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The speaker is at a restaurant and orders the entire menu, including a glass of white sauvignon to start and a cabernet for the main course. They mention that negative food criticism is more enjoyable for readers and more interesting for writers. They criticize specific dishes, such as a soup with passion fruit reduction and rigatoni pasta, saying they are not impressive. They also mention a fake burrata cheese dish. The speaker then asks for the bill and is told that they are a guest and don't need to pay. ¿Qué le traigo, caballero? Toda la carta. ¿Toda? Sí, toda. ¿Cómo no? ¿Para beber? Para empezar, una copa de sauvillón blanco. Y para los segundos, puedes ir preparando un cabernet franco. Perfecto. Pasa. ¿Qué le traigo, caballero? Toda la carta. ¿Toda? Sí, toda. ¿Cómo no? ¿Para beber? Para empezar, una copa de sauvillón blanco. Y para los segundos, puedes ir preparando un cabernet franco. Perfecto. Pasa. ¿Qué le traigo, caballero? Toda la carta. ¿Toda? Sí, toda. ¿Cómo no? ¿Para beber? Perfecto. Pasa. La crítica gastronómica se disfruta más cuando es negativa. La ofensa es más placentera para el lector y más interesante para el que escribe. Escarpacho de Pulco tiene la osadía de incluir reducción de maracuyá, delito de lesa humanidad, comparable al de ponerle a una empanada tucumana una cucharada de dulce de leche. Los rigatoni salamatriciana no tienen mayor interés que los fideos que puede preparar cualquier joven recién emancipado. La falsa burrata al basílico, que no es otra cosa que una mozadela inyectada con crema de leche, resulta al fin y al cabo una metáfora de las equívocas intenciones de este restaurante. ¿Estuvo todo bien? Excelente, Escoco. Otra copita de té, Cabernet Franc, por favor. Y me trae la cuenta. Invitado, señor. Por favor.