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The transcription is about the diary of a dog, describing its life from birth to abandonment. The dog expresses joy, love for its family, and the hardships it faces as it grows older. Eventually, it is abandoned and left to suffer until it is mercifully put to sleep. The message is to not buy pets on impulse and to be responsible owners who care for their animals. El diario de un perro, leído por Monse, alumna de noveno grado. El diario de un perro no es sobre mi mascota, sin embargo, sí es la vida de muchos perros desafortunados que fueron comprados en un momento de capricho sin pensar, por dueños irresponsables que no se interesan en su mascota, ni se tientan el corazón de echar a un animal en la calle. Tal vez no te han puesto a pensar todo lo que sucederá a ese pobre animalito? No encuentro lo que esos perros nos platicarían en realidad, si pudieran hablar, estar dedicado a ellos, tratando de sensibilizar sus sueños. Primera semana, hoy cumple una semana de nacido, que alegría haber llegado a este mundo, primer mes, mi mamá me queda muy bien, es una mamá ejemplar. Dos meses, hoy me separaron mi mamá, ella estaba muy inquieta y con sus ojos me dijo adiós, esperando que mi nueva familia humana me quedara tan bien como ella. Cuatro meses, he crecido tan rápido, todo me llama la atención, hay varios niños en la casa que para mi son mis hermanitos, somos muy inquietos, ellos me dejaron en la cola y yo los muerdo jugando. Cinco meses, hoy me regañaron, mi mamá se molestó porque me hice pipi dentro de la casa, pero nunca me han enseñado donde debo hacerlo, además duermo en la recámara, ya no me aguantaba. Ocho meses, soy un perro feliz, tengo el calor de un hogar, me siento tan seguro, tan protegido, creo que mi familia humana me quiere y me consiente mucho. Cuando están comiendo, me convidan, el patio es para mí solito y me doy vuelo escarbando como mis antepasados lobos. Cuando esconden su comida, nunca me educan a estar bien todo lo que hago. Doce meses, hoy cumplo un año, soy un perro adulto, mis amos dicen que crecí mucho más de lo que ellos pensaban, creo que ellos se deben de sentir de mí. Trece meses, qué mal me sentí hoy, mi hermanito me quitó la pelota, yo nunca la agarré a los juguetes, así que se la quité, pero mis mandíbulas se han hecho muy fuertes así que la lastimé sin querer, después del susto me encadenaron, casi sin poderme mover. Al rayo del sol, dicen que van a tenerme en observación y que soy ingrato, no entiendo nada de lo que pasa. Quince meses, ya nada es igual, vivo en la azotea, me siento muy solo, mi familia ya no me quiere, a veces les olvida que tengo hambre y sed, cuando llueve no tengo ni un techo que me acobije. Diez meses, diez y seis meses, hoy me bajaron de la azotea, de seguro mi familia me perdonó, yo me puse tan contento, quedaba santo de gusto, mi rabo parecía reyilete, encima de eso me van a llevar con ellos de paseo, nos enfilamos hacia la carretera y de repente se separaron, abrieron la puerta lleno de jefes diciendo que haríamos nuestro día de campo, no comprendo por qué cerraron la puerta y se fueron, oigan, esperen, ladré, se olvidaron de mí, corrí detrás del coche con todas mis fuerzas, mi angustia crecía al darme cuenta que casi me desvanecía y ellos no se detenían, me habían abandonado. Diecisiete meses, he tratado en vano de buscar el camino de regreso a casa, me siento y estoy perdido, en mi sendero hay gente de buen corazón que me ve con tristeza y me da algo de comer, yo les agradezco con mi mirada y desde el fondo de mi alma, yo quisiera que me adoptaran y sería leal como ninguno, pero eso lo hice, pobre perrito, sabe haber perdido. Dieciocho meses, el otro día pasé por una escuela y vi muchos niños desjuvencidos con mis hermanitos, y nacer aquello grupo de ellos riendo se me lanzó una lluvia de piedras, a ver quién tenía mejor ritmo, una de esas piedras me latimó el ojo y desde entonces ya no veo con él. Diecinueve meses, parece mentira cuando estaba más bonito, se compadecían más de mí, ya estoy muy flaco, mi aspecto ha cambiado, perdí mi ojo y la gente más bien se saca a escobazos cuando pretendo echarme en una pequeña sombra. Veinte meses, casi no puedo moverme, voy a tratar de acceder a una calle por donde pasan muchos coches, uno me arrollo, según yo estaba en un lugar seguro llamado Cuneta, pero nunca lo diré a la medida de satisfacción del conductor, que hasta se la dio con tal de sentarme, ojalá no me hubiera matado, pero sólo me dislocó la cadera, el dolor es terrible, mis patas traseras no me responden y con dificultades me arrastra así un poco de hierba agredadera del camino. Tengo dos días bajo el sol, la lluvia, el frío, sin comer, ya no me puedo mover, el dolor es insoportable, me siento muy mal, quedo en un lugar humedo y parece que hasta mi pelo se pega yendo, alguna gente pasa y me ve, y alguna pasa y me ve, otras dicen no te acerques, ya casi estoy inconsciente, pero alguna fuerza extraña me hizo abrir los ojos, la dulzura de su voz me hizo reaccionar, pobre perrito, mira como te han dejado, decía junto con ella venía un señor con bata blanca, empezó a tocarme y dijo lo siento señora, este perro ya no tiene remedio, es mejor que deje de sufrir, a la gente el dama se me salieron las lágrimas y se sintió, como pude, moví mi rabo y le miré agradeciéndole, me ayudara a descansar, sólo senté el piquete de la inyección y dormí para siempre pensando por qué tuve que nacer si nadie me quería, la solución es echar al perrito a la calle, y maducarlo, no cometa un problema, en problema una grata compañía.

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