Vera's grandmother had a reputation for being crazy because she claimed to see the future. Vera found a note that said there is a place where it rains chocolate and a treasure is hidden there. She searched for this place but only found rain. A child suggested that she look for the story in a book instead. Vera spent days at the library searching for the book but couldn't find it. The librarian suggested she write her own story. As she wrote, Vera discovered her imagination was a treasure and she gained respect and admiration from others. She realized she was rich because of her creative mind.
El lugar donde llueve chocolate, Vera era conocida como la nieta de la loca, y es que la abuela de Vera se habÃa pasado media vida diciendo que veÃa el futuro, lanzando profecÃas que nadie entendÃa. Ella ni siquiera habÃa llegado a conocerla, pero en ninguna de las fotos de la familia parecÃa que aquella viejecita, dulce y sonriente, pudiera estar mal de la cabeza. Por eso sintió tanta emoción el dÃa que descubrió una nota azul escondida en un viejo cubierno, hay un lugar donde llueve chocolate del cielo, y allà se esconde un gran tesoro, quien lo encuentre será rico, decÃa la nota.
Vera no dudó en ir tras el tesoro y comenzó a hacer excursiones, recorriendo en secreto cada rincón de las montañas, buscando un lugar donde lloviera chocolate, pero allá donde iba siempre llovÃa agua, valles, cuevas, rÃos, desiertos, bosques o praderas, siempre llovÃa agua. Un dÃa, desanimada, lloraba junto a un camino cuando se acercó un niño. ¿Por qué lloras? Porque todas las nubes son de agua. ¡Bua! ¡Claro! respondió el niño. ¿De qué quieres que sean? ¿De chocolate? ¡SÃ! ¡Bua! Pues esto serÃa estupendo, me encantarÃa que lloviera chocolate, igual que en un cuento que leà de pequeño.
Vera dejó de llorar. ¿Un cuento? ¿Y si su abuela se referÃa a un libro? En un libro sà que puede llover chocolate y pasar cualquier cosa. Sin decir más, le dio un gran abrazo al niño y salió corriendo a la biblioteca en busca del cuento en el que llovÃa chocolate. Seguro que ahà estaba la pista para encontrar el tesoro. Ese dÃa, y muchÃsimos más que le siguieron, Vera estuvo todo el dÃa leyendo en la biblioteca, buscando el libro de las nubes de chocolate.
Encontró sueños, arcoiris, mares musicales, bosques de sonrisa, pero ni rastro de la lluvia de chocolate. Ni durante la primera semana, ni en el primer mes, ni tras el primer año. Pero como sabÃa que existÃa, estaba decidida a seguir buscando. Hasta que llegó el dÃa en que se acabaron los libros y no supo qué hacer. —Si no encuentras ese libro que tanto has buscado, ¿por qué no lo escribes tú? le dijo la bibliotecaria tratando de consolarla. —Pues porque asà no vale.
Estoy buscando otra cosa, respondió. Pero de camino a casa siguió dándole vueltas a la idea y en su cabeza creció una preciosa historia con nubes de chocolate, que no pudo resistirse a escribir al llegar a su cuarto. Mientras lo hacÃa y en su imaginación jugaba con aquella dulce lluvia, surgieron mil nuevas historias e ideas, a cada cual más divertida y original. Creaba nuevos mundos y criaturas sin esfuerzo y los hacÃa vivir en el papel y en la imaginación de los demás.
Asà descubrió que su abuela tenÃa razón. HabÃan leÃdo tanto que su cabeza era un tesoro del que no dejaban de surgir ideas que utilizaba para escribir, para hablar, para aprender o incluso inventar, y con los que se ganó el respeto y la admiración de todos. Y sintió que era muy rica, porque no cambiarÃa por nada aquella cabecita en la que llovÃa chocolate, ni por todo el oro del mundo.