

Nothing to say, yet
Listen to y2mate.com - Para que las escuelas inclusivas dejen de ser necesarias Silvana Corso by maira MP3 song. y2mate.com - Para que las escuelas inclusivas dejen de ser necesarias Silvana Corso song from maira is available on Audio.com. The duration of song is 17:29. This high-quality MP3 track has 128 kbps bitrate and was uploaded on 23 Oct 2023. Stream and download y2mate.com - Para que las escuelas inclusivas dejen de ser necesarias Silvana Corso by maira for free on Audio.com – your ultimate destination for MP3 music.
Comment
Loading comments...
The speaker shares their personal experience of being ridiculed and underestimated in school due to learning difficulties. They go on to talk about their daughter, who had severe disabilities, and how they fought for her inclusion in a regular kindergarten despite professional advice. The speaker emphasizes the importance of inclusive education and the positive impact it had on their daughter's life. They discuss the challenges and strategies involved in creating an inclusive school environment, and highlight the need for empathy and understanding towards individuals with disabilities. The speaker concludes by stating that inclusive education is essential for societal change and that every school should strive to be inclusive. Orejas de burro, orejas de burro, me cantaban mientras caminaba por el patio de la escuela, y si mi maestra de primer grado me decĂa, tortuguita, cĂłmo no ser el centro de las burlas de mis compañeras. Es que me costaba memorizar las tablas de multiplicar, no entendĂa los textos que leĂa, mucho menos podĂa evocarlos. Evidentemente, para ellos, esos eran serios problemas. Diagnosticada como una alumna con trastorno del aprendizaje, parecĂa no tener soluciĂłn, y la escuela hizo conmigo una suerte de promociĂłn social. Le dijeron a mis padres que me regalaban el tĂtulo, como no podĂa aprender. Repetir no tenĂa sentido. Mi destino era buscar una salida laboral, corte y confecciĂłn, cocina. Para mi mamá, la palabra de las maestras era sagrada, y fui a aprender costura nomás. La Ăşnica pollera que confeccionĂ© en mi vida le saliĂł más cara a mi mamá que mandarla a hacer, no sĂ©, por la mismĂsima el sacerdono. Pero mi papá, mi papá siempre fue un rebelde, y entendiĂł que no perdĂa nada mandándome al secundario. AhĂ, los profesores descubrieron el nombre de mi grave patologĂa. No sabĂa estudiar, obvio. Y tambiĂ©n encontraron el remedio, me enseñaron a hacerlo. AsĂ naciĂł mi vocaciĂłn, ser docente como ellos, mirar y escuchar a mis alumnos, y dedicarme especialmente a aquellos que fueran como yo. Porque yo querĂa enseñar a aprender. Mientras me obsesionaba con mi capacitaciĂłn, la vida me mandĂł a Catalina. Mi hija naciĂł con parálisis cerebral severa, sordocerera, hipertonĂa generalizada, sus mĂşsculos como contraĂdos, cuadriplĂ©gica, postrada en una silla de ruedas postural sin control de cabeza, con valvas ortopĂ©dicas en brazos y piernas, corsĂ©, coderas, se alimentaba por un botĂłn gástrico y respiraba por una tracheotomĂa. Por momentos era asistida con oxĂgeno. A pesar de este cuadro, decidĂ vivirla de otra manera, y notĂ© que nadie la llamaba por el nombre, ese que tanto habĂamos soñado con mi marido, AgustĂn, sino por lo que era tratada, la niña de las caderas, de la cervocuna, la neurolĂłgica. Su vida social era tan limitada solo era posible en las innumerables salas de espera que visitábamos. ComencĂ© a preguntarme Âża quĂ© juegan los niños a esta edad? ÂżCon quiĂ©n? ÂżCĂłmo aprende mi cata? Y decidĂ buscar un jardĂn de infantes comĂşn, sĂ, comĂşn, cuestionada por los profesionales de la salud que nos consideraron padres negadores o locos, por buscar un jardĂn de infantes y no un centro de rehabilitaciĂłn. ÂżPor quĂ©? me preguntaron. ÂżPor quĂ© no? respondĂ. La rebeldĂa está en mis genes. Es que una quinesiĂłloga me dijo una vez, Âżpara quĂ© querĂ©s que sostenga un zonajero? Otra me dijo, Âżpor quĂ© gastás tanto dinero en ropa y no en más horas de terapia? Y es que yo estaba convencida que asĂ mi hija se sentĂa amada, que me entendĂa. Cuando la cambiaba buscaba conectarme con ella desde otro lugar y que a la gente le pasara lo mismo, que pudiera ver a la nena más allá de su discapacidad. Finalmente un jardĂn nos eligiĂł. SĂ, siempre digo que los padres que tenemos un hijo con algĂşn tipo de discapacidad no elegimos las escuelas, las escuelas nos eligen. Un dĂa voy a buscar a Cata el jardĂn. Me recibe la directora y me dice, no sabes, hoy Cata se peleĂł con dos compañeros, pero despuĂ©s se amigaron. Pensar que la loca era yo, me dije, ahora la desquiciada es la directora. Pero no. Me cuenta que un compañero pasa corriendo y la empuja sin querer. Ella se pone furiosa, hipertĂłnica, el amigo le pide disculpas, pero ella sigue enojada. Entonces pasa otro amigo y le dice, si querĂ©s que a Cata se le pase, tocale las manos asĂ, asĂ. A ese le gusta mucho. Maravilloso. No solo la miraron, sino que tambiĂ©n la tocaron. El cuerpo les habla y los chicos siempre saben entenderlo. Aprendieron de ella. Es que Catalina era más que un cuerpo que necesitaba rehabilitaciĂłn, era una persona que necesitaba vivir. Y la escuela fue más allá, le dio un lugar, la nombrĂł, la convirtiĂł en algo más que una paciente. A partir de ese momento, ese fue mi modelo de escuela. Una instituciĂłn que avalora, entiende y atiende a todos y cada uno de sus niños. AhĂ los chicos son reconocidos y alojados. Catalina falleciĂł a los 9 años. Gracias a la escuela, se llevĂł con ella un montĂłn de experiencias, más de las que tuve yo a su edad. Viajes, fiestas, salĂas al cine, al teatro. Y como nada es casualidad, ella transformĂł mi mirada en la educaciĂłn y asĂ comencĂ© mi formaciĂłn especĂfica en educaciĂłn inclusiva. La gran oportunidad para poner en marcha toda esta experiencia la tuve cuando asumĂ la direcciĂłn de una escuela secundaria comĂşn. Y ahĂ decidĂ abrir las puertas realmente a todos. Porque yo querĂa esa escuela, la escuela que vivenciĂ©, de la que fui testigo. Esa es la escuela que empecĂ© a construir, porque es en la escuela donde se puede cambiar la representaciĂłn social de la discapacidad. Una escuela inclusiva es una escuela que se preocupa y ocupa de todos y cada uno de sus alumnos. Y al atender su singularidad, diseña estrategias diversificadas o especĂficas de intervenciĂłn. ÂżEl objetivo? Me lo enseñó una alumna, Carolina, con mielomelingocele, una patologĂa neurolĂłgica severa, cuando me dijo, profe, yo no quiero dejar de aprender. Entonces, no debemos subestimar la capacidad de aprendizaje de ninguno de nuestros niños. Tuvimos y tenemos alumnos con parálisis cerebral, mielomelingocele, espina bĂfida y hidrocefalia, autismo, ásperger, psicosis, retraso madurativo, sĂndrome de Down, más, podrĂa nombrarles muchos más. Trabajamos con o sin maestras integradoras, de tiempo completo o parcial, con equipos internos o externos que nos asesoran. Porque la presencia de estos chicos en el aula es la garantĂa para los alumnos en general de aprender a valorar y reconocer la diversidad humana, asĂ como aceptar y lidiar con sus propias limitaciones. ÂżCĂłmo lo hacemos? No hay recetas. Es una escuela de gestiĂłn estatal, con recursos limitados. Solo puedo decir que lo hacemos con pasiĂłn, voluntad y formaciĂłn. Creemos en lo que hacemos, de lo contrario no serĂa posible. Cuando recibimos un alumno con algĂşn tipo de discapacidad, lo primero que hacemos es entrevistar a sus padres. Nadie los conoce más que ellos. Entonces lo entrevistamos a Ă©l. Aprendimos a mirarlos, a escucharlos. No podemos pensarlos sin conocerlos, saber quĂ© siente, quĂ© piensa, quĂ© busca. Y despuĂ©s con los equipos externos, psicĂłlogos, psicomotricistas, psiquiatras, terapistas ocupacionales, todos, todos los equipos están. Voluntad y capacidad de trabajo en equipo, tanto del sector privado como pĂşblico, porque tambiĂ©n articulamos con escuelas de recuperaciĂłn, hospitales de la zona, organizaciones y fundaciones que se acercan o nos reciben para ofrecer su asesoramiento o capacitaciĂłn gratuita, porque es verdad, no estamos preparados para ello. Es cierto, por eso recurrimos a los especialistas, que se entrevistan con todos nosotros para pensar las actividades de aula o las adaptaciones especĂficas segĂşn el caso. TambiĂ©n trabajamos la integraciĂłn en el grupo, en la clase y con toda la comunidad para que todos se sientan contenidos, porque la inclusiĂłn social sĂłlo es posible en la inclusiĂłn escolar. Como la diversidad es inherente a la naturaleza humana, estoy convencida que todas las escuelas pueden y deben ser inclusivas. Es más, eliminemos el tĂ©rmino inclusivo. Hay un solo tipo de escuela que se adapta a todos. Recuerdo, estando en la fila esperando entrar al cine con mi marido y mis hijos, un niño comienza a mirar a Cata y agita el brazo de su papá diciendo papá, papá, mirá, señalando a mi hija. Una nena muerta. No era una pregunta incĂłmoda a la que estaba acostumbrada a escuchar, era una afirmaciĂłn. El dolor transformĂł mi cara como ahora, mis ojos explotaban. ÂżPero quĂ© culpa tenĂa ese nene? DespuĂ©s reflexionĂ©, por haber dicho cualquier cosa, lo dijo muerta. SĂ, es que están muertos en la sociedad. Nada ni nadie están preparados para ellos, ni nosotros, sus padres. No les damos lugar, porque hacerlo nos enfrenta con una realidad que negamos, y a ellos con el sufrimiento de no ser comprendidos ni aceptados. Cuando recorro mi escuela, veo cĂłmo se naturalizan sus presencias. Para nuestros alumnos, ellos no están muertos. Sobran voluntarios para ayudar a superar las barreras de accesibilidad. Esos mismos voluntarios, en la calle, no van a ser indiferentes a las necesidades de las personas, porque aprendieron en la escuela eso que se llama empatĂa. Contemplo el patio y veo llegar a Carolina, del brazo de dos campaneros que la ayudan a subir o bajar las escaleras. Rápido, un auxiliar le alcanza el andador. Pasa muy rápido Franco, descontrolado en su silla de ruedas. Y ValentĂn camina, enamorado de todas, enamorado de la vida. Ezequiel agita sus brazos, ensayando acercamientos a este mundo adverso para su estructura. Y Tomás. Tomás nos cuenta historias fantásticas cada mañana. Si hasta podrĂa ser escritor. PodrĂa nombrar a tantos, a tantos. Se juntan y conviven en un recreo tal loco como ideal. La sociedad misma, pero mejor. Desaparecen los fantasmas de mi infancia. No hay lugar para las orejas de burro. Reconocer a cada uno como una persona. Valorarla por lo que es. Estimularla en sus aprendizajes. Animándonos a correr las barreras de nuestras propias expectativas. Si son nuestras. Una instituciĂłn educativa que no da respuesta ni espacio a estos chicos. Es una instituciĂłn educativa que está muerta. Por lo menos para mĂ. Y la sociedad que sueño. Y que es posible. Porque para que una sociedad cambie, el cambio debe comenzar en la escuela. Uno de los primeros lugares de socializaciĂłn del hombre. Entonces, comencemos con lo que tenemos. Si es posible. Decimos nosotros que tenemos lo mismo que cualquier escuela o menos. Se puede. O menos. AsĂ me lo enseñó mi hija. Y asĂ me lo demuestran mis alumnos y docentes cada dĂa. SubtĂtulos realizados por la comunidad de Amara.org
There are no comments yet.
Be the first! Share your thoughts.