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Buenas tardes amigos de Poetas del Pueblo. Una vez más con ustedes para recitarles tres poemas de don Antonio Machado. El primero está dedicado a Juan Ramón Jiménez. Era una noche del mes de mayo, azul y serena. Sobre el agudo ciprés brillaba la luna llena, iluminando la fuente en donde el agua surtía, sollozando intermitentemente. Sólo la fuente se oía. Después se escuchó el acento de un oculto ruiseñor. Quebró una racha de viento la curva del surtidor. Y una dulce melodía vagó por todo el jardín. Entre los mirtos tañía a un músico su violín. Era un acorde lamento de juventud y de amor para la luna y el viento, el agua y el ruiseñor. El jardín tiene una fuente y la fuente una quimera. Cantaba una voz doliente, alma de la primavera. Cayó la voz y el violín apagó su melancolía. Quedó la melancolía vagando por el jardín. Sólo la fuente se oía. Esta segunda está dedicada a don Ramón del Vallín Blanco. Yo era en mis sueños, don Ramón, viajero del áspero camino. Y tú, caronte de ojos, te llama el fúnebre barquero de las revueltas aguas de Anqueronte. Plúrima barba del pecho te caía. Yo quise ver tu manquedad en vano. Sobre la negra barba aparecía tu verde selectú de Dios pagano. Habla, dijiste, y yo cantar quisiera. Lo oro de tu don Juan y tu paisaje. En esta hora de verdad sincera. Porque faltó mi voz en tu homenaje. Permite que en la pálida ribera te pague un mauro verso mi barcaje. Y la tercera se titula La Noria. La tarde caía triste y polvorienta. El agua cantaba su copla plebeya en los cangrijones de la Noria lenta. Soñaba la mura, pobre mura vieja, al compás de sombra que en el agua suena. La tarde caía triste y polvorienta. Yo no sé qué noble divino poeta unió a la amargura de la eterna rueda, la dulce armonía del agua que sueña. Y vendo tus ojos, pobre mura vieja, mas sé que fue un noble divino poeta, corazón maduro de sombra de ciencia.