. A veces se apartan de la orilla y dan unos pasos por tierra para ver cómo se hallan. Pero los dolores del veneno vuelven enseguida y corren a meterse en el agua. A veces el ardor que sienten es tan grande que no pueden evitarla. Esta es la historia de los flamencos que antes tenían las patas blancas y ahora las tienen coloradas. Todos los pescados saben por qué es y se burlan de ellos. Pero los flamencos mientras se curan en el agua no pierden ocasión de vengarse comiéndose a cuánto pescadito se acerca demasiado a burlarse de ellos. Subtítulos realizados por la comunidad de Amara.org