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OdÃes del duro. Se ha asomado una ceguaña a lo alto del campanario. Girando en torno a la torre y el caserón solitario, ya las balanderinas giran. Pasaron del blanco invierno, de nevascas y ventiscas, los crudos soplos del infierno. Es una tibia mañana. El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana. Pasados los verdes pinos, casi azules, primavera se ve brotar en los finos chupos de la carretera y del rÃo. El duro corre, teso y mudo, mancha lente. El campo parece, más que joven, adolescente. Entre las hierbas alguna humilde flor ha nacido, azul o blanca, belleza del campo apenas florido y mÃstica primavera. Chocos del camino blanco, alamos de la ribera, espuma de la montaña. Ante el azul la jañá, el sol del dÃa, claro dÃa, hermosa tierra de España.