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Andrés, a young boy, writes a letter to Santa Claus but his mom tells him to send an email instead. Andrés receives a response from Santa Claus saying that he prefers to receive letters. On Christmas, Andrés receives two gifts that he had asked for. The next day, he receives another gift with a card that says when you ask for something from the heart, it will be granted. Andrés learns the importance of faith and waiting. The story encourages reflection on waiting and having faith in everyday life. Hola, ¿qué tal? Hoy traigo un pequeño relato reflexivo y muy interesante a la vez. Se trata de un pequeño niño llamado Andrés y él va experimentando eventos muy especiales en las puertas de lo que es Navidad. En la escuela ha escuchado muchas cosas de sus padres también, de sus tíos, de sus familiares y para qué decir también en la escuela, entre amigos y experiencias pasadas también. Por lo tanto, un día decide él escribirle una carta al viejo Pascuero o a Santa Claus y la redacta muy tranquilamente en una hojita y la dobla ahí bien y le pide a la mamita que por favor le compre un sobre de cartas para enviar esa carta al correo y que ella vaya a dejarlo. La mamá entonces le dice, pero Andrés, por favor, ¿cómo vas a mandar una carta si ahora está en Gmail, están los correos? Pero mamá, ¿es una carta para el viejo Pascuero? Sí, pero ¿sabes qué? Yo creo que es mejor que le escribas, pero yo no sé, no sé nada de eso. Mira, a ver, el correo es santaclausarrobagemail.com. Ella inventó ese correo, por supuesto, hizo el invento de ella y el niño igualmente recogió la idea, copió en su cuaderno la dirección, pero pregunta, mamá, ¿pero cómo lo envío? Bueno, tienes que, te voy a crear un correo, le dice la mamá, así que te vas a llamar andrésarrobagemail.com, listo, y la mamá viene, se mete al computador, le crea ese correo, etcétera, se ponen datos, por supuesto, en cierta medida falsos para que el niño tenga acceso a un correo. Era una forma de distraerlo, en fin, y que hiciera algo en la casa, porque en realidad como ya estaba saliendo de vacaciones, no quería que en realidad se aburriera, por lo tanto, le dio esa tarea, que se entretuviera escribiendo una carta en e-mail. La cosa es que él escribió la carta, el correo, y lo mandó a la dirección que su mamá le había dicho, y pasaron los días. Luego después hay una reunión familiar, tíos, abuelos, sobrinos, y otros parientes se reúnen, era una celebración de un cumpleaños, y claro, en medio del jolgorio, de los frindis y de las conversaciones de adultos, habían puros adultos, no faltó, ¿quién le preguntó a Andrés? —Oye, Andrés, ¿qué le pediste al viejo pascuero, a Santa Claus? —Ah, eso es privado, le mandé una carta. —¿Cómo que una carta? Eso ya no se usa. —Perdón, dijo Andrés, le mandé un correo. —Sí, sí, sí. —¿Y cuál es el correo? —preguntaron todos así, asombrados, y él les dio la dirección. —Ah, qué bien, muy bien, qué bueno, yo creo que te va a responder, le dijeron todos, pero todos se miraban así, de manera suspicaz, porque era en realidad una cosa, una travesura de adultos, una mentirilla blanca, como siempre dicen. La cosa es que terminó la fiesta, etcétera, pasaron otros días, estábamos ya por ahí por el 18, 19 de diciembre, y rápidamente golpean a la puerta y era el cartero. La mamá abre la puerta, asombrada. Era una carta, una carta para Andrés. —Qué extraño, dijo ella, nunca me había llegado una carta. Llegan cuentas de luz, de teléfono, de agua, de tax, de cualquier cosa. Pero una carta, y para mi hijo. La recibió, era correo especial, tuvo que firmar. Y le dijo a Andrés, oye Andrés, ven, ¿quieres una carta? Y Andrés ávidamente, mientras abre el sobre, le dice, ah, debe ser del viejo bascuero. Y le, algo muy sencillo, estimado Andrés, he recibido tu correo. Pero te pido que por favor, la próxima vez me escribas una carta, no un correo. Es más valioso recibir carta, no correos. Por favor, un abrazo grande, sé entonces lo que me has pedido. Nos vemos. Y eso era todo. La mamá sonrió para sus adentros, por supuesto. —¿Ves que te respondió? —Sí. —Pero pucha, dijo Andrés, tendría que haber enviado la carta, no ese correo, ese gmail. —Ah, pero mira, lo importante es que ya hiciste un pedido y eso es válido. —Sí, dijo. Y Andrés se fue medio cabizbajo y se fue a su pieza a jugar. La mamá, mientras hacía tarea de las cosas de la casa, agradeció en parte a los familiares que se habían prestado para esa jugada. Seguramente algún tío, algún pariente, el abuelo, la tía, había escrito y la había enviado de manera tradicional, una carta. Y lo agradeció enormemente. Las cosas que pasaron los días y llegó Navidad. Llegó el ansiado día, para Andrés, por supuesto. Y toda la familia se reunió, abuelos, tíos, sobrinos, es decir, mucha gente. Y el árbol ya estaba en su parte, ahí a los pies del árbol. Había muchos regalitos, grandes, pequeños, medianos. Y ya a las doce de la noche, mamá dice, ya, atención, atención, vamos a repartir los regalos. Pero antes, pregunto, ¿los repartimos ahora o los dejamos para mañana? Era obvio, todos respondieron ahora. Y empezaron a repartir. Un tío se ofreció de voluntario para ser el oficiante de esa repartición de presentes. Y comenzó a tomar cada paquetito e iba leyendo e iba entregando a cada cual un obsequio. Andrés recibió dos. La mamá, uno. El papá, uno. El tío, uno. El abuelo, dos. La tía lejana, que venía del sur, uno. En fin. Ya pasaba las dos de la mañana, entre conversaciones jocosas, en fin, y conversaciones algo serias. Andrés se fue a su pieza con dos obsequios. Uno por parte de la mamá, el otro por parte del papá. Y se fue tranquilo. Y mientras él comenzaba ya a dormirse, mientras empezaba a entrar a este mundo de ilusiones, de ensueños, de paz interior, de calma. Pensó, recibiré algún obsequio más durante la noche. Y se durmió. Y al otro día, a las horas después ya, tipo seis de la mañana, estaba acostumbrado a levantarse muy temprano. Era muy disciplinado en eso, Andrés. Despierta y encuentra dos objetos, dos regalos, a los pies de su cama. Y él quedó maravillado. ¡Qué bonito! No me esperaba esto, dijo él. Y... Gracias, dijo. Gracias, Santa Claus. Gracias, viejito pascuero. Y abrió los regalos. Y fantástico. Y abrió los regalos. Y fantástico. Él quedó maravillado. Dos regalos que él había pedido hacía mucho tiempo. Y por fin ahí estaban. No sabemos qué regalos eran, qué obsequios eran. Él había pedido dos cosas muy especiales. Pero ahí estaban. Y se levantó, transcurrió la mañana, la mamá quedó asombrada por los dos presentes. Y a eso del mediodía, nuevamente, llaman a la puerta. Era el casero que traía otro sobrecito para Andrés. Ella, extrañada, preguntó cuánto tenía que pagarle. No, nada. Esto es exprés. Ya está pagado el franqueo. Hasta pronto. Y se fue. La mamá llama a su hijo. Andrés, mira. Te llegó esto. Parece que es una tarjeta. Entonces Andrés, ansiosamente, la abre, rompe el sobre. Y era algo muy sencillo. Que decía... Y se lo leyó a la mamá. La mamá quedó estupefacta. Y agradeció, por supuesto, a quien haya sido. No había remitente. Cuando pides de corazón, todo lo pedido te es concedido. Y se lo leyó a la mamá. La mamá quedó estupefacta. Y agradeció, por supuesto, a quien haya sido. No había remitente. No indicaba aquel sobre quién lo había enviado. Pensó, tal vez, que era alguien de la familia. De acuerdo a lo que tenía en mente, lo que conversaba con sus parientes, indagó tiempo después. Pero no. Nadie de ellos había sido. ¿Quién escribió esas dos misivas? Primero una tarjeta, una respuesta, y luego ese hermoso mensaje. Nunca lo supo ella. Pero Andrés, desde ese momento, realmente cree en aquello. Pues él, de corazón, de fe absoluta, lo pidió. Como vuelvo a decirles, no sabemos qué es lo que Andrés pidió. Pero recibió dos presentes. Y eso reafirma algunas cosas importantes. En un texto, recuerdo que dice, la fe es la certeza de lo que se espera. Es la convicción de lo que no se ve. Y eso es lo que aprendió nuestro pequeño y joven amigo Andrés. Tuvo fe en la espera. Tuve fe en la espera. Primero en su petición. A él le llegó un objeto físico, algo que él había pedido. ¿Habrá sido el papá, la mamá o un pariente? No sabemos. Porque la mamá tampoco, ni el papá sabía tampoco quién había enviado esos presentes. Y esto nos hace reflexionar. Vivimos en tiempos de espera. En tiempos de adviento, como se dice ahora. Vivimos en espera, como les dije. Estamos atentos a lo que viene. Eso es adviento, como se dice en estos momentos. A la espera de algo nuevo, de algo bueno que se aproxima. Y para quienes tienen fe, indudablemente, el advenimiento de una pequeña criaturita, de un pequeño niño, conocido como Niño Jesús, se enmarca dentro de este mensaje, de este pequeño relato. A la espera de, de la buena nueva. Eso es lo importante. Pero esto no debemos tomarlo aquí, como ahora, solamente en esta época. No. Día a día, mes a mes, vivimos a la espera. En la medida en que nosotros solicitamos y pedimos, tal vez, situaciones que converjan para solucionar eventos que a diario vivimos. Una bonita historia. Una reflexión que se las dejo para que ustedes también la mediten. Hasta pronto. Y estamos en contacto. Bye, bye.