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LO QUE ES TUYO LLEVA TU NOMBRE (PREDICADORA-QUEYDI Z)

LO QUE ES TUYO LLEVA TU NOMBRE (PREDICADORA-QUEYDI Z)

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The speaker starts by expressing their excitement about seeing new faces and their willingness to serve the Lord regardless of age. They then pray for guidance and begin discussing the topic of the sermon, which is about how everything that belongs to the Lord carries His name. They mention their own experience of receiving gifts and how everyone in the church has something special from God. They then focus on the story of Joseph and how his brothers were jealous of him because their father favored him and he had special gifts. The speaker explains that envy arises when someone has something unique or does a good job. Y ese solo es el principio de muchas cosas. Yo sé que todos ustedes, ya los miro, ya los veo sirviendo al señor en tantas áreas. Y qué bueno estar desde un principio para ver quién viene, quién se queda, quién se va, quién crece, quién. Yo puedo ver todo, ¿verdad? Porque estamos desde el principio. Pero es bien bonito ver caras nuevas y que se puedan quedar y que puedan decir, eme aquí, úsame, señor, porque estoy dispuesta, no me importa la edad. Que puedan decir así como David un día dijo, joven fui y he envejecido, ¿verdad? Que todas, que estas palabras puedan salir de su boca, ¿verdad? Que puedan decir, estuve, empecé en este ministerio desde joven, pero he envejecido y sigo de pie, ¿verdad? Y mi generación también va a seguir sirviéndole al señor. ¿Quién quiere decir esas palabras cuando ya estemos ancianitos? Amén. Entonces, vamos a empezar con la palabra del señor. Vamos a hacer una pequeña oración para que sea él hablando por medio de mí. Gracias, Padre Celestial, por este día, esta noche, señor, que tú nos has regalado, Padre, gracias por este viernes, Padre, que sabemos que estamos aquí para recibir de tu palabra, señor. Somos como esas plantas, Padre, que necesitamos esa agua, esos nutrientes, Padre, para estar creciendo día tras día, señor. Y no lo podemos hacer sin tu espíritu, no lo podemos hacer sin tu palabra, señor. Por eso, enséñanos hoy, Padre, un poco más de lo que tú nos dejaste escrito ahí, señor. Que nuestros oídos puedan estar atentos, que nuestro corazón pueda aceptar la palabra, señor, que pueda ser fruto, señor, para que podamos, señor, mejorar cada día, Padre, en el nombre poderoso de Jesús, que estos jóvenes, señor, se enamoren más de ti, Padre, en el nombre de Jesús, amén y amén. Entonces, la palabra de esta noche se llama, lo que es tuyo, lleva tu nombre. Díselo al que está a la par ahí, lo que es tuyo, lleva tu nombre, al que está a tu lado. Amén. Me gusta la obediencia. Así que, y fíjense que yo estaba haciendo un tema hace días y lo había titulado, Estrenando todos los días, pero el señor me la iba cambiando y no sé cómo me desvié, pero le digo, bueno, tú lo desviaste por algo y me llevó a algo un poquito más personal. Y yo esta predica la comenzaba con Lamentaciones 3.23. Y todos ya se saben este verso, ¿verdad? Es uno de los más populares porque sabemos de que lo podemos ver cada día. Y es el que está en Lamentaciones 3.23 y antes del 23 habla de las misericordias de Dios. Y el 23 dice, nuevas son cada mañana, grande es tu fidelidad. Y como antes hablaba de sus misericordias, por eso es que habla de las misericordias, que se renuevan todos los días. O sea, que las dádivas de Dios son todos los días. Tenemos un estreno a diario, ¿verdad? Y las misericordias no solamente es algo en específico, son muchas cosas, ¿verdad? Que podemos aprovechar de parte del Señor. Y no sé, bueno, yo creo que aquí hay, la mayoría son nacidos acá, pero ¿quienes nacieron en su país? O sea, en otro, que no es Estados Unidos. Varios. Entonces tal vez ustedes van a entender. Pero yo cuando era una niñita y vivía en Honduras, me recuerdo que siempre tenía familia acá, en los Estados Unidos. Y siempre ellos nos mandaban cosas, nos mandaban cajas, nos mandaban regalos, las mudadas del año, ¿verdad? Para poder estrenar, nos mandaban tantas cosas. Y era una emoción cuando llegaba, con solo cuando nos llamaban para decirnos, ¡Ey, qué talla sos! ¡Ey, qué zapato te gusta! ¡Ey, cuál es la moda ahí ahorita! Y estábamos como que, ok, ya teníamos una gran lista para decirles, y estábamos con esa emoción de que nos iban a mandar cosas, porque ya nos estaban pidiendo nuestra talla, nos estaban pidiendo nuestros gustos. Y éramos un montón de niños, éramos muchos. Pero como habían varios aquí, teníamos dos hermanos y mi papá, entonces eran varios los que ayudaban cada vez que mandaban una de esas cajas. ¿Quién recibió de esas cajas en sus países? Varios, ¿verdad? Y me recuerdo yo que se tardaba un montón en llegar, sus dos, tres meses a veces, y cuando llegaba era como que todos se ponían, estaba en el centro de la caja y todos nos poníamos ahí, y mi mamá con el cuchillo ahí, lista para abrirla. Pero me recuerdo que cuando la abría, era como que ya mirábamos los nombres en las cosas, y decíamos, hay algo para mí. Y estábamos con aquella emoción, y nos codiábamos entre nosotros, y decíamos, mira aquella cosa es tuya, mira aquella cosa es tuya. Y entonces mi mamá solo agarraba la cosa y mencionaba el nombre, y ya, era como que los tiraba a veces de la emoción, tiraba lo que nos llegaba en ese momento. Pero también habían cosas para la casa, para la cocina, y eso ya sabíamos que era para todos, para el uso de todos. También como habían otras cosas que no llevaban nombre para nada, pero con solo el tamaño, o con solo el color y el estilo, ya sabíamos que tal vez podría ser nuestro. Que también había algo de que no tenía nombre, pero mi mamá estaba haciendo como a pile de cosas que no tenían dueño todavía, y nosotros estábamos como ya inspeccionando desde lejos, esa va a ser mía. Y cuando había algo de que podía ser para mi hermana o para mí, nos poníamos en ese mode de pelea, nos poníamos en ese mode de competencia, y hasta le preguntábamos a mi mamá, hagamos algo para que sea mío, algo que, you know, break the point, algo para que sea mío. Y mi mamá nos decía, no, tranquilas, al que le quede, a ese se le va a quedar. Y nosotros, ay, pero a ese le va a quedar aquella. Y estábamos así como que peleando, todos estábamos como en tipo competencia para ver quién salía ganando. Y esas cosas extras eran peleadas. Pero lo que ya había sido dispuesto del corazón de mis hermanos, ya era nuestro, ya era algo seguro, ya era algo preparado específicamente para mí, para mi hermana, ya llevaba sus nombres. Entonces, el señor me decía mucho así en el corazón, tengo para todos. No sé por qué yo sentía eso, tengo para todos, tengo para todos. Y lo escuchaba así como resonando en mí, tengo para todos. Porque muchas veces, no solamente en nuestra casa, sino que aquí en la iglesia, estamos en ese modo competencia. Y el señor me decía, ay, para todos. Yo tengo algo específico, algo especial para cada uno de los que están acá. Cada quien se tiene que llevar un regalo, cada quien se va a llevar un ministerio, cada quien se va a llevar un talento, cada quien tiene algo. Solo es de que quieran y que crean. Y en la Biblia hay un hombre que fue muy, pero muy envidiado y molestado por sus propios hermanos. De hecho, varios. Está José y está David, que eran unas familias grandes, ¿verdad? Que tenían unos hermanos que se peleaban entre ellos. Pero vamos a comenzar con José. Fue molestado por sus propios hermanos de sangre, y todo por ser favorecido con un regalo de parte de su papá. Nos vamos a ir en Génesis 37.3. Confirman con un amén. Génesis 37.3. La palabra del Señor se lee en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y dice, Y amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez, y le hizo una túnica de diversos colores. Y viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, lo aborrecían, y no podían hablarle pacíficamente. Y soñó José un sueño, y lo contó a sus hermanos, y ellos llegaron a aborrecerle más todavía. Y él les dijo, Oíd ahora este sueño que he soñado. He aquí que atábamos manojos en medio del campo, y he aquí que mi manojo se levantaba y estaba derecho, y que vuestros manojos estaban alrededor y se inclinaban al mío. Le respondieron sus hermanos, ¿Reinarás tú sobre nosotros, o señorearás sobre nosotros? Y le aborrecieron aún más a causa de sus sueños y sus palabras. Soñó aún otro sueño, y lo contó a sus hermanos diciendo, He aquí que he soñado otro sueño, y he aquí que el sol y la luna y once estrellas se inclinaban a mí. Y lo contó a su padre y a sus hermanos, y su padre le reprendió, y le dijo, ¿Qué sueño es este que soñaste? ¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos apostranos en tierra ante ti? Y sus hermanos le tenían envidia, mas su padre meditaba en esto. Después fueron sus hermanos a apacentar las ovejas de su padre en Sikén. Entonces, siempre que tengamos un sueño, siempre que tengamos un regalo de parte de Dios, también se va a despertar la envidia en otros. ¿Cuáles son las razones por las cuales Israel, que era el papá, le dio a José? ¿Quiénes pusieron atención? Pueden haber muchas, pero por lo menos dos. De todo lo que leímos, ¿por qué le regaló esa túnica al papá a José? Lo amaba más, pero por haber nacido en su vejez, por haber nacido en un momento en el que él creía que él no iba a poder tener hijos. ¿Y la otra? Porque tenía un don especial, porque el Señor le revelaba los sueños a él. Entonces, esas dos cosas despertaban la envidia, la rivalidad a sus hermanos. Entonces, ¿qué levanta la envidia en las personas? Vámonos a Eclesiastes 4.4. Y si alguien me lo lee fuerte, por favor. ¿Alguien lo tiene? Yo tengo otras dos versiones que se las voy a leer rápido. Uno de ellos lo dice, Y este era Salomón, ¿verdad? Y la otra versión dice, Estaba hablando de todo lo que él miraba, pero que no valía la pena, que todo era vanidad. Pero es cierto, esas cosas siempre se levantan, ¿verdad? Cuando hacemos un buen trabajo, levanta rivalidad o levanta envidia. Entonces, nos vamos a ir a Génesis 37, 18 al 19. Aquí mismo nos vamos a quedar un poco en la historia de José. Génesis 37, y perdón que ando un poco mal, pero 18 al 19 dice, Y aquí es cuando empiezan los sobrenombres, los nicknames. Cuando ya tienen un nickname para ti, ya sabes de que has despertado envidia en alguien, ¿verdad? Y ahorita que he estado trabajando, me ha pasado también de que la nueva le cae todo. Es como que tienes que decirle sí a todo prácticamente, o haz esto, haz esto. Y es como que tú tienes que, no, bueno, está la obediencia, pero también para que aprendas en todas las áreas. Pero entonces estaba despertando la envidia en varias personas, y yo decía, ¿Y por qué no lo hacen ellos entonces, verdad? Así como que ellos no lo estaban haciendo, pero como yo estaba haciendo las cosas extras, entonces se estaban enojando por eso, pero yo decía, ellos han estado más tiempo aquí, ¿por qué no hacen esas cosas entonces? Y eso es lo que puede pasar. En el Grupo de Alabanza se nos dice y se nos recalca y se nos recuerda cada rato, hagan lo que tengan que hacer. Tienen que hacer esa extra mía, porque ya va a venir otro, ¿verdad? Que los va a reemplazar, o que va a venir con más pasión, que va a venir con más fuego, que va a venir con tantas cosas, con tantas ideas, que va a venir con iniciativas, que va a venir con tantas, y nadie es indispensable, ¿verdad? Entonces sabemos de que el trabajo para el señor tiene que ser, y sabemos que hemos fallado, y hemos fallado en tantos ministerios, pero por eso es esta palabra, para que podamos en este año nuevo hacerlo mejor de lo que ya lo hemos hecho, que esos errores que hemos tenido los podamos hacer a un lado, apartarlos y trabajar mejor. Y para los que ya están, se van a incorporar, que puedan empezar bien desde un principio, porque siempre se va, al principio somos como esa llamada de tusa, y después se va apagando poco a poco, pero sabemos que el señor siempre está aquí recordándonos y dándonos el mejor consejo con su palabra. Entonces, en Génesis 20-23, perdón, Génesis 37-20-23, nos vamos a quedar en la misma historia, dice, ahora pues, venid y matemosle, y echemosle en una cisterna, y diremos, alguna mala bestia lo devoró, y veremos qué será de sus sueños. Cuando Rubén oyó esto, lo libró de sus manos, y dijo, no lo matemos, y le dijo Rubén, no derrameis sangre, echadlo en esta cisterna, que está en el desierto, y no pongáis mano en él, por librarlo así de sus manos, para hacerlo volver a su padre. Entonces, siempre va a estar la persona que va a echar más tierra al problema, y otro que tal vez no le va a caer tan mal, pero te va a ayudar de todas formas, ¿verdad? Hay de todo en esta vida, entonces va a estar el que va a querer hacerte la vida imposible, y va a estar el que te va a querer ayudar. Y aquí mismo, en Génesis 37, 31, 33, dice, entonces tomaron ellos la túnica de José. Creemos de que en esta historia, ellos se querían deshacer de él, pero empezaron también con lo que fue el regalo para él. Porque la gente mira eso, no solamente te mira a ti, sino que lo que tú haces, y tu regalo, y tu don, y tu talento, o lo que tú estás aportando en cualquier lugar, y si no pueden contigo, entonces te van a querer destruir el regalo o lo que te dieron. Entonces, mira lo que hicieron estos hermanos, y esos que eran de sangre, imagínate si solo hubieran sido conocidos. Pero aquí en el 31 dice, entonces tomaron ellos la túnica de José, y degollaron un cabrito de las cabras, y tiñeron la túnica con la sangre, y enviaron la túnica de colores, y la trajeron a su padre, y dijeron, esto hemos hallado, reconoce ahora si es la túnica de tu hijo o no. Y él la reconoció, y dijo, la túnica de mi hijo es. Alguna mala bestia lo devoró. José ha sido despedazado. Y bien que había sido despedazado, pero por sus hermanos. Entonces, esa túnica la peleaban, la deseaban, más no sabía que no la podían usar, porque solamente estaba hecha específicamente para José. Aunque se la probaran, aunque se la pusieran, no les iba a quedar. Tal vez solo de adorno la iban a tener, pero así para qué, no iba a funcionar. Entonces, ellos tenían que haber trabajado por su propia túnica. Tal vez le iban a dar una mejor que la de José. ¿Verdad? Una de su tamaño o una que sí les quedara. Y en la palabra también me recordé cuando le pasó a Jesús. ¿Quién se acuerda cuando echaban suerte sobre las vestiduras de Jesús? En Salmos 22, 18, lo dice. Y estos eran los romanos, ¿verdad? Los soldados cuando estaban ya, era como un trofeo para ellos tener ese premio. Ya cuando ya lo habían triturado, ya cuando ya estaban para morir, era como que vamos a tener estas vestiduras, pero ahora quién se las va a ganar. O sea, la gente tan mala hace de tu premio o hace de tu regalo lo peor, porque dicen, oh, ya no lo puede tener o ya no lo puede usar o ya no lo puede, lo descuidó, ahora es mío. Entonces, ¿qué hicieron estos romanos? ¿Quién tiene Salmos 22, 18? Dice, y echaron suertes repartiéndose entre sí sus vestidos. Por tanto, se dijeron unos a otros, no la rompamos, sino echemos suertes sobre ellas para ver de quién será, para que se cumpliera la Escritura. En Salmos 22, 18, dice, repartieron entre sí mis vestiduras y sobre mi ropa echaron suertes. Entonces, vemos cómo deseaban lo del prójimo, ¿verdad?, en vez de hacerlo de ellos mismos. En estas historias siempre se va a levantar esa envidia, pero en Jesús era algo así como que quién no lo iba a hacer, ¿verdad?, porque era Jesús, pero solo lo que lo reconocieron, ¿verdad? Yo también hubiera estado peleando, o la mamá, no sé si estaba ahí María, déjenme todo lo de mi hijo, ¿verdad?, pero ellos eran en otra manera, ellos lo querían para ellos, pero para burlarse. Entonces, tengo otra historia, y aquí sí es la última, pero en esta es al revés. En esta, no les quiero decir de que cuiden lo suyo, sino de que no den lo suyo, o sea, no presten lo suyo. Porque esta es la historia de David, y nos vamos a ir a 1 Samuel 17, 38, vamos a buscar a todos, 1 Samuel 17. En esta historia es al revés, porque tampoco el darle lo tuyo a otro es bueno, o prestar, o regalar, no se puede. Todos los regalos de parte de Dios son irrevocables. Yo me recuerdo cuando les llevaba esta palabra a los músicos, y les decía, el Señor ya nos dio algo, y aunque a veces, y aunque sientas que ya no lo tengas, aunque sientas que ya ha desvanecido, o que ya no está en ti, sigue en ti. Solamente es de que avives el fuego, solamente es de que lo vuelvas a usar, a volver a practicar, a volver a las sendas viejas, a que vuelvas al primer amor, para que sea el Señor encendiendo este fuego en ti, y puede hasta que lo uses mejor de como lo usaste la primera vez que se te dio. Sabemos de que lo que el Señor da no te lo puede quitar. Ya cuando una vez fue entregado y aceptado por ti, ya son tuyos, ¿verdad? Y nadie te los puede quitar. Entonces, en primera vez Samuel 17, 38, al 40, lo vamos a leer, dice, Y Saúl vistió a David con sus ropas, y puso sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de coraza. Y ciñó David su espada sobre sus vestidos, y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl, yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí esas cosas. No era, en primer lugar, no era la guerra de David. Él solo andaba simplemente dejando comida. No era su forma de pelear, porque él les había dicho, así como pelean ustedes, yo nunca lo he hecho, yo soy más de cuerpo, yo soy de enfrentarme, yo soy de piedras, yo soy de, era otro nivel como el Señor lo había entrenado, porque nunca había hecho, nunca había ido a esos lugares de entrenamiento o de guerra. El Señor lo había preparado a él específicamente y solo, aparte. Él se enfrentaba contra leones, contra osos, y los mataba. Y él les explicaba antes de todo esto, pero él solo andaba, mira, que él no iba a pelear, él no iba a enfrentarse con un goliad, él no iba a enfrentarse con un gigante, pero fue atraído, fue enviado por su padre y salió victorioso al final. Entonces, no era la guerra de David, no era su forma de pelear, no era ni siquiera su armadura, pero vino el rey Saúl y le prestó, le dio su armadura, le dio lo que él ya tenía. Y si hay unas fotos ahí, ya le quedaba un gigante, ¿verdad? Le quedaba bailando porque ni siquiera era de su size, no era lo suyo. ¿Qué dijo David? No, yo no puedo con esto, esto no es para mí. Yo voy a hacerlo como el Señor me entrenó a mí, yo voy a hacerlo como el Señor me mostró a mí, como Él me entrenó. Y en esos tiempos, usar la armadura del rey, porque era una armadura real, era algo de honor. Cualquiera hubiera estado, sí, cualquiera hubiera estado feliz porque, ay, el rey me está prestando su armadura, el rey me está dando algo, es algo, hasta si muero va a ser algo de honor morir con la armadura del rey. Pero David dijo, no, yo sé con quién estoy peleando, y yo sé para quién estoy peleando, porque David sólo iba, cuando pasó y escuchaba a todos, ¿quiénes son los que se vienen a pelear contra el pueblo, contra las tribus de Dios? Ahí fue donde su enojo empezó y dijo, no, yo tengo que hacer algo. Y hasta sus mismos hermanos se enojaron con él. Dice, y oyéndole hablar Eliab, uno de sus hermanos, su hermano mayor, con aquellos hombres, se encendió en ira contra David y dijo, ¿para qué has descendido acá? ¿Y a quién has dejado allá a aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido. En pocas palabras le dijo, ¿qué andas haciendo aquí, Meke? Estás aquí de metiche, eso no es para ti, tú eres un niñito, los niñitos no pueden estar acá. ¿Y quién iba a decir que ese niñito era el único que iba a ser valiente? Porque aquí sigue diciendo, en el primera de Samuel 17, 24, dice, Y todos los varones de Israel que veían a aquel hombre huían en su presencia y tenían gran temor. Pero David lo que pensaba y lo que él decía era, no, yo voy a defender a Dios y a su pueblo. Él venció no con la armadura del rey Saúl, él no venció para cuidar o defender a sus hermanos, él venció porque tenía un celo para con Dios, y él estaba con Dios, y él sí era su Dios. Entonces sí, él no pertenecía ahí, era como un bicho raro tal vez para todos, pero su Dios estaba presente, y ahí fue cuando él le dijo, ¿quién se sabe esas palabras que David le dijo a Goliat cuando se enfrentó delante de él? Dilo más fuerte. Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina, mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Y ya sabemos el resto de esta historia. Pero lo que el Señor te quiere decir en esta noche es de que no descuides lo tuyo, ya sean privilegios, posiciones, responsabilidades, ministerios. Ya una vez, mira, es un llamado, es un regalo. Y no solamente ponte a pensar en las cosas de la obra del Señor, en tus cosas personales también. ¿Verdad que nadie más puede hacer lo tuyo? ¿Alguna vez tú le has dado órdenes a alguien y no las puede hacer o las hace mal, y tú dices, es que yo tengo que venir a hacerlas porque no las van a hacer igual? ¿Te ha pasado? ¿Verdad que las cosas van a salir bien cuando uno mismo las hace? Porque ya uno sabe cómo hacerlas. Ya llevan nuestro nombre. Así es Dios también. Dice, no, yo quiero que esta persona haga esto porque a ella le sale bien. Ella tiene el potencial para eso. Yo quiero que esta persona se encargue de esto porque a ella, a él le sale bien. Y así es el Señor dando conforme a nosotros vamos a poder cumplir. Porque cada quien es diferente. Entonces, no descuides lo tuyo. No descuides lo que ya se te dio, lo que ya se te otorgó allá atrás. No descuiden estos primeros pasos, este primer emprendimiento. Yo sé que viene más. Y es el Señor. Si yo me gocé, imagínense cómo está el Señor, ¿verdad? Gozoso allá arriba. Porque como les decía antes, vendrá otro, ¿verdad?, que sí quiere, que sí quiere trabajarlo como se debe, que sí quiere tomar su lugar. Pero aquí el Señor nos dice, hay lugar para todos y hay regalos para todos. Es sólo para el que Él quiere. Entonces, ninguno de estos hombres que estaba supuesto a pelear se pudo enfrentar contra Goliat. Pero vino uno que no estaba ni preparado, ni había entrenado, ni tenía armaduras. O sea, estaba como nuevecito ahí, como por irte comprado. Y él fue el que venció. Voy a cerrar con Romanos 11.29. Y este dice, pues lo que Dios da, no lo quita. Ni retira tampoco su llamamiento. Él ya te llamó. Él ya puso el llamamiento en ti. Él dijo, David, yo te quiero acá, que tú solo digas teña aquí. Y así, con cada uno de sus nombres. Él les ha dado muchas cosas. Unos ya contestaron. Otros todavía están on hold. Están on the waiting list. Otros todavía no lo están pensando todavía si lo van a aceptar. Pero el Señor dice, yo ya les hice un llamado. Yo ya quiero que todos me sirvan, que todos estén sometidos, que todos estén acá. Porque hay algo grande para cada uno de ustedes. Y se lo tienen que creer porque es el Señor quien los va a entrenar. Es el Señor quien los va a capacitar. Es el Señor quien tiene las herramientas. Imagínense qué bonito es que es como un trabajo. Que te digan, esta es tu nueva área, pero aquí están las herramientas también. No te van a dejar así a limbo, no te van a dejar al aire, no te van a dejar sin que tú estés adivinando las cosas. Y nuestro manual ya sabemos, ¿verdad? Todo está aquí escrito en la palabra del Señor. Así que si se te hace difícil o estás con duda o estás así con miedos, no los tengas. Porque cada uno de los que ya estamos acá, así nos pasó. Tal vez no queríamos al principio. Tal vez nos daba pavor estar enfrente de tanta gente que nos estuvieran viendo. Nos ponemos nerviosos o no sé, ¿verdad? Pero es el Señor quien te va dando las palabras. Es el Señor quien te va llenando a ti. Quien te va mejorando los talentos también. Le decía al Señor cómo allá afuera yo cantaba sin miedo. Cómo yo afuera danzaba y lo hacía de la mejor manera. Porque allá afuera no nos daba miedo equivocarnos. Era como que la que se quedaba hasta el final, o sea, dábamos todo. Y aquí también tiene que ser de la mejor manera porque es para el Rey. Amén. Así que ponte de pie allá donde estás. Amén. No sé si ya sabes cuál es tu llamado, tu ministerio, pero de lo que sí estoy segura es que tiene tu nombre y es tuyo. El Señor te lo ha dado a ti personalmente. Tú solamente lo tienes que hacer crecer con su ayuda. El Señor nos dejó la ayuda más grande, el Espíritu Santo. Él dijo, no los dejo solos, yo les dejo la mejor ayuda. Aunque tengan miedo, aunque tengan temor, háganlo con todo el miedo, háganlo. Aunque vayan sudando, aunque vayan temblando, háganlo, que es el Señor quien va a convencer, es el Espíritu Santo quien va a convencer de pecado. Es el Espíritu quien va a hacer las cosas. Somos un equipo con Él. David tal vez no iba con esa mentalidad de que iba a enfrentarse con un Goliath, con un gigante. Él no iba ni siquiera preparado. Y ahí mismo agarró solo cinco piedras, agarró con lo que él se sentía cómodo, con lo que él sentía que iba a poder vencer. Y lo logró. Pero Él le confirmó esas palabras, a Él le dijo, yo no vengo. Así como tú te estás presentando enfrente de mí, yo vengo en el nombre de Jesucristo, yo vengo con algo más poderoso, yo vengo con algo más grande que nadie lo puede vencer.

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