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It was common to enjoy those summer nights, peaceful and often silent, without strange noises or street noise. But that night was special - we saw the clear sky and realized what we were experiencing. Others in the neighborhood started to join us on their rooftops. The moon was shining brightly, and suddenly it started to approach the Earth, creating strange expectations. Some even suggested colonizing it. However, we wondered how we would breathe there. As we watched the spectacle, we felt lighter and had a sense of security. People started floating and enjoying their flight, while we wondered if it was real or just a drug-induced hallucination. We also started floating towards the moon, excited to explore a new world. But as we drifted away, the thought of sharing the same atmosphere between the moon and Earth brought us comfort. We closed our eyes, hoping to land softly and wake up surprised in this new destination. Era común disfrutar esas noches de verano, noches tranquilas y muchas veces silenciosas, sin ruidos extraños y lejanos, sin bullicios callejeros ni músicas alocadas llamando al desenfreno de algún vecino descriteriado a esa hora de la noche. Era normal durante los fines de semana escuchar a lo lejos disparos y detonaciones que nos indicaban que la droga ya había llegado al barrio, según los rumores generalizados de vecinos que lo comentaban a modo de susurros de vez en cuando, sea en el almacén cuando ibas a comprar algo o durante alguna conversación casual con algún conocido del barrio. Esa noche fue un momento especial pues fue la primera vez que, subidos en el techo de nuestra casa, pudimos contemplar el hermoso espectáculo que nos ofrecía aquella noche el cielo completamente despejado y limpio de toda contaminación lumínica, fue ese momento único que nos dio la posibilidad de darnos cuenta de lo que estábamos viviendo. Mientras observábamos el cielo en su total plenitud, el silencio fue pleno y ahogó nuestros pensamientos, nuestros sentidos, y ese momento trascendental incidió en el actuar de todos los que nos rodeaban, los ocupas de al lado, nuestros vecinos bulliciosos, ya subías también al tejado de su casa, y más allá, otras familias comenzaba a hacer lo mismo, y así poco a poco todo el vecindario comenzaban a subir. El silencio indicaba que los revoltosos de siempre, los traficantes de droga, los delincuentes, los malos de siempre, también habían escuchado el llamado, y sin poder verlos, en nuestras mentes tuvimos la seguridad que también comenzaban a subir a sus respectivos tejados. Esa noche fue maravillosa y única, casi eterna, que habría sido lo esperado. La luna brillaba en su máximo esplendor y más aún ahora, pues sin luz en el tendido eléctrico público, la contaminación lumínica era nula y prontamente la electricidad de nuestros hogares también dejaría de existir. Las redes sociales lo anunciaron hacía mucho tiempo atrás y nadie lo tomó en cuenta. Los medios de comunicación jamás consideraron estos llamados, estas noticias, esos comentarios conspirativos. Para muchos era normal esconder, censurar y no difundir ese tipo de información. Lo importante era mantener el llamado establecimiento local y, quizá, mundial. La luna en su esplendor estaba hermosa, luminosa y se acercaba lentamente, y si pudieras de un salto llegar a su superficie, cegueramente y a modo de fantasía, sería posible, pero ahora, ante la incertidumbre reinante, esa posibilidad no lo sería jamás. La luna salida de su órbita se acercaba y mil consecuencias se producirían, pero, después de todo, era obvio que algo así tarde o temprano se produciría, claro que, no ahora, sino que, siendo optimistas, en un tiempo muy alejado y en el futuro. Los estudios indicaban que nuestro satélite se alejaba cada año de nosotros y llegaría el tiempo que, viéndose liberada de nuestra fuerza de atracción, así de simple, partiría lejos, se desplazaría hacia el espacio profundo y generaría eventos cósmicos jamás vistos ni imaginados por nosotros. Sin embargo, de un día para otro, la historia cambió, las predicciones científicas fueron al revés y la luna se precipitaba hacia nosotros y eso generó expectativas extrañas en todos nosotros. No faltó el YouTube que expresó la idea de colonizarla a través saltos controlados para evitar la sobrepoblación, filtrar a los futuros habitantes e impedir que las malas costumbres llegaran a esa nueva humanidad. La luna estaba a un paso quilométrico humanamente alcanzable y no deberíamos perder la oportunidad de migrar hacia nuevas tierras helenitas. Esta posibilidad nos permitiría ser colonos, dueños reales de nuestra propia tierra lunar. No tendríamos que pagar impuestos y no habría la necesidad de parcelar los distintos espacios lunares dispuestos por la misma naturaleza para que pudiéramos utilizar a nuestro favor. Pero una cosa importante, ¿qué pasará con el aire? ¿Cómo se podrá respirar ahí? De pronto me sentí algo más ligero, nos sentimos más livianos, tuvimos la sensación breve de poder saltar desde el tejado y una seguridad plena nos invadió de pronto. Una sensación que nos insinuaba como un susurro mental muy anhelado en lo más íntimo de cada uno de nosotros, que no caeríamos al momento de saltar. Y mientras observábamos el hermoso espectáculo, nuestras sensaciones eran confirmadas a través de gritos y risas que comenzaban a llegar a nuestros oídos en medio de un silencio que nos permitía escucharnos a nosotros mismos. Mi vecina pasó flotando frente a nosotros, sonreía y nos saludaba, elevándose lentamente hacia la superficie lunar. El gordo de la esquina, el que vendía drogas a los más desposeídos de recursos para comprarla, flotaba inerte como esos globos con helió que solo alcanzan una cierta altura y no pueden continuar su ascenso. El chepo, otro drogadicto emperdermido también pasó y se le veía sonriente y disfrutando como nunca su vuelo real y no drogadíctico. Y mientras lo veíamos nos preguntamos todos, ¿sabría que ese vuelo era real y no producto de una intoxicación producto del consumo desmedido de cannabis? Muy pronto comenzamos nosotros mismos a despegarnos de nuestro tejado. Lentamente comenzamos a flotar y mientras una sensación de ingravidez comenzaba a afectarnos, subiendo lentamente, vimos por sobre los tejados circundantes que cientos de nosotros comenzábamos a elevarnos lentamente hacia nuestra luna. Me atreví a mirar hacia lo alto y sorprendido vi como, mucho más alto que nosotros, buses, vehículos y todo tipo de maquinarias y cosas ya flotaban en lo alto y se dirigían hacia allá, hacia esa nueva tierra prometida, tierra selenita que nos recibiría con toda su soledad y con ausencia de atmósfera para nosotros. Pero de pronto, mientras me alejaba más y más de la superficie, del tejado de mi casa, me vino la idea de contagio atmosférico, es decir, mientras más y más la luna se acercaba, o quizá, la tierra lo hacía, ambas esferas cósmicas compartiría una misma atmósfera, por lo que, este solo pensamiento me tranquilizó y decidí cerrar mis ojos para relajarme y esperar tocar tierra. Mejor dicho, alunizar suavemente y, en lo posible, despertar allá arriba, sorprendido por haber llegado a tan alto destino. Experimentar y vivir como en otro mundo.