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Aquí os dejo la narración del cuento Tengo un volcán, de Miriam Tirado. Un cuento ideal para trabajar las emociones, concretamente la ira.
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Aquí os dejo la narración del cuento Tengo un volcán, de Miriam Tirado. Un cuento ideal para trabajar las emociones, concretamente la ira.
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Aquí os dejo la narración del cuento Tengo un volcán, de Miriam Tirado. Un cuento ideal para trabajar las emociones, concretamente la ira.
Alba has a volcano inside her that erupts when she gets angry. One night, she meets a fairy who teaches her how to calm the volcano by taking deep breaths. Alba shares this technique with her father, and they both learn to manage their anger together. They believe they see the fairy flying away in the distance. Tengo un volcán de Miriam Tirado por Tania García. Alba no lo sabía, pero tenía un volcán en su interior. ¿Sabéis qué es un volcán? Digamos que es una montaña que a veces está muy tranquila, pero que de vez en cuando se enfada y echa fuego. Pues ella tenía uno dentro, más o menos entre el ombligo y las costillas. Y no solo un volcán, también tenía un campo de anápolas, un río lleno de agua y un mar azul y tranquilo. Y también niebla y nubes rosas, y otras bastante grises. El volcán no echaba fuego porque sí. A veces lo hacía porque Alba tenía mucho sueño y estaba cansada, o tenía mucha hambre, o un niño le había quitado su juguete favorito. Otras veces echaba fuego porque sus padres se iban a trabajar y la llevaban al colegio, cuando ella en realidad lo que quería era quedarse en casa en pijama y jugar todo el día. A Alba muchas cosas no le gustaban. Entonces aquel volcán que tenía entre el ombligo y las costillas se encendía hasta explotar. Y cuando el volcán entraba a reducción, Alba sufría y se asustaba, todo a la vez. No le gustaba echar fuego por la boca, porque el fuego quema y hace daño, pero no sabía qué hacer. Entonces sus padres le preguntaban, ¿se puede saber qué te pasa? Alba era pequeña y no sabía cómo explicarlo. Sólo estaba enfadada, muy enfadada. Una noche cuando Alba ya estaba acostada, oyó que alguien le susurraba. Alba, ¿estás durmiendo? No sabía de dónde venía aquella voz, así que miró a un lado y a otro. Se llevó una gran sorpresa al descubrir que tenía un hada con mochila en la punta de la nariz. Soy el hada de los volcanes, le dijo. La niña la vio tan bonita que no tuvo ni pizca de miedo. He venido a contarte qué puedes hacer cuando te enfadas para que el volcán que llevas dentro no lo queme todo. Alba se puso muy contenta. Alguien por fin le explicaría qué debía hacer para no sufrir tanto cuando se enfadaba, y la escuchó con atención. Lo que sientes en la barriga cuando te enfadas se llama rabia. Es normal que te enfades, estás en tu derecho, pero si el volcán explota, te hará daño a ti y a los demás, y no podemos hacernos daño unos a otros. Cuando sientas que se despierta, respira lentamente y lleva aire hacia el volcán. Tómalo por la nariz y sácalo por la boca, poco a poco, muchas veces. Verás como así el volcán se va apagando y no quemará a nadie. ¿Quieres probarlo? Alba y el hada respiraron juntas un buen rato. Al final, se echaron a reír, se despidieron con un beso y el hada le dijo que se iba a contarles el truco del volcán a otros niños. Se cargó la mochila a la espalda y salió volando por la ventana. Al cabo de unos días, Alba se despertó con sueño. Su padre le pedía que se diera prisa, que llegarían tarde al cole, pero a ella le daba igual, porque no quería levantarse, ni ponerse a hacer jerseys, ni aquellas barritas, y menos aún ir a ninguna parte sin mamá. Cerró los ojos y empezó a llorar, sintiendo como el volcán se despertaba poco a poco en su interior. Gritó y pataleó para que su padre no pudiera ponerle los pantalones. El volcán quemaba, pero no solo el suyo. Su padre también tenía un volcán encendido. Cuando Alba se dio cuenta, no le gustó ni pizca, y aún lloró con más fuerza. De repente recordó a la hada del volcán y lo que habían practicado aquella noche. Respirar lentamente y llevar el aire al volcán para apagar sus sueños. Lo puso en práctica y vio como poco a poco la rabia iba desapareciendo. —¿Qué haces? —le preguntó su padre aún con enfado. —Respiro para apagar el volcán —respondió Alba. —El volcán que llevo dentro y que se enciende cuando siento algo que se llama rabia. —Pues creo que yo también tengo uno —admitió el padre sorprendido. —Sí, ya lo he visto. —¿Y qué haces para apagarlo? Alba enseñó a su padre a tomar aire por la nariz, llevarlo hacia el volcán que tenemos entre el ombligo y la castilla, poco a poco, y a sacarlo por la boca. Alba y su padre acabaron riéndose con ganas, como había pasado con el hada del volcán. Entonces ella corrió hacia la ventana y gritó. —¡Hada, funciona! Y quizás lo imaginó, pero le pareció distinguir de lejos una mochila pequeñita volando entre los árboles.