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Justificados con Propósito - Pr. Albert Pabon

Justificados con Propósito - Pr. Albert Pabon

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In this sermon, the speaker emphasizes the importance of understanding the purpose behind God's actions. He explains that everything God does has a purpose and that as believers, we need to comprehend and embrace this purpose in order to live a fruitful life in the kingdom. The speaker uses the example of a person who is justified and released from prison to illustrate that we, as Christians, have been justified by God's grace for a specific purpose. He encourages the audience to seek revelation and understanding of their identity and role in God's kingdom. The sermon also highlights the concept of justification through the blood of Jesus and how it allows us to be useful in fulfilling God's purposes on earth. ¿Contentos? ¿Espectacular? Gloria. Gloria a Dios. Oro a Dios que en esta mañana usted pueda disfrutar las riquezas de la palabra que hoy vamos a compartir. Si puede, por favor, se puede ubicar en el libro de Tito, capítulo 3. Tito, capítulo 3. Amados, quiero compartir un mensaje, una palabra que creo que va a ser de mucha edificación para tu vida, para los que nos siguen por las redes sociales también. Yo creo que la vida del reino, la vida del reino, uno tiene que entenderla, no solamente para disfrutarla, ¿verdad? No solamente para vivirla, sino también para dar fruto en el reino. Tenemos que comprender. Diga conmigo, Dios es un Dios de propósito. Dios todo lo que hace, lo hace con propósito. La palabra propósito, ¿verdad? Es la razón original por la que acabo. ¿Ok? La razón original. Amados, había muchos leprosarios en Israel, pero cuando él sanaba a un leproso era por propósito. Todo lo que Dios hace, lo hace por propósito. Y los hombres debemos darnos a la tarea de entender las cosas que Dios hace y la razón. Yo tengo aquí un iPad y si yo compro este iPad con una intención distinta al que la fabricó, yo le voy a dar un mal uso o un abuso, ¿verdad? Si no conozco el diseño, la mente, lo que tiene en mente el que la diseñó, le voy a dar un mal uso, servir un refresco, cualquier cosa, porque al no estar conectado con la mente del que la hizo, le doy un uso incorrecto. Usted sabe que vivimos en una de las épocas y vivimos en uno de los países donde tiene mayor consumo de ansiolíticos en el mundo. En uno de los tiempos donde hay más bienestar en la humanidad. Pero la gente al no conocer su razón, ¿verdad? Al sentirse vacíos, se deprimen, se deprimen. Dios hizo al hombre cuma. O sea, el neumático, el neumático tiene aire por dentro para que pueda funcionar óptimamente. El espíritu, la Biblia dice que Dios sopló espíritu en nosotros, sopló aliento de vida. Y cuando el hombre no tiene el espíritu, cuando no tiene los criterios del espíritu para vivir, se pone sin aire, se estropea, se daña, sufre. Por eso hay que comprender, tenemos que entender, porque la fe de alguien, la fortaleza de la fe, de las convicciones, de la certeza de una persona, es resultado de entender el propósito en el que participa, lo que se le ha concedido. La gente no tiene fe porque son Martínez, es que los Martínez son bravísimos. La gente no tiene fe porque son López, ¡ay, los López! Yo tenía una abuelita que eso era... La gente en Cristo tiene firmeza, tiene determinación, tiene fortaleza por aquel que se les ha impartido, porque conocen las realidades del reino donde Dios los ha trasladado. Y la debilidad también del espíritu es resultado de no conocer. Entonces hay una fe, hay una fe que funciona mientras no es adverso, pero en cuanto una persona vive una adversidad y no tiene convicciones en el espíritu, esa persona se va debilitando. ¿Para qué venimos a estos lugares? Diga conmigo, a entender. Revelación. A entender lo que somos en Cristo. Amén. Oro a Dios que usted pueda amar, que usted pueda abrazar y que usted pueda de alguna manera disponerse a entender las riquezas de este glorioso Evangelio. ¿Cuántos dicen amén? Hoy quiero hablarles, hoy quiero hablarles acerca de la justificación. Justificados con propósito. Le he puesto a este tema justificados con propósito. Todo lo que Dios hace, una vez más diga todo lo que Dios hace, lo hace con propósito. Amados, justificar, justificar es la acción que Dios hace por medio de la sangre de su Hijo, ¿verdad? Para recuperar al hombre que estaba destituido de la gloria de Dios y trasladarlo para que sea útil a su propósito. Es como decir rescatar a un hombre perdido o un hombre muerto, ¿verdad? Para que sea útil en el propósito de Dios. La justificación es la manera legal como Dios rescató al hombre para. Diga conmigo, para. Ese para es la intención, es el propósito. Cuando nosotros entendemos en la Biblia para, el para es la razón por la que Dios hace algo. Entonces yo les hago una ilustración con una historia que seguramente usted conoce. Faraón tenía un serio problema porque él había tenido un sueño y nadie en el reino de él, nadie le podía explicar el sueño que él había tenido. Y alguien, el copero se acordó, mira, cuando yo estaba preso en tal cárcel, ¿ok?, había un hombre hebreo que entendía y descifraba sueños y entendía cosas que nadie puede entender. Y entonces el faraón dijo, ah sí, pues llámalo. Entonces cuando el faraón, que es el rey, manda llamar a Daniel para, diga conmigo, para, ese para hay que entenderlo, para que le ayude, entonces el juez, la ley y las órdenes que hay sobre él ya no tienen poder porque lo absuelven para que salga y vaya a resolver un asunto en el gobierno. O sea, la razón por la que a él lo absuelven de sus delitos es para que vaya a resolver un problema de Estado. Diga conmigo, resolver un problema de Estado. ¿Para qué lo justificaron, para qué lo absolvieron, para qué lo liberaron? Para resolver un problema del gobierno, del Estado. Entonces llega ahí, ¿verdad?, llega ahí y le dicen, pues mira, este es el problema y él empieza a descifrar el sueño y empieza a resolver ese problema y el faraón dice, oye, si nadie me ha podido ayudar en este problema, lidera tú lo que estás diciendo. Y era la resolución a un problema que venía estando, ¿verdad? Y José II, después de faraón, él era el jefe de todo el reino. O sea, porque lo sacaron de la cárcel para resolver un problema gubernamental, un problema de Estado. Amados, de esa misma manera nosotros fuimos justificados, fuimos absueltos de la condenación para resolver un problema de Estado también. ¿Para qué fuimos justificados? Para resolver un problema, para parar en la solución que Dios quiere para la humanidad. Imagínate que a alguien lo absuelvan, lo justifiquen, lo absuelvan de sus delitos y cuando lo salen, él, ajeno del para, ¿por qué lo pusieron en la calle? ¿Verdad? Él vive su vida y no se interesa la razón por la que lo sacaron. Hermano, nosotros estábamos presos en nuestros delitos y pecados. Otra vez, a ver si hay un pecador que conozca que estábamos presos. Nosotros estábamos presos en nuestros delitos y pecados, estábamos sentenciados a muerte, estábamos en el corredor de la muerte y Dios envió a su Hijo para derramar su sangre, para recuperarnos, ¿verdad? Para que nos salieran de la cárcel y hacernos útiles, o sea que dejamos de ser condenados para ahora ser aliados del gobierno de Dios en la tierra. Ese es el para, ¿amén? Pero vamos a leer, vamos a leer, ¿ok? Dejamos de ser condenados para ser un embajador, dejamos de ser condenados para ser un hombre de confianza del gobierno de Dios en la tierra. Tito capítulo 3, versículo 3. Tito capítulo 3, versículo 3 hasta el 7, vamos a leer, ¿ok? ¿Están allí? Tienen un entusiasmo hoy contagiante, ¿ok? Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, mire todo lo que éramos, esclavos de consupiscencias y de leites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó. No por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia. ¡Aleluya! Por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo, nuestro Salvador, para, ¿para qué? Para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna. La Palabra de Dios está bendecida. Amados, Jesucristo perdonó nuestros pecados para que nosotros pudiésemos cooperar, para que nosotros pudiésemos trabajar para su gobierno en la tierra. Jesucristo nos compró a precio de sangre para que nosotros fuésemos expresión de Él en la tierra. Jesucristo nos libertó del poder y del imperio de la muerte para que nosotros le diéramos a conocer. Jesucristo envió, dio su vida, derramó su sangre para que nosotros fué. O sea, lo mismo, el mismo ejemplo que José fue sacado de la prisión para cooperar con el Rey, de la misma manera nosotros fuimos recuperados del poder del pecado para que cooperáramos con el Rey. En este caso no un tirano como Faraón, sino el Rey de Reyes, nuestro Señor Jesucristo. Ahora, nosotros nos hemos quedado, lamentablemente se ha predicado una parte de la verdad, una parte de la verdad. Nos quedamos con que el Señor Jesucristo nos salvó, que fuimos justificados, pero no entendemos el para. Y cuando uno no entiende el para, la gente se siente sin una plenitud porque no entiende el para qué. Ajá, Dios me salvó, me rescató, ¿para qué? Ahora, si el hombre que es rescatado, que es sacado, hagamos el ejemplo que España necesita dos hombres brillantes, dos médicos, y hay una crisis y dice, no, vamos a absolverlo de su despago de la condena que recae sobre ellos y vamos a incorporarlo al Ministerio de Salud porque quiero que presidan este ministerio porque hay una crisis y esos son los hombres que necesitamos. Entonces va ilegalmente el gobierno, les perdona los delitos que tienen, los traspasa al gobierno, le da credenciales para que sea un ministro. O sea, eso es lo que tenemos que tener en mente, la razón por la que fuimos comprados a precio de sangre fue para que formáramos parte del gobierno de Dios en la tierra. Amados, entender esto es muy importante porque si a esa persona que se le perdona, que se le incorpora a la sociedad, que se le absuelve de sus delitos, si esa persona se ignora la razón por la que salió, la justificación no habrá tenido sentido. No tiene sentido para que lo sacamos de la cárcel. Y muchas veces la iglesia al no conocer el para, el para qué Dios lo sacó de la cárcel piensan que, bueno, que es para que sean evangélicos, para que sean cristianos, para que cante coritos, para que aplauda y se nos va perdiendo la razón porque no comprendemos la razón de la justificación. Y ahí dice lo que leímos en Tito, dice para que justificados, el versículo 7, para que justificados por su grasa viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida. Me gusta un proverbio que dice, proverbio 27.8, ¿cuál es la razón de la vida? La razón de la vida es que el hombre que se va de su nido, tal es el hombre que se va de su lugar. O sea, el hombre, el ave que se va de su nido, duerme por ahí en un palito con el frío, no sabe, no conoce dónde está durmiendo, así es el hombre que renuncia al llamado que Dios le ha dado, el para de Dios. Dios nos compró, para. Dios envió a su hijo, para. El hijo derramó su sangre, para. Todo tiene un porqué. Dios no hace nada arbitrariamente. Dios no especula. Dios no especula. Dios todo lo hace, diga conmigo, Dios es intencional. Dios es intencional. Ok, 2 Corintios 5.15 dice, y por todos murió, 2 Corintios 5.15 dice, y por todos murió, eh, me quedo a eso que hay en la Biblia. Cuando usted pueda, dese el tiempo de entender los para. Cada vez que usted lee una carta de los apóstoles, dice para. Dice, y por todos murió, para que los que viven, mire, ahí está la razón, gracias en multimedia. Ok, dice, y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí. ¿Por qué murió? ¿Por qué murió? Pero hermano, implíquese, ¿por qué murió? Para que ya no vivamos para sí. Jaleluya. Me gusta esta traducción, de traducción al lenguaje actual, dice, así que Cristo murió por nosotros, ya no debemos vivir más para nosotros mismos, sino para Cristo, que murió y resucitó para darnos vida. Eh, no entender el propósito de Dios fue lo que Pablo llamó hacer vano a la cruz de Cristo. Hacer vano el propósito para el que fuimos comprados. Hacer vano la intención con que Dios envió a su Hijo a morir en la cruz. Ahora, amados, normalmente, normalmente cuando venimos a estos espacios, nosotros venimos con necesidades. Venimos porque, no sé, me diagnosticaron algo, venimos porque siento paz, venimos porque, no sé, de pequeñito yo iba y me gusta, venimos porque las canciones son bonitas, pero amado, con el tiempo, uno tiene que llegar a un juicio y decir, ¿cuál es la intención? ¿Qué me mueve a mí? ¿Qué me mueve a mí? Normalmente a estos lugares, casi nadie llega a preguntarse, llega a este lugar con la motivación de Señor, quiero conocer para qué fui trasladado a este reino. Normalmente nadie se hace pregunta, Señor, quiero conocer, ¿qué esperas de mí? Usted se hace estas preguntas, Señor, ¿qué quieres que yo haga? ¿En qué puedo servirte? Normalmente uno dice, Señor, ayúdame, mi hija está rebelde, mi marido se quiere ir, o mi esposa me está dejando, ¿verdad? Tengo muchos problemas. Normalmente uno viene, inicialmente no está mal, pero no podemos pasar todo el tiempo de nuestro peregrinaje en la fe, no podemos pensarlo vinculados por una necesidad al Señor. Uno puede que uno venga inicialmente motivado por una necesidad o por un aprieto, pero ese no es el modelo de vida. ¿Para qué fue sacado José de la cárcel? Para participar en un, para resolver un problema de Estado. Amado si yo le traigo mis problemas al Señor, le digo, Señor, tengo este problema, y tengo este problema, y el otro también, yo tengo problema, y el otro, y el otro, y el otro, ¿quién se encarga del propósito eterno? Si todos tenemos una serie de problemas, ¿quién trabaja por el propósito eterno? ¿Cuándo va a haber tiempo para ponernos a disposición y decir, Señor, por todos estos años, Tú me has formado, me has capacitado, hoy entiendo más claramente Tu Palabra, aquí estoy, puedes colaborar conmigo en Tu propósito eterno. Cuando uno comprende la madurez y conoce el para del reino, amados, pasamos a otro nivel de madurez, de conciencia, nuestra oración ya no es por nuestros aprietos, ahora es por el propósito de Dios, porque avance el Evangelio en las naciones, porque la gente conozca cada vez con más claridad el poder que actúa en ellos, lo que se les ha concedido, la posición que Dios les ha dado en Cristo. ¿Cuántos quieren transicionar a esa etapa, de decir, Señor, no quiero que sea un aprieto el que me traiga a este espacio, quiero conocer lo que Tú esperas de mí, quiero conocer lo que Tú tienes en mente, quiero participar de lo que Tú le estás hablando a esta generación, quiero asumir mi posición en el propósito eterno de dar a conocer lo que Tú tienes para mí. ¡Aleluya! ¡Aleluya! Amados, cuando Pablo, cuando el apóstol Pablo entendió esto, voy a leer Filipenses 3.7, dice, pero gracias a lo que Cristo hizo por mí, estoy leyendo traducción al lenguaje actual, pero gracias a lo que Cristo hizo por mí, lo que antes consideré de valor, lo que antes me interesaba ya no vale la pena, todo eso lo he dejado a un lado y lo considero basura con tal de llegar a conocer bien a Cristo, pues no hay mejor conocimiento y quiero que Dios me acepte no por haber hecho yo, sino por lo que Él ha hecho en mí. Amados, cuando, conocen ustedes la historia, ¿no?, del rey Azuero y la reina Basti, en el libro de Esther, si no lo conocen, se las parafraseo rapidito. El rey Azuero era el rey, ¿verdad?, estaba en la capital del reino, Susa, ¿verdad?, estaba y dice que él llamó a todos los reyes, a los príncipes de todo su reino, ¿verdad?, a todos los ministros, a los sátrapas, a los entendidos y a los gobernantes, ¿verdad?, y los llamó y quería mostrarles la gloria de su reino, quería mostrarles el poder de su reino, la influencia de su reino, y dice que la reina Basti, en el séptimo día de fiesta, él la mandó a llamar para mostrarle porque era hermosísima, y el rey quería presumir de la belleza de su esposa, pero la reina Basti había hecho su propia fiesta paralela, y cuando el rey la mandó a llamar, le dijo, no, no, dile que estoy ocupado atendiendo princesas, otras ministras y otra gente, y ella tenía su propia agenda. Usted sabe que cuando uno entiende espiritualmente, la Biblia no está llena de historia, ay, mira, la mandó a llamar, ahí nos está hablando de una iglesia, normalmente cuando uno ve en la Biblia un rey o un hombre y una mujer, Zara y Abraham, normalmente es la simbología de Cristo y la iglesia. De lo que nos está hablando es de una iglesia que el rey la quiere mostrar, ¿verdad?, pero ella tiene su propia agenda, ella está en lo suyo. Y cuando nosotros estamos en lo nuestro, estamos persiguiendo lo nuestro, hermano, el propósito de Dios está estancado, está guardado, está engavetado, y nosotros estamos trabajando por lo nuestro porque no hemos entendido el para que fuimos comprados, el para que fuimos justificados. Por eso el mensaje le he puesto justificados, con propósito. Si nosotros no entendemos el para, salimos, es como decir salimos de la cárcel, se nos absolvió, se borró todo nuestro expediente, y después que nos hicieron eso, bueno, yo voy a lo mío. Ya, pero es que te sacaron fue para que cooperaras en este asunto. Bueno, yo no sé por qué me sacarían, pero lo cierto es que yo estoy en lo mío. Yo siempre quise ser esto, y cada quien va por lo suyo. Amados, ir cada uno de nosotros por lo nuestro y no entender el propósito de Dios como prioridad de nuestras vidas es lo que retrasa el avance del reino. Ir cada uno por lo nuestro y no entender la participación. Pastor, ¿para qué Dios me dio a su Hijo? ¿Para qué me dio su Espíritu? ¿Para qué paracladó al reino? ¿Sabes cuál es la intención? Cuando Dios a usted lo salvó estaba pensando en otros. Dios alumbró los ojos de tu entendimiento, Dios te trae estos espacios para que tú entiendas el propósito de Dios para que cooperes con Él fuera de este lugar. ¿Cuántos dicen amén? Esa es la intención. No podemos nosotros pensar que la razón para la que vinimos aquí fuera para que cantáramos coritos toda la vida hasta que nos vamos. Más allá del cielo tengo una mansión que me dijo Cristo que iba a preparar y me voy un día para allá a descansar ya. No entendimos el propósito, amados. Una generación, una iglesia que no entiende los para de Dios. No es útil, no es útil. Amado Israel, Jesús vio Jerusalén y comenzó a llorar desde una montaña. La vio y lloró. Y dice, Jerusalén, Jerusalén, ¿cuántas veces te quise acobijar bajo mis alas como la gallina a sus polluelos, pero no entendiste el tiempo de tu visitación? Amados, nosotros tenemos tantos conflictos en nuestra mente que se nos va la vida solo estando en paz con nosotros. El Evangelio nos sirve para tener, ¿cómo se llama?, un refrigerio interior. Pero no nos sirve para participar. Y yo creo que la iglesia del Señor columna evaluarte de la verdad. Diga conmigo, Dios te salvó para verte como una columna de la verdad. Dijo el apóstol Calviño, o sea, si nosotros somos la sal de la tierra y si la sal pierde su sabor, ¿para qué sirve? ¿Para qué sirve la sal si pierde su sabor? Para ser pisoteada. La iglesia muchas veces es intrascendente en la sociedad. La iglesia a veces es irrelevante ante la política, ante los poderes sociales, porque se ha desmarcado de su propósito. Y si la sal pierde su sabor, no sirve sino para ser tirada, para ser hollada. No sirve para nada. Yo creo, amados, que nuestros hijos, por eso, ¿saben cómo le llamaron a Jesús? Los profetas, ¿saben cómo? Desechada. La piedra que era, había sido pensada por Dios para que fuese la piedra principal, la piedra angular, se le llamó piedra desechada. Porque cuando el pueblo de Israel vio que Jesús estaba, vino y estuvo entre ellos, hermanos, lo desecharon. ¿Por qué? Porque sus maestros, los que le enseñaban la ley, ¿verdad? Era tan distinto Jesús, Dios encarnado, era tan distinto a las enseñanzas que ellos recibían, que no se parecía en nada. No lograron identificarlo. Porque ellos les enseñaban, los hombres les enseñaban sus necesidades. ¿Cuál era la necesidad de la nación? Hay un gobierno opresor, que es el imperio romano, que nos oprime y el Mesías va a venir a liberarnos de nuestras necesidades. Y eso en nada se parecía a lo que Dios quería con ellos. Hay una necesidad circunstancial, viejo amigo, necesidad temporal, necesidad circunstancial y hay una necesidad eterna. Dios quiere que los hombres hacien su necesidad eterna y es que salgan del cautiverio, que salgan de las prisiones. Por eso Jesús dijo, el Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido y me ha llamado a predicar el año agradable del Señor, a abrir las cárceles, a romper las cadenas, a quitar los yugos, la opresión, pero todo eso era una necesidad eterna. Aleluya. ¿Por qué no se parecía? Porque era una vergüenza que ellos esperaran a un líder que cuando vino les dijo, orad por vuestros enemigos. Wow, pero ¿cómo voy a orar yo por los romanos? Orad por los que os maldicen, bendecid, no maldigáis. Si te pide la túnica, si el romano te pide la túnica, dale también la capa. Si te pide que vayas una anilla, ve con el dos. Si te golpea, ponle la otra mejilla. Esto no se parece en nada a lo que estamos esperando. Era una vergüenza que un rey muriera crucificado. Amados, cuando uno ve el Evangelio desde la necesidad de nosotros, amados, créanme, a los pobres, diga conmigo a los pobres, siempre los tendréis entre vosotros. ¿Sabe qué es el pobre? El necesitado. Pastor, necesito que me ministren, anoche no dormí. Necesito que me toquen, necesito que me oren. A los pobres siempre los tendréis entre vosotros, al necesitado. En cambio, el que tiene plenitud, ¿cuántos tienen plenitud? El que tiene plenitud dice, papá, ya estoy completo en Cristo, estoy saciado, ahora sí. ¿Qué quieres que yo haga? ¿Dónde quieres que vaya? ¿A quién quieres que le hable? ¿A quién quieres que ministre? Porque estoy completo. Yo sé que alguien me está entendiendo. Escuche, iglesia, porque vosotros en Cristo estáis. ¿Estáis? ¿Sabes qué es la plenitud? Que no te falta nada, estás equipado para dejar, como ya fueron saciadas tus necesidades, ahora es necesario que usted asuma el propósito de Dios como prioridad en su vida, a menos que estés necesitado, a menos que Cristo no sea la plenitud. Sigue llenándote y sigue llenándote hasta que un día estés completo. Y si te queda tiempo le hablas a alguien. Pero, amados, los que tenemos a Cristo, diga conmigo, los que tenemos a Cristo, estamos completos, tenemos plenitud. Vamos a asumir, vamos a asumir. Diga conmigo, fui equipado para dar. Uy, Dios mío, qué convicción tan profunda. Diga, hermano, diga, soy equipado con todo lo bueno del reino para impartirle a otro. Es como cuando los discípulos le dijeron al Señor, Señor, deja ir a estas multitudes de noche ya, déjalos, tienen hambre, se hace de noche, que se vayan, quitándose el problema de encima. Y Jesús les dijo, no, no, dadle vosotros de comer. Y le dice uno de los discípulos, Señor, primero, todo está cerrado, Garrefour está cerrado, todo está cerrado, todo. Segundo, con doscientos denarios no alcanzaría para darle a toda esta gente comida. Habían cinco mil hombres y en todas las reuniones, incluso esta, hay más mujeres que hombres, de ese cuenta cuente, y niños. O sea que se cree que habían unas trece o catorce mil personas. Y Jesús les dijo, dadle vosotros de comer. Hermano, para tú dar, tienes que tener. Es una revelación poderosa. Nadie puede dar lo que no tiene. Eso es tremendísimo. Tenemos que tener, la iglesia da cuando se siente plena. Iglesia plena. Cuarenta y cinco minutos a la semana que usted oiga un mensaje, no vas a estar plena nunca. Porque esto es una realidad de vida. Usted no puede, hermano, mire, yo le voy a decir algo, yo no soy profeta, pero voy a profetizar algo. Si usted no camina en esta realidad diariamente, usted nunca va a tener plenitud y nunca va a trabajar para el propósito eterno de Dios. Vas a tener siempre la necesidad de recibir un sermón, una palabra que te oxigene a ti, pero no te vas a sentir con los aranceles llenos para impartirle a otro. El propósito para el que te sacaron de la cárcel fue trabajar en los asuntos del rey. Gracias, hermano. El propósito de que te justificaron, que te absolvieron. El propósito de que te justificaron, que te absolvieron. Lo vamos a necesitar. ¿Le estoy hablando a la iglesia correcta? Mateo 16, 14. Dice, ellos dijeron cuando Jesús les preguntó, ¿Quién decís vosotros que soy yo? Uno Juan el Bautista, otros Elías, otros Jeremías, algunos de los profetas. Él les dijo, ¿Y vosotros? ¿Quién decís que soy yo? Respondiendo Simón, Pedro, dijo, tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Quien sea Cristo entermina. Porque esta pregunta es trascendente. ¿Quién decís vosotros? ¿Quién soy yo para ustedes? Les decíamos ayer en la escuela de liderazgo, tú eres mi rey, tú eres mi señor. Tú sabes que en España hay un rey, pero ese rey es como de adorno. Es un rey que no reina. Ahí está este hombre va a hacer lo que va a hacer y el rey ni fu ni fa. Es un rey, pero quien manda es otro. Amados, si Cristo, ¿en cuántos de ustedes Cristo es el rey de sus vidas? Es el gobierno de tu vida, pero no es como Felipe, que es rey, pero no reina. O sea, nosotros tenemos que asumir, hermanos, el para, porque la Iglesia, el mundo tiene demandas y la Iglesia es lo que ella tiene. El mundo necesita, la Biblia dice que la tierra gime, esperando que se manifiesten los hijos. Hermano, ¿tú sabes qué es gemir? Voy a hacer un ejemplo un poco traumático, pero quiero ilustrarlo. Imagínate que una mujer está ahí pariendo con dolores. Dice que está con dolores de parto y está esperando al médico, y el médico tomando café. Dice, no, yo trabajaba hasta las 4. Esta llegó a las 4 y 5. Me voy al cortado, yo normalmente me tomo dos chupitos y ella... La sociedad muriéndose, antidepresivos, ansiolíticos, catorce personas se suicidan al día. Y nosotros... En la ancla de... Ay, gloria a Dios, me siento bien. El médico tomando chupitos, o sea, disfrutando de lo que él es. Y la gente, la manifestación de los hijos, ¿a qué hora será? Porque mientras pensemos como necesitados, no vamos a dar, hermano. El mundo necesita que usted imparta lo que Dios te ha dado. Nadie de la gente que está aquí ha sido indiferente para Dios. Dios te ha dado a ti todo. Y te lo ha dado, ¿sabe para qué Dios te ha dado? Para que tú le des a otros. Amados, tenemos que recuperar el para de Dios, porque sin el para de Dios, tener éxito en lo que a Dios no le interesa, es fracasar para Dios. Otra vez, tener éxito en esta tierra, en lo que a Dios no fue la razón de por qué te mandó a la vida, es fracasar. Yo no quiero tener éxito en aquello que a Dios no le interesa. Yo quiero que cuando mi Señor nos llame, podamos mirarle cara a cara. Usted sabe en el aprieto que uno está cuando su jefe te dice, a las cuatro vengo que esté acabado. Y usted no ha hecho nada, hermano, y son las tres y cincuenta y cinco. Oiga, uno se siente el que es responsable. Hay gente que se reviente. Pero el que ama a su Señor no es indiferente. La cara de mi Señor cuando llegue, ¿qué hiciste? El para, entendiste el para, lo entendiste porque te mandaron y te enseñaron el para. Yo envíe a mi hijo para. Mi hijo derramó su sangre para. Te sacamos del imperio de la muerte y del pecado para. Te equipé, te enseñé la realidad de esta vida que te di para. Te di mi espíritu para. Te enseñé mi palabra para. ¡Aleluya! Para, para, es la razón. ¡Aleluya! Bendito sea el Señor. Dice Pablo, me es impuesta necesidad. Amados, cuando Cristo es nuestra vida, habrá necesidad de darlo a conocer. Primera de Corintios nueve veinticuatro. Primera de Corintios nueve veinticuatro. Diga conmigo, es mejor dar que recibir. Amados, si nosotros, si estas reuniones nos recuperan la solemnidad, lo solemne.

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