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Inaugurar un Estado de pertenencia, más que solo de inclusión

Inaugurar un Estado de pertenencia, más que solo de inclusión

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Movimiento Semilla logró la toma de posesión del presidente Bernardo Arévalo y el control del Congreso. La dirección del partido ha demostrado madurez en la formación de alianzas políticas. Este logro abre la puerta a aprobar leyes de beneficio mayoritario y combatir la corrupción. Pero también desafía al país a buscar un poder político diferente, que refleje una sociedad verdaderamente diferente. Ilustración: ¿Qué te hace cantar? (2024)

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Movimiento Semilla achieved the inauguration of President Bernardo Arevalo and control of the Congress. The election result reflects a sociodemographic shift towards a more urban, indigenous, and international middle class. The party's leadership has shown maturity in forming effective political alliances. This achievement opens the door to passing legislation that will benefit the majority of Guatemalans, including laws on competition and water. The control of two branches of government highlights the importance of combating corruption. It also challenges the country to pursue a different political power that reflects a truly different society. The goal is not just inclusion, but a sense of ownership and belonging in the state. ===== Inaugurar un Estado de pertenencia más que sólo de inclusión. Mi nombre es Félix Alvarado y esta es mi columna, Sin Excusas, del 17 de enero de 2024, en Plaza Pública. En un triunfo de práctica política, Movimiento Semilla no solo consiguió la investidura del presidente Bernardo Arévalo y su compañera de fórmula Karin Herrera, sino que se quedó además con la presidencia de la junta directiva del Congreso. La elección presidencial podría atribuirse al cambio sociodemográfico que hizo que la clase media guatemalteca sea más urbana, indígena e internacional. Y llegar a la investidura de Arévalo debe mucho al insistente apoyo de los pueblos indígenas. Pero el logro en el legislativo es de otra categoría: el liderazgo partidario da señas de madurez como operador eficaz de alianzas políticas. Más allá de ciertos puristas que insisten en ver traiciones porque Semilla hizo planilla para la junta directiva con diputados menos que impolutos, es evidente que estamos ante un ejercicio de conciliación realista, que procura maximizar el bienestar de la mayoría de guatemaltecas y guatemaltecos como resultado. Era un imperativo práctico, pero también ético, evitar un Legislativo controlado por los mismos mafiosos que ya han hecho tanto daño. Hace falta ser muy ingenuo —o muy taimado— para no reconocerlo. Sin caer en el triunfalismo descuidado, ese logro político abre además la puerta para conseguir resultados legislativos a los que antes escasamente podíamos aspirar como nación, a los que el propio partido Semilla casi había renunciado en lo que pintaba antes como un escenario muy adverso. La ley de competencia y la ley de aguas, que ahora se perfilan como posibles, son dos ejemplos de normas de enorme impacto positivo sobre la economía y, sobre todo, sobre el bienestar de la población. Y la cosa va más lejos. El resultado de ayer —liderar dos de los tres poderes y hacerlo contra una oposición tan feroz como tramposa— subraya la prioridad de combatir la corrupción, para que nadie nunca deba enfrentarla de nuevo en la forma en que se ha vivido en los últimos 8 años, particularmente en los últimos 6 meses. Hay mejores cosas que hacer con nuestras energías, que atajar constantemente la maldad. La gran mayoría aspiramos a realizar proyectos más valiosos. Pero haber conseguido el control de dos organismos alineando una variedad de fuerzas políticas también reta a encaminar un cambio más profundo. Ilustra que es posible procurar un poder político distinto, uno que refleje una sociedad ¡al fin! distinta. Considere el siguiente incidente: la diputada Sonia Gutiérrez Raguay, maya poqomam, ahora quinta secretaria de la junta directiva del Congreso, optó por no cantar el himno de Guatemala en el acto de investidura presidencial. Desde un patriotismo conservador y facilón, que gasta su atención en símbolos antes que en significados, tal manifestación puede ser señalada como deslealtad. Pero viniendo de la diputada Gutiérrez significa otra cosa enteramente. Basta recordar que fueron justamente los pueblos indígenas los que se jugaron el pellejo resistiendo en la calle al tramposo ministerio público de Consuelo Porras y a las amenazas de violencia del acabado régimen de Alejandro Giammattei. El control del Ejecutivo con Bernardo Arévalo y del legislativo con Samuel Pérez invita a asumir una responsabilidad más profunda. La tarea no es simplemente incluir a los pueblos indígenas, como cuando se reclaman sillas en el gabinete. Sí importa el simbolismo de la composición del gabinete, pero solo en la medida en que detrás haya algo más. La tarea que hoy puede considerarse desde la conjunción de poder Ejecutivo y construcción legislativa es dar el golpe de timón que nos encamine hacia un Estado del que todas y todos —los pueblos indígenas primero—nos sintamos parte y propietarios, no simplemente en el que seamos incluidos. No se trata de insistir en cantar el himno del Estado que ya tenemos, como quien se satisface con un peor es nada. Se trata de tener un Estado que nos pertenece y del que somos parte. Es tener un Estado cuyo himno todos queramos cantar para demostrar que es nuestro.

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