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Antonia and Justo were playing in the countryside when they saw a woodpecker. The woodpecker asked for their help in finding its home. The children embarked on an adventure in the forest, searching for the woodpecker's nest. They encountered various animals who knew the woodpecker's name. Eventually, they found the nest and helped their new friend. Antonia and Justo now appreciate the forest and its secrets. They invited the animals to visit their home in Diamante. Era una tranquila tarde de verano en el campo cerca de una ciudad llamada Diamante. El sol brillaba en el cielo y no había ni una sola nube a la vista. Antonia y Justo estaban jugando, corriendo de un lado a otro y riendo sin parar. Antonia era una niña de seis años con cabello castaño largo y brillantes ojos castaños, mientras que Justo era un niño pequeño de dos años con cabello rubio y grandes ojos grises. Juntos, disfrutaban del buen clima rodeados de prados verdes y árboles frondosos. De pronto, Antonia y Justo escucharon un fuerte piqueteo detrás de ellos. Se dieron la vuelta y vieron a un pequeño pájaro de brillantes colores, un pájaro carpintero, golpeando su pico contra un árbol cercano. Los niños se emocionaron y corrieron hacia el árbol para ver al pájaro de cerca. Cuando llegaron, el pájaro carpintero dejó de golpear el árbol y los miró directamente a los ojos. «Hola, Antonia, hola, Justo», dijo el pájaro con una voz estridente. El pájaro sabía sus nombres porque antes los había estado observando desde lo alto de un árbol y los había estado siguiendo durante mucho rato, pero perdió el rumbo y se desorientó. «¿Quieren ayudarme a encontrar mi hogar?», preguntó el pájaro carpintero. Los dos niños sabían que el bosque era muy grande y que encontrar el hogar del pájaro podría ser difícil, pero estaban dispuestos a ayudar de todas maneras. Con la energía y el entusiasmo que sólo los niños tienen, Antonia y Justo emprendieron su aventura en busca del hogar del pájaro carpintero. El bosque era muy grande y tuvieron que buscar con mucho cuidado. Los niños caminaron durante horas inspeccionando cada árbol del bosque. Fueron testigos de la belleza de la naturaleza y aprendieron sobre el respeto por los animales y su hábitat. Los niños caminaban y observaban cualquier hueco en un árbol que pudiera parecer una casa de pájaro carpintero. Antonia le preguntó al pájaro de brillantes colores, «¿Cómo te llamas? ¿Tienes nombre? Pues preferiría no tenerlo», respondió el pájaro carpintero muy apesadumbrado. «Si se los digo, prometan no reírse». Ambos hermanos se miraron y asintieron. «Me llamo Arnulfo», dijo el pájaro con voz bajita para que los demás animales del bosque no lo oyeran. Arnulfo inmediatamente se llevó la mano a la boca para sofocar cualquier intento de risa. Antonia respiró hondo y apretó los labios. De repente, después de un profundo silencio, pareció que todos los pájaros y animales del bosque estallaran engranidos y chillidos que parecían reír. «Ya ven», dijo Arnulfo. «Pero si no nos hemos reído», dijo Antonia. «No, no», confirmó justo. «Me refiero a los demás», dijo Arnulfo. «Ya me gustaría saber cómo se llaman todos», dijo Antonia. «A ver quién tiene el nombre más gracioso. Sí, a ver dónde están todos», dijo justo. Así fue como la paloma Lola bajó de un árbol y se presentó. También la lechuza Pochola, el búho Noctámbulo, la mariposa Candela, la vaquita de San Antonio y muchos más que se hicieron visibles. Algunos estaban detrás de un árbol, una rama o una hoja si eran chiquitos. Parece que todos los animales estaban siempre cerca, como vigilándolos o cuidándolos. ¡Qué alegría tenía justo, nunca había visto tantos animalitos juntos! Entonces Antonia preguntó, «¿Será que alguno de ustedes sabe dónde vive Arnulfo?» «Sí», dijeron todos, por allá, y señalaron con sus alas, sus patitas o su cola una hermosa casa de madera en un hermoso árbol digna de un pájaro carpintero. ¡Signo de apertura de exclamación! Después de mucho buscar, Antonia y Justo finalmente encontraron el nido del pájaro carpintero. Arnulfo les agradeció profundamente y los niños se despidieron, felices de haber ayudado a un amigo en apuros. Desde ese día, Antonia y Justo miran al bosque con otros ojos cuando lo visitan. Saben que, aunque es grande y a veces intimidante, también alberga pequeños secretos y tesoros, como el nido del pájaro carpintero. Y gracias a ayudar a alguien que necesitaba su ayuda, descubrieron algo especial que siempre recordarán. Después de despedirse de todos los animales del bosque, ya que se estaba haciendo tarde, Antonia y Justo los invitaron a visitarlos en Diamante para conocer su casa. Los niños también tienen una casita de madera, pero esa es otra historia. Continuará.