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Podcast_platicas_al_mar

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Roberto Lizarraga, a director of classic films, discusses the impact of algorithms on the film industry. He explains how his movie, "El dilema de Annie," was canceled because it wasn't deemed profitable by the algorithm. This led to many projects being canceled, and the algorithm also claimed that writers and directors were no longer capable of creating relevant content. Roberto believes that the human touch and emotion behind filmmaking are essential and that programs cannot replicate that. He started writing independently and feels happier making films without limitations. He mentions that there is still an audience for independent films and hopes they will compete with mainstream movies in the future. Buenas tardes y bienvenidos de nuevo a su podcast favorito, Pláticas al Mar. Yo soy Mar, y esta semana tenemos a un invitado muy interesante. Seguramente recordarán haber oído su nombre en aquel tiempo, cuando las películas aún necesitaban personas para grabarse. El invitado del día de hoy es Roberto Lizarraga, director de muchos de nuestros clásicos del cine favorito. Roberto, muchas gracias por acompañarnos. Buenas tardes, Mar. Muchas gracias por la invitación. Muy contento de estar aquí. No se sabía nada de ti desde la cancelación de la que iba a ser tu nueva película, El dilema de Annie. Sí, bueno, ese fue el día en que toda la industria cambió. Dejamos de ser relevantes para la gente. ¿Puedes platicarnos más sobre eso? Pues, ¿qué te puedo decir? Primero lanzaron este algoritmo. Él señaló que la película no sería de la preferencia del público. Mi película fue solo el principio, proyecto tras proyecto cancelado, porque ninguno era rentable. Después todo empeoró cuando el algoritmo dijo que los guionistas y directores ya no eran capaces de crear contenido relevante para el público. Y fue cuando la mayoría nos quedamos sin trabajo. Al final era muy obvio lo que iba a pasar. Solo el programa tenía la información y las herramientas para crear algo que fuera entretenido y consumible para el público. Y pues es más rentable para las productoras usar el programa y no pagarle a un crew completo. ¿Cree que las productoras eligieron mal? ¿Es mejor el personal humano? No es solo el personal. No solo son manos operando cosas y cumpliendo tareas. Es la emoción que el artista pone detrás de todo su trabajo. Algo que las nuevas películas nunca van a tener. ¿Está en contra del cine moderno? No, no diría en contra. Solo no lo apoyo. ¿No fue usted uno de los que comenzó la gran huelga de cineastas? Eso ya no importa. Las productoras nunca entendieron que lo correcto era ver al programa como una herramienta, no un reemplazo. El cine, como la televisión, necesita la esencia humana. Somos los únicos capaces de poder transmitir un mensaje a través de una emoción, un sentimiento. Es ahí cuando el cine tiene sentido, porque te muestra la sensibilidad humana. Un programa no puede hacer eso. ¿Extraña el cine de antes? En realidad no. Ya estaba muy contaminado. Las productoras solo te limitaban, te cambiaban todo. Estaba sujeto a fórmulas prescritas que garantizaran la atención del público y, por supuesto, las ventas. ¿Pero entonces no extraña hacer cine? Nunca dejé de hacer cine. De hecho, nunca había estado tan feliz por hacer cine como ahora. Cuando perdí mi trabajo con los grandes estudios, comencé a escribir de nuevo para mí, sin reglas ni limitaciones. Muchos cineastas coinciden en que disfrutan más de hacer cine desde que se hace de manera independiente. Dicen que lo sienten más artístico, más real. No sabía que se siguen haciendo películas con humanos. No me sorprende. Son pocos los que conocen las películas de autor. Así las llaman. Pero cada vez tienen más público. Y tal vez en unas décadas vuelvan a competir en la taquilla. Pues me encantaría volver a ver una de tus películas si eso pasa. Muchas gracias por acompañarnos el día de hoy, Roberto. Un placer.

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