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EL EVANGELIO PARTE 2

EL EVANGELIO PARTE 2

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The speaker begins by expressing gratitude to God for bringing them to this place and for His grace and mercy. They emphasize the importance of the gospel message speaking about God and sin. They explain that the gospel is a message about God and His demands, as well as the problem of sin and the need for salvation. They stress that the gospel is not just about solving emotional, family, economic, or health problems, but about restoring the broken relationship between humans and God. The speaker then discusses the importance of presenting both the person of Christ and His redemptive work. They emphasize that the gospel includes both Christ's life, which was lived in perfect righteousness, and His work of redemption through His death on the cross. They caution against focusing too much on one aspect without considering the other. Overall, the speaker emphasizes the importance of understanding and presenting the fullness of the gospel message. Sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí Ok. Bueno, mis amados, ¿qué les parece si oramos? Señor, esta noche, Dios, te damos muchas gracias porque nos permitiste llegar hasta este día, Dios. Gracias porque nos trajiste, Dios, hasta este lugar tan lejano para algunos, Dios. Gracias porque nos permitiste llegar, Dios, con bien, en paz. Señor, te damos gracias, Dios, porque hasta aquí, Dios, tu gracia, tu misericordia, Dios, ha estado con nosotros, Dios. Señor, te bendecimos, Dios, y exaltamos tu nombre, Dios, porque eres digno, padre, y haces cosas grandes con tu iglesia, Dios. Estás llevando a tu iglesia, Dios, cada vez a conocerte de una manera distinta. Señor, te bendecimos y te damos gracias, Dios, porque no nos has dejado huérfanos. Gracias por tu espíritu santo, Dios. Gracias, señor, porque tu espíritu santo, señor, está ahí, Dios, ministrando nuestros corazones, Dios, constantemente, hablándonos constantemente, Dios. Gracias, señor, gracias te damos. Gracias te damos porque eres paciente con nosotros, señor. Gracias te damos porque no lo merecemos, Dios, pero por tu bondad, es que aquí estamos, Dios, por tu poder, es que aquí estamos, señor. Te bendecimos y te alabamos, señor. Bueno, amén, señores. Mis amados, hoy vamos a continuar con la pequeña serie de, que es el evangelio, ¿no? La semana pasada, ¿se acuerdan de lo que habíamos la semana pasada? ¿En qué consiste el mensaje del evangelio? Hablábamos de dos cosas que el evangelio era, o debía de tener. Una de ellas era que era un mensaje acerca de Dios. Eso es muy importante, porque si el evangelio no habla, o no está sustentado en lo que Dios está haciendo, lo que Dios demanda, lo que Dios dice o dicta por bueno, pues ¿qué estamos haciendo, no? ¿Qué estamos, qué estamos promocionando? ¿Qué estamos hablando? Es una verdad fundamental que el evangelio hable acerca de Dios. Y el otro punto que veíamos que era como que un poco más confrontativo era el punto número dos, que el evangelio es un mensaje cerca del pecado. Entonces, cómo es importante, así como hablar de el mensaje del evangelio habla acerca de Dios, como también el evangelio habla cerca del pecado. Y cómo nosotros transmitimos esta idea va a marcar mucho la diferencia, porque nosotros no podemos compartir un evangelio en el cual el problema que resuelve el evangelio son problemas emocionales, son problemas familiares, son problemas económicos, son problemas de salud. Recordemos que todas estas bendiciones podemos recibirlas, pero son recibidas en Cristo, y el evangelio lo que soluciona es el problema de la enemistad del hombre con Dios. Ese es el fundamento. Dios no viene, Cristo no fue enviado para quitar algún cargo de conciencia por algo que hayamos hecho en nuestro pasado, o que hayamos hecho contra alguien, contra alguna norma, no vino a limpiar la reputación de nosotros en esa tierra. Cristo vino a restaurar la relación que estaba rota de nosotros hacia Dios. Entonces, a menos de que nosotros veamos nuestras faltas a la luz de la ley de Dios, ¿qué dice Dios respecto a nosotros y cómo hemos estado viviendo? Pues nos vamos a encontrar culpables cuando nos paremos enfrente de la ley, y cuando nos paremos enfrente de la santidad de Dios, tendremos que considerar el pecado como una ofensa directa a Dios. Entonces no nos quedará más nada que reconocer que necesitamos salvarnos de ese Dios. Estaremos convencidos del pecado, y no simplemente será una búsqueda de salir o de limpiar nuestra reputación, de sanar lo que estaba enfermo, dañado, ¿no?, sino que será esa búsqueda hambrienta de salvación, porque habremos ya conocido a Dios, habremos conocido la ofensa. Entonces, el tercer punto del Evangelio que vamos a ver hoy, vamos a ver el tres y el cuatro, es que el Evangelio es un mensaje acerca de Cristo, indudablemente, ¿no? Indudablemente el mensaje, el Evangelio habla acerca de Cristo, las buenas nuevas de salvación. Primero tenemos que presentar quién es Dios, de qué se trata la historia, en qué vamos a estar desenvolviendo nuestra historia. Posteriormente tenemos que presentar el problema o la enfermedad que es el pecado, y después tenemos que dar la salida, ¿no?, que es Cristo. ¿Quién es ese Cristo que fue ese Dios Todopoderoso, el Hijo de Dios, el Unigénito, el Todopoderoso que estuvo desde el principio de la creación, el Cordero Perfecto, que vino a ser encarnado como hombre para vivir una vida justa y dar su vida por nosotros los pecadores, ¿no? Sin embargo, tenemos que tener algo en cuenta, no podemos nosotros presentar a Cristo fuera de la obra de Cristo. ¿Cómo? Muchas veces nosotros hablamos acerca de Jesús, muchas veces hablamos de lo que hacía Jesús, no es que Jesús sanó a un leproso, Jesús le dio la vista a un ciego, Jesús... hablamos de una historia que a mí me encanta, es cuando aquella mujer le derrama el perfume, aquí quiebre el alabastro y lava los pies de Cristo con su cabello, y como le enjuega, y le dice que se ha de hablar de ella, ¿no? A la que tanto se le ha amado, digo, a aquella que se le ha perdonado tanto, ama tanto, ¿no? Entonces muchas veces hablamos mucho de Cristo, y está bien, pero también tenemos que hablar de la obra salvadora de Cristo, no podemos desapegar, ¿quién es Cristo? De su obra salvadora, la consumación de lo que Él vino a ser. Muchas veces estamos hablando constantemente de quién es Jesús, de quién fue aquí en esta tierra, pero no hablamos de su obra y cómo esa obra afecta la salvación de las personas, y juega un papel fundamental e indispensable, la obra de Cristo. Ciertamente su vida es fundamental para nuestra salvación, ¿por qué? Porque a través de su vida justa, todo lo que Cristo hizo en esta tierra, mientras Él vivió, mientras Él caminó, Él enseñó, mientras estuvo bajo la tentación y tantos problemas, Él salió libre de pecado, no cometió pecado de manera explícita, ni tampoco porque se le haya barrido, ¿no? A mí cuántas veces se me barra y la regué y ni cuenta me di, ¿no? Entonces, Cristo no pasó así, y vivió una vida perfectamente justa, según lo demandaba la ley de Dios. Por lo tanto, Él vivió esa vida justa y pudo ser ese Cordero perfecto que habría de ser ofrecido. Esto es muy importante, ¿por qué? Porque en la obra de Cristo, esa vida justa que Él vivió, esas obras de la ley que Él cumplió, recordemos cuando decía que fue a bautizarse con Juan y le dijo, no, le dijo, tú bautízame a mí, le dijo, Juan, a Jesús, y Jesús le dijo, no, le dijo, es necesario que esto se haga así para que se cumpla lo que la ley dice, ¿no? Muchas veces, Cristo hizo muchas cosas para que se cumpliese lo que estaba escrito, muchas cosas hizo Cristo para cumplir la ley de Dios. Entonces, cuando es tiempo ya de la obra de Cristo para redimir a un pecador, esta vida perfecta, justa, de Cristo, de Jesús, en la tierra, es puesta en la vida del pecador, es imputada esa justicia. Tú viviste de una manera injusta, totalmente impía, sin embargo, cuando fue consumada la obra redentora de Cristo, esa justicia fue puesta en ti, fue la manera por la cual tú pudiste acceder a ser justificado a través de la justicia de Cristo en ti. Entonces, es importante hablar de que Jesús es Dios, es importante hablar de que Jesús es el Hijo de Dios, y que Él tiene el poder suficiente. ¿Recuerdan esa palabra que dice, filipenses 2.6? Esa palabra es muy importante, que esté dentro de nuestro concepto del Evangelio. Filipenses 2.6, bueno, el 5, pues en vosotros el sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres, y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y la muerte de cruz, por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios Padre. Entonces, ese es el punto número, el punto número tres, ah, no, porque son, este se divide en dos, el punto tres se divide en dos, no podemos separar la persona de Cristo aparte de su obra salvadora. Y el otro es al revés, no debemos presentar la obra salvadora de Cristo, separado de quien es Jesús. No sé si me estoy explicando, muchas veces nosotros presentamos la obra salvadora de Cristo simplemente, no, Cristo en la cruz, Cristo limpiando nuestros pecados, Cristo restaurándonos, Cristo la sangre de Cristo, limpiándonos, sí, la obra de Cristo y al final has de cuenta, presentamos esa parte, lo que Cristo hizo, no, si Cristo te puede limpiar, Cristo puede perdonarte, Cristo puede restaurarte, sí, sin embargo es importante también presentar su vida, no, ella es aquella que nos justifica su vida justa, es aquella que es puesta a nosotros en la obra redentora. ¿Estoy haciendo más bolas, verdad? Sí, sí, ¿más bolas o menos bolas? Menos bolas, ok. Es importante presentar esas dos partes, no podemos dar mucho, demasiado énfasis en la vida de Cristo, en las obras de Cristo, queriendo que la gente sea como Cristo, porque estamos hablando del evangelio. El evangelio consiste tanto en la vida de Cristo, lo que hizo en su vida, eso es quien Él es, pero también está su obra redentora, lo que hizo con lo que Él era. ¿Sí me explico? Su vida vino y fue una vida justa, libre de pecado, y con eso fue lo necesario para poder entregar su vida en rescate por nosotros, entonces muchas veces los predicadores se centran en la preocupación de estar hablando acerca de la muerte de Cristo, la resurrección de Cristo, la obra de expiación, cómo fue ese intercambio, y eso es muy importante entenderlo, ¿no? Pero también es importante entender la vida de Cristo, quién era de Cristo, el carácter de Cristo, cómo ese Dios Todopoderoso, el Hijo de Dios, vino a esta tierra para nacer de la forma más vulnerable, como un bebecito, y no nada más como un simple bebé, sino como en una posición todavía más vulnerable, en una forma muy humilde. Eso es muy importante, porque podemos nosotros considerar que no tenía necesidad de hacerlo así, Dios pudo haber llegado ya adulto, pudo haber llegado fuerte, sano, pudo haber llegado tan guapo como Él hubiera querido, y dice que no, no fue así, Él era como rama seca, para que no le deseáramos por su apariencia, sino que le anheláramos por lo que Él es. Entonces, eso es contracultural, ¿no? Eso es contra lo que nosotros pensamos entonces. El primer punto es que no debemos de presentar la vida de Cristo sin su obra, y el punto número dos es que no debemos de presentar su obra sin su vida, tiene que haber un balance, pues. Y usted tiene que partir, cuando comparte el Evangelio, de algo muy importante. ¿De dónde está aquella persona que está compartiendo el Evangelio? ¿Dónde está y qué es lo que tiene, dice el Pastor Rodrigo? ¿Cómo? Usted muchas veces supone que esta persona entiende quién es Jesús, muchas veces usted supone que esta persona conoce quién es Dios, pero nosotros no podemos suponer, o dar por sentado, que ellos entienden quién es Jesús, quién es Dios. Incluso nosotros mismos, si nosotros podemos hacernos un autoexamen, humildemente podemos reconocer y partir de dónde estamos, conocemos quién es Dios, verdaderamente, o le conocemos de una manera superficial, porque conforme nosotros conozcamos a Dios, va a ser la seriedad que le vamos a dar a los siguientes puntos. Es de los que hemos hablado, ¿verdad? Del pecado y de la obra de Cristo. Porque si nosotros creemos que Dios es un Diosito, pues la ofensa del pecado que nosotros podamos cometer, pues va a ser irrelevante, va a ser como pasar sin saludar a cualquiera en la calle, ¿no? Sin embargo, cuando reconocemos la autoridad y el señorío de Dios, reconocemos que esa falta, como que es todavía más expuesta, más grande, es como que más grave. Y, consecuentemente, la necesidad de ser salvados, de ser restaurados, de que esa falta sea limpiada, pues se vuelve una necesidad más grande. Y la obra de Cristo se ve más gloriosa. Entonces todo va partiendo, ¿no? Entonces, así como lleva una secuencia la necesidad de conocer a Dios para poder darle importancia a lo demás, ya en el apartado de Cristo nos es importante conocer su vida en la tierra, lo que Él hizo. Por ejemplo, los evangelios nos presentan las parábolas, el mensaje, las predicaciones, los milagros de Cristo para cuando, y obviamente, ¿no? Eso es en la tierra, pero también antes de. Entonces, ya cuando nosotros estamos entendiendo su obra redentora, ya al final, hablando en términos de la cruz, podemos entender que no nada más fue cualquiera el que se subió a la cruz. Podemos entender que fue necesario que el Hijo, el Unigénito del Padre, viniera de esa manera, pasara por lo que tuvo que pasar, para que la obra redentora fuera efectivamente completada. O sea, no pudo ser cualquiera el que se subió a la cruz para que obtuviera ese resultado. Porque ¿cuántos más no han muerto en una cruz y no han dado salvación a la humanidad? Por eso es bien importante hablar esas dos partes, tanto la vida de Cristo como su obra redentora. Entonces, ya llevamos tres puntos, ¿no?, que son necesarios en el Evangelio. Y por último, el cuarto punto del Evangelio, y antes de pasar a él, recordemos que el Evangelio no es un tranquilizante de las penas, no es un somnífero de la conciencia. El Evangelio no fue hecho para quitarnos la culpa de nuestra vida pasada. O sea, sí, pero no. Tú eres restaurado, eres limpiado, pero no en base a lo que aquí se ha hecho en esta tierra, en la ofensa que tú hayas hecho en esta tierra. Porque el problema principal del hombre es tener enemistad para con Dios. Entonces, el cuarto punto, habiendo entendido quién es Dios, qué es el pecado, la vida de Cristo y su obra, el cuarto punto es que el Evangelio es un llamado a la fe y al arrepentimiento. En Hechos 17.30, Pablo les dice, pero Dios manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan. En Hechos 17.30, en Juan 6.29, dice, esta es la obra de Dios que creáis en el que Él ha enviado. En primera de Juan, ya vamos a llegar para allá, en Juan 3.23, dice, y este es su mandamiento, que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo. ¿Cuál era el mensaje de Cristo? Arrepentidos y convertidos, porque el reino de los cielos está acercado. Ese fue el mensaje de Jesucristo en esa tierra y sigue siendo el mensaje todavía. Para que el Evangelio se haga efectivo en la vida de alguien, es necesario el arrepentimiento y la fe. Entonces, ¿cómo podemos nosotros transmitir esto de una manera efectiva? ¿Cómo nosotros podemos llegar a que incluso nosotros mismos creerlo para nuestra vida? ¿Cómo puede el arrepentimiento y la fe ser algo verdadero en la vida de las personas? Pues es necesario que haya un conocimiento. No puedes arrepentirte de algo que no crees. El arrepentimiento no sería verdadero. Y tampoco puedes creer en algo que no está sustentado, sino ¿qué clase de fe tendrías? Entonces, el mandato que Dios hace es que todos procedamos al arrepentimiento, ¿verdad? La oferta está abierta. Sin embargo, el hecho de poder proceder al arrepentimiento es dado por el Señor, ¿verdad? El arrepentimiento es necesario y es la consecuencia de haber conocido y haber entendido quién es Dios, que es el pecado. ¿Y cómo una persona puede llegar a esto? No estamos hablando de esoterología, ¿verdad? La esoterología habla de que para que una persona… Esoterología es como el proceso de la salvación, ¿te acuerdas de las doctrinas de la gracia? Las doctrinas de la gracia hablan de que el Señor los escoge, el Señor los llama, el Señor los regenera, pasa la conversión, el arrepentimiento y la fe. No estamos hablando de esoterología, estamos hablando del Evangelio. El Evangelio entra en la parte del llamado eficaz de Dios. Cuando Dios llama a las personas, el Evangelio empieza a captivarse. Esta persona empieza a entender quién es Dios, empieza a entender qué es el pecado, empieza a entender quién es Jesucristo y la obra de Jesucristo. Y, consecuentemente, en la conversión, ¿se acuerdan de la parte de la conversión? La conversión era la respuesta del creyente regenerado que había nacido de nuevo, que podía ver ahora la obra de quién era Dios, quién era el hombre, podía ver la santidad de Dios, podía ver su condición y lo que le quedaba nada más era proceder al arrepentimiento, pero sus ojos ya habían sido abiertos, ¿sí me explico? Y proceder, por medio de la fe, a recibir las promesas de la sangre de Cristo que le limpia de todo pecado, de recibir por medio de la fe la obra redentora de Jesucristo. No sé si me estoy haciendo más bolas, pero es necesaria la fe y el arrepentimiento. Usted no le va a explicar las doctrinas de la gracia en el Evangelio, pues. Ese es algo que nosotros lo aprendimos para poder entenderlo de una mejor manera y poder ubicarlo en una manera, en una forma secuencial, en una forma que nosotros podamos procesarlo, pero en la vida de una persona que está siendo regenerada, obviamente Dios la escoge antes de la fundación del mundo, eso no lo sabemos quién sí, quién no, pero tú estás compartiendo el Evangelio, ¿no? Entonces, aquella persona que ha sido regenerada por Dios cuando el Evangelio le ha sido puesto, explicado, predicado, cobra sentido el Evangelio, y esta persona puede entender, ala, pues ese es Dios, estuvo siempre, y yo no le tomé en cuenta. Contrario a eso, yo viví una vida entregada al pecado, y el pecado era una ofensa directamente hacia Dios, no le tomé en cuenta, y viví constantemente ofendiéndole, y aún así me permitió ver, y luego que ves a Cristo, y le ves cómo Él anduvo, quién era tan santo, tan limpio, tan perfecto, con tanto amor derramado, para morir en la cruz, por unos pecadores, ahí es donde entra la etapa de la conversión del creyente, ese creyente, la respuesta es arrepentimiento de sus pecados, pero ya fue regenerado, estoy mezclando las doctrinas de la gracia con el Evangelio para que podamos entenderlo en la línea del tiempo, ya fue regenerado, ya entendió, la respuesta es arrepentimiento, y la fe es aquella que le permite creer que la obra que Cristo hizo, le limpia, le salva, le justifica ante el Padre, y le permite presentarse delante de Él aprobado. Entonces, es necesaria el arrepentimiento y la fe, porque sin arrepentimiento y sin fe, no hay salvación, sin arrepentimiento y sin fe, no hay, el arrepentimiento y la fe es una, ¿cómo le diré?, es una consecuencia de haber nacido de nuevo, porque aquel que ha nacido de nuevo, que sus ojos han sido abiertos para conocer a Dios, conocer su pecado, conocer la obra de Jesucristo, el resultado de ese conocimiento es arrepentimiento, porque para este punto, el corazón ya ha sido transformado, ya no es esa piedra, ahora tiene la naturaleza de Dios, nada más que te acuerdes que eso sucede como que, no, es una rueda que, entonces, tú no estás viendo eso, obviamente, cuando estás compartiendo el Evangelio, tú no estás viendo esos pasos, ¿por qué?, pues a lo mejor sucede en otro mes, en otro año, a lo mejor a ti te tocó compartir simplemente el Evangelio, pero tú tienes que dejar en claro estos puntos. La persona tiene que saber, que es necesario conocer a Dios, ¿quién es Dios?, las demandas de Dios, la santidad de Dios, para que entonces, pueda saber que lo que está haciendo, no está bien y es pecado, que ha ofendido a Dios, tiene que saber que es el pecado. También tiene que conocer la obra de Jesucristo y su vida, por favor, porque su tierna vida, ¿qué predicabas tú, Michael?, de la tierna misericordia de Dios, era Jesucristo, la vida de Jesucristo, entonces, la consecuencia de esto, tiene que ser arrepentimiento y fe, no puede ser un dejar de decir malas palabras, no puede ser un dejar de tomar, la consecuencia de esto, no puede ser un matrimonio restaurado, o sea, no sería una señal de salvación esto, pues. Si pasa, si Dios lo permite, si Dios nos lo da, si es una de las miles de millones de bendiciones que recibimos en Cristo, pero no podemos decirle a la gente, que estas cosas, es salvación, no podemos decirle que estas cosas, es la vida nueva, la vida nueva, es que tú tienes una relación correcta para con Dios, y que has recibido la vida eterna, el perdón de tus pecados, y ya en ese caminar, recibes una multitud de bendiciones que jamás en la vida podríamos haber imaginado recibir, porque son más abundantes de lo que nosotros podemos pensar o anhelar, pero no podemos llamarle a esas bendiciones salvación, porque las bendiciones también las reciben allá afuera y no tienen salvación. Hay gente que su matrimonio, pues está medianamente bien, hay gente que se está sanando en los hospitales, hay gente que se salva de choques, hay gente que se salva de sicarios que se salvan de un balazo que les pasa entre los... hay mucha gente que se salva, hay mucha gente que recibe la gracia común de Dios, pero eso no es salvación, la salvación, la obra redentora de Cristo, se ve consumada a través del arrepentimiento, y la fe. Entonces, en todo creyente, tiene que estar sí o sí, un punto en el que tú hayas dicho, sabes qué, me arrepiento de la vida que estuve llevando, porque he ofendido a Dios, no porque me he sentido bien o mal, no porque estoy deprimido y harto y voy a empezar de nuevo, no, porque he ofendido a Dios, porque le conozco, porque le pude ver, porque pude ver mi pecado y que tanto tiempo que estuvo con paciencia buscándome, yo estuve viviendo una vida que no le daba lo que él pedía. En la vida de todo creyente tiene que haber un punto en el que se dé cuenta que estuvo viviendo una vida que ofendía a Dios, sí o sí. Si no, no hay salvación, mis amados. Y obviamente esto, consecuentemente, tiene que ser movido a recibir la salvación por medio de la fe, de la promesa de que la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado, nos da una vida nueva y todas las bendiciones que conllevan la obra redentora de Cristo. Pero imagínate cuántas, viéndolo así, cuántas iglesias están engañadas, cuántas iglesias están viviendo una vida, pues a lo mejor ya sin alcohol, a lo mejor una vida ya sin malas palabras, a lo mejor viviendo una vida ya con un matrimonio medio arreglado, pensando que eso es la salvación. Y van directo al infierno, aunque se oiga bien feo, sentados en una silla de una iglesia. Entonces, ¿qué nos es necesario a nosotros hacer? Nos urge primeramente, personalmente, identificar este acto en nuestra vida. Nos es necesario identificarlo, con urgencia, porque no sabemos el día y la hora en la que Cristo vuelva o nosotros acabemos, ¿por qué ese día? A determinar la oportunidad. Entonces, con urgencia nos es necesario hacernos estas dos preguntas. ¿He llegado yo al punto de reconocer que he ofendido a Dios? ¿He llegado al punto de reconocer que mi vida estaba ofendiendo constantemente a Dios? Y he podido observar a la luz de la gloria de Dios, la obra de Cristo, y por medio de la fe he recibido el perdón de mis pecados y la vida eterna. Si esto ha pasado en tu vida, gloria a Dios porque tienes una vida eterna totalmente asegurada por el poder de su mano. Y si no, te tengo buenas noticias. Todavía está abierta la puerta. Estás en el mejor lugar que debías de estar en este momento. Porque nos es necesario cuestionarnos esto. Es bien simple, el evangelio es simple. Se resume en esas dos partes, arrepentimiento y fe. Pero si tu arrepentimiento es de haber vivido una vida que no te convenció, una vida en la cual no llenaste los estándares de la sociedad, una vida en la cual no llenaste tus expectativas, siento decirte que eso no es arrepentimiento para salvación. Porque el arrepentimiento para salvación es estar arrepentido de que hemos estado viviendo ofendiendo a Jehová, de los ejércitos, al Dios de todo el universo. Ese es el arrepentimiento que salva. No el arrepentimiento de haber tratado mal a mi esposa, no el arrepentimiento de haber dejado a mis hijos abandonados, no el arrepentimiento de haber sido un hijo negligente. El arrepentimiento que salva es el haber ofendido a Dios y volverse de nuestros pecados. Entonces, si nosotros predicamos esto, pues ¿cómo cree que lo van a recibir? No lo van a recibir bien, mis amados. Porque esto es en contra de la naturaleza del hombre. Lo que veíamos hace unas semanas en la predicación acerca de cómo el hombre tiene esa tendencia natural al pecado, ese pecado que se le llama el pecado original, nuestra tendencia natural a siempre pecar y no buscar a Dios. Cuando tú le predicas que necesita arrepentirse de la vida que ha llevado y que ha ofendido a Dios, lo natural y lo más esperado es que seas rechazado. Sin embargo, tu tarea no es convertir a la gente, tu tarea es exponer el mensaje del evangelio. Porque la tarea de Dios, unos siembran, otros llegan, pero Dios es el que da el crecimiento. Lo más probable es que no se toque ver ese brotar de la semilla del evangelio en las personas. Que glorioso es ese momento cuando nos toca verlo. Pero no podemos decir que son puros fracasos cuando hemos compartido el evangelio. Entonces, nos es necesario compartir el evangelio. Nos es necesario compartir el verdadero evangelio. Cristo sí sana, Cristo sí salva, Cristo sí restaura, sí, todo lo que nosotros hemos escuchado y hablado y cantado. Sí, sí lo hace, pero el problema principal que resuelve Cristo es la enemistad de los hombres con Dios. Entonces, básicamente el evangelio es bien simple. ¿Por qué? Porque Dios se encarga de lo más difícil, de que el hombre lo pueda entender. Tú le puedes agarrar y explicar de manera catedrática, con bolitas, palitos, manzanas, gráficas, videos. Le puedes agarrar la mano y llevarla y escribir. Y esta persona si no es mandada por Dios, que entienda. No ha de entender. Pero si tú eres torpe para hablar como yo, si tú eres tartamudo como yo, y Dios decide que esa persona se ha de salvar, se ha de salvar con las tres palabras que tú le puedas explicar. Pero es necesario que le hables de Dios, que le hables de pecado, que le hables de la vida, de la obra de Cristo y del arrepentimiento y la fe. Sencillamente. ¿Cómo lo hagas? Dios te ha demostrado la manera, con gracia y misericordia. Entonces, ¿la ley es para el soberbio y la gracia para el humilde? No. Para todos es la ley y para todos es la gracia. Porque todos somos, o fuimos, soberbios en algún punto, pero llega el momento en el que la gracia ha de ser derramada en la vida de aquellos. Si me explico, tú no puedes llegar con la suave primero, no, a nadie. Por más mansito que se vea la persona, no puedes llegar con la gracia. ¿Por qué? Porque no va a entender de qué se está salvando. No va a entender quién es aquel que le está ofendiendo. Lleva una secuencia. Todos han de recibir la ley y todos han de recibir la gracia. Esa gracia tan dulce que nos conmueve, nos quebranta cuando la entendemos. Pero porque ya pasamos a haber entendido quién era Dios y quién era el pecado a través de la ley. Entonces, es bien simple. Tú se lo puedes explicar a un pequeño con palabras sencillas, o se lo puedes explicar a un doctor con toda la teología que tú le puedas mostrar. Eso ya depende de ti y de lo que Dios te dé y te permita hacer. Pero ese es el mensaje del Evangelio. Dios, el creador de los cielos y el universo. Su creación está enemistada con él por el pecado. ¿Qué es el pecado? Aquello que ofende a Dios. Aquello que le encanta a la humanidad de hacer. ¿Y cuál es la salida? Jesucristo. ¿Y qué es necesario para acceder a ese arrepentimiento y la fe? Entonces, ¿qué más habremos de hacer nosotros después de eso? Pues nada, orar, clamar por las almas. Clamar para que Dios nos permita tener el entendimiento de quién es de quién hemos de hablarle. ¿A quién hemos de llevarle este mensaje? ¿Y qué haremos posteriormente a que este mensaje sea florecido en las corazones de las personas? De que este mensaje haya sido recibido. Muy simple, necesitamos disipularlos. A todas aquellas personas que hayan creído en el mensaje del Evangelio, que hayan recibido la gracia salvadora, hay que disipularlas. Hay que enseñarles y mostrarles el camino que nosotros hemos aprendido. Es muy simple, y no necesitas ser pastor, o necesitas ser maestro, no necesitas conocer al derecho y al revés el hebreo y el griego, para nada. Simplemente necesitas hacer algo que le ayude a esa persona a acercarse a Dios. Sencillamente. Pero no puedes estar disipulando a alguien que todavía no se ha convertido. ¿Sí me explico? No le puedes estar exigiendo santidad y que se santifique a alguien que no se ha convertido. Si nosotros empezamos al revés, lo que vamos a hacer es que vamos a tener una iglesia llena de sepulcros blanqueados. ¿Sí? Porque el fundamento para nuestra santificación es que hemos conocido al Santo, Santo, Santo. ¿Y quién ha conocido al Santo, Santo, Santo? Y no se ha vuelto a él. La santificación va a ser un proceso, ¿cómo le diré? Como en automático, pues. Que ha de empezar posterior a la conversión. Y ahí sí, tú lo disipulas, le dices, ok, mira, ya puedes ver, puedes abrir, la palabra dice esto, mira. Y este creyente se va a ir purificando a lo largo de su vida. Pero si nosotros queremos purificar inconversos, les estaremos echando agua con cal nomás por fuera. Les estaremos enseñando la cultura cristiana. Les estaremos enseñando a que levanten manos inmundas. Entonces, es vergonzoso o me puedo sentir yo mal o incómodo por reconocer que todavía no ha pasado esta parte de mi vida del arrepentimiento y la fe. Para nada. La salvación está en la puerta. La salvación está aquí. Más nos valdría reconocer humildemente, humildemente, esa palabra es necesaria en la salvación. La salvación está aquí. La salvación está aquí. Más nos valdría reconocer humildemente, humildemente, esa palabra es necesaria en la salvación. Con humildad de reconocer que esto no ha sucedido. En vez de seguir caminando, queriendo dar pasos que todavía ni siquiera son necesarios dar. Cuando Jesús les decía que están poniendo cargas que ni ustedes están cargando, les decía a los fariseos, ¿se acuerdan? Era porque ni siquiera ellos habían entendido el mensaje y estaban poniéndole cargas a otros que tampoco habían entendido el mensaje. Necesitaban entender quién era Cristo primero para poderse santificar y que esa adoración fuera recibida de una manera apropiada. Entonces, el mensaje es bien fácil, bien sencillo. Cuatro elementos básicos. Las maneras y los modos, pues, ya lo sabremos, pero siempre recuerde que Dios es el que da el crecimiento. No se frustre. Los pequeños pueden compartir el evangelio. Sí, pueden compartir el evangelio. Es más fácil a un niño entender quién es Dios y que no está viviendo una vida correcta para él que a un adulto empedernido en su pecado. ¿Por qué las iglesias, los pequeños de las iglesias que ya están grandes, se alfartan del evangelio? Porque no conocieron el evangelio. Los encalaron nomás por fuera. Entonces, es necesario. Es bien sencillo el evangelio. Predique el evangelio. Hable del evangelio. Conozca el evangelio. Conocer a Dios cada vez más va a hacer que el pecado se desarraigue en nuestra vida. Entonces, eso es, mis amados, el mensaje de hoy. Que yo les invito a que puedan profundizar más en el conocimiento de Dios. Puedan profundizar más en la obra salvadora de Jesucristo. Porque conforme nosotros conozcamos más a Jesús, va a volverse esa tierna misericordia más tierna, más sublime, más deleitosa, más incomprensible el sacrificio de Cristo. Y tu vida va a ser más fácil poder vivir una vida que le agrade a Dios conforme tú conozcas a Dios y a Cristo. Porque entre más brille la santidad de Dios, más evidente va a ser tu pecado y más fácil va a ser despojarte de él. Si hay un pecado que te está costando trabajo dejar, te es necesario conocer más la santidad de Dios. Te es necesario conocer mejor la vida y la obra de Cristo. Y conforme esto sea exaltado y glorificado, tu pecado va a perder valor para ti y vas a poder dejarlo. Entonces, ¿qué les parece si oramos? ¿Qué les parece si oramos? Y yo creo que podemos orar para que Dios nos permita compartir el Evangelio en ese tiempo de una manera audaz. De una manera que por medio de la fe nosotros podamos creer que el Evangelio ha de hacer en la vida de aquellos escogidos de Dios lo que tiene que hacer. No creyendo que nuestra forma de transmitirlo ha de impactar de forma positiva o negativa. El Evangelio es el Evangelio y Dios es el que usa eso en la vida del creyente. Tenemos que ser valientes para compartirlo. Señor, esta noche Dios te damos gracias, Padre, porque tú nos hablas, Dios nos enseña, nos muestras, Padre. Señor, te pedimos que nos des la valentía primeramente de reconocer en nuestra propia vida, Dios, si hemos pasado, si hemos experimentado el arrepentimiento y la fe en nuestra propia vida, Dios. Señor, queremos pedirte que la obra que tú has hecho en nosotros, Dios, pueda traer esa necesidad de compartir lo que tú hiciste con nosotros, Dios, a los demás, que podamos compartir el Evangelio tal cual es, Señor. Señor, nosotros sabemos que tú has de hacer que las personas nazcan de nuevo, Dios. Nosotros simplemente tenemos que llevar el mensaje, Dios, y tú has de hacer la obra, Papito. Señor, gracias te damos porque en algún momento nosotros recibimos ese mensaje. Y gracias, gracias, gracias, porque tú abriste nuestros ojos, Dios, y quebrantaste nuestro corazón, cambiaste nuestra naturaleza y pudimos ver quién era, Dios. Pudimos ver y entender el pecado que estaba en nuestra vida, Dios. Señor, gracias porque mostraste a Jesucristo, Dios, a nuestra vida, Dios. Gracias por ese Cordero tan perfecto, Dios. Gracias porque lo mandaste a morir por mí, Dios, por nosotros, Dios. Señor, haz tu obra, Dios. Haz tu obra en este lugar, Dios, en esta colonia, Padre, alrededor, Dios, en nuestra familia, Dios, que tu Evangelio, Dios, pueda ser expuesto en nuestra familia, Dios, en este tiempo, y que podamos ver tu obra, Dios. Qué glorioso sería poder ver cuando esa semilla germine, Dios. Qué glorioso será, Dios, cuando podamos ver esos frutos de esa semilla que en algún momento pudimos ser parte de la plantación, Dios. Señor, gloríficate en ese tiempo en tu iglesia, Dios, y que tu iglesia siembre semilla buena, Dios, que en ese tiempo, Señor, tu iglesia, Dios, lleve un mensaje certero y preciso, Dios, y que las almas puedan ser transformadas, Dios, redimidas, Dios, por tu poder, Dios. Sabemos que tú tienes poder para salvar. Sabemos por medio de la fe, Dios, que tú has dado promesas a nosotros, Dios. Señor, que es el tiempo en el que nosotros podamos verlas, Padre. Que sea en el tiempo en el que tú empoderes a tu iglesia, Dios, a través de la fe, Dios. Señor, así como tu pueblo, Dios, estaba ahí, Señor, temeroso, Padre, en ese aposento alto, Padre, que este es el tiempo en el cual, Dios, tú traigas ese derramamiento de tu poder, Dios, para llenar la vida de los inconversos, Padre. Gracias, Dios. Gracias, Padre. Gracias, Señor. Bendito y alabado seas, Señor, porque eres bueno y porque tu misericordia es para siempre, Dios. Te bendecimos, Padre, y te pedimos que así como tú llenaste de autoridad y poder a aquellos hombres, Dios, así nos des la autoridad y el poder para compartir tu Evangelio, Dios. Reconocemos que no tenemos poder sobre la salvación, sino que tú la tienes, Padre. Pero te pedimos que nos des la autoridad para compartirlo, Dios, que quites todo obstáculo, Dios. Te bendecimos, Señor, en el nombre de tu Hijo Jesús, Señor. Amén, Señor. Amén. Familia, pues vamos a empezar esta serie acerca del Evangelio. Son temas acerca del Evangelio. Porque es importante que lo sepamos y lo conozcamos. Creo que es un tiempo adecuado para hablar del Evangelio. Creo que lo que estamos haciendo en nuestras casas con Lucas es importante porque estamos conociendo la vida de Cristo. Estamos viendo quién es ese Cristo, ese Dios encarnado. Entonces, se presta la temporada, se prestan las visitas, se prestan las familias, se prestan, ¿no? Para que compartamos un mensaje de salvación correcto, simple, sencillo. Entonces, eso es. Si usted quiere aprender más, hay mucho material, hay muchas formas, hay muchas cosas que aprender. Aquí está su librito, bien sencillo. Se lo recomiendo. Ahí yo puedo entender muchas cosas de una manera muy explícita. Entonces, descanse, en que la obra no la va a hacer usted. Usted simplemente es la bocina que ha de transmitir. No los va a agarrar a bibliazos y los va a convertir para nada. Simplemente ha de proclamar lo que ya se ha dicho. Y a descansar. Y si no los oyen, ¿qué dijo el audio biblia? Sacúdanse los pies para que ellos vean que han sido entregados a su suerte. Pobrecitos, ¿qué les espera? Entonces, gracias a Dios, porque nosotros pudimos escucharlo. Bueno, entonces, mis amados, estamos despedidos. Pero, antes de que se vaya, yo le invito a que antes de aquí al domingo, se reúna con alguien. Y platique, cene, coma, conviva. En estas fechas es cuando la iglesia más, se va a su madriguera, cada quien. Entonces, si va a tener algo, invite a alguien. Bueno, de aquí al domingo. Ya veremos luego, porque ya se acerca el otro domingo y ya no va a haber tanta chance, todavía hay chance, ¿no? Bueno, Dios les bendiga, mis amados, estamos despedidos.

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