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This transcription is a conversation between Isabel, an anthropologist, and her guest, José, a clinical psychologist. They discuss the concept of life stories as a method of study in anthropology. José shares his background and education, including his clinical psychology practice and his work with children and adolescents. He also talks about his experience studying in Madrid and the challenges he faced living in a different country. Overall, the conversation highlights the importance of personal experiences and the value of resilience in shaping individuals. Entonces, a ver, antes de empezar, es como una conversación relajada para que la gente te conozca un poco. Yo soy antropóloga, entonces la idea es, hay un método de estudio en la antropología, esto no es una investigación, pero hay un método de estudio que se llama historias de vida. Tú te puedes sentar con alguien, conocer la historia de tu vida y a partir de eso hacer toda una investigación. Y ese método a mí me encanta y por eso me gusta un montón. Siento que todas las personas tenemos algo atrás que contar y seguro que algo de lo que tú puedes contar hoy día le va a aportar a alguien más, aunque sea una persona. Entonces, con esto basta. Así que esa es la idea, relájate y de nuevo, muchas gracias por estar aquí. Hola a todos, ¿cómo están? Bienvenidos a otro episodio más de lo que nos hace fuertes. El día de hoy tengo un invitado muy interesante que nos va a contar la historia de su vida, nos va a contar un poco su background profesional también. Y antes de darle la bienvenida, quiero recordarles un poquito la razón y el motivo de por qué hacemos este podcast. Sabemos que los seres humanos, al igual que la luna, atravesamos fases de vacío para sentirnos llenos nuevamente. Yo me presento, como siempre, soy Isabel Barona, antropóloga y fiel creyente de que la resiliencia nos reestructura y nos enriquece. Les doy la bienvenida a este espacio, a este podcast, en donde conocemos historias de vida de gente maravillosa, para recordar que todos siempre tenemos un contexto que cargamos detrás. Esas experiencias, aprendizajes y emociones que nos forjan. Y son justamente esas lecciones las que nos hacen valiosos y únicos. Les invito a que descubramos juntos lo que nos hace fuertes. Bienvenido, José, ¿cómo estás? Hola, Isabel, ¿cómo estás? Muy bien, gracias. Gracias por la invitación. Qué bueno. José, te voy a dar una introducción para que las personas que nos escuchan sepan un poquito quién eres. Él es José Yepes, tiene 31 años y estudió Psicología Clínica en la UDLA, la Universidad de las Américas, aquí en Quito. Y luego hizo un máster en Psicoanálisis y Teoría de la Cultura, qué interesante, en la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente se dedica a la consulta privada de Psicología y también es psicólogo adolescente en Contikion, un centro terapéutico para niños y adolescentes. Además, en una faceta no menos importante de su vida, es gerente de NoviInvento, una importadora de productos para el sector automotriz. Y entre los hobbies de José está viajar, comer, la cocina, los animales, en especial los perros. Sí, en esto estamos igualitos con los hobbies. ¿Cómo estás? Bienvenido. Muy bien, Isa, gracias. Sí, bueno, como dice ahí, pues, has hecho un pequeño resumen de mi vida y de lo que he hecho hasta el momento a los 31 años. Qué bueno. Oye, cuéntanos un poquito más de ti. El día de hoy José nos va a compartir una historia que le marcó su vida y que hubo un antes y un después. Ya vamos a entrar más en detalles, pero antes cuéntanos un poquito de ti, tu background, tal vez, qué te inspiró a estudiar Psicología, qué es lo que haces. Bueno, actualmente, bueno, soy psicólogo clínico. ¿Qué me inspiró a estudiar Psicología? Es una pregunta bastante interesante. Desde muy pequeño siempre fui muy volcado hacia las ciencias sociales, digamos, hacia lo humano, hacia lo social. Me encantaba mucho siempre hablar con la gente, escuchar también, que es algo súper importante en Psicología, y que es bastante difícil. Y tal vez, probablemente, uno de los primeros encuentros con Psicología fue por cuarto curso, cuarto o quinto curso en el colegio tuvimos una clase de Psicología. Entonces, sí es muy parecido a lo que te dan en la universidad, pero al mismo tiempo era muy básico. Para adolescentes, para colegios, la materia era muy básica. Veíamos mucho lo que era realmente teoría de la personalidad. Pero lo que me llamó mucho la atención fue la profesora que teníamos. Justo ayer estaba pensando, porque sabía que de alguna manera me iban a preguntar algo así, de cómo se llamaba la profesora, ya me olvidé el nombre, que realmente era bien importante. Pero bueno, realmente cómo ella daba la clase me atrajo. Siempre me gustaron contigo las ciencias sociales, me encantaba la historia. Tuvimos talks también en el colegio que es teoría de la comunicación, que también me gustó, que tiene un tinte de filosofía. Me encantaba literatura. Entonces, todas esas materias creo que me terminaron llevando hacia la Psicología. Luego, en el momento de graduarme, bueno, también escogí ya Ciencias Humanas, en el momento de escoger la especialización en el colegio, en los dos últimos años. Y en el momento de ir a la universidad a hacer una prueba de vocación, pues me salió que podía hacer justamente estas carreras, periodismo, leyes, psicología, comunicación, incluso parvularia, que están un poco relacionadas. Son carreras que trabajan directamente para las personas. Sí, me gustan las ciencias de facto también, disfruto mucho de las matemáticas, entre otras, pero siempre me volqué hacia eso. La pasión está ahí. Qué chistoso, ahorita que contabas que todos tenemos un profesor que nos marca la vida de alguna manera, hay un profesor en el colegio o en la universidad que te deja esa espinita en toda tu vida. Siempre, siempre, siempre. Oye, y bueno, estudiaste aquí y luego te fuiste a vivir en Madrid por un tiempito. ¿Cómo fue esa experiencia? Sí, verás, aquí entra algo interesante. Yo ya estaba, por las típicas pasantías que uno debe hacer de la universidad, yo empecé a hacerlas en el centro de Psicología de la universidad. Pero realmente no teníamos demasiados pacientes, entonces empecé a buscar otros espacios, mientras que en este todavía tenía uno o dos pacientes, y atendía, sin querer, empecé a atender adolescentes. Y en el otro espacio, realmente fue igual un poco de la nada que lo conseguí. Alguien me decía, están buscando un chico para trabajar con niños, y yo fui al Conticion, y me contrataron de una y empecé a trabajar ahí, y trabajaba los sábados. Entonces ya estaba con mi consulta en el centro de Psicología y en el Conticion también. Pero la idea de irnos a hacer una maestría no ponía. O sea, fue mi esposa que en esa época era mi novia. Ella tenía las ganas de irse, y un día me dijo, resulta que le llamaron de la universidad, y le dijeron, mira, te interesa, cuesta esto, hay esta carrera, estos son los pasos, nosotros nos ocupamos de gran parte del trámite. Y ella dijo, sí. Y yo en ese rato dije, como, o no, o sea, se va. Entonces empecé a buscar inmediatamente también maestrías. Encontré esta maestría de la Universidad Complutense de Madrid, que es una universidad pública. Había un factor, obviamente, de que tenía que hacer una carrera que a mí me guste, que participo en análisis, o que vaya por ahí, y que además tenga un precio realmente acorde, porque en Europa uno puede encontrar maestrías, no sé, hasta 50 mil dólares o más, probablemente. Entonces se cumplían los dos requisitos que yo quería. Una universidad también reconocida. Y pues fui. Y ya ahí fue súper interesante. Por supuesto que uno nunca sabe a lo que va, entonces esta era una maestría 100% teórica, nunca tuve contacto con pacientes. Entonces ahí un poco me separé, digamos, de la clínica. Entonces estudié mucho, tuve mucho como fortalecimiento teórico de alguna manera, pero dejé de atender pacientes por ese año. Entonces un poco me alejé, como te digo, de la clínica, y estaba mucho metido en los libros, la teoría, todo el tiempo leer, leer, leer. La maestría era así, de leer muchísimo. Pero sí, o sea, el alejarte de la práctica a los dos tiempos te empieza a dar miedo. Yo decía ya ahora, hasta cuando regrese, qué voy a hacer, cómo voy a atender pacientes. Buscaba alguna manera de atender allá, pero España tiene unas leyes mucho más... Estrictas. Y estrictas con respecto a... Sobre todo las carreras de ellos consideran a la psicología una carrera dentro del ámbito médico, entonces está bajo ley de salud mental, que acá en Ecuador no, realmente no. Los psicólogos no tenemos un colegiado, los colegios que hay son independientes, no están abajo de algún ministerio, por ejemplo, de salud. Entonces allá para ser psicólogo tienes que hacer una convalidación de tu título, y esa convalidación de tu título conlleva un examen complicado, que además cuesta. Entonces yo ya estaba haciendo la maestría y tener que decir que es como pagar una maestría adicional, no lo iba a hacer en ese momento, entonces realmente no se pudo. Entonces me quedé en los libros y en la materia. Pero realmente fue una experiencia increíble. Aparte de irse a vivir en otro país, yo salía de mi casa por primera vez en esa época. Vivía todavía con mis padres, salía a vivir con mi novia. Sí fue un reto, fue un reto súper fuerte. Aquí en Ecuador tenemos un nivel de vida mucho más cómodo, por decirlo de alguna manera, que lo que se puede conseguir en España. Realmente uno podría vivir muy bien en España, pero tiene que ganar muchísimo más de lo que se gana aquí. Entonces por supuesto que uno vaya y cambia totalmente tu forma de vivir, el espacio en el que vives, dónde también, y con quien te juntas también. Entonces yo en mi maestría, pasa mucho que en España la gente estudia su carrera e inmediatamente se va a hacer la maestría. Entonces tienes compañeros de 22 años. Entonces yo en esa época ya tenía 25, cerca de los 26. Nunca habían tenido un trabajo. Muchos de ellos, como las maestrías de allá para ellos en las universidades públicas son gratis o pagan como 200 euros al año, solo van a estudiar la maestría porque pueden, por no trabajar. Como terminé la carrera, voy de uno al máster para no trabajar, y después estudio a veces otros másteres. Hay gente que tiene tres, cuatro másteres porque no les cuesta, y además duran un año. Realmente fue una experiencia increíble, me encantó, aprendí muchísimo, y sobre todo que sí, creo, como persona realmente inmensa. Claro, me imagino, vivir afuera siempre te aporta un montón, la verdad. Qué linda experiencia. Y bueno, supongo que luego de ese año regresaste acá a Ecuador y volviste a trabajar con adolescentes, porque entiendo que esa ahora es tu especialidad, ¿no es cierto? La psicología un poco, la terapia con adolescentes. Sí, fue un poco, como te digo, casual el asunto de especializarme. Yo no tengo una especialización, como hay las carreras, las maestrías de psicología infantil, psicología infantil y adolescente, y ese tipo de maestrías, la verdad, yo hice mi maestría en psicoanálisis y teoría de la cultura y me especialicé en niños y adolescentes por coincidencia, digamos, porque esos fueron los pacientes que empecé a tratar y que empezaron a ayudar. Pero como te digo, me había alejado de la clínica y de la práctica. Yo volví y tenía mucho miedo, realmente no quería crecer. Me pasó antes de irnos que ya estaba un poco harto de atender pacientes porque siempre que tú trabajas con niños y adolescentes, no solo trabajas con niños y adolescentes, sino que trabajas con los padres. Entonces yo hacía y creía, y estoy seguro que hemos dicho que hacía un muy buen trabajo, ya veía mejoras, cambios en los niños, sobre todo que los síntomas por los que llegaban se reducían mucho, los padres estaban contentos, pero de repente pasaba algo que hacían justamente los padres que era como empezar a ser ordenados. Entonces tenía que citarles, les decía qué pasó, entonces me decían alguna cosa, depende de la situación. Si es que eran divorciados, es que nos volvimos a juntar. Entonces el hijo se emocionó y otra vez. Cosas de ese estilo. O que ya estaban súper bien, asentados, otra familia, digamos, que habían tenido varias mudanzas, que se yo, ya estaban sentados, le cambiaron de colegio, y de repente otra vez se van a ir. Entonces el hijo otra vez, nervioso, ansioso, con diferentes síntomas, y ese tipo de cosas. Entonces yo estaba harto, decía, todo lo que hago termina en cero porque los padres no comprenden que esto es un trabajo de ellos también. A veces es mucho más de ellos que de los niños. Totalmente. Y los niños solo están, de alguna manera, condensando todo lo que ocurre en casa. Entonces luego me fui y tuve ese break, y volví, y estaba con miedo, y había un tiempo con cierta como, no quiero ascender porque los papás, y adelante. Y realmente estuve sin ascender unos tres años desde que volví, más del año que estuve allá. Pues más o menos cuatro años. Y siempre está en mi mente, tengo que volver, tengo que volver a la consulta, tengo que volver a la consulta. En el caso de los psicólogos, ustedes los tienen en Ecuador, y bueno, en todo el mundo realmente, dos opciones. O te pones tu consulta, o trabajas en algún centro. En tu consulta, por supuesto, no vale nadie porque nadie te conoce. O sea, no es un trabajo tanto como de redes sociales, yo publico un producto y la gente viene. Entonces, esa es mi miedo, ¿no? Como, ¿qué hago? Voy a hacer mi consultorio, pero ¿quién va a ir? Entonces, es como ser un doctor. Los doctores son recomendados justamente. O sea, si todavía tienes alguna enfermedad, tú dices, oye, ¿tú conoces a alguien? Bueno, parece que tenemos buen gastroenterólogo por aquí. Entonces, te dicen, yo conozco a este, y llegas. Entonces, nada, un día dije, bueno, nada, tengo que abrir, el primer paso es abrir el consultorio. Entonces, resultó que yo en la empresa, que te digo que soy gerente actualmente, en pandemia decidimos, porque a todos nos pasó que nos quedamos en cero, no teníamos actividades, y nosotros decidimos que teníamos que mudarnos del lugar para tener un poco más de exposición y visibilidad en un local que tenemos. Y se dio la coyuntura que nos cambiamos de oficina y quedó una oficina vacía que teníamos. Y la intentamos vender, la intentamos arrendar, pero con esto del telecrabajo y tanta cosa, no había nadie que le interesara a una oficina. Entonces, la oficina estaba botada como por un año, más o menos, y yo dije, bueno, lo necesito para mi consultorio. Le remodelé completamente, compré, bueno, esto fue un proceso bien chévere, compré muebles, le diseñé, hice unas mesitas pequeñas para niños, de ahí la otra parte como para adolescentes y adultos, y abrí, abrí el consultorio. Hablé con algunos colegas y les dije, mira, tengo el consultorio, mándame pacientes literalmente, por favor, o si quieres también este despacho para que atiendas. Y yo me gano algo, alguna cosa así, la idea es un poco que estemos entre psicólogos. Y de ese caso justamente, salir y hablar con otros psicólogos, me llega un caso un día, me llama una señora y me dice, hola, quiero hablar con usted. Siempre son bien raras las llamadas, eso es interesante para la gente que está escuchando. Cuando un papá llama al psicólogo. Es súper raro. Te llaman y nadie sabe qué decir, incluso ni yo sé qué decir, porque yo en esa época no estaba esperando. O sea, fue como que, hola, ¿puedo hablar con José? Y ese dijo, sí. Y bueno, empezó la llamada, y mira, que tengo un hijo adolescente que quisiera que vaya a terapia. Y bueno, me pasaba mucho en esa época que cuando recibí una llamada me emocionaba tanto que luego no sabía ni quién me llamó. ¿Cómo era su nombre? Capaz no entrevisté el nombre. Segundo, hice una cita y no me acuerdo si fue martes o lo que sea. Y luego estoy ahí como, bueno, por cierto, te quedan los números, volví a llamar, reconfirmé, y quedamos ahí nuevamente. Entonces, así fue como empezó de nuevo y tuve un primer paciente, digamos. Qué chévere, qué interesante. Oye, y ahorita todo lo que nos has contado me parece a mí particularmente súper interesante, porque yo soy mamá y yo tengo una dinámica familiar súper especial y creo que un poco como en Ecuador hago co-parenting. Entonces, justo en un acuerdo que tenemos firmado tenemos que ir al psicólogo infantil una vez por año, pero obviamente mi hija tiene tres años, entonces no habla con la psicóloga y de verdad que nos terapea a nosotros. O sea, es un doble o triple trabajo, porque me parece un challenge mucho más fuerte el trabajo de los psicólogos infantiles y adolescentes, realmente. Entonces, súper admirable por ese lado. Y bueno, por otro lado también el hecho de tomar el reto, ¿no? A veces las cosas que más nos gustan es esto, lo que tú dices, como no, no quería dar terapia y te alejaste, pero a veces cuando las cosas tienen que darse se van dando solitas. O sea, esta oficina estaba ahí esperándote para que empieces con estos pacientes. Entonces, qué lindo. Sí, o sea, justamente como tú dices, a veces es un reto, es un reto definitivamente. Uno no sabe quién va a entrar por esa puerta. O sea, puede entrar lo que sea. Y el asunto es que, para alguien como yo, que estudia el psicoanálisis también, que es una corriente de la psicología que se enfoca en la terapia uno a uno, que es el psicoanálisis, o al menos el psicoanálisis que yo practico, no hacemos, por decirte, terapia familiar o terapia grupal. Hay algunas cosas que se pueden hacer, por supuesto, pero ya no sería el psicoanálisis. No quiere decir que yo no las haga, pero si es que las llego a hacer, eso no sería el psicoanálisis como tal. Y una de las cosas, o al menos de las cosas que yo entiendo de lo que estudia de psicoanálisis también, es que no existe tal cosa como yo no atiendo tal paciente, por decirte de alguna manera. O sea, si alguien me llama y me dice que yo tengo un hijo con cáncer, por decirte de alguna manera, puedo, por supuesto, decir que no, pero ¿por qué diría que no? ¿Cuál es la razón para decir que no? ¿Cuál es la diferencia de un paciente con cáncer a un paciente con problemas de atención, por decirte de alguna manera? Realmente, en esencia, ninguno, porque al final los dos son sujetos, son pacientes, son humanos, que necesitan un acompañamiento y una persona que, en este caso, necesitan un lugar, un espacio de escucha. Entonces, bajo esta premisa, es un poco complicado porque uno nunca sabe qué va a llegar. Hay otros tipos de profesionales que están muy especializados en problemas de aprendizaje, por decirte, o las personas que se especializan, por ejemplo, en cáncer. Entonces, ya saben que todos sus pacientes tienen cáncer. Entonces, ya están muy preparados, por ejemplo, para la muerte o para los cuidados paliativos, o sea, lo que pasa cuando pasas por cuidados paliativos y demás. Y ese tipo de cosas. O sea, realmente la gente sí se especializa. Yo puedo decirte que no me he especializado en ninguna temática en específico, sí en niños y adolescentes, pero ninguna temática en específico. Entonces, sí se vuelve un reto, realmente, en el momento que alguien te llama y no sabes qué. Claro, y además debe ser incluso más difícil generar ese vínculo de confianza tú como psicólogo con tu paciente, niño o adolescente, porque, a ver, no es que es la misma dinámica que como un adulto que, de alguna manera, sabe expresar un poco mejor su entorno o identificar qué es lo que está pasando, cómo me siento. O sea, es completamente diferente. Y, bueno, como tú dices, también los factores externos un poquito que son la dinámica familiar, que influyen directamente ya en las decisiones que toman los papás, que influyen directamente en los niños. Entonces, claro, no sabes con qué te vas a tocar. No sabes qué va a llegar por ahí. ¿Cuál ha sido alguno de esos casos particulares que tú quisieras compartirnos hoy día? Bueno, entonces, te decía de este caso que fue el primero que llegó después de abrir mi consultorio y que esto fue justamente lo interesante, que fue el primero. Y, obviamente, yo no iba a decir no. Necesitaba, de alguna manera, volver a la clínica y necesitaba, de alguna manera, a pacientes. Entonces, empezó. Llegó este paciente. Algo interesante, digamos, de este paciente es que cada uno tiene su horario. Entonces, su horario semanal que debe ser recurrente y que se intenta que sea muy cumplido. Entonces, no hay tal cosa como esta semana no voy. En psicología, uno siempre intenta que sea lo más constante posible. Esa es la manera de lo que uno... ¿Ya hay alguna razón por eso, como de la constancia? Sí. Digamos que, de alguna manera, los avances, los cambios se notan por la constancia. El hablar, el hablar de manera recurrente con una persona, primero, que va afianzando la relación, va existiendo lo que en psicología les llamamos una transferencia o que en otras corrientes se puede decir la relación terapeuta-paciente. Y si es que eso no es constante, pues realmente no se construye nada. Entonces, llegó este paciente y el único día que le podían traer eran los sábados. Entonces, yo, ya en el contique, antes de irme a la maestría, trabajaba los sábados. Entonces, de alguna manera, estaba un poco acostumbrado a eso. Trabajar los sábados conlleva un sacrificio, que es que los viernes no puedes hacer nada hasta muy tarde. Y, de alguna manera, uno creería que no es tan difícil, pero sí dejar, por ejemplo, de tomar o no dormir esta tarde o no necesariamente es porque sales y tomas o la fiesta o lo que sea, pero tienes que estar bien para el día siguiente. Claro, y es tu vida personal, de alguna manera, tu vida social, esa cosita de chuta, no voy a salir con mis amigos o solo un ratito, porque tengo que trabajar. Exacto. Entonces, yo salía hasta, ponle tú, exagerando, a las doce. Volvía y, bueno, la idea era estar bien descansado para el día siguiente. Entonces, yo siempre atiendo o mi forma de atender, no creo que sea un protocolo, pero es del mío, que atiendo primero a los padres siempre. Tengo una visita con los padres, ellos me explican qué es lo que están buscando, qué es lo que está ocurriendo, y luego tengo una cita con el niño o adolescente. Entonces, llegaron los padres, conversé con ellos, este era un caso de un niño que estaba, era un adolescente más bien dicho, que estaba teniendo o presentando algunos problemas de apacía, desinterés, había perdido mucho el ánimo, no tenía ganas de hacer nada, no le gustaba nada. Los padres se daban cuenta que no tenía un gusto específico interesante, que se empezó, por ejemplo, a vestir todo de negro, hablaba como muy lento, callado, y ese tipo de cosas. Entonces, los padres les preocupaba esto. ¿Qué le pasa a mi hijo? Entonces, la siguiente cita, ya la tuve con el chico, y efectivamente fue así, entró por la puerta un chico muy callado, temeroso, a veces una forma de darse cuenta es en el saludo, la mano así como muy suave, no apretó. Y bueno, es un chico de aproximadamente unos 15 años, que también es de una edad un poco complicada. Es un poco ese momento en el que no eres ni niño, pero estás un poco adulto, realmente... La edad del burro. Claro, se le dice así, y él, por ejemplo, no estaba en la edad del burro, por decirlo de alguna manera, porque más bien él estaba en una edad completamente perdido. A veces tenemos la edad del burro en la que está el niño adolescente pero completamente como loco, no quiere hacer todo y tiene un ánimo y una energía y no se puede contener por ningún lado. Él, en cambio, no tenía nada de ese chico. Entonces, bueno, comenzaron las sesiones y él en la primera sesión, bueno, por supuesto, un disclaimer, digamos así, que puedo ya de alguna manera contar esto con algunos detalles ya no es mi pasión, efectivamente. Entonces, de alguna manera yo puedo hablar de esto sin recurrir a demasiados detalles personales, por decirlo de alguna manera. Claro, no, no hay problema. Entonces, él empezó la primera sesión contándome un intento de suicidio que él había tenido y realmente eso fue para mí súper, súper, súper difícil e impactante. O sea, él cuenta un intento de suicidio en el que intentó, o sea, realmente no lo hizo pero lo pensó, que hizo un cuchillo en la cocina y que fue a su cuarto. No hizo nada con el cuchillo, lloraba mientras leía el cuchillo, estaba en una crisis, no hizo nada y él pensaba yo a él le pregunto ¿por qué no lo hiciste? realmente es una pregunta muy complicada pero te toca hacerlo ¿por qué no lo hiciste? y me dice porque el día siguiente tenía y eso es súper interesante también es un adolescente tiene que ir al colegio entonces me dice el día siguiente teníamos un trabajo en grupo y yo no quería dejar a mis amigos solos en el trabajo en grupo. Entonces, esto de alguna manera te da a ti como psicólogo una pauta y es que, ok, tiene ideas suicidas pero todavía tiene conexiones sociales. Es decir, todavía tiene o él siente una responsabilidad con alguien. Y eso te da dentro de los grados de peligrosidad digamos que es un grado intermedio-bajo para mí si hay algún psicólogo muy especializado en suicidas que está escuchando por ahí yo voy a escucharla esa es la forma en la que yo me di y dije, ok, no es un asunto de negar riesgo porque los suicidios nosotros entendemos que la gente que lo hace el momento que lo hace no le dice nada a nadie no le preocupa nada solo lo hace es justamente que ya ha cortado relaciones y vínculos con todo el mundo entonces simplemente... Sí, y entiendo que están también en un estado como de... así como que hacen todo por inercia ¿no? Que de alguna manera muchos dejan escrito una cartita para su familia y todo eso es realmente casi que en automático ¿no? El cerebro se pone en un estado distinto Sí, o sea realmente en cada caso es distinto pero sí de alguna manera ya la persona que ha tomado la decisión literalmente no es que este día que ya tomó la decisión está como dudándonos sino que ya lo hizo y a veces la gente se pone soterno deja su carta deja su cuarto arregladito y hace lo que... o sea comete el acto como lo había pensado ¿sí? En este caso no ocurrió pero es que se sentía siempre o se quedó con mucho la culpa de no lo hice y no... y es lo que le pasa mucho a la gente con intentos de suicidio se sienten muy mal les da de mal se sienten muy mal les da demasiada culpa por haber... por dos cosas diría yo la una es no haber podido cometer el acto como tal entonces eso les da de una manera como son inútiles es como cuando tú tienes un objetivo en la vida y no lo cumpliste y dices ah, no logré eso y no soy capaz y el otro de ¿por qué quise hacerlo? ¿sí? ¿por qué? y más aún cuando no lo puedes compartir con nadie entonces él no lo compartió con nadie este evento en una manera me cambió la vida fue porque yo todavía en esa época no me había dado cuenta que me cambió la vida obviamente porque de ahí de empezar me cambió la vida pero el día que él me contó eso que fue la primera sesión que tuvimos tuve un peso que ya no me he dado cuenta fuertísimo sobre mi estado o sea sentía que la vida de un adolescente estaba en mis manos sí, que yo era la única persona con la que él había conversado acerca del tema y esto te pone en una posición súper súper súper de alguna manera para mí tensa porque no sabía qué hacer tenía miedo cada vez que venía a la sesión o sea yo tenía mucho miedo de qué decir yo decía digo algo él esto lo pone o está en una posición muy sensible y de repente eso que yo dije hace que él decida otra vez o un intento de decir y esto realmente de alguna manera es contradictorio en psicología porque y esto es otra cosa de las que aprendí también en la práctica y es que y es duro es una es una un aprendizaje bien duro y es que los no hay vida más importante que la otra es decir yo tenía para mí algo muy un peso sobre mí decía es un adolescente él tiene toda su vida por delante de él y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y y 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