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“Pequeño guardián de suaves patas, con ojos vivos como la mañana, Tiko, mi nube que nunca se apaga, mi risa en días de casa callada. Tu cuerpo es breve, tu amor inmenso, cabe en mis brazos todo tu universo, pero en tu cola —que danza sin freno— va la alegría que al mundo sostengo. Eres de nieve, de algodón tierno, con un ladrido que espanta inviernos, y en cada salto, tan leve y sincero, me enseñas cómo se vive ligero. Duermes en paz, sin culpa ni prisa, sueñas con campos, con juegos, con risas"