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The speaker expresses gratitude to Dr. Viltre and their admired teacher, Crisálida, for allowing them to participate in this congress. They discuss their interest in criticizing pedagogy and how university authorities have declared that students do not meet minimum requirements in subjects like math, language, and science. They mention a study where 90% of sixth-grade students did not have the necessary competencies to be promoted. They argue that the silence from the teaching community on this issue is concerning and emphasize the need for critical pedagogy and further research to address the problem. They suggest starting with a thorough examination of the problem and involving multidisciplinary teams to evaluate the situation. The speaker concludes by encouraging reflection and contradiction. Hola, muy feliz tarde. Mi nombre es Rene Alonso Orozco Rosales y me parece importante iniciar agradeciendo públicamente tanto al Dr. Viltre como a mi admirada y más que profesora, maestra Crisálida, quienes amablemente me han franqueado las puertas de este importante espacio donde me ilustro a leer y escuchar tan eruditas intervenciones como las que se comparten en este congreso. Más aún considerando que si con algún atributo puedo identificarme entre tantas personalidades es apenas con el de estudiante y por eso adelanto mis excusas si esta intervención pudiera parecer algo irreverente, quizá, pero es que esa es precisamente una de las cualidades de quienes, frente a la importante ciencia tratada en este espacio, se considera no más que un novato. En el cartel mostrado, objeto de mi intervención de hoy, se delinea el detonante de una inquietud que ha reclamado mi atención desde hace un buen tiempo y que ahora, al contacto con ese ilustre entorno, descubro la punta del ovillo, cual es más que la posibilidad, la necesidad de criticar por fin a la pedagogía, donde se puede admitir mirarla con ojos de estudiante experimentado, como califico a quienes como yo tenemos harto tiempo en esa práctica. Desde hace varios años he observado cómo autoridades rectorales de varias universidades del país han declarado que los estudiantes que ingresan a las universidades no cumplen con los niveles mínimos requeridos en áreas como matemática, lenguaje y ciencia. Debido a ello, en un tiempo se aplicaban pruebas estrictas que tamizaron el acceso a la educación universitaria e hicieron crecer lo que se conocía como una enorme población flotante. Suerte de habitante, en segundo, es como una lengua académica en la cual se culpabilizaba en primer lugar al estudiante, luego a sus familias, al sistema, al ministerio, a los gobiernos, al estado de las edificaciones educativas, a los servicios públicos, pero jamás y curiosamente se mencionaba a los docentes, al menos que fuese para vincular y justificar la calidad educativa por sus bajos niveles de sueldos y salarios. Hace unas semanas escuché en un programa de radio y luego leí en una rápida investigación que hice al respecto acerca de una información emitida por la doctora en ciencias de la educación Carmen Teresa Márquez, quien además es la presidenta de la Federación de Maestros de Venezuela, en la cual declaraba literalmente que, a través de una prueba aplicada a estudiantes de sexto grado en colegios del área metropolitana de Caracas, Vargas y Miranda, se comprobó que 90% de los niños y niñas no tienen las competencias necesarias para haber sido promovidos de grado, lo que generará una mayor deserción escolar. Y si bien esta dramática afirmación tiene ese alto nivel de contundencia mediática, viniendo de una reconocida autoridad en la materia, desde mi pupitre de estudiante observo que más ruidoso aún es el espeso silencio que al respecto se escucha proveniente de la comunidad docente, la cual indudablemente no puede sustraerse ni escabullirse en una situación en la cual, al no ser cuestionada por sus actores, debemos dar por firme ese resultado declarado por la doctora? Situaciones como esta me han inducido a considerar que, si bien la pedagogía crítica es la opción conceptualmente apropiada para revertir la falla, igualmente la evidencia demuestra la imperiosa necesidad de profundizar investigaciones donde se aborde descarnada y descaradamente cada una de las variables que intervienen en la ecuación, de forma tal que por separado, pero de manera congruente, sean suficientemente evaluadas sin que sean obstáculos o justificaciones las diversas jerarquías académicas como para no abordar zonas hasta ahora grises. Por ello me he atrevido a opinar en esta oportunidad de lujo que, en el proceso orientado a la implantación de la pedagogía crítica como un proyecto en su incipiente fase de formulación teórica, es imprescindible iniciar por el principio, es decir, por la comprobación del problema, para cuya actividad necesariamente hay que bajar de la tarima y del pódium académico, generar equipos multidisciplinarios para, desde el cupitre, evaluar la situación y abocarse luego como estudiantes e investigadores experimentados al estudio profundo de todo lo concerniente a la materia, más allá de la teorización de posibles metodologías que deberían surgir al final como resolventes del caso. De ahí entonces, y para cerrar, que mi sencillo ofice tiene como intención y objeto más que subliminal provocar no sólo la inmediata contradicción razonada, sino la reflexión introspectiva, profunda, quizás hasta íntima y sincera, como la que finalmente solemos tener los estudiantes cuando salimos aplazados. ¡Salud!