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“Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas.” – Salmo 147:3 A veces intentamos disimular el dolor con ocupaciones, entretenimiento o dureza de corazón. Pero Dios no puede sanar lo que no le entregamos. El primer paso a la sanidad es confesar que estás herido y permitirle tocar esas áreas profundas con su amor restaurador. Oración: Padre sanador, reconozco mis heridas y te las entrego. No quiero esconder más lo que siento. Ven y toca las áreas rotas de mi vida con tu amor.