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La palabra se mueve. La mayoría de las personas migrantes en Argentina, en casi todos los países, trabajan, trabajan honestamente. Viaja. Va a haber un sentimiento entre Estados Unidos con México, porque en el presente Estados Unidos quiere apoyar construir el muro que a los mexicanos nos afectaría. Son muchos los que están allá. Y se convierte en... Historias con sabor a vida. La Navidad puede ser un momento especialmente difícil para las personas migrantes que tienen que enfrentarse al duelo migratorio. Es decir, al proceso de pérdida y adaptación que implica dejar atrás al país de origen, la cultura, la familia y las amistades. Este duelo puede generar sentimientos de nostalgia, tristeza, rabia, ansiedad o depresión que se pueden agravar en estas fechas tan especiales cuando se recuerdan las traiciones, los afectos y los vínculos que se dejaron atrás a pesar que tengan muchos años de vivir en otro país. Tal es el caso de la siguiente historia que nos cuenta nuestra compañera Mónica López desde Radio Guayacocotla en Veracruz, México. Yo llegué aquí a Estados Unidos en el año del 99. Recuerdo que fue un febrero. Ya llevo más de 20 años acá en el estado de Washington. Desde la niñez se nos enseña que la Navidad es una época en la que hay que compartir con la familia. Sin embargo, ¿cómo celebran la Navidad las y los migrantes cuando se encuentran lejos de las personas que aman? Para Arit, en esta época le llega la nostalgia y los recuerdos de su pueblo. Se nos viene mucha nostalgia al recordar. Yo recuerdo todo lo bonito que pasaba en estas Navidades allá en mi pueblo en aquel entonces. Nos alistábamos temprano para irnos a la posada. Llevábamos los santitos a José y María de una casa a otra para pedir posada. Nos daban café o tamales. Después de pedir la posada, pues las piñatas, los cacahuates, todo eso. ¡Ay, qué bonito! Recuerdo que hasta poníamos música en una grabadora y empezábamos a bailar. Deseábamos que llegaran estas fechas de Navidad. El día 24, pues esperar al niño Dios y arrullarlo. Era una alegría muy bonita, muy diferente. Allá lo que importaba era el nacimiento del niño Dios. En los Estados Unidos la vida es muy distinta a nuestros pueblos en América Latina. Sin embargo, la necesidad es lo que hace que miles y miles de migrantes no puedan pasar estas fiestas navideñas junto a su familia. Aquí en Estados Unidos vive uno la vida muy a la carrera. Llega uno del trabajo y vámonos para acá, vámonos para allá. Hace uno cosas de la escuela, de las niñas. Llega uno a hacer el lonche para el otro día prepararlo. Pareciera que en los Estados Unidos el sentido de la Navidad ya no recae en el recuerdo del espíritu del niño Jesús, sino en los regalos que acaparan la atención de los niños y de las niñas. Esta situación no es sencilla para los papás y las mamás migrantes. La Navidad acá es los regalos. Los niños están muy mal acostumbrados porque piden el regalo más caro. ¿Por qué? Porque ellos no saben si los papás tienen o no tienen dinero. Simplemente dicen que Santa Claus, que acá llega Santa Claus. Entonces aquí lo que pasa es que esperan a que llegue a las 12, pero es para abrir los regalos. La emoción es para abrir los regalos. Incluso uno de papá es cuando más gasta uno porque tiene uno que darle el regalo y luego hacen la carta, los niños hacen la carta para pedir el regalo. Y a veces no te alcanza. El 24 es la misa, pero a veces no es ni a las 12, a veces es a las 10 de la noche. Pero no se hacen posadas, nada más es una sola posada. A pesar de buscar una vida mejor, a pesar de tener un mejor ingreso, hay regalos que las y los migrantes desean desde lo profundo de su corazón y que Santa Claus no puede comprar. Y es la posibilidad de reencontrarse con sus seres queridos. Si me preguntaran qué es lo que pediría en esta Navidad, oh my God, mi mayor deseo es ver a mi mamá. Y lo digo con el nudo a la garganta porque yo deseo de todo corazón ver a mi mamá. Llevo tantos años sin ver a mi mamá que es difícil vivir así. Arit nos recuerda que a pesar de la nostalgia y el deseo de volver a su pueblo, también hay motivos fuertes por los que cada uno y cada una de las migrantes toman la decisión de permanecer durante muchos años en ese país. Tan fácil que es irte, pero a veces yo me pongo a pensar ¿y si me voy? A veces yo me voy en el futuro de mis hijas. Ellas son nacidas aquí y ella se está a subir aquí. No quiero irme y llevarme a mis hijas y que de regreso no tengan un estudio, que anden igual que yo trabajando en el field, en el campo. Es una vida muy pesada para nosotros. Y yo sé que así como yo, habremos miles y miles de familias así. Los que están allá quisieran venir para acá y no es por querer darse un lujo, simplemente por la necesidad. Estar aquí en Estados Unidos no es un lujo, es una necesidad. Para caminantes vidas que se mueven, desde Radio Guayacocotla en México, reportó Mónica López. Viajamos con nuestra identidad. Viajamos con nuestra identidad. Ser migrante no borra quienes somos. Ser migrante no borra quienes somos. Ser migrante no borra quienes somos. Ser migrante no borra quienes somos. Caminantes, vidas que se mueven. La Navidad es una de las fechas más esperadas del año para muchas familias que desean compartir la celebración junto a sus seres más queridos. Sin embargo, esa no es una realidad para muchos migrantes y sus familiares que pasan este tipo de fiestas lejos de su casa y con el corazón partido. ¿Y qué decir de los migrantes irregulares que van en la ruta migratoria? Ellas y ellos no pueden darse el lujo de pasar las fiestas en un hogar decente. Para estas fechas, es normal que miles de migrantes se encuentren varados en la frontera sur de Estados Unidos o en la frontera sur de México y pasen la noche buena en albergues o bajo el techo de una carpa improvisada. Pero tanto sufre el migrante que está lejos de su casa, como también sufre la familia que dejó en su país. A continuación, escuchemos la historia de la hondureña María a quien sus dos hijas y nietos la dejaron sola con su esposo y se marcharon hacia Estados Unidos, huyendo de la pobreza y la violencia que azota a este país centroamericano. Mamá, ya me voy. Vaya, hija, que yo me vaya con bien. Y yo, mire, todos los días, todos los días, todos los días, orando por ella. Ella es doña María Hernández, de 66 años de edad. Recuerda que hace cuatro meses despidió a sus hijas, nietos y yernos, quienes decidieron emprender la ruta migratoria en busca de una vida mejor. Para hacerlo, trabajaron varios meses y juntaron algo de dinero. Estuvo trabajando, yo le guardaba el dinerito. Mamá, yo me voy a caminarme. Ay, hija, no te vayas, no te vayas. Pero al mismo tiempo, dije yo, ellas saben por qué se van. Usted no quería que se fueran. No, yo no quería que se me fueran, que se iban conmigo. Fuera de su patria, sin techo, dinero y a veces sin alimentos, miles de migrantes pasarán las festividades navideñas en la ruta migratoria hasta donde han llegado en estos meses, luego de una travesía en la que incluso ha estado en riesgo sus propias vidas, a cambio de lograr un futuro mejor, mismo que se les niega en su propio país. Tal es el caso de las hijas de doña María Hernández. Aquí está difícil la vida, porque es una parte que fueron ellas. Porque, mire, si busca el marido el trabajo, poco dinero para darles de comer a sus hijos, vestir sus hijos, todo eso. Con lágrimas en sus ojos asegura que no quiere que llegue la Navidad, porque sus hijas y sus nietos no están. Confiesa que tiene miedo de lo que va a sentir. Le duele pensar que sus sonrisas contagiosas y sus cálidas miradas no serán parte de su mesa. Que la va a querer abrazar, pero no va a encontrar sus brazos. Que va a querer besar sus mejillas y con un suspiro se ahogará en el intento. Porque en las navidades anteriores todo era diferente. Solo me decían mis viejitas, viejita me vas a comer el tomalito. Sí, ya me lo voy a comer. Con la cara de alegría. Viera cómo me te hacen falta. Pero bueno. ¿Nunca se habías pegado en sus signos? No. No en sus signos, en el que ellas vinieron a mí. Allá andábamos todo en grupitos. Asegura que será la primera Navidad con este mal sabor. Imposible que pase desapercibida. Ahora será una Navidad diferente porque su corazón está partido. Y parte de su alegría se fue con el brillo de los ojos de sus hijas y sus nietos. ¿Y hacen falta sus nietos? ¡Ay! Ni quiera Dios, hombre. Cada vez que me acuerdo yo, cuando él estaba, yo los abrazaba y hoy, nada. Va a ser una Navidad difícil. Sí, una Navidad cruel. Y es que las festividades decembrinas como la Nochebuena o Año Nuevo se tornan llenas de nostalgia y con muchas ausencias familiares en la casa de Doña María Hernández de 66 años. En esta ocasión, la única manera de estar juntas será a través de una videollamada. Una fuerza, todas nos vamos a dar fuerza unas con otras y decirle a ellas que pasen una feliz Navidad allá y ellas que nos digan que pasen una feliz Navidad acá. Un abrazo. ¿Cómo se llaman sus hijas? Una se llama Angie Giselle y la otra Yuri Yolivet, Mario Gavarrete, que está allá también. Y este, Denny, allá está también mi tollero. Indica que después de cuatro meses de sufrimientos, el 12 de diciembre, Día de la Virgen de Guadalupe, sus hijas, nietos y yernos lograron pasar al otro lado de Estados Unidos. Justo ella había hecho una promesa a la Virgen de Guadalupe. Todos los días y cada día. Una promesa que hice ayer porque la había hecho un día antes a la Virgen de Guadalupe y le digo yo, hoy sí, le digo yo voy a ir ahí a donde tienen esa celebración, pues hincadita de rodillas hasta que se prendían las candelas. Le gracias a la Virgencita de Guadalupe, le digo que usted me ha llevado a mis hijos y nuestro Señor ha puesto su mano y ha bendecido a toda esta gente. Usted le pidió a la Virgen de Guadalupe el milagro de que sus hijas... Sí, que ella me las había tirado para allá y que mi Diosito le había dado poder para que ellas estuvieran allá trabajando. Pues, me cuentan a mí, va, que ellas están trabajando, no sé. Nos cuenta incluso que ya han tenido comunicación y ha hablado por videollamada con sus hijas y nietos. Sí, he hablado con ellos. Me dicen, la quiero mucho, sí, yo también. Y mira las piernas donde las tienen en los brazos. Yo miente como aquí está mi viejo que me apoya y como ahí tengo mi viejita también, mi mamá que ahí está. Yo quiero a ver si la voy a visitar, pero... ¿Dónde vive su mamá? En Lloro. Aquí estaba con los otros, pero dice que va a venir a pasar la Navidad aquí. Por lo menos va a llamarle a su mamá. Sí, la voy a ver, sí. Separadas y resignadas. Así pasa en la Navidad la familia dividida por la migración irregular hacia Estados Unidos. Ante la falta de oportunidades que se les niega en su propia patria. Viajamos con nuestra identidad. Viajamos con nuestra identidad. Ser migrante no borra quienes somos. Ser migrante no borra quienes somos. Caminantes, vidas que se mueven. Mujeres migrantes venezolanas cuentan cómo viven la Navidad. Desde los estudios de Radio Fe y Alegría en Caracas, Venezuela, nos informa José Leonel Gutiérrez. También son historias que se mueven a lo largo y ancho de todo el continente. Nos vamos a atravesar la cordillera de los Andes, vamos a Chile, vamos a Argentina, para conocer cómo celebran las venezolanas, ya madres de familia, las Navidades, a pesar del tiempo, a pesar de compartir con vecinos, amistades, que también son venezolanos y también viven la Navidad a su estilo. No obstante, la nostalgia y el recuerdo siempre quedará intacto para ellas. Vamos a escuchar parte de estas historias que se movieron en el programa Caminantes. Hola, mi nombre es Corina Salazar, tengo 5 años y medio viviendo en Argentina, y bueno, básicamente la Navidad nosotros la celebramos con las mismas costumbres que hacíamos en nuestro país, con nuestras familias, la diferencia es que, bueno, ya lo hacemos con un grupo diferente, tal vez de amigos, en mi caso no tengo familiares donde vivo, así que mis Navidades las celebro con amigos venezolanos y siempre conservando nuestras costumbres, nuestras tradiciones, nuestro referido plato navideño, siempre se hace 24 y 31, la creencia de eso de el niño Jesús, de los regalos para los más chiquitos en la casa, así que, bueno, básicamente lo que ha cambiado es que ya no los celebro con mi familia, sino con amigos, pero siguiendo siempre las mismas costumbres y las mismas tradiciones. Hola amigos del Contacto Sur, les habla Maríam Peruz, desde hace 7 años vivo en Santiago de Chile. Déjenme contarles que las Navidades se han tornado diferentes a raíz de que emigramos, porque nos tocó hacer de 5 corazones, es que las reuniones no son tan numerosas como antes y en su mayoría están cargadas de mucho trabajo, algunos corremos con la suerte de reunirnos entre amigos y familiares, ¿para qué? Bueno, para hacer las hallacas y preparar nuestro plato típico del 24 y el 31, pero aunque haya mucha abundancia de comida, siempre hay un vacío en nuestros corazones, simplemente porque estamos incompletos. Las Navidades van cargadas de nostalgia, por no poder estar en el calor y la sabrosura de nuestro país, sin embargo, con orgullo y mucho esfuerzo, demostramos de qué estamos hechos, porque día a día luchamos constantemente por dejar en alto el tricolor de nuestra bandera. Venezuela bonita, hoy cada hogar en el extranjero enciende sus luces para ayudarte a brillar, y es que brillarás tanto como cada arbolito que está en el rincón de nuestras salas. Hoy solo me queda decirles que a pesar de que exista nostalgia, también existe esperanza de volver a tener unas Navidades completas y cargadas de mucha alegría. Para mí las Navidades son hermosas, porque las mejores hallacas las hace mi papá. Lady Corina y Ana Mariana, representan dos historias de miles, venezolanas que están en diferentes partes del continente, muchas de ellas estarán escuchando este espacio radiofónico. Sin duda, ellas representan el recordar, el vivir, el ilusionarnos, el abrazo, las lágrimas, las ilusiones, la comida, el juguete, el arbolito, el pesebre, y la representación insignia de cómo un venezolano celebraba su Navidad y cómo la sigue celebrando con toda esta gente que está fuera del territorio nacional. Para todos los caminantes, para esas muchachas, esas madres, padres, hijos y familia que nos escuchan y que están fuera de nuestro territorio, les deseamos una feliz Navidad y que sepan que en Venezuela siempre estarán con los brazos abiertos para celebrar juntos como familia. Este es el aporte para caminantes desde Nula, Venezuela, reportó José Leonel Gutiérrez. ¡Venga mi casa, es la Navidad! Y desde Caracas, Venezuela, nos trasladamos a República Dominicana, donde algunos haitianos no irán a su país a compartir con sus familiares en Navidad por temor a que no les permitan regresar. La información la conocemos desde los estudios de Radio Ceibo con la periodista Yomely Anastasio. Saludos América Latina. Cientos de nacionales haitianos buscan regresar a su país para pasar allí las festividades navideñas junto a sus seres queridos. Algunos se han pasado todo el 2023 trabajando duro y ahorrando para pagarse el viaje y además llevar algo de alimento y ropa a sus familiares. Sí, bajando mucho, mucho, mucho. La semana que viene va a bajar más. Si voy por la Navidad, viene mucho. Y por las fiestas, cuando llegó el año nuevo, va bajando más. Ha pasado mucho, sí, ha pasado mucho, mucho. De aquí para allá, bajando a ver la familia, a pasar Navidad con su familia. Y súper bien, tranquilo, con mucha paz, con mucha alegría. Mucha gente, sí, patrón. Está bien, está bien. De Santiago para allá. Haití para otro día. Sí, señor, tenemos 87 guaguas que están bajando con los haitianos que van para su país. Sí, han estado llegando de Santiago y de Santo Domingo muchas guaguas aquí a Dajabón. Se nota el movimiento de esos haitianos que trabajan, que vienen a visitar su pueblo. Sin embargo, hay otro grupo que teme pasar la frontera de República Dominicana con Haití por temor a no poder regresar a su casa y a su trabajo en la República Dominicana. Que le noquíes, que tenés enanos aquí. Y yo siempre ir donde la familia mío para Navidad. Pero este año no te aseguro ir porque los guardias me están dejando volver para Dominicana de nuevo. Esa es la realidad que viven no sólo miles de nacionales haitianos que quieren regresar a su país por la época navideña, sino también ciudadanos dominicanos en otros países y ciudadanos del mundo quienes por falta de las documentaciones adecuadas se ven privados de compartir la tradicional época junto a sus familiares. Desde Radio Ceiba en República Dominicana, para caminantes, vidas que se mueven, yo me indio a Estacio. Y desde República Dominicana nos trasladamos hasta Argentina. ¿Cómo serían las fiestas en Haití y Argentina? ¿Qué diferencias hay? ¿Cómo son las celebraciones? ¿Con quiénes las comparten? La información la conocemos con el periodista Félix García. Llega la Navidad, las fiestas de fin de año, el encuentro familiar, la fiesta en la calle, el baile, la libertad de pasar algún límite y celebrar con amigos. Llega este momento del año y nos parece que es algo universal. Y sí, lo es. Pero cada pueblo, cada cultura, en cada país se vive con una particularidad. La Uni Abril es haitiano y vive en la provincia de Córdoba, Argentina. Es licenciado en Ciencias Políticas y estudia Antropología. Así nos cuenta cómo vivía la Navidad en Haití y cómo la vive en Argentina. La Navidad en Haití es como nos llamamos, es como Papá Noel. Papá Noel en el sentido que es una figura que nosotros creemos que viene con muchos regalos, intercambios también. Y también, y para nosotros, desde muy chico, es un día de libertad. Porque este día los padres nos dejan libres. Uno puede tomar alcohol, cerveza, puede estar bien formal, porque es el único día los padres no se preocupan de los hijos. Saben que, bueno, a partir de esta hora van a salir a la calle, van a ir en el bar, en el restaurante, van a ir a la iglesia, juntan con sus amigos. Por eso que ahí, como dije, es como un día de libertad. ¿Qué es diferente acá en la Argentina? Yo lo vivo creo que dos años, aunque tengo siete años, pero en cada año siempre viajo a ver mi familia, como el año pasado tuve en Francia. Es como casi igual. La fecha, pero están en la familia, comiendo y esa cosa, y hablar con amigos. Pero acá en la Argentina para mí es como un día muy solitario, porque yo la fecha que lo paso acá en la Argentina es como que yo no tengo familia. Me acuerdo una vez reunimos con amigos, otra vez yo estuve solo. Realmente fue como un choque para mí. Por eso que, bueno, en este sentido uno que tiene familia en la Argentina es como algo tan buenísimo, ¿no?, de pasar una Navidad en familia. Como que allá en Haití todos están en la calle, los chicos casi no coman en la familia, o sea, coman en los bares, en los restaurantes, que es diferente. Bueno, esto que puedo hacer como un poco, ¿no?, de la diferencia de Argentina y Haití.

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