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EXPERIMENTO GUTIERREZ

EXPERIMENTO GUTIERREZ

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Gutiérrez, a man who had his head severed, is part of an experiment. He is asked if he liked the rice he ate, but he realizes he has no plate in front of him. The woman conducting the experiment is excited that Gutiérrez's memories have been preserved for over 30 years. However, when asked if he remembers anything else, Gutiérrez's mind goes blank. Despite the success of the experiment, many more heads are waiting to undergo the same procedure. El experimento Gutiérrez El señor Gutiérrez volvió a poner atención a la conversación. —¿Te gustó el arroz? —preguntó la mujer al hombre vestido de blanco. —¡Sí, sí, mucho! —respondió el hombre, que ya reunía los últimos granos de arroz del plato raspándolo sin ningún enfado. El señor Gutiérrez, al escuchar la pregunta, contestó también asintiendo con su cabeza, sabiendo que la pregunta no estaba dirigida a él. Mientras asentía sintió en su paladar el delicioso arroz preparado por la mujer. El hombre, entonces, dirigió la mirada hacia Gutiérrez y le preguntó. —¿Cuándo te serviste arroz, Gutiérrez? Gutiérrez dirigió su mirada hacia abajo, hacia su plato, como una forma de corroborar que el sabor que tenía en su boca era realmente el arroz. Pero el plato no apareció en la dirección a la que dirigió su mirada, hacia abajo. Tampoco vio una mesa ni nada que se le pareciera. En su lugar vio solamente el bruñido aluminio que reflejaba a la perfección las luminarias que pendían del techo y alumbraban con una luz fría todo ese lugar. Antes de responder la pregunta, su mirada quedó fija en ese mesón con cubierta de aluminio. A su memoria vino el recuerdo de lo que se había servido a la hora del almuerzo. Hacía seis horas. Gutiérrez, muy seguro de lo que recordaba, le dijo. —Hace seis horas, en el almuerzo. Estaba delicioso. —¿Ves, Raquel? —dijo el hombre mirando a la mujer. —¡Eres un genio! —exclamó la mujer. —El mecanismo funciona perfectamente bien. La irrigación es completa —dijo ésta con mucho entusiasmo y observando los datos que le proporcionaba un monitor puesto sobre la mesa donde almorzaban. —¿Ves, amiga? Con esta grabación de vídeo no hay para qué volver a repetir el experimento. Con el señor Gutiérrez, grabado en estas condiciones, hay evidencia más que suficiente para confirmar todo el procedimiento y avalarlo científicamente. El mantener esta cabeza cercenada durante tanto tiempo demuestra que las terminaciones nerviosas han sido reemplazadas correctamente y que los recuerdos se mantienen intactos aún después de varios años. —¡Más de treinta, claro! —comentó nuevamente ella. El hombre se puso de pie y caminó hacia Gutiérrez. Una vez, frente a él, acercó su rostro hacia el de él, diciéndole, —Amigo, hace más de treinta años que tu cabeza está cercenada y desde aquel entonces nos dices lo mismo. ¿No recuerdas algo más? Los ojos de Gutiérrez se tornaron blancos y sus músculos faciales parecieron convulsionar. Muy sutiles espasmos musculares, así lo indicaron. Su rostro sudoroso palideció y su mente quedó en blanco. No más recuerdos afloraron en su mente. Pero quedaban muchas otras, muchas otras cabezas guardadas, esperando su turno para ser despertadas y sometidas al mismo experimento. Este experimento fue bautizado con ese apellido, Gutiérrez, apellido del primer voluntario en donar su cabeza a cambio de cinco millones de dólares para resguardar el bienestar de su familia. El experimento fue un éxito. Fue destacado en las más importantes revistas del mundo. Chile al fin se destacaba en algo, en cortar cabezas y experimentar en la neurociencia, claro que a un muy alto precio ciudadano. Ese fue un relato de Malmo de Sonrazán. Subtítulos realizados por la comunidad de Amara.org

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