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“Yo voy soñando caminos de la tarde. ¡Las colinas doradas, los verdes pinos, las polvorientas encinas!... ¿Adónde el camino irá? Yo voy cantando, viajero a lo largo del sendero... -la tarde cayendo está-. "En el corazón tenía la espina de una pasión; logré arrancármela un día: ya no siento el corazón". ... Mi cantar vuelve a plañir: "Aguda espina dorada, quién te pudiera sentir en el corazón clavada”.” (A. Machado)