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Palabra de Vida Hoy, lunes tercero del Tiempo Ordinario, día 23 de enero. San Ildefonso de Toledo, doctor de la Iglesia. Este santo, patrono del archidiócesis y de la ciudad de Toledo, es una de las mayores glorias de la Iglesia en España, la cual le honra como doctor. Uno de los rasgos más característicos de la obra literaria de San Ildefonso es el entusiasmo con que el santo habla de la Santísima Virgen María, y que se debe fundamentalmente al lenguaje y a la piedad marianos propios del Toledo y de la España de aquella época, que manifestaba dos rasgos que han distinguido siempre a este pueblo, la piedad eucarística y la viva devoción mariana. El que existe desde siempre se bajó hasta nosotros convirtiéndose en el cielo en la tierra desde el vientre de María, abriendo desde el virginal claustro un camino para que quienes lo quieran transitar con él sean capaces, por él, de convertir su vida en un pedazo de cielo, viendo cómo él transfigura su humanidad haciendo la candelero de su propia luz divina, de su propia caridad, de su propia misericordia solícita con los demás, como hizo su madre. La primera custodia eucarística que se venera en procesión no es la que pasea al Señor por las engalanadas calles en la solemnidad del corpus Christi, sino aquella que fue engalanada con el privilegio de su inmaculada concepción para dar la carne de su humanidad al Hijo eterno de Dios. La encarnación diminutiva que se realiza en cada cristiano que vive su fe y comulga con un estremecimiento que recuerda cómo se conmovería María al sentir a Jesús en su seno, nos dice que no se puede ser cristiano sin ser mariano, que no se puede seguir a Jesús sino de la mano de su mejor discípula y seguidora, su madre, nuestra madre. Seamos devotos de la Virgen, haciendo de nuestro cuerpo y de nuestro vivir cotidiano una custodia viva que lleve a Jesús a tus hombres, como hizo María. Recordando a ese gigante de la iglesia en Toledo que es el Cardenal Marcelo, con San Ildefonso recuperamos la conciencia de la importancia del significado de la perpetua virginidad de Santa María, de la centralidad de la Eucaristía y de que hoy, como lo fue también ayer, es el momento de renovar nuestra vida cristiana desde el amor a la iglesia, por cuyos labios de esposa aprendemos a amar a Cristo y a María y de cuyas manos de madre recibimos el santísimo sacramento del altar. Con creditud a San Ildefonso por el amor a María que también a nosotros nos entregó. Vuestros hermanos franciscanos os saludan muy afectuosamente con la paz y el bien.