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Podcast LucianaAlbarracinC_092551

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Hernan Albarracin

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The story is about a mother goat who warns her seven kids about the wolf disguising himself. The wolf tricks the kids by disguising his voice and appearance, but they eventually realize his true identity. The wolf manages to catch all the kids except for the youngest one who hides in a clock. The mother goat returns and finds her house in disarray. She rescues her kids from the wolf's belly and fills it with stones. Later, the wolf falls into a well and the goats celebrate his demise. The mother goat and her kids live happily ever after. This story is narrated by Luciana Albarracín, with Cristina Celis providing the voice for the mother goat and Luciana Albarracín voicing the wolf and the kids. Las Siete Cabritas y el Lobo, autor, los hermanos Grimm. Érase una vez una cabra que tenía siete cabritas, a las que quería tan tiernamente como una madre pueda querer a sus hijos. Un día quiso salir al bosque a buscar comida, le llamó a sus pequeñolas y les dijo, ¡Hijas, mías, me voy al bosque, mucho ojo con el lobo, pues si entra en la casa las devorará todas sin dejar ni un pedo! Es muy astuto, suele disfrazarse, pero lo conocerán enseguida por su ronca voz y sus negras patas. Las cabritas respondieron, ¡Tendremos mucho cuidado, Madrecita! Despidiéndose la cabra con un canasto y confiada, emprendió su camino. No había transcurrido mucho tiempo cuando llamaron a la puerta y una voz dijo, ¡Abran la puerta, hijitas, soy su mamá, estoy de vuelta y les traigo algo para cada una! Pero las cabritas se dieron cuenta que era el lobo por su ronca voz. Fue el lobo a la tienda y se compró un buen trozo de yeso, se lo comió para suavizar la voz y volvió a la casita, llamando nuevamente a la puerta, ¡Abrid, hijitas, su madre les trae algo, a cada una, abridme, hijas! Pero al lobo se le veían sus negras patas por debajo de la puerta y al verlas las cabritas exclamaron, ¡No te creamos! ¡No te creamos! ¡No tiene las patas negras como tú! ¡Es el lobo! Corrió entonces el muy frivón a donde un panadero y le dijo, ¡Mira, me he lastimado un pie, úntamelo con un trozo de mantequilla! Untada ya la pata de mantequilla, fue a buscar al molinero, ¡Buenas! ¡Échame harina blanca en el pie! El molinero, comprendiendo que el lobo tramaba alguna fechoría, se negó al principio, pero la fiera lo amenazó, ¡Si no lo haces te devolvo! El hombre asustado le blanqueó la pata con harina, volvió el rufián por tercera vez a la puerta llamando, ¡Hablan pequeñas! ¡Soy su madre querida! ¡Que está de regreso y les traigo buenas cosas del bosque! ¡Háblanme! Las cabritas contestaron, ¡Enseñanos la puerta! ¡Queremos asegurarnos de que eres nuestra madre! ¡Es el lobo! ¡Es el lobo! La fiera puso la pata debajo de la puerta y al ver ellas, que eran blancas, creyeron que era su madre y se apresuraron a abrir, pero fue el lobo quien entró. ¡Qué sobresalto! ¡Dios mío! ¡Y qué prisas por esconderse todas! Una se metió debajo de la mesa, la otra en la cama, la tercera en el horno, la cuarta en la cocina, la quinta en el armario, la sexta debajo del lavaplatos y la más pequeña en la caja del reloj de pared. Pero el lobo fue escondiéndolas una tras otra, sin esperar mucho tiempo, se las trajo a todas, menos a la pequeñita que oculta la caja del reloj, pudo escapar de sus garras. Ya ya ni satisfecho, el lobo se alejó rápidamente y llegando a un vertebrado, se echó a dormir a la sombra de un árbol. ¡Ah! ¡Eso está muy rico para dormir! ¡Ah! Al cabo de poco tiempo regresó a la casa la mamá cabra. ¡Santo Dios! ¡Qué vengo! ¡La puerta abierta de par en par! La mesa, las sillas y bancos todo volcado y revuelto, el lavamanos roto en mil pedazos, las mantas y almohadas por el suelo. Buscó a sus hijitas, pero no aparecieron por ninguna parte, las llamó a todas por sus nombres, pero ninguna contestó, hasta que llamó a la última cabrita, la cual con vocecita nerviosa dijo, ¡Abre querida! ¡Estoy en la caja del reloj! Sacándola de allí, la pequeña le explicó que había venido el lobo y se había comido a las demás. Imagínense con qué desconsuelo lloraba la madre por la pérdida de sus hijitas, cuando ya no le quedaban más lágrimas. Salió al campo en compañía de su pequeña y al llegar al prado vio al lobo dormido debajo del árbol, roncando tan fuertemente que hacía temblar la rama. Al observarlo de cerca, le pareció que algo se movía y agitaba en su abultada barriga. ¡Válgame Dios! pensó. ¿Y si eran mis pobres hijitas? ¿Que te las has tragado y están vivas aún? Y envió a la pequeña a casa a toda prisa en busca de tijeras, aguja e hilo. Abrió la panza al monstruo y apenas había empezado a cortar cuando una de las cabritas asomó la cabeza. Al seguir cortando, saltaron las tejas afuera, una tras otra, todas vivitas y sin daño alguno, pues la bestia en sus manos comería las que había tragado el perro. Allí era de ver su felicidad, con cuánto cariño abrazaron a su mamita, brindando emoción, pero la cabra dijo, ¡Vengan ahora las piedras! ¡Llenaremos con ellas la panza de esta condenada bestia! ¡Aprovechando que duran! Las siete cabritas corrieron en busca de piedras y las fueron metiendo en la barriga, hasta que ya no ocupiera más. La madre cosió la piel rápidamente, que la fiera no se dio cuenta ni nada y hizo el menor movimiento. Terminada ya su siesta, el lobo se levantó y como las piedras que le llenaban el estómago le dierten mucha fe, caminó hacia un pozo para beber. Mientras andaba moviéndose de un lado a otro, las piedras en su panza chocaban entre sí, con un gran ruido por lo que llamó. ¿Qué será este ruido? ¿Que suena en mi barriga? ¿En mi barriga? Creí que eran esas seis cabritas, mas ahora parecen piedritas. Al llegar al pozo e inclinado sobre la orilla, el pezo de las piedras lo arrastró y lo hizo caminar. ¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Me estoy ahogando! El lobo gritó pidiendo ayuda, pero nadie lo ayudó. No ayudó. Viéndolo las cabritas, acudieron corriendo a la orilla del pozo y dijeron una palabra. ¡El lobo está muerto! ¡El lobo está muerto! ¡El lobo está muerto! ¡El lobo está muerto! Todas juntas empezaron a bailar y a saltar. A partir de ese día la mamá cabra y sus siete cabritas estudiaron una vida feliz y tranquila en su cabaña del bosque. Fin. Este es un podcast narrado por Luciana Albarracín. Voz, Cabrita. Luciana Albarracín. Voz, Mamá Cabra. Cristina Celis. Voz, Lobo. Luciana Albarracín. Cabritas. Familias Albarracín Celis.

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