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A photographer goes to a police station to make a report. He talks about a case involving a young man and a dead woman. The photographer is haunted by guilt and reveals that he didn't know what he was getting into. He talks about a previous employee who abandoned his grandmother and how he ended up taking care of her. He then talks about being mistreated by a man and being taken advantage of by others. He meets a woman named Candida and falls in love with her. He eventually kills Candida's abusive grandmother and explains to Candida that he did it to save her. Candida is grateful and they profess their love for each other. The story highlights cruelty and the violation of rights. En una comisaría de la ciudad, un fotógrafo se dirige a realizar una denuncia. Buenas tardes, ¿qué necesita? Una denuncia, sobre el caso de ayer, del joven detenido y la encena muerta. Bien, veamos. Sus datos, llame el documento. La mente me cargó a mí, le juro, le juro que yo no sabía de dónde me metía. De una señora mayor, jamás pensé el monstruo que era. Comencé a trabajar y cuando vi a esta niña, no pude creer lo que decía. Era tan delgada, tan inocente, tan desprotegida. Lo recuerdo. Usted es el nuevo empleado, solo sacará fotos. Recuerdo que había alguien antes de usted, un hombre que también sacaba fotos, pero él quiso abandonar a mi abuela y no pudo. Íbamos en viaje y comenzamos a discutir, y cuando él hizo parar el vehículo, se sintió un estruendo, un disparo, y cayó. Sobre piedras, quedando ahí, abandonado. Ahí comprendí que nadie la abandona. Recuerdo, cuando tenía la casa, acá lo hacía todo. Cocinaba, limpiaba, acomodaba la ropa, cuidaba a los animales, atenía a mi abuela. ¡Candida, bañame, dale, hija, trae la comida, pero rápido! Pero mi gran error fue dejarme vencer por mis sueños, pero estaba cansada y el viento de la desgracia no me ayudó. Volpé la vela que dejé y solo cenizas quedó de la casa de mi abuela. Soy tan culpable que debo pararle todo a ella, hasta el último centavo, y me dejó por primera vez en manos de ese hombre, el viejo boticario. Luego, filas y filas de hombres en el desierto lastimaron mi cuerpo, mi voluntad, mi vida, mi alma. Pero una mirada colgada del mar, una caricia diferente, apareció un día y era él, Ulises. ¿Lo conoces? Lo que jamás imaginaba que un futuro incierto los espera. Sí, recuerdo, muchacho, tan amable, le contesté. Espero sea cómodo su estadía. Yo quisiera permanecer siempre al lado de Candida, pero iba a ayudar a mi padre con el negocio. Rescataré a Candida, se lo prometo. Solo le cuento para que sea testigo de que no quiero hacerle daño, la quiero salvar de todo. Me voy, que se aproxima la abuela, y me corre cuando me ve. Ya se dio cuenta de mi amor por Candida. Allí descubrí lo que planeaba el joven. Un extraño la cocina cuando la abuela encendió el horno. Pero ella, intacta. Solo despeinada y su cara, sucia, llena de cenizas. Pero allí no concluirían los intentos de Ulises. Otro día, una gran torta apareció. Y ella no pudo contenerse. Y la comió toda sin conocer el veneno que contenía. Pero siguió como si nada. ¿Quién habrá puesto esta torta tan tentadora arriba de la mesa? Me serviré un poco para probarla. Y Candida, seguro sin hacer nada como siempre. Ya estoy bien. No puedo creer que esta vieja cajituda no se muera con nada. Ya me cansé de esperar desde lejos. Voy a hacer algo por mi amada. Iré a cuchillar el sanguito. Ulises, ya determinado, clava su cuchillo en el pecho de la abuela. Un grito final. La desesperación. Cuando ella cae con un puñal atravesado, su sangre verde recorre el piso como una creciente desbordada. No lo puedo creer, Ulises. ¿Qué acabas de hacer? Estás mal de la cabeza. Será mejor que me vaya. Adiós, Ulises. No, Candida, no te vayas. Déjame explicarte esto. Candida, amor mío. Por mucho tiempo observé que tu abuela era abusiva contigo. No te dejaba decir por tu cuenta y mucho menos sospinar al respecto. Era una mujer desalmada, sin alma ni corazón. Necesitabas a alguien que pueda sacarte de ese tan oscuro lugar en donde no te gustaba estar. Ese fui yo, tu salvador. Quiero que te quedes conmigo porque te amo. Te cuidaré siempre y nunca te dejaré estar sola de nuevo. Ay, por Dios, Ulises. Nunca me has dicho algo tan hermoso. Todo el mundo me utilizó para su beneficio, sin importarles cómo me sentía. Tú fuiste el único, así que te agradezco por todo. Te amo, Ulises. La verdad, esta fue la increíble y triste historia de Candida. Una historia de crueldad donde los derechos se ven vulnerados. Una historia que jamás debería repetirse.