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Nothing to say, yet
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The alchemist had all the necessary ingredients and materials ready on his table. He mixed them carefully, creating a thick liquid that released a pleasant aroma. He then poured this liquid onto a mixture of chemicals and something extraordinary happened. The mixture began to react and grow, eventually forming a human-like figure. The alchemist called it a golem and commanded it to destroy their enemies. However, the golem demanded a written order before obeying. The alchemist was unsure of what to do, realizing the importance of having a written document in a final judgment. Todos los insumos, los aceites, las piedras, las harinas, las tierras, los aceites, todas las cosas que se requerÃan estaban ya dispuestas sobre el mesón del alquimista. Desde muy lejos le habÃan traÃdo carbón, azufre e incluso hasta salitre de lugares muy distantes. Todo tipo de minerales estaban dispuestos frente a él en hermosos frascos de cristal con sus correspondientes tapas, tapones o corchos que le daban mayor prestancia a ese gran mesón del alquimista. Todo estaba listo y dispuesto. En un rincón habÃa un jugón que estaba con agua hirviendo. ParecÃa agua, pero si uno se acercaba más que agua se veÃa muy espeso, pero transparente. No era agua entonces, era alguna cosa lÃquida que hervÃa, que bullÃa y a su vez entregaba un aroma muy cariño de hogar. El alquimista entonces se acercó a su estante, abrió unas pequeñas puertas de madera y sacó otros frascos y los puso sobre su mesa y comenzó poco a poco a estaparlos uno a uno. Luego sacó una pequeña vasija, vasija de barro, de greda, tal vez de piedra, y en ella comenzó a juntar uno a uno todos estos ingredientes, pero de manera muy sutil, pues utilizaba una pequeña cucharita y tenÃa que ser una cuchara de plata. No podÃa ser de madera o de piedra, como pudiera uno encontrar de pronto en el mercado. No, la cuchara debÃa ser de plata, por lo tanto comenzó a agregar ingredientes, aromas, aceites, tierras de colores, seguramente minerales desconocidos, para quien cuenta esta historia, pero al verlo tirar y mezclar todo este tipo de cosas, realmente comenzó a asomar algo maravilloso, un aroma encantador y algo hermoso a la vista, un compenso infinito de colores y también de aromas. Y después vino lo más, lo más extraordinario, se acercó al fogón, a ese fogón que estaba con ese lÃquido transparente, pero que se veÃa muy espeso. No era agua, era algo más. De pronto descolgó desde uno de los rincones una especie de cuchara, al parecer de metal. Desconozco el material, tal vez era trono o tal vez era plata, al igual que aquella otra cuchara. Y lo introdujo a este lÃquido espeso y sacó una porción. Y luego caminó suavemente para no vertirle el suelo a aquel lÃquido espeso. Lo vertió suavemente sobre aquella porción extraordinaria de elementos quÃmicos. Y he aquà el milagro de un alquimista. Rápidamente este lÃquido comenzó a hacer reacción y comenzó a borbotear, como si fuego por debajo de cerámica hubiera. Y entró en acción con todos estos polvos quÃmicos y estas cosas extrañas que estaban ahà vertidas y asÃ, como si nada. Como si una mano invisible comenzara a moldear aquello. Algo comenzó realmente a reaccionar ahÃ, en aquel lugar en el que el pocillo degreda y comenzó a borbotear y comenzó a aumentar de volumen y poco a poco lo vimos salir. Se engrandeció grandemente como algo extraordinario, superó el borde del pocillo y continuó creciendo y creciendo y creciendo hasta que comenzó a cubrir la mesa. Toda la mesa del alquimista. Y comenzó a chorrear por los extremos y cayó al suelo. Y como cosa mágica, aquellos trozos de esa extraña lava o crema, cosa extraña, pegajosa, pero a la vez muy olorosa, muy aromática, caÃan y rápidamente como que se juntaban entre ellas. Y asÃ, poco a poco, en el suelo, debajo de aquel mesón, comenzó a conformarse una forma que creció, creció y creció, superó el nivel de la mesa y comenzó a transformarse como un pequeño obelisco con su punta que ejercÃa el techo y en su parte superior rápidamente se conformó una cabeza. Y una silueta humana comenzó a conformarse ante mis propios ojos y el alquimista estaba ahÃ, obsesionado, observando. Y le pregunté ¿qué es lo que sucede? Y él me dijo, shhh, silencio, esperemos a que el gore despierte. Y en cosa de minutos, aquella masa extraordinaria, incolora, comenzó a oscurecerse, tomó color de la tierra, tomó color verdoso, se volvió casi, casi humano y aparecieron sus ojos, su boca, su nariz y se transformó realmente en una persona. Bueno, no parecÃa una persona pero era algo asà como una estatua de barro viviente que abrió sus ojos y los miró. Entonces el alquimista me dijo este es el golem que hemos creado. Asà como Dios creó al hombre en aquellos tiempos primigenios del barro, yo he podido crear al golem este ser mÃtico que nadie dice que existe pero tú ahora eres testigo, lo estás viendo. E indudablemente yo estaba ahÃ, atónito jamás habÃa visto algo asà y aquella criatura o cualquier ser inanimado abrió sus ojos y lo observó y preguntó al alquimista ¿tú eres mi creador? SÃ, le dijo el alquimista, yo soy tu creador y te ordeno que vayas, que vayas a donde están aquellos enemigos nuestros que nos destruyen dÃa a dÃa y buscan siempre nuestra permisión. Ve para allá y destruyelos a todos. Y aquella criatura extraña creo que fue inteligente pues le dijo, no me bastan tus palabras, necesito algo por escrito. En la medida que tú me escribas tu instrucción tu deseo de destruir, yo podré cumplirlo. Mientras no me lo entregues por escrito, nada podré hacer. Pues recuerda, las palabras se las lleva el viento mientras no me lo escribas y lo introduzcas aquà en mi boca para yo poder decirlo después a quienes voy a destruir y dar el motivo de aquello y de quien es esta obra magnÃfica a la cual tú me estás enviando. Mientras no lo hagas, yo no reaccionaré a tus palabras. Frente a eso entonces el alquimista quedó pensativo, me observó y me dijo ¿qué hago? y yo le dije, bueno tiene toda la razón, hoy por hoy todo debe quedar por escrito al momento del juicio, en este caso de un juicio final, indudablemente el tendrá su respaldo para justificarse ¿Mostrarás el documento? Pues la orden se la has dado tú y por escrito. Este fue un relato de Malmos Raza