The speaker begins by discussing their personal blindness, mentioning that they can still perceive some colors, particularly yellow. They talk about their fondness for the color yellow and how it has always been loyal to them. The speaker then dispels the misconception that blind people see a world of darkness, explaining that black and red are actually colors they miss seeing. They describe the challenges of living in an undefined world of colors and express hope to one day regain the ability to see red. The speaker reminisces about their childhood visits to the library and their appointment as director of the National Library. They reflect on the irony of being surrounded by books they cannot read and wrote a poem about this contradiction. They mention that another blind person, Grusak, was also a director of the library, and later discover that there was a third blind director named JosƩ MƔrmol. The speaker acknowledges MƔrmol's contribution to literature and expresses gratitude for
SeƱoras, seƱores, en el decurso de mis muchas, de mis demasiadas conferencias, he observado que se prefiere lo personal a lo general, lo concreto al abstracto. Por consiguiente, voy a empezar refiriĆ©ndome a mi modesta ceguera personal. Modesta en primer tĆ©rmino porque es ceguera total de un ojo, ceguera parcial del otro. TodavĆa puedo descifrar algunos colores, todavĆa puedo descifrar el verde, puedo descifrar el azul. Y sobre todo hay un color que no me ha sido nunca infiel, que me ha sido siempre leal, que me ha acompaƱado siempre, y es el color amarillo.
Recuerdo que de chico, si mi hermana estĆ” aquĆ lo recordarĆ” tambiĆ©n, yo me demoraba ante una de las jaulas del jardĆn zoológico en Palermo, y era precisamente la jaula del tigre y del leopardo. Yo recuerdo que yo me demoraba ante el oro y el negro del tigre hasta el atardecer, y aĆŗn ahora el amarillo sigue acompaƱƔndome. He escrito un poema titulado El oro de los tigres, en que hablo de esa amistad del amarillo conmigo, como siempre el amarillo estuvo conmigo.
Y ya que estoy hablando de colores, quiero empezar recordando un hecho que suele ignorarse y que no sé si es de aplicación general, y es este. La gente se imagina al ciego encerrado en un mundo negro, y hay un verso de Shakespeare que justifica esta opinión. Shakespeare dice, Looking on darkness which the blind do see, mirando la oscuridad que ven los ciegos. Y si entendemos negrura por oscuridad, el verso de Shakespeare es falso. Precisamente uno de los colores que los ciegos, o en todo caso este ciego extraña, es el color negro, el color negro y el color rojo.
Los rojos y el anuar son los colores que nos faltan. Y para mĆ, que tenĆa la costumbre de dormir en plena oscuridad, me molestó durante mucho tiempo tenerte a dormir en ese mundo de neblina, de neblina verdosa o azulada y vagamente luminosa, que es el mundo del ciego. Yo hubiera querido reclinarme en la oscuridad, apoyarme en la oscuridad. Y el rojo tambiĆ©n, que se supone que es el color mĆ”s vivo, ha desaparecido para mĆ. Lo veo como un vago, como un vago este marrón.
De modo que el mundo del ciego no es la noche que la gente supone. En todo caso, estoy hablando en mi nombre, en nombre de mi padre, de mi abuela, que murieron ciegos, ciegos y sonrientes y valerosos. Y yo espero morir asà también, pero no sé. Se heredan muchas cosas, la ceguera, por ejemplo, pero no se hereda el valor. Y yo sé que fueron mÔs valientes que yo. Pues bien, el ciego vive en un mundo bastante incómodo, en un mundo indefinido, del cual emerge algún color.
Para mĆ todavĆa el amarillo, todavĆa el azul, salvo que el azul puede ser verde, todavĆa el verde, salvo que el verde puede ser azul. Y el blanco ha desaparecido o se confunde con el gris. En cuanto al rojo, ha desaparecido del todo. Pero espero alguna vez, estoy siguiendo un tratamiento, espero alguna vez mejorar y poder ver el rojo, ese gran color, ese color que resplandece en la poesĆa tambiĆ©n, que tiene tan lindos nombres en muchos idiomas.
Pensemos en scharlach en alemƔn, scarlet en inglƩs, escarlata en espaƱol, escarlate en francƩs. Son palabras que parecen dignas de ese gran color, el rojo. En cambio, amarillo, no es una linda palabra en espaƱol, pero tenemos yorn, que tiene el mismo origen, tenemos hielo en inglƩs, que se parece tanto, amarillo, creo que en espaƱol antiguo era amariendo, y otros. En fin, yo vivo en ese mundo de colores y quiero contar ante todo, he hablado de mi modesta ceguera personal.
Y es modesta, en primer tĆ©rmino, porque no es esa ceguera perfecta en que piensa la gente, y en segundo tĆ©rmino, porque se trata de mĆ, y mi caso no es especialmente dramĆ”tico. Es dramĆ”tico el caso de aquellos que pierden bruscamente la vista, entonces se trata de una fulminación, de un eclipse, pero en el caso mĆo, ese lento crepĆŗsculo que empezó, esa lenta pĆ©rdida de la vista, que empezó cuando yo empecĆ© a ver, y que ha durado hasta ahora, es decir, que se ha extendido desde 1899 hasta 1977, y no hubo un momento, un momento dramĆ”tico, fue un lento crepĆŗsculo, salvo que ese crepĆŗsculo ha durado mĆ”s de...
de este medio siglo. Fue un lento crepĆŗsculo, como digo, pero para los propósitos de esta conferencia, tengo que buscar un momento patĆ©tico, un momento, y fue el momento en el cual yo comprendĆ que ya habĆa cesado mi vista, mi vista de lector y de escritor, que me veĆa apartado de los libros y apartado del hĆ”bito de la escritura, que eso no estaba vedado. Y podemos fijar entonces una fecha. ĀæPor quĆ© no fijar la fecha tan digna de recordación de 1955? Y no me refiero ahora a las Ć©picas lluvias de septiembre, me refiero a una circunstancia personal mĆa.
He recibido en mi vida muchos inmerecidos honores, pero hay uno que me ha alegrado mĆ”s que ninguno, como ha observado Ballesteros Acevedo, y fue el honor de que me nombrara director de la Biblioteca Nacional, y esto se hizo por razones menos literarias que polĆticas, lo hizo el gobierno de la Revolución Libertadora. Pues bien, yo me vi nombrado director de la biblioteca y volvĆ a aquella casa, aquella casa del barrio de Montserrat, en el barrio sur, de la cual tenĆa tantos recuerdos.
Pero yo jamĆ”s habĆa soƱado en la posibilidad de ser director de la biblioteca, yo tenĆa recuerdos de otro orden. Yo iba con mi padre de noche, mi padre que era profesor de psicologĆa, pedĆa algĆŗn libro de Bergson o de William James, que eran sus autores preferidos, o de Gustav Spiller, y yo, demasiado tĆmido para pedir un libro, yo buscaba algĆŗn volumen de la enciclopedia britĆ”nica o de las enciclopedias alemanas de Brockhaus o de Mayer, el Conversations Lexicon, creo que se llama en alemĆ”n, buscaba un volumen al azar, lo sacaba de los aniqueles laterales y lo leĆa.
Y recuerdo una noche en que me vi muy recompensado, porque leĆ tres artĆculos sobre Dryden, sobre los druidas y sobre los rusos, un regalo de la letra DR, y otras noches fui menos afortunado. Y yo sabĆa ademĆ”s que en esa casa estaba Roussac, ya tendremos muchas ocasiones de hablar de Roussac, yo hubiera podido conocerlo personalmente, pero yo era entonces, yo ya era entonces, puedo decirlo, muy tĆmido, casi tan tĆmido como ahora, salvo que entonces yo creĆa que la timidez era muy importante, y ahora sĆ© que la timidez es uno de los males que uno tiene que tratar de sobrellevar, y que realmente ser muy tĆmido no es importante, como tantas otras cosas en la vida a las cuales uno les otorga una importancia exagerada.
Pues bien, yo iba con mi padre, la Ćbamos allĆ, y luego recibĆ el nombramiento de director de la biblioteca, esto tiene que haber ocurrido a fines de 1900, este 55, y entonces ocurrió el primero de los hechos extraƱos que voy a referir hoy, o de hechos que creo extraƱos. Me hice cargo de la dirección, preguntĆ© el nĆŗmero de volĆŗmenes, me dijeron que era un millón, averiguĆ© que fue que eran 900.000, pero en fin, 900.000 es una suma suficientemente basta, quizĆ” 900.000 parezca mĆ”s que un millón, 900.000, en cambio un millón se agota, estĆ” enseguida.
Y entonces fui comprendiendo la extraƱa ironĆa de los hechos, yo siempre me habĆa imaginado el paraĆso bajo la especie de una biblioteca, otras personas piensan en un jardĆn, otras personas pueden pensar en un palacio, yo siempre me habĆa imaginado mi paraĆso, mi paraĆso personal como una biblioteca, y ahĆ estaba yo, y era de algĆŗn modo el centro de 900.000 libros en tantos idiomas. Y al mismo tiempo, comprendĆ que podĆa apenas desinflar las carĆ”tulas y los lomos de los libros.
Y entonces escribĆ aquel poema titulado Poema de los Dones, que empieza asĆ, nadie rebaje, alĆ”grimo, reproche esta declaración de la maestrĆa de Dios que con magnĆfica ironĆa me dio a la vez los libros y la noche, esos dos dones que se contradicen, los muchos libros y al mismo tiempo la noche, la incapacidad de verlos. Y escribĆ un poema, un poema del cual yo imaginĆ© autora Grusak, porque Grusak fue tambiĆ©n director de la biblioteca y fue tambiĆ©n ciego, como yo, salvo que Grusak fue mĆ”s valiente, Grusak no escribió ningĆŗn poema.
Pero yo pensĆ© que sin duda habĆa instantes en que nuestras vidas coincidĆan, ya que los dos estĆ”bamos ciegos, los dos querĆamos a los libros, Ć©l habĆa honrado la literatura con libros muy superiores a los mĆos, pero en fin, los dos Ć©ramos hombres de letras y recorrĆamos esa biblioteca de libros vedados, casi podrĆamos decir, para nuestros ojos oscuros, de libros en blanco, de libros sin letras. Y entonces escribĆ un poema sobre esa ironĆa de Dios que nos habĆa dado a los dos los libros y la sombra y al final me preguntĆ© ĀæcuĆ”l de los dos escribe este poema? De un solo don y de una sola sombra.
Pues bien, yo pensé este poema lo escribió Grusak también, salvo que no ha sido mÔs valiente que yo y no lo he escrito. Pero cuando yo escribà ese poema yo ignoraba una circunstancia, una circunstancia que es importante también. Yo ignoraba que hubo otro director de la biblioteca, José MÔrmol, que también fue ciego. Es decir, aquà ya tenemos el número tres que de algún modo parece cerrar las cosas, ya que dos es una mera coincidencia, pero tres ya es una confirmación, una confirmación de orden ternario, una confirmación de algún modo divina.
Pues bien, Grusak y pues bien, MĆ”rmol fue director de la biblioteca cuando esta estaba situada no en la calle MĆ©xico sino en la calle Venezuela, en la calle Venezuela, que a la vuelta. Y Ć©l tambiĆ©n murió ciego. Ahora es costumbre hablar mal de MĆ”rmol o no hablar de Ć©l, lo cual es otro modo de hablar mal tambiĆ©n. Pero debemos recordar que cuando pronunciamos la frase Ā«El tiempo de rosasĀ» no pensamos en el admirable libro de Ramos MejĆa Ā«Rosas y su tiempoĀ».
Pensamos en Ā«El tiempo de rosasĀ» que describe esa admirablemente chismosa novela Ā«AmaliaĀ» de JosĆ© MĆ”rmol. Y creo que haber legado la imagen de una Ć©poca a un paĆs no es una escasa gloria. OjalĆ” yo pudiera contar con una gloria parecida. La verdad es que siempre cuando decimos Ā«El tiempo de rosasĀ» estamos pensando en los mazorqueros de MĆ”rmol, estamos pensando en las tertulias en este Palermo de Rosas, estamos pensando en las conversaciones, por ejemplo, de uno de los ministros de Rosas y de Soler, estamos recordando todo aquello.
Pues bien, aquĆ tenemos tres personas que recibieron ese destino. AdemĆ”s, me alegraba tambiĆ©n por quĆ© no mencionarlo ahora ya que es un tema al que me es grato recurrir, me emocionaba el hecho de que la biblioteca estuviera en el barrio de Montserrat, en el sur, ya que para todos los porteƱos el sur es de algĆŗn modo el centro secreto de Buenos Aires. No el otro centro un poco ostentoso que mostramos a los turistas, en aquel tiempo no existĆa esa publicidad que se llamaba el barrio de San Telmo.
El sur vendrĆa a ser el centro secreto y modesto de Buenos Aires. Si yo pienso en Buenos Aires, pienso en el Buenos Aires que conocĆ cuando era chico, el Buenos Aires de casas bajas, el Buenos Aires de patios, de saguanes, de aljibes con una tortuga, de ventanas de reja, de casas bajas, y ese Buenos Aires que antes era todo Buenos Aires, ahora solo se conserva en el barrio sur. De modo que yo sentĆ que de algĆŗn modo volvĆa al barrio de mis mayores, volvĆa al sur.
Y cuando comprobĆ© que ahĆ estaban los libros y yo tenĆa que preguntar a mis amigos el nombre de ellos, yo recordĆ© una frase de Steiner, del teósofo alemĆ”n, Rudolf Steiner, en su libro sobre AntroposofĆa, que fue el nombre que le dio a la teosofĆa, dijo que cuando algo concluye debemos pensar que algo empieza. El consejo es saludable, pero es de difĆcil ejecución, ya que sabemos lo que perdemos, pero no sabemos lo que vamos a ganar despuĆ©s.
Tenemos una imagen muy precisa, una imagen a veces desgarrada de lo que hemos perdido, pero no sabemos que puede suceder a esa primera imagen. Entonces yo tomĆ© una decisión, yo dije, ya que he perdido el mundo de las apariencias, ya que he perdido el querido mundo de las apariencias, debo crear otra cosa. Yo tengo que crear lo que sucede al mundo visible, que, de hecho, he perdido. Entonces recordĆ© unos libros que estaban en casa. Yo era profesor de literatura inglesa en la Facultad de FilosofĆa y Letras de nuestra universidad, pero, ĀæquĆ© podĆa hacer yo para enseƱar esa casi infinita literatura, esa literatura que, sin duda, excede el tĆ©rmino de la vida de un hombro de las generaciones? ĀæQuĆ© podĆa hacer yo en cuatro meses argentinos de aniversarios y de huelgas para enseƱar literatura inglesa? Hice lo que pude para enseƱar el amor de la literatura inglesa y me abstuvo en lo posible de fechas y de nombres.
Y vinieron a verme unas alumnas que habĆan dado examen y que habĆan pasado. Todas las alumnas pasaban conmigo. Yo siempre he tratado de no aplazar a nadie. En diez aƱos ya pasaba tres alumnos que insistieron en ser aplazados. Pero, y yo les dije que deberĆan que deberĆan honrarlos con una comida, deberĆan celebrar eso con una comida. Porque ser aplazado por mĆ era mucho mĆ”s meritorio que ser aprobado por otros profesores. Pues bien, vinieron esas niƱas, habĆan pasado, tenĆan nueve o diez.
Yo les dije, tengo una extraƱa idea. Ahora que ustedes han pasado, ahora que yo he cumplido con mi deber de profesor, Āæno serĆa interesante si iniciĆ”ramos el estudio de un idioma y de una literatura que apenas conocemos? ĀæY cuĆ”l es ese idioma y esa literatura? me preguntaron. Bueno, naturalmente el idioma inglĆ©s y la literatura inglesa, les dije. Vamos a empezar a estudiarlos ahora, ahora que estamos libres de esa trivialidad de los exĆ”menes. Bueno, vamos a empezar por los orĆgenes.
Y yo recordĆ© que en casa habĆa dos libros. Dos libros que pude recuperar porque los habĆa puesto en el estante mĆ”s alto pensando que no iba a precisarlos nunca. Y esos dos libros que eran el Reader, el libro de lectura de Switch, y la crónica anglosejona, y los dos tenĆan glosario. Nos reunimos una maƱana en la Biblioteca Nacional. Yo pensĆ©, bueno, he perdido el mundo visible y ahora voy a recuperar otro mundo. Voy a recuperar el mundo de mis lejanos mayores, aquellas tribus, aquellos hombres que atravesaron a remo los tempestuosos mares del norte que desde Dinamarca, desde Alemania, desde los PaĆses Bajos, conquistaron Inglaterra, que se llama Inglaterra por ellos, ya que Inglaland, tierra de los anglos.
Antes se llamaba tierra de los britanos, que eran celtas. Vamos a buscar esos libros. Yo busqué esos libros, recuerdo que era un sÔbado por la mañana, recuerdo exactamente, nos reunimos en el escritorio, en el despacho de de Brussac, y empezamos a leer. Hubo una circunstancia que nos alegró y nos mortificó un poco, pero al mismo tiempo nos llenaba de cierta vanidad. El hecho de que los sajones, como los escandinavos, usaban dos letras rúnicas para significar los dos sonidos de la TH, el de FIN, digamos, y el de B.
Y eso daba un aspecto misterioso a la pĆ”gina. Yo no podĆa ver esas letras, pero hice como si las dibujaran muy grandes en un pizarrón, y ahora tengo una imagen suficientemente exacta o inexacta de lo que son las dos letras rĆŗnicas del anglo-sajón y del islandĆ©s. Empezamos a leer, leĆamos palabra por palabra. ĀæQuĆ© otro modo de leer? Nos encontramos con un idioma que nos pareció del todo distinto al inglĆ©s, mĆ”s parecido al alemĆ”n. Y ocurrió lo que siempre ocurre cuando se estudia un idioma nuevo, y es que cada una de las palabras resalta, es como si estuvieran grabadas, es como si fueran talismanes.
Por eso los versos en el idioma extranjero tienen un prestigio que no tienen el idioma propio, porque se oye y porque se ve cada una de las palabras. Uno piensa en la belleza o en la fuerza o simplemente en lo extraño de las palabras. Qué raro, por ejemplo, que el sol no se llame sol, sino sunne, que la tierra se llame eorfe. Todo eso es raro, y todo eso se agradece. Y tuvimos muy buena suerte esa mañana, porque encontramos una frase, y esa frase fue aquella en que sentimos todos el amor del anglosajón.
Algo asĆ como aquella frase de la matiĆØre de BretaƱa, volvemos a BretaƱa, en que Francisco y Paola reconocen que estĆ”n enamorados. Y aquel punto fue la frase que quiero recordar ahora. Julio, el CĆ©sar, fue de los romanos el primero que buscó Inglaterra. Y aquello de encontrarnos con los romanos, encontrar todo eso en un texto del norte, nos halagó. Y aquello de Julio, el CĆ©sar, por Julio, el CĆ©sar, tambiĆ©n. Recuerden ustedes que no sabĆamos nada del idioma, que lo leĆamos con lupa, que cada palabra era como una suerte de talismĆ”n que recordĆ”bamos.
Y luego encontramos dos palabras. Con esas dos palabras ya estuvimos como ebrios. ĀæNo es verdad que yo era viejo, ellos eran jóvenes? Parece que son Ć©pocas aptas para el embriaguez. Y yo pensaba, ademĆ”s, estoy volviendo al idioma que hablaron mis mayores hace... SĆ, hace cincuenta generaciones. Estoy volviendo ese idioma, estoy recuperĆ”ndolo. No es la primera vez que lo uso. Cuando yo tenĆa otros nombres, yo, hablĆ© de ese idioma, encontramos dos palabras que tambiĆ©n nos enamoraron. Y esas dos palabras fueron el nombre de Londres, Lundenburg, Londresburgo, y el nombre de Roma, que nos emocionó aĆŗn mĆ”s, por pensar en esa alta luz de Roma que habĆa caĆdo sobre esas islas boreales, perdidas.
Y ese era el nombre de Roma, la Romaburg, la Romaburgo. Roma. Y creo que salimos a la calle, repitiendo, gritando en voz alta, Lundenburg, Romaburg, pero posiblemente eso sea un recuerdo falso. Otras personas me dicen que no iniciamos el estudio en la biblioteca, sino en el Instituto de Literatura Inglesa de la calle Reconquista, pero no importa. La verdad es que solemos olvidar las fechas, las circunstancias de las fechas, pero no lo importante de los hechos. Yo sigo sosteniendo lo que ocurrió en la calle México.
Y asĆ empezó el estudio del panglosajón, al cual fui llevado por la ceguera. Y ahora tengo la memoria llena de versos elegiacos y Ć©picos panglosajones. Puedo repetir dos, inevitablemente voy a repetir dos. Y ustedes verĆ”n que nada importa que hayan sido redactados hace mucho tiempo. Uno es de principios del siglo VIII o de fines del siglo VII, y dice, Ā«On flote ze aft, feo rĆo WittrandĀ», viajar lejos sobre el poder del ocĆ©ano. Y el otro es, Ā«Af de him poies is des orgen longasĀ».
Tuvo como compaƱeros el pesar y el anhelo. Y esos dos admirables versos romĆ”nticos nos prueban que las escuelas literarias, romanticismo, clasicismo, barroquismo, lo que fuera, son meras invenciones de los historiadores de literatura que no sienten la poesĆa. La poesĆa es la misma, es eterna. Aquellos versos son hermosos ahora, como fueron hermosos cuando los dijo un poeta desconocido en Nortumbria hace, bueno, mĆ”s de diez siglos. Eso no importa. El hecho es que yo habĆa logrado lo que querĆa.
Es decir, yo habĆa reemplazado el mundo visible por algo distinto, por un mundo auditivo. Lo habĆa reemplazado por ese mundo del idioma anglosajón. Y despuĆ©s del anglosajón pasĆ©, como siempre se pasa, a ese otro mundo mĆ”s rico y posterior, desde luego, al mundo de la literatura escandinava. PasĆ© a las hadas y a las sedas. Y tengo tambiĆ©n algunas palabras que no tengo por quĆ© recordar ahora. Pero, en fin, lo importante del hecho es que la ceguera no fue para mĆ una desesperación.
No podĆa ser una desesperación, ya que mi pĆ©rdida de la vista habĆa sido, como he dicho, un lento crepĆŗsculo. Sino fue el principio de algo nuevo. Y luego escribĆ un libro, Literaturas GermĆ”nicas Medievales. EscribĆ muchos poemas basados en esos temas. Y, sobre todo, gocĆ© de esas dos literaturas. Y tengo en mi preparación un libro sobre literatura escandinava. Es decir, no me dejĆ© acobardar por la ceguera. AdemĆ”s, mi editor me dio una excelente noticia. Dijo que si yo le entregaba treinta poemas por aƱo, Ć©l podĆa publicar un libro.
Ahora bien, treinta poemas significan una suficiente disciplina. Sobre todo cuando uno tiene que dictar los versos. Cuando uno no puede escribirlos. Pero, al mismo tiempo, una suficiente libertad. Ya que es imposible que en un aƱo no se le ocurra, no consiga uno treinta ocasiones de poesĆa. Y desde entonces he seguido publicando libros. Es decir, que la ceguera no ha sido para mĆ una desdicha total. Y yo creo que la ceguera no debe verse, con patetismo, que la ceguera debe verse, y esto lo repetirĆ© al final de esta conferencia, como un modo de vida.
Es uno de los estilos de vida de los hombres. Es como no serlo, digamos. Es un modo de vivir, y debe aceptarse asĆ, y tiene tambiĆ©n sus ventajas. Y yo le debo a la sombra, le debo esos dones. Le debo el anglosajón, le debo mi escaso conocimiento del islandĆ©s, le debo el goce de tantas lĆneas, de tantos versos, y de haber escrito tantos poemas. Y de haber escrito un libro tambiĆ©n, titulado, con cierta falsedad, con cierta jactancia, Elogio de la Sombra, en el cual yo elogio mi ceguera, porque comprendo que no ha sido del todo un mal.
Y ahora he hablado de mĆ, y querrĆa hablar de otros casos mucho mĆ”s ilustres. Vamos a empezar por ese muy evidente en el cual estĆ”n pensando ustedes, por ese muy evidente ejemplo de la amistad, de la poesĆa y de la ceguera. Vamos a empezar por quien ha sido considerado el mĆ”s alto de los poetas, Homero. Hay otro poeta griego, cuya obra se ha perdido, pero lo sabemos tambiĆ©n, lo sabemos principalmente por una referencia de Milton, otro ilustre ciego.
Sabemos que fue ciego Tamiris, que fue vencido en un sertano por las musas, que rompieron su lira y le... y le quitaron la vista. Muy bien, vamos a empezar por el caso de Homero. Y hay una hipótesis muy curiosa, una hipótesis que no creo que sea históricamente cierta, pero que es intelectualmente agradable, de Oscar Wilde. Oscar, generalmente los escritores tratan de que lo que dicen parezca profundo, pero Wilde era lo contrario. Wilde no era lo profundo que trataba de parecer frĆvolo.
Wilde deslizaba entre sus bromas las cosas mĆ”s profundas. Creo que no hay un escritor que haya pensado y que haya sentido tanto como Wilde. Y Homero Wilde querĆa que lo imaginĆ”ramos como un conversador, querĆa que pensĆ”ramos en Ć©l como se piensa en champagne, o que pensĆ”ramos en Ć©l como pensaba Platón de la poesĆa, esa cosa liviana, alada y sagrada. Pues bien, esa cosa liviana, alada y sagrada que fue Oscar Wilde, dijo que la antigüedad habĆa representado a Homero como un poeta ciego, pero que al hacerlo lo habĆa hecho deliberadamente.
Desde luego no sabemos si Homero existió. El hecho de que siete ciudades se disputaran su nombre basta para hacernos dudar de su historicidad. Pero vamos a suponer que no hubo un Homero. Vamos a suponer que hubo muchos griegos que ocultamos, que cobijamos bajo el nombre de Homero. Sin embargo, queda este hecho. Todas las tradiciones estĆ”n unĆ”nimes en mostrarnos a Homero ciego. Sin embargo, la poesĆa de Homero es visual. Es muchas veces esplĆ©ndidamente visual. ĀæCómo lo fue? En menor grado, desde luego, la poesĆa de Wilde.
Yo creo que Wilde se dio cuenta de que su poesĆa era demasiado visual y le quiso curarse de ese defecto. Le quiso hacer poesĆa que fuera tambiĆ©n auditiva, que fuera musical, digamos con la poesĆa de Swimmer, o la poesĆa de Tennyson, o la poesĆa de Verlaine, a quienes Ć©l querĆa y admiraba tanto. Entonces Wilde dijo, los griegos han dicho que Homero era ciego para significar que la poesĆa no tiene que ser visual. La poesĆa tiene que ser, ante todo, auditiva.
Y aquĆ, de Ć©l, de la musica Wampum Shows de Verlaine, aquĆ el simbolismo contemporĆ”neo. Es decir, podemos pensar que Homero no existió, pero que a los griegos les gustaba imaginarlo ciego para insistir en el hecho de que la poesĆa es, ante todo, mĆŗsica, que la poesĆa es, ante todo, la lira, y que lo visual puede existir o puede no existir en un poeta. Yo sĆ© de grandes poetas visuales y sĆ© de grandes poetas que no son visuales.
Poetas intelectuales, mentales, no hay por quĆ© mencionar nombres. Y aquĆ podemos dejar Homero, podemos pasar al otro ejemplo evidente, que serĆa el ejemplo de Milton. Ahora es sabido que la ceguera de Milton fue voluntaria. Milton era secretario latino de Cromwell, es decir, venĆa a ser algo asĆ como suministro de relaciones exteriores. En aquel tiempo, el latĆn era el idioma universal. Se ha perdido, ahora el uso del latĆn se ha perdido, es una lĆ”stima, fue reemplazado por el francĆ©s, el francĆ©s estĆ” perdiĆ©ndose tambiĆ©n.
Yo quiero deplorar este hecho, los dos hechos. Quiero deplorar que se haya perdido el latĆn y que estĆ© perdiĆ©ndose el francĆ©s. SerĆ” que no importa que la gente estudie inglĆ©s ahora, pero yo, que quiero tanto Inglaterra, que me siento de algĆŗn modo inglĆ©s sin dejar de sentirme argentino, creo que hay una diferencia, y la diferencia es esta, que quienes estudian inglĆ©s ahora no lo hacen en función de Shakespeare o de Eliot o de Kipling, no, lo hacen por razones comerciales.
En cambio el francĆ©s estudiaba por el amor de la cultura francesa, es decir, que el estudio del francĆ©s no se hacĆa para hacer negocios en Francia, no, el estudio del francĆ©s se hacĆa para acercarse a la gran tradición literaria francesa, y es una lĆ”stima que se haya perdido eso. Pues bien, volvamos ahora a Milton. Milton sabĆa desde el principio que iba a ser un gran poeta. Esto le ocurrió a otros poetas. Por ejemplo, Coleridge y de Quince, antes de haber escrito una lĆnea, sabĆan que su destino serĆa literario.
Y yo tambiĆ©n, si es que puedo mencionarme, siempre he sentido que mi destino era ante todo un destino literario, es decir, que me sucederĆan muchas cosas, muchas cosas malas, algunas cosas buenas, pero yo siempre sabĆa que todo eso, a la larga, se convertirĆa en palabras. Yo tratarĆa de transmutar todo en palabras, sobre todo las cosas malas, ya que la felicidad no necesita ser transmutada, la felicidad es su propio fin. Pues bien, Milton, a los 25 aƱos, segĆŗn Ć©l dice, es decir, en el mezzo del camino de la suavita, se encontró ciego, ya que habĆa gastado la vista, escribiendo folletos defendiendo la ejecución del rey por el parlamento.
Un hecho que tiene que haber sido tan escandaloso para el siglo XVII como la revolución rusa para nosotros o la ejecución de Luis XVI. Un parlamento que juzga a un rey que lo declara un traidor y que lo ejecuta por el hacha. Y luego Milton defendiendo esa ejecución, Milton siendo requisida, como Johnson dirĆa. Entonces Milton pierde la vista. Ćl dice que Ć©l habĆa perdido voluntariamente, defendiendo la libertad. Habla de esa noble tarea, y no se queja de estar ciego.
Piensa que Ć©l ha sacrificado su vista voluntariamente. Pero Ć©l recuerda entonces aquel primer deseo suyo de ser un poeta. AquĆ llegamos al extraƱo. Se ha descubierto en la Universidad de Cambridge, se ha descubierto un manuscrito en el cual hay muchos temas que Milton se hubiera propuesto cuando era joven para la ejecución de un gran poema. Milton querĆa dejar algo que las generaciones venideras no dejaran fĆ”cilmente morir. Yo quiero legar algo, dice, a las generaciones venideras que no dejen fĆ”cilmente morir.
Y ya habĆa anotado muchos temas. Y entre esos temas, que son unos diez o quince, hay uno que Ć©l escribió sin saber que lo hacĆa de modo profĆ©tico. Ese tema era Sansón. Y Ć©l no sabĆa, cuando Ć©l escribió eso, que su destino serĆa de algĆŗn modo Sansón, y que Sansón llegó al modo que profetiza Cristo en el Antiguo Testamento, como decĆa Ć©l, con mĆ”s precisión aĆŗn. Entonces, Milton, una vez que se supo ciego, emprendió una obra histórica, dos obras históricas, una historia de Moscovia, que quedó inconclusa, una historia de Inglaterra, que tambiĆ©n quedó inconclusa, y luego el largo poema El ParaĆso Perdido.
Ćl buscó un tema que pudiera interesar a todos los hombres, y no solamente a los ingleses. Ese tema era AdĆ”n, AdĆ”n, y es nuestro padre comĆŗn. Pero luego, una vez concluido ese poema, y Ć©l lo hizo ciego, Ć©l lo hacĆa de esta manera. Ćl pasaba la buena parte de su tiempo solo, y componĆa versos, y su memoria se habĆa acrecentado. Ćl podĆa tener cuarenta o cincuenta endecasĆlabos, endecasĆlabos blancos, en la memoria. Y luego dictaba despuĆ©s a quienes iban a visitarlo.
Y asĆ compuso el poema. Luego, Ć©l pensó, Ć©l encontró tambiĆ©n en sus notas, o recordó el tema de Sansón, y pensó en el destino de Sansón, tan parecido al suyo. Porque ya, Cromwell habĆa muerto, hubiese dado la restauración, Milton fue perseguido y hubiera sido condenado a muerte por haber justificado la ejecución del rey. Pero Carlos II, hijo de Carlos I, el ejecutado, cuando le trajeron la lista de los condenados a muerte, tomó la pluma y dijo, no sin nobleza, dijo, hay algo en mi mano derecha que se niega a firmar una sentencia de muerte.
Y Milton fue salvado, y otros muchos con Ć©l. Entonces Milton ejerció el Sansón agonistes. Quiso hacer una tragedia griega, la acción ocurre en un dĆa, en este Ćŗltimo dĆa de Sansón. Y luego, Milton pensó en el parecido, entre los dos destinos, ya que Ć©l, como Sansón, habĆa sido el hombre fuerte, finalmente vencido, estaba ciego. Entonces escribió aquel verso, sin ojos, y luego en Gaza, en la ciudad de los filisteos, es decir, entre la gente de la exploración, sus enemigos, y luego a Tremil, en la Noria, y entre esclavos, entre quienes iban entregados a este rey, otra vez.
Escribió asĆ aquellos versos que siempre suelen puntuarse mal, ya que suelen puntuarse, y asĆ lo puntĆŗa Huxley, Realmente tendrĆa que ser Ciego, en Gaza, Gaza de los filisteos, su enemigo. Ciego, en Gaza, en la Noria, entre esclavos. Entonces es como si las fetichas fueran acumulĆ”ndose sobre Sansón. Y luego Milton tiene otros versos, tiene un soneto, en el cual Ć©l habla de su ceguera, y hay una lĆnea que se ve que estĆ” escrita por un ciego, cuando tiene que describir el mundo, dice En this dark world and wide, en este mundo, en este ancho, no, en este mundo oscuro y ancho, en este oscuro y ancho mundo, que es precisamente el mundo de los ciegos, cuando estĆ”n solos, porque caminan, con las manos extendidas, buscando apoyo.
Es decir, aquĆ tenemos un ejemplo, mucho mĆ”s importante que el mĆo, de un hombre que se sobrepone a la ceguera, y que ejecuta su obra, el paraĆso perdido, el paraĆso recuperado, el Sansón agoniste, los mejores sonetos que escribió, parte de la historia de Inglaterra, desde la invasión, desde los orĆgenes, hasta la conquista normanda, todo esto lo ejecuta siendo ciego, y tiene que dictarlo, agente casual. Es decir, aquĆ tenemos otro hombre que se sobrepone a su desdicha.
AquĆ podrĆamos mencionar de paso un escritor francĆ©s, del todo olvidado ahora, historiador de los buques de BorgoƱa, que se hizo, segĆŗn Ć©l mismo dijo, amigo de la oscuridad, llegó a hacerse amigo de la oscuridad, aclimatarse en ella, y podemos pensar en Prescott, tambiĆ©n, que escribió la historia de la conquista del PerĆŗ, de la conquista de MĆ©xico, la historia de Fernando, Isabel, todo eso siendo ciego, o casi ciego. Pero nos acercamos a dos ejemplos que estĆ”n mĆ”s cerca de nosotros.
Uno de ellos, ya lo he mencionado, es el ejemplo de Groussac. Groussac ha sido olvidado con injusticia. La gente lo ve ahora como un francĆ©s intruso en este paĆs. Se dice que su obra histórica es una obra que ha caducado, que ahora se dispone de mejor documentación, pero se olvida que Groussac, como todo escritor, escribió dos obras. Una el tema que se propuso y otra la manera en que lo ejecutó. AsĆ tenemos en Groussac una doble obra.
La obra histórica y crĆtica que sabemos y ademĆ”s el hecho de que estaba renovando la prosa espaƱola. Alfonso Reyes, quizĆ” el mejor prosista de lengua espaƱola en cualquier Ć©poca, Alfonso Reyes me dijo Groussac me ha enseƱado cómo debe escribirse el espaƱol. Pues bien, Groussac tambiĆ©n se sobrepuso a la ceguera y escribió aquellas pĆ”ginas que son quizĆ” las mejores pĆ”ginas en prosa que se hayan escrito en este paĆs. Groussac ahora estĆ” olvidado. Yo hubiera podido conocerlo, lo sabĆa que era un hombre de trato Ć”spero, sabĆa que habĆa tratado mal a casi todas las personas de mi familia que no se habĆa tenido ocasión de hablar y yo no me animĆ© a conocerlo.
Pero luego, de algún modo, yo estuve en mi despacho junto a la pieza en que murió Groussac en la calle México y yo heredé ese destino de lector de biblioteca y de ciego y ahora me plaza recordar a Groussac pero podemos recordar otro ejemplo, un ejemplo mucho mÔs famoso que el de Groussac es el ejemplo de James Joyce y en James Joyce tenemos también una obra, doble. Tenemos esas dos bastas y ¿por qué no decirlo? Ilegibles novelas Herulices del Fine Gansuec pero esa es la mitad de su obra.
La otra mitad de su obra que quizĆ” la mĆ”s rescatable como se dice ahora o la rescatable como se dice ahora es el hecho de que Ć©l tomó el casi infinito idioma inglĆ©s ese idioma que estadĆsticamente supera a todos los demĆ”s y que ademĆ”s ofrece tantas posibilidades para el escritor sobre todo de verbos muy concretos y eso no fue bastante para Ć©l y Joyce recordó que era irlandĆ©s que Dublin habĆa sido fundada por los vikings daneses, estudió noruego le escribió una carta en noruego a Ibsen y luego estudió griego, latĆn supo de algĆŗn modo todos los idiomas y escribió en un idioma inventado por Ć©l un idioma el cual es difĆcilmente convencible pero que se distingue por una mĆŗsica extraƱa Joyce trajo una mĆŗsica nueva al idioma inglĆ©s y Joyce dijo valerosamente inmendazmente de todas las cosas que me han sucedido creo que la menos importante es el haberme quedado ciego y ha dejado esa vasta obra el Fine Gansuec y Rulises y todo eso ejecutado en la sombra todo eso puliendo las frases en su memoria dejando a veces una sola frase un solo dĆa y luego escribiĆ©ndola y luego corrigiĆ©ndola y todo eso en medio de la ceguera es decir, ya tenemos creo bastantes ejemplos algunos tan ilustres que me da vergüenza haber hablado de mi caso personal salvo por el hecho de que la gente siempre espera confidencia y yo no tengo por quĆ© negarlo de las mĆas aunque desde luego parece absurdo y ahora volvamos a la ceguera he dicho que la ceguera es un modo de vida un modo de vida que no es totalmente malo totalmente maligno totalmente perverso recordemos aquellos versos del mayor poeta espaƱol EfraĆn Luis de León vivir quiero conmigo gozar quiero del bien que debo al cielo a sola sin testigo libre de amor, de celo de odio, de esperanza de recelo pues bien para mĆ vivir sin odio es fĆ”cil ya que yo nunca he sentido odio pero vivir sin amor creo que es imposible felizmente imposible para cada uno de nosotros pero sin embargo al principio vivir quiero conmigo gozar quiero del bien que debo al cielo y si aceptamos que en en el bien del cielo puede estar la sombra entonces quien vive mas consigo mismo quien puede explorarse mas quien puede conocerse mas a si mismo segĆŗn la sentencia socrĆ”tica quien puede conocerse mas que un ciego un ciego es una persona mirada con simpatĆa por todos porque forzosamente tiene que pasar horas de soledad y para un escritor esto no es malo el escritor vive la tarea de ser poeta no es una tarea que se cumple por un determinado horario nadie es poeta digamos de 8 a 12 y de 12 a 6 quien es poeta es poeta continuamente se ve asaltado por la poesĆa continuamente de igual modo que un pintor supongo yo siente que las formas que los colores estĆ”n asediĆ”ndolo el mĆŗsico siente que el extraƱo mundo de los sonidos el mundo mas extraƱo del arte estĆ” buscĆ”ndolo siempre que hay melodĆas y porque no discordias tambiĆ©n que lo buscan por fin para esa tarea para la tarea del arte la ceguera no es del todo una desdicha puede ser un instrumento desde luego creo que un escritor otro hombre todo lo que le ocurre es un instrumento todas las cosas le han sido dadas para un fin y esto tiene que ser mas fuerte en el caso de un artista todo lo que le pasa incluso las humillaciones los horchornos, las desventuras todo eso le ha sido dado como arcilla, como material para su arte todo tiene que aprovechar todo eso por eso yo hablĆ© en un poema del antiguo alimento de los hĆ©roes la humillación la desdicha, la discordia todo eso nos ha sido dado para que lo transmutemos para que hagamos de las miserables circunstancias de nuestra vida cosas eternas que quieren ser eternas es decir, el ciego deberĆa pensar que su desdicha no es una desdicha total sobre todo si el ciego tiene una vocación artĆstica entonces de algĆŗn modo ya estĆ” salvado la ceguera es un don tambiĆ©n yo he hablado de los dones que me dio la ceguera me dio el anglosajón me dio parcialmente el escandinavo me dio el conocimiento de una literatura medieval que yo habrĆa ignorado me dio tambiĆ©n el haber escrito muchos libros buenos o malos pero que justificaron el momento en que se escribieron es decir que debemos encarar la ceguera con valentĆa ademĆ”s el ciego se siente rodeado por el cariƱo de todos la gente siente buena voluntad por un ciego y ahora querrĆa concluir con un verso con un verso de Quete mi alemĆ”n es deficiente pero creo poder recuperar sin demasiados errores estas lĆneas que dicen alles nage verde fern todo lo cercano se aleja y Quete lo escribió refiriĆ©ndose al crepĆŗsculo de la tarde todo lo cercano se aleja es verdad al atardecer las cosas mĆ”s cercanas de nosotros ya se alejan de nuestros ojos asĆ como el mundo visible se ha alejado de mis ojos quizĆ” definitivamente no sĆ© pero tambiĆ©n alles nage verde fern puede referirse no solo al crepĆŗsculo de la tarde sino que puede referirse tambiĆ©n a la vida todas las cosas van dejĆ”ndonos en la suprema soledad salvo que la suprema soledad es la muerte y tambiĆ©n todo lo cercano se aleja se refiere a ese lento proceso de la ceguera del cual he querido hablarles hoy y he querido mostrar que no es una total desdicha sino que debe ser una ocasión para que el hombre se muestre fuerte que debe ser un instrumento mĆ”s entre los muchos tan extraƱos que la providencia pone en nuestras manos Ā”Gracias! Ā”Gracias! Ā”Gracias! Ā”Gracias!