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“Misterioso y silencioso iba una y otra vez. Su mirada era tan profunda que apenas se podía ver. Cuando hablaba tenía un dejo de timidez y altivez. Y la luz de sus pensamientos casi siempre se veía arder. ... Las maravillas de la vida Y del amor y del placer, cantaba en versos profundos cuyo secreto era de él. Montado en un raro Pegaso, Un día al imposible fue. Ruego por Antonio a mis dioses, ellos le salven siempre. Amén” (Rubén Darío)