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Luis Buñuel, a deceased atheist filmmaker, expressed in his memoirs his desire to rise from the dead every 10 years to buy newspapers and read about the world's disasters before returning to his grave. However, he was cremated, and the mystery surrounding his ashes began. Some sources claim that his ashes were kept by his wife, who took the secret to her grave. Another source suggests that a Mexican priest was given the ashes but remains silent about their whereabouts. The controversy arises from the fact that Buñuel, an atheist, may have his ashes resting in a cathedral, which some find unsettling. Ultimately, where his ashes are located may not matter as long as it aligns with his wishes. Luis Buñuel, muerto y ateo por la gracia de Dios, 1900-1983. Pese a mi odio de información, me gustaría poder levantarme de entre los muertos cada 10 años. Llegarme hasta un kiosco y comprar varios periódicos, no pediría nada más. Con mis periódicos bajo el brazo, pálido, rotando las paredes, regresaría al cementerio y leería los desastres del mundo antes de volverme a dormir, satisfecho en el refugio tranquilizador de la tumba. El párrafo está extraído del capítulo final de las memorias de Luis Buñuel, titulada Mi último suspiro. Ya ven, él fabulando con estar en un cementerio, y luego van y lo incineran. Y una contradicción más, Buñuel dijo, gracias a Dios soy ateo. Bien, pues su ceniza puede creerse en una catedral. El misterio en torno a las cenizas de Luis Buñuel viene desde el mismo día de su cremación, el 30 de julio de 1983, en un cementerio de Ciudad de México. Todo se realizó en la más absoluta intimidad, tal y como él pidió, con su mujer, sus dos hijos y un puñado de amigos. Murió por una insuficiencia renal, hepática y cardíaca, pero él, mejor que nadie, sabía lo que padecía. Dijo, puedo establecer mi diagnosis fácilmente, soy viejo, esa es mi principal enfermedad. Las cenizas del director de cine Aragonés fueron entregadas a su mujer, y ella se negó siempre a decir qué había hecho con ellas. Así que cuando ella falleció, se llevó el secreto a la tumba. Otras fuentes dicen que la una con las cenizas acabó en Los Ángeles, en casa de uno de los hijos, que para alimentar el misterio ni confirma ni desmiente. Y aquí entra en escena un tercer personaje, un cura mexicano que asegura que la viuda de Buñuel le entregó las cenizas a otro cura, y este cura, el depositario de las cenizas, también guarda silencio. No se entiende tanto el misterio en torno a tres kilos de cenizas, o se tienen o no se tienen. El sacerdote, supuesto custodio de las cenizas, se llama Julián Pablo Fernández, prior de la Catedral de Santo Domingo, en el Centro Histórico de Ciudad de México. Y aunque ahora no quiera decir nada de Buñuel, sólo hay que tirar de hemeroteca y comprobar que en abril de 2004 dijo a un periódico mexicano que él tenía las cenizas en una capilla privada del sur de la ciudad, y que las trasladaría a la catedral en cuanto se terminaran las obras de restauración. ¿En qué quedamos? A unos el tema les indigna, porque Buñuel era un ateo reconocido, y no les gusta que se hable de que sus restos descansen nada más y nada menos que en una catedral. Otros dicen que el asunto no es tan importante, y como Buñuel fue un eterno bromista, cargar a un cura con sus cenizas fue una broma más. Y es de suponer que al resto del mundo nos da igual donde esté, si resulta que está donde quiere estar.