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Por otro lado de la historia, nos encontramos con el viaje de Cló, un mago, y Míguel, mago-elfo, quienes se dirigen hacia la primera torre, junto con Galao, un pescador, Euferón, príncipe ruino de Flenor, Cholén, Augor, Éder y Lumas, de luego los cuatro, y Galeán, mascota de Galao. La noche ya estaba a punto de llegar, e iría a andarse prisa, pues cerca podrían encontrarse más soldados de piedra o guardianes de más torres, que no serían tan amigables como Míguel, quien sus dominios únicamente llegaban al Templo de Monce. Augor sacó la libreta de Fedor, su padre, e indica un pequeño paragrafo que Éder empezó a leer, en el que se indicaba que las puertas de la primera torre eran unas majestuosas puertas de color azul, que serían luego un gran camino de piedra. Continuando con su camino, los viajeros se toparon con tres cuevas, una más grande que la otra, las cuales los alertaron y prepararon para cualquier cosa que pudiera pasar. El primero que corrió sus armas y preparó fue Cholén, al que Cló intentó calmar, pero fue un fracaso. Las dos primeras cuevas lograron atravesarlas sin problema alguno, con pasos lentos, sus sentidos despertos al máximo y mucho silencio, exceptuando los primeros ladrillos de Galeán. Antes de entrarse a la tercera cueva, todos se detuvieron en la entrada. Aunque el animal, haciendo caso omiso a los mandatos de su dueño, corrió apresuradamente, a tan acogedora oscuridad, a lo que los demás debieron perseguirlo. En eso, una de los misteriosos los detuvo. —¡No tenemos muchas visitas!— retumbó la voz con el eco que había. Se trataba de un hombre de altura promedio, llamado Bertus, que lo recibió acariciando al can, que no se dejaba tocar por cualquiera. E indicándoles que en esta cueva vivía con su familia. Invitándolos a quedarse, brindó una antorcha y los dio para adentrarse en lo más profundo de su casa, contándoles que a causa de las criaturas que custodiaban el lugar, le era imposible salir, y de este modo prefería la oscuridad. Intentó instalar también la razón de su viaje, pero el mago se negó a contarle, pues poco confiaba en él. Y en el centro de la cueva apareció una hermosa mujer, de nombre Sara, la esposa de Bertus. Un joven llamado Justo, su hijo, y dos hombres, fuertes y altos. Loes y Frey, sus hermanos.